Me reí de una manera tan escandalosa que la asusté, lo que me causó otra carcajada.
ㅡNo pasa nada, Nana ㅡterminé diciendo y la tela volvió a estar en mis manosㅡ. Yo puedo.
Le sonreí y ella parecía tan confundida que eso me causaba risa.
ㅡ¿Qué te pasa? ㅡdudóㅡ. ¿Te sientes bien? ¿Por qué de repente estás tan feliz?
Estaba a punto de contarle sobre Bastian pero mi sonrisa se borró cuando ví a Olivia meterse al despacho de nuestro padre.
ㅡLo siento. Hablemos después, ¿sí?
Caminé rápidamente y dejé las telas sobre un mueble. Huí hacia el jardín de atrás. Estaba a punto de salir otra vez para perderme en el bosque cuando padre me detuvo en la puerta.
ㅡ¿A dónde vas? ㅡrugió para saber.
ㅡA ninguna parte ㅡmentí. Quizá él ya lo sabía, quizá no se hacía una idea. Pero no le importó en lo más mínimo
ㅡBien ㅡaceptóㅡ, entonces ven conmigo a mi despacho, necesito que hablemos.
Por mi cabeza se cruzó la idea de que tal vez se había enterado de lo que paso en el baño y entré en pánico.
De camino al despacho pude ver de reojo al cochero entrar. Me miró.
Ay, Dios...
¿Era por la interacción con Bastian?
Sabía que no era buena idea preguntar razones, así que ahogué mis dudas y lo seguí temerosa. Al abrir la puerta pude ver a Olivia con la cara empapada de lágrimas. Estaba encogida en su lugar y padre me indicó que me sentara junto a ella, ignorando completamente su desconsolado llanto.
ㅡDime, Mariella ㅡcomenzó, y por su tono supe que no era nada buenoㅡ. ¿Crees que tu hermana debería de estudiar Arte?
Me giré para ver a Olivia, quien estaba tan sorprendida como yo por esa pregunta. No supe qué decir, así que guardé silencio.
¿Qué estaba planeando ahora?
ㅡPorque ella asegura que sí ㅡla miró fulminanteㅡ. Tuvo la amabilidad de venir a informarme a gritos su irrelevante opinión, mientras estaba en medio de un trabajo importante. Yo...
ㅡClaro, siento interrumpir, pero, ¿esto qué tiene que ver conmigo?
El bufó, como si estuviera de verdad harto de nosotras. Como si no fuéramos más que una molesta piedra en su zapato.
ㅡTe pido que controles a tu hermana.
ㅡNo puedes pedirme algo así, tú...
Y era su turno de interrumpir. Su pequeña y amarga risa calló mi intento de protesta.
Su expresión fué más dura al cambiar de opiniónㅡ: ¿Dije "te pido"? Disculpa, me equivoqué. Soy tu padre y no tengo por qué estar pidiendo, es una orden.
Volví a abrir la boca, pero me tragué las palabras en cuanto él se levantó
ㅡNo voy a estar soportando sus berrinches y caprichos. ¡Y se los advierto, una más y se largan las dos!
Olivia murmuró algo que ninguno entendió. Él me miró fulminante:
ㅡCumple tu deber como hemana mayor, dale un buen ejemplo y déjense de estupideces.
La ira en sus ojos me hizo pensar que si no lo hacía, quizás me iría peor que la vez anterior.
Ya no quiero que me torture de esta manera.
ㅡBien ㅡsentenció, y creí que era el final de esto, pero volvió a inquirirㅡ: Entonces, ¿crees tú, querida Mariella, que tu hermana deba estudiar Arte?
Querida Mariella... me sonó a muchas cosas, incluso parecía un insulto. El repudio por mí estaba claro en su voz. Lo dijo con todo, menos con cariño.
Pensé bien. No sabía si era una trampa pero debía mantenerlo contento para que todo entre él y yo estuviera bien, o por lo menos que no quisiera descargar su odio conmigo.
Olivia se veía devastada y se puso aún peor cuando le susurré:
ㅡPerdón.
Si cara palideció y empezó a llorar otra vez.
Lo enfrenté para decir:
ㅡPienso que una niña con la condición de Olivia no debería de estar sola. El único lugar donde ella podría estudiar Arte sería fuera de casa y creo que es una mala idea, al menos por el momento.
ㅡ¿Qué diablos estás diciendo? ¡¿Por qué estás de su lado?!
Se levantó de la silla, dando un brinco iracundo.
ㅡ¿Qué pasa, Olivia? Solo dije la verdad; eres muy pequeña para comprenderlo.
Me señaló con el dedo y luego su mano se hizo un puño que contenía mucha rabia. Imaginé que no lo haría, pero me sorprendió con una bofetada.
ㅡEres una maldita traidora.
Se marchó y me quedé pasmada, con la mano en el rostro.
ㅡHas hecho bien, hija.
Ser felicitada por él en esas circunstancias me tomó un poco por sorpresa. Pero al voltear y ver esa enorme y cruel sonrisa en su rostro entendí que él era un ser de discordia.
Mi semblante continuó serio, estaba enojada. Pero él seguía relajado, como si nada.
ㅡComo dijiste, Olivia es muy joven ㅡcitó mi propia mentiraㅡ. Ella algún día entenderá ㅡintentó tranquilizarme.
Aunque no quisiera, en el fondo, yo amaba a mi padre, aunque a veces fuera el hombre más despreciable.
ㅡPuedes irte.
Pero antes de que pudiera salir de ese cuarto odioso, él me llamó de nuevo:
ㅡ¡Mariella! ㅡgruñó alto.
No había necesidad de elevar tanto la voz porque estaba cerca, pero parecía que le gustaba gritarle a los demás.
Lo miré.
ㅡNecesito que esta noche te esfuerces en arreglarte. Habrá una fiesta en el salón de música y te quiero tan asquerosamente espléndida como puedas estar.
Asentí.
ㅡClaro, padre.
Subí a mi habitación y me senté un momento en la cama, pensando en Olivia. La lastimé muchísimo con lo que dije, y ahora que lo pensaba, debí apoyarla. Pero era tarde para arrepentirse.
¿O tal vez no? Eso esperaba.
Saqué de la pequeña mesa una una hoja, una pluma y el frasco de tinta. Escribí:
"Chère sœur: La marée se calme toujours, vous aurez ce que vous voulez."
"Querida hermana: La marea siempre se calma, tendrás lo que quieres."
Mamá era Francesa y antes de morir nos enseñó a hablarlo. Mi padre nunca lo supo, pero mi hermana y yo siempre lo usábamos para comunicarnos entre nosotras y que nadie más pudiera entender. Deseé que me perdonara.
A hurtadillas salí de la alcoba y metí el papel por debajo de su puerta. Antes de irme, la oí llorando. También escuché cuando tomó la hoja. Me quedé paralizada afuera, esperando tener alguna respuesta. Pero nada pasó.
ㅡ¡Señorita Mariella, ya debería de estar lista!
Genoveva me metió a mi cuarto de nuevo con fuerza excesiva, era un poco brusca a veces. Preparó y dejó la ropa lista en un momento. Salió del cuarto tan rápido como entró.
Me tendí en la cama con los ojos cerrados y suspiré. Bastian volvió de golpe a mi mente.
"Se ve que llevas días malos, aunque espero equivocarme".
Su voz tan varonil. Su olor me dejaba tan embelesada...
Mi cuerpo volvió a pedirme esa sensación de satisfacción, esa qué me había traído un momento mágico...
Intenté resistirme. Debatí si debía o no. Y cuando estaba a punto de caer y hacerlo, escuché las ruidosas pisadas de un caballo y una voz desconocida.
Movida por la curiosidad, me asomé a la ventana, tratando de ser discreta. Del carruaje estacionado en la entrada salió aquel hombre robusto que se llevó el piano de mi mamá. De solo verlo otra vez sentí mi sangre calentarse. Creí que nada podría empeorar el hecho de que estuviera ahí, pero me equivoqué. Justo detrás de él salió nada más y nada menos que Bastian.
No podía creer que él estuviera aquí. Pensé que era un mal chiste de mi mente pero cuando parpadeé y lo ví de nuevo, seguía ahí: su imagen clara. Entonces aquel sentimiento de dedeseo que tuve se hizo más fuerte. Ésta vez invadió todo mi cuerpo cuerpo, podía sentir como mi alma quería salirse por mi pecho hacia donde estaba él. No podía quitarle la vista de encima.
Por casualidad, tal vez, él miró hacia arriba. Sus ojos se encontraron conmigo y sonrió. Seguidamente se mordió el labio. Sonreí también y me alejé de la ventana, con la vergüenza pintando mi cara.
Me arreglé lo más rápido que pude, peiné mi cabello, me perfumé y cuando estaba a punto de salir del cuarto, una hoja estaba en el suelo, delante de mi puerta. La levanté, desdoblé y leí:
"La marée ne se calme jamais, elle attend juste le moment de remonter."
"La marea nunca se calma, solo espera el momento para volver a salir."
Arrugué y rompí el papel. No me importó.
Bajé a toda prisa por las escaleras que rechinaron bajo mis pies.
Quería ver a Bastian, conversar con él otra vez. Quizá, él estaría dispuesto a...
Camino al salón me interseptó un joven burgues, era aquel que estaba el otro día en el despacho de mi papá, me frené en seco puesto que él se cruzaba en mi ruta.
ㅡSeñorita Mariella ㅡsaludó para luego presentarseㅡ: es un placer conocerla .
Asentí rápidamente, queriendo que se mueva para poder irme.
ㅡLa estaba buscando ㅡme contó.
Desinteresada, le informé:
ㅡDisculpe, ahora no tengo tiempo de hablar.
Me alejé casi corriendo y entré al salón. El cuarto, a pesar de ser amplio, estaba casi lleno de gente que no conocía y que no supe en qué momento llegaron. Ví al señor robusto en una esquina hablando con papá pero por más que me esforzara buscando, no encontraba a Bastian por ningún lado.
Hasta que lo ví en un rincón. Él me miraba fijamente. Sus ojos emitieron esa chispa pícara que tanto me había cautivado y que me desafiaban a ir con él.
Llegué a estar tan cerca, pero antes de que pudiera dirigirle una sola palabra, mi padre me tomó del brazo y me condujo en dirección opuesta.
ㅡPero, ¿qué haces? ㅡmurmuró, casi fastidiadoㅡ. Debes de venir conmigo.
Cuando llegamos a donde él quiso, se frenó.
ㅡTe presento al joven William.
Lo miré. Era el mismo joven burgues que me topé en el pasillo.
ㅡEl me estaba comentando que desea mucho bailar contigo, así que por favor, complace a mi invitado.
Estaba por contestarle que no quería, que me dejara disfrutar de la velada en paz. Pero luego recordé que tenía que mantenerlo sereno, así que acepté y le ofrecí mi mano al sonriente señor William.
El hombre me dirigió hacia el medio del salón y entonces comenzamos a mecernos al ritmo de la música. Oía que dicía algo, pero mi atención solo podía estar en Bastian, que a lo lejos nos miraba con el ceño fruncido. O más bien, a mi acompañante. Sus ojos, incluso transmitiendo lo que yo suponía era molestia, no dejaban de ser lindos.
Quizá le molestó que estara con ese hombre. Ojalá pudiera decirle que no era por elección, que si pudiera, hubiera ido directo hacia él.
ㅡ¿Entonces si podemos empezar así?
Y por primer primera vez en la noche, lo miré a los ojos.
ㅡ¿Qué? Lo siento, no escuche que dijiste.
Me soltó y se separó de mí, dejando de bailar por completo.
ㅡLlevo dos piezas completas de baile hablando y no me has dado un mínimo de atención ㅡse quejó, pero pronto intentó relajarse, aunque su mediocre intento no le sirvió muchoㅡ. Necesito saber si podemos comenzar los preparativos para la boda.
ㅡ¿Boda? ㅡdudé, quizás había escuchado mal.
ㅡSí. Quisiera adelantar la fecha. No necesito que sea algo especial, los preparativos pueden estar en unos días. Cuanto antes mejor.
Me quedé estática
ㅡ¿Quién habló de matrimonio?
Bufó, como si yo fuera demasiado exasperante.
ㅡSu padre y yo lo hemos hecho, creí que estaba al tanto de ello. Ya tienes edad para casarte y créeme, yo soy el mejor candidato.
Así que por eso mi padre insistía tanto en el asunto. Iba a explotar de rabia.
Negué con la cabeza y sólo me fuí, estaba molesta, pero iniciar un conflicto en medio de un evento significaría un castigo bastante severo. William se quedó en medio del salón solo.
ㅡ¿A donde crees que vas? ㅡrugió bajo.
Creí que sería el hombre al que dejé atrás, pero quien me detuvo fue mi padre. Su tono tan irritante, como si yo fuera estúpida, como si estuviera dejando pasar algo enormemente importante, cuando no era así.
Darme vuelta y ver su expresión colérica me hizo enfurecer aún más. Estaba molesta y él lo notó. No aguanté y regresé a gritarle.
ㅡ¿Por qué no me habías dicho nada? ㅡquise saber, o más bien, lo exigíㅡ. ¿Quién te dijo a ti que yo quiero casarme?
Casi se rió.
ㅡLamento informate que no una decisión que te corresponda tomar. Quieras casarte o no, debes hacerlo si yo te lo digo.
Lo pensé y pensé en lo infeliz que había sido mi madre. Ella no querría esto para mí, estaba segura de ello.
ㅡMi madre... ㅡcomencé a decir, pero no me dejó terminar.
ㅡTu madre, tu madre ㅡrepitió, al parecer harto de escuchar que la nombraraㅡ. ¿Tanto amas a esa mujer? Entonces deberías ser igual de sumisa que ella y obedecer sin chistar.
El pecho me dolió. ¿Cómo podía atreverse? Las lágrimas salieron sin previo aviso y con ellas, se marchó mi cobardía.
ㅡNo ㅡsentencié. Y aunque no lo demostraba, en el interior estaba mortificada por el temlrㅡ. He aceptado que me humilles y lleves por mí las riendas de un destino que debe estar en mis manos. Esta vez no. Ya no más.
Creí que por estar en público no reaccionaría tan mal, aunque afuera solo habían unas pocas personas. Pensé ilusamente que se guardaría la ira para cuando no hubiera nadie. Pero no se molestó en esconder sus sentimientos. Su cara cambió totalmente, pude ver su furia en su máximo explendor. Entonces me tomó del brazo y me llevó a rastras de vuelta al salón, el miedo apareció y las palabras para defenderme no me salieron.
Entramos y en medio salón me empujó con tanta fuerza que me caí al piso.
ㅡ¿Qué estás haciendo papá? ㅡlogré murmurar, más él no me escuchó.
ㅡ¡Esta es mi hija mayor Mariella Collins! ㅡexplicó, llamando la atención de todos los presentesㅡ. ¿Quién quiere casarse con ella? El que ofrezca más puede llevársela.
Me quede atónita ante eso.
ㅡ¡Levántate ahora, maldita inútil!
Me jaló hasta ponerme de pie. No quise ni mirar a Bastian, estaba avergonzada.
ㅡEs hermosa, tiene algunos dotes y sabe un poco de costura. Servirá, y aunque es un poco terca, mal agradecida y llorona como su madre, con unos cuantos golpes se vuelve más dócil.
Todos me miraban entre impresionados y horrorizados. Algunos se rieron y me señalaron, fue entonces cuando comprendí lo que dijo mi hermana.
La marea nunca se calma...
Las personas seguían murmurando, no podía ni levantar la cara.
Sentía una presión en el pecho y mis ojos empezaron a llenarse de agua limitando mi vista hacia el suelo.
Trataba de tranquilizarme pero no podía me sentía sucia, humillada, lastimada por el propio hombre que se decía ser mi padre.
No quería que nadie se acercara a mi, quería desaparecer en ese momento, volverme totalmente invisible a sus ojos, quería llorar en este salón y que nadie más me molestara, quería un abrazo de mi mamá, quería sentirme protegida, me sentía sola, como cuando una niña se pierde en el bosque así me sentía indefensa a los ataques de depredadores como lo era mi papá, me puse de rodillas y ahí me quede mientras la música volvía a sonar.