Los dos príncipes habían crecido mucho. Lothmer fue el mayor en nacer igual a su padre, negro y plateado. Solo adquiría su verdadero color en sus aposentos, había heredado el poder de cambiar de color y forma a su antojo, el otro un poco más pequeño de tamaño era verde esmeralda, sin una gota de otro color era Elenoth. Ambos miraron a su madre entrar arrastrando sus pies y la envolvieron con sus alas al agacharse para estar a su altura. Necesita el amor de sus hijos más que nunca.
-Todo va a estar bien mamá -dijo su hijo mayor Lothmer
La reina Esmeralda Elenita, sonrió con tristeza y les acarició las cabezas. Volvió a abrazarlos pensando que ellos no tenían la menor idea de en la gran encrucijada que su vida se encontraba.
-Ojalá pudiera creer eso, hijos míos. Pero la situación es complicada. La esmeralda madre rechaza a su padre, y no lo deja acercarse a nuestro clan. Lo peor de todo es que no puedo volver a traer a Lotha a su puesto, porque ella no lo acepta y su tío Dustin que es el verdadero heredero al trono lo quiere. No sé qué hacer hijos, no se los niego, estoy aterrada. Tampoco puedo renunciar al poder de la esmeralda madre como hizo su padre e irnos a vivir con él.
Los príncipes intercambiaron una mirada preocupada, sabían lo importante que era la reina para su pueblo y no podían permitir que la perdiera.
-Madre, ¿probaste a pasar como hizo papá todo el poder al tío Dustin? -preguntó el pequeño Elenoth
-Sí, fue lo primero que hice cuando me sentí llena de poder el día de la ceremonia en el Bosque Encantado. Él apareció de pronto aquí, y ante mis ojos la esmeralda madre le quitó todo el poder que le había pasado su padre y me lo dio a mí, por mucho que intenté devolverlo, no pude -explicó desesperada. -Y ahora los dragones del consejo me están presionando para que elija a uno de ellos como rey y esposo. Le digo que no sé qué hacer. Si tan solo la esmeralda madre aceptara a su tío Dustin y a su esposa la tía Thalia, todo se arreglaba.
Los dos príncipes la escuchaban con atención. A pesar de la corta edad que tenían, ambos eran educados por su abuelo el antiguo emperador de los dragones, y habían desarrollado una increíble sabiduría. Eso sin contar que el consejero del clan les tenía un esmerado entrenamiento que era la envidia de todos. Porque hasta a los dragones adultos del clan les era imposible vencerlos a tan corta edad.
-Madre, ¿y si encontramos una manera de cambiar la ley? -preguntó el príncipe verde esmeralda Elenoth.
La reina lo miró con sorpresa y esperanza en los ojos. ¿Por qué no se le ocurrió eso?, aunque recordó al momento que el clan se regía por los designios de la piedra madre esmeralda.
-¿Cómo podríamos hacer eso, hijo mío? Recuerden que no se trata solo de las leyes, es sobre lo que decida la madre piedra esmeralda.
-Podríamos buscar en los antiguos pergaminos de la biblioteca, o preguntarle a los dragones más sabios del reino. Seguro que hay una solución - dijo el príncipe Lothmer. -No te rindas madre.
La reina Esmeralda se sintió abrumada por el amor y la determinación de sus hijos. Sabía que tenían razón, que no debía rendirse ante la ley injusta que le impedía hacer lo correcto. Así que se levantó con decisión y les dio un beso en la frente.
-Tienen razón, hijos míos. No podemos permitir que la ley y la esmeralda madre nos impida hacer lo justo. Vamos a buscar una manera de hacer o que no me libere, o que regrese a su padre. Juntos lo lograremos.
Los príncipes sonrieron dispuestos a ayudar a su madre en todo lo que fuera necesario. La reina Esmeralda los observó con orgullo y gratitud, sabiendo que gracias a ellos, tenía una oportunidad de salvar su matrimonio, aunque estaba muy furiosa con Lotha.
-Pero necesito ver a su padre y la esmeralda madre no lo deja acercarse a nuestro clan, tampoco me deja a mí ir al palacio imperial de los dragones, ya saben como es. Solo si soy citada puedo aparecerme allá, así que no sé qué hacer.
-Dijimos que no te preocupes mamá -dijo el más pequeño verde esmeralda, y para sorpresa de su madre los envolvió en una energía pura y fueron a dar al santuario, donde la enorme piedra de la esmeralda madre estaba iluminada, era un lugar fascinante
La reina Esmeralda se quedó boquiabierta, aunque lo había visitado en algunas ocasiones con Lotha, nunca lo había visto como ahora. El santuario era una cueva mágica y esplendorosa, llena del más infinito poder esmeralda. Las paredes de la cueva eran de un verde intenso, brillando con la luz de las esmeraldas que estaban incrustadas en ellas. El techo era alto y abovedado, con pequeñas luces esmeraldas que parpadeaban como estrellas en el cielo nocturno.
En el centro de la cueva se encontraba la enorme esmeralda madre, una piedra gigantesca del tamaño de una casa. La esmeralda brillaba con un resplandor verde intenso, emanando una energía pura y poderosa que llenaba todo el santuario.
A lo largo de las paredes de la cueva, había pequeños altares y nichos tallados en la roca, donde los dragones podían dejar ofrendas y hacer sus oraciones a la esmeralda madre. En cada uno de ellos, había pequeñas luces esmeraldas que brillaban con un resplandor suave y cálido.
El aire en el santuario era fresco y limpio, con un aroma a hierbas y flores silvestres que llenaba los sentidos. El sonido del agua corriendo por un arroyo cercano se escuchaba de fondo, creando una atmósfera de paz y tranquilidad.
Cada dragón del clan tenía su propia esmeralda en la cueva sagrada, un símbolo de su conexión con la esencia de la madre de las esmeraldas y su papel en el destino del clan. Era un lugar donde podían conectarse con su verdadero yo y encontrar la fuerza y la sabiduría para enfrentar cualquier desafío que se les presentara.
Algunas de las esmeraldas brillaban con un resplandor potente y cálido, como la de la reina Esmeralda, que emanaba una energía maternal y protectora. Otras, como la del príncipe negro y plateado, el primer príncipe heredero del clan Lothmer, brillaba con un resplandor intenso y cambiante, reflejando su habilidad para adaptarse a cualquier situación.
En cambio, Elenita por primera vez vio algo que la llenó de admiración, asombro y miedo. La esmeralda del segundo príncipe Elenoth, era una de las más especiales del santuario. A pesar de ser pequeño, tenía una conexión única y poderosa con la esencia de la madre de las esmeraldas. Cada vez que se acercaba a la piedra gigantesca, su esmeralda se iluminaba al máximo, y podía apreciar que él tenía una conexión especial con ella.
El segundo príncipe Elenoth no tenía miedo de acercarse a la esmeralda madre, incluso se atrevía a acariciarla con suavidad. Y a cambio, la piedra gigantesca lo llenaba de un poder inmenso, dándole la fuerza y la sabiduría para enfrentar cualquier desafío que se le presentara. Cosa que también hacía su hermano mayor, solo que la piedra cambiaba de color y lo conectaba con el santuario imperial.
Elenita al verlos hacer aquello, los miró con asombro y admiración sabiendo que tenían un don especial que los hacía únicos. Esa conexión con la esmeralda madre, era un regalo sagrado que debía ser respetado y valorado. Pero sobre todo, ocultado. Pensaba en lo que se acercaba por primera vez temerosa a la enorme piedra que resplandeció con su cercanía.
-Hijos, ¿qué significa esto? ¿Qué pretenden hacer?
Los príncipes se mantuvieron en silencio, sintiendo la energía de la esmeralda madre fluir a través de ellos y conectándolos con su verdadero yo. Sin miedo, ambos príncipes ahora del más puro color esmeralda, resplandecían demostrando el enorme poder que la piedra les concedía. Con valentía, colocaron sus cabezas en ella, que los envolvió con una corriente eléctrica introduciéndolos en su interior.
La reina Esmeralda lanzó un grito aterrada al ver a sus hijos desaparecer dentro de la esmeralda madre, pero los príncipes le hablaron en su mente, diciéndole que confiara en ellos y en la madre piedra esmeralda. La reina cayó arrodillada a sus pies, y como sus hijos, colocó su frente en la piedra, que la envolvió con puro poder conectándose con lo más profundo del corazón de su reina esmeralda que había elegido.
Luego, con un intenso resplandor, la esmeralda madre unió toda la energía que emanaba de todas las piedras esmeraldas y lanzó un poderoso rayo al infinito, buscando aquello que ellos tres le pedían. El rayo brillante se elevó hacia el cielo, iluminando todo a su paso y dejando un rastro de luz verde esmeralda en su camino.
Finalmente, el rayo llegó a su destino, encontrando lo que los tres habían buscado. La esmeralda madre había cumplido su propósito, y los príncipes y la reina Esmeralda Elenita se sintieron llenos de gratitud y admiración por el poder y la magia de la madre de las esmeraldas. Mientras observaban con sentimientos encontrados, lo que el rayo de luz a su regreso había traído con él.