La princesa de repuesto
img img La princesa de repuesto img Capítulo 3 El aliado de la reina
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Capítulo 6 Atisbos del pasado img
Capítulo 7 La opinión del pueblo img
Capítulo 8 La reunión Anual Continental img
Capítulo 9 La furia de la princesa img
Capítulo 10 Una injusta sentencia img
Capítulo 11 Retorno al reino img
Capítulo 12 El grupo rebelde img
Capítulo 13 El regalo de la princesa img
Capítulo 14 Los planes del rey img
Capítulo 15 La indignación de la princesa img
Capítulo 16 El plan de la princesa img
Capítulo 17 La revelación del salvaje img
Capítulo 18 La autoridad del rey img
Capítulo 19 El amor de un padre img
Capítulo 20 Enfrentamiento a muerte entre salvajes img
Capítulo 21 El dolor vestido de rojo img
Capítulo 22 El asesino de príncipes img
Capítulo 23 El mensaje secreto img
Capítulo 24 En busca de la verdad img
Capítulo 25 Interés disfrazado de bondad img
Capítulo 26 La osadía de la reina img
Capítulo 27 La hija ingrata img
Capítulo 28 El plan del duque img
Capítulo 29 La inocencia de una niña img
Capítulo 30 El retorno al campamento img
Capítulo 31 Alianza entre mundos img
Capítulo 32 Mensaje desde el cielo img
Capítulo 33 El inicio de la guerra img
Capítulo 34 El valor de la amistad img
Capítulo 35 Princesa vs reina img
Capítulo 36 Una victoria con sabor a derrota img
Capítulo 37 El deseo de la princesa img
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Capítulo 3 El aliado de la reina

- De todas las batallas a las que me he enfrentado en mi larga vida, esta es la más difícil y dolorosa de todas.

- No diga eso, majestad. Estoy seguro que, en el reino, todavía habrán aliados que esperan tu regreso.

La reina Abigail, quien consiguió escapar de la prisión donde la retuvieron contra su voluntad, se había refugiado en una residencia situada en las fronteras del reino del Norte con el reino del Oeste. Debido a su largo periodo de encierro y a su avanzada edad, tardó meses en recuperarse. Y tras saber todo lo acontecido durante su ausencia, pensó que lo mejor era permanecer oculta hasta asegurarse de localizar a aquellas personas en quienes pudiese confiar.

Sin embargo, el tiempo pasó volando. Esos tres años fueron, para ella, un suspiro. Le dolió bastante enterarse de la muerte de la princesa Miriam y, también, de la masacre que la princesa Jade realizó en aquellas lejanas tierras del "Viejo Mundo" para tenerlas bajo su control y fundar la primera colonia lejos del continente.

Si bien siempre buscó que sus hijas la apoyaran con la colonización de otras tierras, nunca pretendió que las tribus que habitaran en ellas fuesen reducidas por el ejército real. Y es que, a diferencia de los reinos situados en el continente Tellus, el resto del mundo vivía de forma precaria y salvaje.

Viajar a esos continentes era como ir por un viaje en el tiempo, donde las personas vivían como los animales y usaban las ruinas y otros artefactos pertenecientes a la antigua civilización humana para construir sus viviendas o crear armas primitivas para defenderse de los depredadores.

La reina Abigail pensaba que esas personas debían vivir por cuenta propia. Para nada deseaba intervenir en sus costumbres y tradiciones, aunque apelaba a entablar negocios y llegar a importantes acuerdos para poder hacer uso de sus tierras de forma pacífica. Sin embargo, la princesa Jade demostró tener otra opinión y, apenas le otorgaron la regencia, autorizó la invasión de esas tribus para diezmarlas y apropiarse de sus recursos con el uso de la fuerza.

De solo pensar en eso, sentía mucha angustia.

Su aliado, quien la visitaba con frecuencia, interrumpió sus pensamientos diciéndole:

- Tu nieta es una niña muy energética y saludable, majestad. Heredó los cabellos castaños de su padre y la pálida piel de su madre. Lamentablemente, se ha vuelto muy tímida por culpa de los reproches de su tía, que se la pasa criticándole por cada pequeño error que comete en su formación de princesa.

- ¿Trajiste fotos de mi nieta? Quiero verla – le pidió la reina.

Su aliado así lo hizo. Metió la mano al bolsillo de su pantalón, extrajo un conjunto de fotos y, mostrándoselas, le dijo:

- Estas fueron las que conseguí.

Abigail contempló en ellas a una niña risueña y alegre. En algunas imágenes tenía puesto un vestido blanco de mangas largas y, en otras, lucía una capa roja que la ayudaba a protegerse del frío.

El jardín del palacio aún seguía igual de verde gracias a los tratamientos químicos que aplicaban a las plantas. De esa forma, las flores podían crecer en lugares inhóspitos para ellas y sin necesidad de suelo fértil. Eso le alegró, porque le daba a entender que Jade aun conservaba cierto cariño por sus raíces a pesar de su fama de mujer perversa y cruel.

- También tengo noticias de mi hermano, majestad.

Abigail abrió los ojos de la sorpresa. Y es que su aliado apenas solía hablar de él, debido a que la mayor parte del tiempo esa persona se encontraba postrada en su cama y casi no había novedades que contar. Tuvo la ligera esperanza de que, al fin, se hubiese recuperado de su larga enfermedad. Pero las noticias no fueron especialmente alentadoras.

- Mi hermano, el rey Marco, sospecha que la princesa Jade adulteró sus medicamentos a propósito para que nunca pueda recuperarse ni cumplir sus deberes de monarca. Pero no tiene cómo demostrárselo.

- ¡Oh, que desgracia! – lamentó Abigail, mientras estaba al borde de las lágrimas - ¿Es que Jade no tiene corazón? ¿Cómo se atreve a atentar contra la salud de su propio padre por causa de su ambición? ¿Qué hice mal para que me salga así?

- Tranquilícese, por favor.

El hombre tomó a la reina de los hombros y la miró directo a los ojos. Abigail dejó de llorar y decidió escucharlo. Su aliado, con toda la seriedad del mundo, le dijo:

- Por ahora, solo conseguí comunicarme con mi hermano y el príncipe Rogelio desde nuestros dispositivos comunicadores. Pero temo que la princesa Jade nos descubra y los amenace para localizarte, majestad. La mitad de la corte la apoya a ella y si se enteran de que usted aún sigue con vida, se armará una guerra civil que es mejor evitar. Por eso, majestad, me gustaría que me dé la autorización para ingresar al palacio y vigilar, personalmente, las acciones de tu hija.

- Pero duque Tulio, eres lo único que me queda ahora. ¿Qué pasa si te descubren?

El duque Tulio sonrió, mientras soltaba a la reina y se alejaba unos metros de ella. y, con una leve reverencia, le respondió:

- La princesa Jade no podrá negarle la entrada al palacio a su querido tío del Sur. Además, es normal que quiera visitar a mi hermano mayor enfermo, temiendo siempre que sea su último día de vida. Por eso, iré en calidad de embajador con la propuesta de "reforzar lazos" con la Nación del Sur y, así, reclutar a las personas que estén dispuestas a luchar de nuestro lado.

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- ¿Por qué la tía Jade no cena con nosotros?

- Está ocupada, amor. Recuerda que muchas personas dependen de ella y no puede dejarlos abandonados solo para acompañarnos a cenar.

El príncipe Rogelio se encontraba en el comedor con su hija, la princesa Leonor, degustando las comidas que el chef del palacio les preparó con mucho esmero. Para el príncipe, esas eran las horas más tristes pero, a la vez, más alegres de su día a día. Triste, porque recordaba que su primera esposa siempre cenaba junto a él, a pesar de lo ocupada que estaba. Y alegre, porque podía pasar tiempo de calidad con su hija quien, debido a su condición de heredera, pasaba horas y horas en compañía de su institutriz para aprender lo básico de ser reina.

"La niña casi no tiene ni tiempo para jugar", pensó Rogelio, con tristeza. "Nunca pensé que la formación de una reina fuera tan opresivo. Es en esos momentos de alto estrés cuando necesita el cariño de una madre. Pero mi cuñada... quiero decir, segunda esposa, siempre la rechaza o se burla por su ineptitud en el estudio. En verdad, ¿cómo pretenden que mi hija crezca saludable, sin un buen referente materno en quien apoyarse?"

Mientras pensaba, la princesa Leonor comentó:

- Papi, anoche vi a esa chica de pelo verde frente a tu puerta.

Eso alertó al príncipe, ya que sabía perfectamente a quien se refería. Y sin evitar palidecer, le preguntó:

- ¿Y qué estaba haciendo?

- No sé – respondió Leonor, encogiéndose de hombros – solo estaba ahí, parada como estatua. Le pregunté y me dijo que estaba en una misión. Pero luego se fue.

Rogelio comenzó a temblar. La noche anterior había estado conversando con el duque Tulio, debido a que él le había informado que la reina Abigail estaba bajo su protección. Sin embargo, lo mantuvieron en secreto ya que temían que la princesa Jade mandara a capturar a su propia madre para impedirle que reclamara la restitución de su puesto.

Si bien tuvo cuidado de hablar con código, tenía la sospecha de que Jade lo había estado espiando y que mandó a su mano derecha para que lo vigilara. Si era así, buscaría la forma de presionarlo para que le revelara la verdad y, así, arruinar sus planes.

- ¿Papi? ¿Estás bien? – le preguntó su hija, al notarlo nervioso.

- Sí, estoy bien – dijo Rogelio, mientras se llevaba un bocado a la boca – ah, pensaba que podíamos visitar al abuelo después de comer. ¿Qué dices?

- ¡Sí! ¡Visitar al abuelo! ¡Visitar al abuelo!

La niña rompió su etiqueta y saltó sobre su silla, por la alegría. El príncipe Rogelio la dejó estar, debido a que era de las pocas veces en que la veía sonreír y eso le alegraba el alma.

"Es una suerte que mi segunda esposa no haya podido acompañarnos", pensó Rogelio, mientras comía. "Si no, ya la estaría regañándola por 'no comportarse como señorita'. ¿Es que no la pueden dejarla ni respirar tranquila? ¡Es una niña, no una máquina!"

Una vez que terminaron de comer, Rogelio y Leonor se dirigieron a los aposentos del rey. En esos momentos, él se encontraba leyendo el periódico, donde informaban de todo lo sucedido tanto en el país como en los países vecinos. Y, en esos momentos, lo escucharon murmurar lo siguiente:

- ¡Oh, vaya! ¡Así es que la reina Moria de la Nación del Sur planea resucitar un antiguo juego llamado "fútbol"! ¡Interesante!

- ¿No debería estar durmiendo, majestad? – le preguntó Rogelio, mientras entraban a su habitación.

El rey Marco bajó el periódico para atender a su visita. Al notar a su nieta, extendió sus brazos y, con una amplia sonrisa, le dijo:

- ¡Mi niña! ¿Viniste a ver a tu abuelo? ¡Ven para acá, pequeña!

- ¡Abuelito!

La pequeña princesa corrió directo hacia los brazos del rey y éste la abrazó. Estuvieron riendo por largo rato, mientras que el príncipe Rogelio asomaba la cabeza por los pasillos para asegurarse de que nadie los estuviera espiando.

Una vez que se cercioró de que el terreno estaba limpio, cerró la puerta, se acercó a la cama del rey y le dijo:

- Majestad, pude comunicarme con "esa persona". Pero temo que mi esposa me haya descubierto.

- Mi hija nunca se atrevería a hacerle daño, muchacho – le dijo el rey - ¡No mientras yo viva! Aunque no eres de mi sangre, te considero mi hijo y, por eso, haré lo que esté a mi alcance para protegerte.

- Por mí no se preocupe, majestad – dijo Rogelio aunque, en el fondo, le conmovió las palabras de su suegro – lo que importa es tu salud. he conseguido confiscar una muestra de tu medicina para analizarla en los laboratorios y determinar si fue o no adulterada.

El rey puso una expresión de preocupación. Si bien Jade siempre se mostraba cariñosa y atenta con él, había escuchado tantas cosas malas de ella que le oprimía el corazón. Y el solo pensar que su propia hija lo había envenenado para que nunca pudiera recuperarse, lo embargaba de una agonía tal que se le dificultaba respirar.

La princesa Leonor, quien aun era demasiado pequeña para entender las cosas de adultos, miró a ambos con una expresión de duda. El rey Marco pareció notarlo por lo que, enseguida, dio un par de golpecitos cariñosos a los hombros de su nieta mientras comentaba:

- ¡Mi princesita creció mucho! ¡Pronto será tan gigante que alcanzará los techos del palacio! Estoy seguro que, cuando sea mayor, será igual de hermosa que su madre.

- Pero mami tenía pelo rubio – dijo Leonor.

- Podemos teñírtelo a ese color, si quieres.

- Me gusta mi pelo – dijo Leonor, mientras se tocaba sus cabellos – así me parezco más a mi tía Jade.

Tanto el rey como el príncipe quedaron impactados por las palabras de la niña. Si bien la princesa regente no ocultaba su desprecio hacia su sobrina, ella la admiraba y la tenía en un pedestal. Pero nunca se imaginaron que quisiera verse como ella, por lo que temían de que, cuando creciera, no solo heredase su físico sino, también, su oscura personalidad.

De inmediato, Rogelio se acercó a su hija y, mientras la abrazaba, le dijo al rey:

- Será mejor que me retire, majestad. Lo veo estable, pero le sugiero que no se esfuerce demasiado.

- Gracias por visitarme con mi nieta, muchacho. Me hacen falta – dijo el rey, con una pequeña sonrisa.

Una vez que padre e hija se marcharon, el rey Marco volvió a tomar el periódico para seguir leyendo. Su humor mejoró un poco, aunque se sentía preocupado por el destino de su nieta.

En un momento vio una nota donde hablaban sobre un grupo rebelde, que quería exigir la destitución de la princesa Jade debido a que muchas zonas alejadas del reino quedaron en completa desidia tras su toma de poder.

Dio un largo suspiro mientras cerraba el periódico. Un par de minutos después, entró el médico real para darle la medicina. Y mientras la tomaba, pensó:

"Esposa mía, espero que puedas regresar pronto. Aún necesitamos de tu guía para poner orden a este reino y detener las acciones cometidas por nuestra ambiciosa hija".

            
            

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