La princesa de repuesto
img img La princesa de repuesto img Capítulo 5 El informe del espía
5
Capítulo 6 Atisbos del pasado img
Capítulo 7 La opinión del pueblo img
Capítulo 8 La reunión Anual Continental img
Capítulo 9 La furia de la princesa img
Capítulo 10 Una injusta sentencia img
Capítulo 11 Retorno al reino img
Capítulo 12 El grupo rebelde img
Capítulo 13 El regalo de la princesa img
Capítulo 14 Los planes del rey img
Capítulo 15 La indignación de la princesa img
Capítulo 16 El plan de la princesa img
Capítulo 17 La revelación del salvaje img
Capítulo 18 La autoridad del rey img
Capítulo 19 El amor de un padre img
Capítulo 20 Enfrentamiento a muerte entre salvajes img
Capítulo 21 El dolor vestido de rojo img
Capítulo 22 El asesino de príncipes img
Capítulo 23 El mensaje secreto img
Capítulo 24 En busca de la verdad img
Capítulo 25 Interés disfrazado de bondad img
Capítulo 26 La osadía de la reina img
Capítulo 27 La hija ingrata img
Capítulo 28 El plan del duque img
Capítulo 29 La inocencia de una niña img
Capítulo 30 El retorno al campamento img
Capítulo 31 Alianza entre mundos img
Capítulo 32 Mensaje desde el cielo img
Capítulo 33 El inicio de la guerra img
Capítulo 34 El valor de la amistad img
Capítulo 35 Princesa vs reina img
Capítulo 36 Una victoria con sabor a derrota img
Capítulo 37 El deseo de la princesa img
img
  /  1
img

Capítulo 5 El informe del espía

Algún tiempo después, las cosas se calmaron en el palacio. Los nobles que fueron designados como gobernantes y ministros para apoyar a la virreina en su gestión del nuevo virreinato se sentían conformes. Sin embargo, muchos se vieron forzados a separarse de sus familias y, debido a las distancias y coste de traslado, no les quedaba de otra más que mantener contacto mediante sus dispositivos comunicadores.

La princesa Jade y la baronesa Montse se pasaban trabajando día a día en conjunto, estableciendo decretos que regirían las normas sociales y judiciales del virreinato. A la vez, debían planificar la forma en que detendrían al grupo rebelde que se ocultaba entre las montañas más lejanas del reino. Si bien la regente aumentó la vigilancia en la Capital y otras ciudades principales, aun le quedaba pendiente los pueblos y villas alejadas, por lo que sospechaba que muchos de esos pobladores ocultaban a los rebeldes o los apoyaban a escondidas.

- Debería hacer un censo, majestad – le propuso Montserrat – su hermana, la princesa Miriam, había hecho hace algún tiempo en las ciudades principales, pero no pudo continuar por las complicaciones de parto. Han pasado tres años desde aquel entonces, la población cambió. Si tiene a mano el registro de cada habitante del reino, será más sencillo localizar a esos rebeldes.

- Si, supongo que tienes razón – dijo Jade, sin dejar de leer los informes que le colocó su secretaria sobre su escritorio – pero necesitamos algo más que un censo para registrar a la población actual. Es necesario incentivar a los burgueses a que paguen todos los tributos a fecha exacta para solventar los gastos públicos y, así, mejorar la infraestructura del ejército real.

- ¿Y qué piensa hacer con los medios de prensa, majestad? – le preguntó Montse, pasándole el diario del día – la mayoría de los reporteros apoyaban a la antigua reina y, ahora, solo se la pasan criticando tu gestión y administración en calidad de regente.

Jade tomó el periódico y leyó algunos artículos, donde cuestionaban sus métodos de mandato. También habían "opinólogos" que argumentaba que era mejor dedicarse más a los pueblos aislados que a las tierras situadas al otro lado del océano.

Ante eso, se rió y dijo:

- Estos estúpidos reporteros no entienden que, gracias a la colonización de esas tierras lejanas, logramos resurgir después de largas décadas de crisis. Ah, si fuera por mí, instauraría la censura. Pero mi padre me dijo que el pueblo aprecia más a las monarcas que fomentan la libertad de expresión. En ese caso, solo queda...

No pudo conversar más, porque fue interrumpida por el sonido de su dispositivo comunicador. La joven tomó el aparato, lo activó y se proyectó el rostro de uno de sus espías que trabajaba a su servicio.

- Majestad, tengo un informe para usted – le dijo el espía – estaba vigilando las fronteras, como usted me lo ordenó, y me encontré con una mujer que se parece a la reina Abigail.

- ¿Qué?

Tanto Jade como Montse se sorprendieron por el informe del espía. Y es que, a pesar de que nunca se encontró su cuerpo, un gran porcentaje de la población e, incluso, la mismísima Corte, ya la tenían por muerta. Sin embargo, debían pasar unos cinco años mínimos para declarar el fallecimiento de una persona desaparecida. Y a los familiares les otorgaban el derecho de espera por un periodo de diez años para, luego, firmar el certificado de defunción y sacarla de la línea de herencia.

El corazón de Jade se aceleró, pero mantuvo su compostura y le preguntó al espía:

- ¿Estás seguro de que se trata de mi madre?

- Solo le dijo que se asemeja a la reina Abigail, majestad – respondió el espía- si bien puede ser otra persona, lo que me llamó la atención fue que el duque Tulio la visita con mucha frecuencia.

- ¿El duque Tulio?

Jade había recordado que Montse, hacia meses atrás, le había informado que descubrió al príncipe Rogelio entablar conversaciones privadas con el duque Tulio. Ella sabía que ellos dos eran buenos amigos y que Tulio había cuidado a Rogelio como a un hijo, por lo que lo dejó pasar. Pero tras el testimonio del espía, comenzó a sospechar de que ambos estaban confabulando, junto a esa mujer, para generarle más de un dolor de cabeza obstaculizando su paso de reclamar su lugar en el trono.

Al darse cuenta de que comenzó a apesadumbrarse con el tema, se sacudió la cabeza. Ella tenía bien en claro que al príncipe Rogelio no le convenía traicionarla, ya que la custodia de la princesa Leonor estaba a manos de su tía. Y si el príncipe daba un paso en falso, sería la niña la que pagaría las consecuencias.

Ante eso, sonrió y dijo:

- Quizás el duque Tulio tenga alguna amante secreta o vaya a saber qué. ¡Ese hombre siempre fue muy extraño! De todos modos, vigila a esa persona. Si logras confirmar su identidad, avísame de inmediato. No importa la hora.

- Está bien, majestad. Así se hará.

.....................................................................................................................................................................

Casi a final del día, un par de guardias le informaron a la princesa regente que capturaron a un grupo de rebeldes que intentaron hacerse pasar por sirvientes para infiltrarse en el palacio. La joven, al enterarse de esto, se dirigió a los calabozos donde tenían capturados a los prisioneros.

El grupo estaba conformado por tres hombres y tres mujeres, cuyas muñecas fueron atadas por pilares, mientras que sus ropas eran rasgadas para exhibir sus espaldas. Un par de soldados estaban blandiendo sus látigos sobre ellos, haciendo que sus gritos traspasaran los muros del lugar.

Cuando los guardias vieron que la princesa Jade hizo acto de presencia, detuvieron los latigazos. La regente, ante una señal, hizo que una de las mujeres azotadas fuera arrastrada ante su presencia. La sostuvieron de sus brazos, pero se encontraba tan débil que no opuso resistencia.

Jade la tomó del mentón y, mirándola directo a los ojos, le preguntó:

- ¿Quién es tu líder y qué planeaban hacer dentro del palacio?

La mujer le escupió en la cara. Jade le dio una bofetada y ordenó a los guardias:

- Arránquenle los dedos uno a uno y no se detengan hasta que esté dispuesta a responder mi pregunta.

Antes de cumplir esa orden, la prisionera le dijo con un tono rencoroso en su voz:

- Maldita tirana, nunca serás una reina. La verdadera reina pronto vendrá a rescatarnos.

Jade se rió. Pensaba que esa mujer estaba loca. Y antes de autorizar la mutilación de los dedos de la prisionera, le dijo:

- Mi madre está muerta. Y si no fuera así, ¿por qué se esconde? ¿Qué no era una guerrera capaz, que vendría con armas de tomar para recuperar su lugar en el trono?

Mientras mutilaban a la mujer, Jade se acercó a uno de los hombres prisioneros. Este la miró con odio y le dijo:

- La princesa Miriam habría sido una excelente reina. Debiste morir tu en su lugar, majestad.

Eso a Jade le molestó. Aun después de muerta, la gente seguía comparándola con su hermana melliza y no podía tolerarlo.

De inmediato, se acercó a uno de los soldados y, señalando al atrevido prisionero, ordenó:

- Córtale la lengua y los genitales.

Esta vez, dirigió su mirada hacia el resto, quienes miraban con terror cómo sus compañeros eran mutilados frente a sus ojos.

- Por última vez: ¿Quién es su líder y qué hacían en el palacio disfrazados de sirvientes?

Uno de ellos, ya sin poder resistirse, le respondió con una voz temblorosa.

- Se llama "Plata". Y nos ordenó infiltrarnos en el palacio, se supone que nos daría más instrucciones después. Es... todo lo que sé. ¡Lo juro!

"¡Diantres! ¡Odio cuando un adversario mantiene un perfil bajo y prefiere ocultar su identidad! ¿Es que tienen que ser tan básicos?", pensó Jade, con fastidio.

Al percatarse de que ya les sacó lo que quería, les dio la espalda y, antes de salir del calabozo, ordenó a los guardias:

- Mátenlos.

Y cerró la puerta.

                         

COPYRIGHT(©) 2022