- Oh querido, por supuesto que sí. No creo que me guste este acuerdo tanto como a ti. No tienes ni idea de lo que tu estancia nos ha causado. - Reaccionas al instante, tu voz se endurece como el acero. - Tu relación con Jamie sólo ha entorpecido mis negocios, preferiría haberte emparejado con un Costello, no apruebo a alguien que no forma parte de alguna familia de nuestro círculo, y que viene de una familia podrida y desleal que no nos aporta nada. - Me olfatea como si estuviera sucio de mierda. - Tú y tu familia me habéis causado más problemas de los que te puedes imaginar.
Jamie tomó decisiones desastrosas cuando te preservó. - Su sonrisa falsa desaparece, revelando su verdadero rostro. - Pero confío en que James sabe lo que hace. Si no lo hace, se estará jugando mucho, cosas que harán que este matrimonio te parezca un puto viaje de Disney. - Su voz es áspera. - Antes de que se me olvide, cariño, que yo sepa no tienes a nadie. Sólo un padre jugador y una madre sumisa. Ni hermanos, ni hijos... - Guiña un ojo y sonríe como si acabara de decirme algo gracioso. Se inclina, su tamaño se superpone al mío, mientras acerca sus labios a mi oído y susurra: - Sí cariño, somos tu familia. Sentí que me ardían los ojos mientras contenía las lágrimas que insistían en salir en contra de mi orgullo herido. Mi respiración se volvió más irregular y pude sentir unos ojos sobre mí, ¿o era una impresión? No es que se dieran cuenta. Para ellos yo sólo era la novia feliz bailando con su suegro. Durante unos instantes dejé que mis ojos vagaran por la fiesta, la gente caminaba por todas partes, sonriendo y charlando. Por un momento miré a mis padres, las únicas personas que realmente sabían lo que estaba pasando. Mi madre se aferró a mi mirada y sentí súplica y remordimiento en ellos. Tal vez una lágrima brotó de sus ojos. Mi padre, en silla de ruedas, aún convaleciente de su enfermedad, no tuvo el valor de mirarme a los ojos. Desde que me enteré, nunca me miró ni intentó hablar conmigo. ¿Estaba enfadado, avergonzado? A pesar de todo, no le culpaba, la razón de todo esto no eran sólo las deudas, había algo más en juego. Y mis decisiones nos han traído hasta aquí. Mis pensamientos fueron interrumpidos por un bufido. Miré hacia atrás y vi a un hombre apuesto al que todas las mujeres deberían adorar. Ethan Colleri. - Disculpe, ¿podría llevarla a bailar? - Su voz era uniforme, ronca. Nicole era una perra con suerte. Uf. Dejé escapar un suspiro de alivio mientras Ethan me acunaba en sus brazos para bailar. - Nos alegramos mucho por ti. - Me miró fijamente con aquellos inquisitivos ojos azules. No creo que lo hiciera con mala intención. Sólo era eso. - Te doy las gracias, Ethan. - Sonreí brevemente, incapaz de mirarlo durante más tiempo del debido. Parece notar mi tensión, pero supone que es por Vivian. - Siento lo de Vivian -se aclara la garganta-. - Sé que os habéis criado juntos, debe de ser duro no tenerla aquí.
- No pasa nada", miento, porque maldita sea, no hay forma de que pueda suponerlo sin querer tumbarme en posición fetal a llorar como un bebé. Vivian me ha dejado tan fácilmente como un ex novio con el ego magullado. Y eso duele, joder. Y aunque la echo muchísimo de menos, a veces puede ser difícil. Y muy controlada. - Digo con falso desdén. - No me imagino a alguien diferente saliendo contigo y con Nicole. - Me guía por el baile y sonríe. - Sí, realmente somos almas gemelas. - digo sonriendo, pero los labios me tiemblan como a un bebé llorón y siento que el enorme nudo de lágrimas no derramadas me aprieta la garganta. Él frunce las cejas, tal vez encontrando extraña mi fisonomía. Como si me doliera. ¿Estaba leyendo mi reacción? Nicole me dijo que comprender el comportamiento de la gente formaba parte de su trabajo. Sólo que no estaba segura de si lo hacía con facilidad o no. - Mira, sólo quiero que sepas que si necesitas algo, si algo va mal, puedo ayudarte. - Dijo con la voz casi apagada. Parecía avergonzado, extremadamente avergonzado. Un enorme rubor le subió por la cara. Y hombre, era extraño ver a un tipo de ese tamaño tan fuera de sí. Me hizo sonreír un poco. Y pareció relajarse un poco. Ojalá pudiera decírselo, ojalá pudiera decirle toda la verdad, ojalá pudiera salir corriendo. Pero no sería justo echarle toda la mierda encima, no sería justo no sólo para él y mis padres, que me necesitaban más que nunca, sino también para Nicholas y Nicole. Después de casi seis años por fin podría encontrar su paz, su familia, su tranquilidad. Yo nunca jamás podría pedirle eso. Hace poco más de dos meses había pasado por un infierno. - Está bien Ethan, realmente aprecio tu preocupación. - Ehhrr... lo siento. - Una tímida sonrisa apareció en su rostro y arrugó el puente de la nariz. - No tuve elección -hizo una pausa, mirando a Nicole-. - "Nicole pensó que si yo decía... ya sabes, Vivian preguntó..." Se arregló apresuradamente, con las mejillas acaloradas por la vergüenza. - "Sólo quería decirte que si lo necesitas... eres importante para Nicole. - Termina. - "Lo sé..." Sonrío, aunque no me llega a los ojos. - Lo sé... -Miro a mi amiga. Ella mira en nuestra dirección. Nicole sigue mirándome preocupada, pero cuando le guiño un ojo y le sonrío, ella simplemente me lo devuelve con brillantez. Su tensión se desvanece o se disimula muy bien. Nunca lo sabré. Vuelvo a centrarme en su marido. - Agradezco tu preocupación, Colle. Pero de verdad que está todo bien. (¡No, no lo está!). (¡Dios, estoy tan jodido!). Aunque... en realidad... -me retuerzo incómoda. - ¿Hay algo que puedas hacer por mí, podrías... podrías distraer a James unos minutos? Ya sabes, necesito un respiro. Vuelve a mirarme con extrañeza y esta vez ni siquiera lo justifico. - Por supuesto. - Duda un poco, mirando hacia otro lado. - Bueno, creo que ya es hora de que felicite al novio. - Sonríe, metiendo las manos en los bolsillos del smoking. Me dejó inmediatamente. Intenté salir lo más desapercibida posible, aunque todavía me pararon algunas personas. Rodeé la parte trasera del lujoso castillo situado en una colina junto al mar, en Italia, cerca de la iglesia donde se había celebrado la boda. El estrecho pasadizo conducía posiblemente a lo alto de la terraza. Me agarré con fuerza a los bordes del gran vestido de tul blanco para que no arrastrara por el suelo y corrí lo más rápido que pude por la escalera de piedra en espiral, rezando para que me llevara lo más lejos posible de todo aquello. Lágrimas calientes me quemaban la cara, las lágrimas que había retenido antes cuando tuve que mentir a mi mejor amiga mientras me ponía el vestido de novia. Las lágrimas que contuve cuando supe que Vivian no vendría. Pero no estaba equivocada. Estaba viviendo una mentira. Me dolió el corazón cuando me di cuenta de que no tenía a nadie más a quien contárselo, estaba sola. Dejé salir las lágrimas que había estado conteniendo desde que descubrí quién era Jamie en realidad, desde que descubrí las mentiras de mis padres, cuando tuve que decir "sí, quiero". Lloré por todo, un sollozo salió del fondo de mi garganta cuando por fin llegué a la terraza. Parecía el balcón de un castillo medieval, una preciosa terraza de piedra, probablemente el único lugar de aquel lujoso lugar que no había sido remodelado.