Capítulo 6 Esta es la indicada

Lindsey, sin embargo, no se dio cuenta del sutil cambio en la expresión de Domenic. Así que prosiguió con entusiasmo: "Quiero aclarar que se ve genial, pero necesito que mi supuesto novio luzca muy adinerado y extremadamente apuesto. Sólo así podrá superar a todos en la fiesta de compromiso, incluido el imbécil de mi prometido. Por esa razón debemos buscarle ropa que se alinee con la imagen que quiero proyectar ese día. ¡No se preocupe! Yo asumiré los gastos de las prendas que compremos y podrá quedárselas cuando finalice el trabajo".

Domenic dejó de jugar con la taza de café que tenía en las manos al escuchar su propuesta, pues nunca en su vida había gastado el dinero de una mujer.

"Como la ropa es para mí, la pagaré yo mismo", ofreció sin titubeos.

"No, insisto. Usted me está haciendo un gran favor aceptando este trabajo, así que es lo menos que puedo hacer".

"Pero...".

"¡Sin peros! Ahora que soy la jefa, debe obedecerme".

Un rastro de sorpresa brilló en los ojos de Domenic y la forma en que miró a Lindsey cambió drásticamente.

Los dos conversaron un rato más antes de que ella comprobara la hora en su reloj y dijera: "Señor Walsh, ya es muy tarde. ¡Ha llegado la hora de marcharme! Mañana nos vemos en el centro comercial para ir de compras, ¿entendido?".

Domenic asintió en respuesta. Dicho esto, Lindsey se levantó de su silla y se fue del lugar finalmente.

Él se quedó un rato más en el pequeño café antes de salir también.

Mientras esperaba afuera del lugar, un Bugatti gris de edición limitada se acercó y se detuvo en frente.

El asistente de Domenic, Hendrix Coleman, salió rápidamente del coche y le abrió la puerta para que ingresara al auto.

"Señor Walsh, vi que la señorita se marchó, así que decidí venir a recogerlo".

Domenic se quitó la chaqueta, se la arrojó a Hendrix y subió en el auto sin decir una sola palabra.

Después de regresar al asiento del conductor, el asistente le entregó una bolsa de papel a Domenic en cuyo interior había un traje hecho a medida.

Hendrix miró la gastada chaqueta que él se había quitado minutos antes y suspiró para sus adentros. ¡Ese abrigo no encajaba en lo absoluto con el temperamento de su jefe!

"Señor Walsh, voy a tirar esta chaqueta".

Justo cuando Hendrix estaba a punto de salir del auto con la prenda a cuestas, una voz gélida lo detuvo.

"No, guárdala".

"¿Qué?".

"La necesitaré mañana".

Hendrix quedó tan sorprendido al escuchar la solicitud de su jefe que no supo cómo reaccionar. ¿Por qué había elegido usar esa chaqueta barata si tenía tanta ropa de lujo?

Hendrix sacudió la cabeza desconcertado al pensar en ello. ¡Su jefe debía haberse vuelto loco!

Esa noche, Lindsey escribió un mensaje de texto para confirmarle al hombre la hora del encuentro. Después de presionar enviar, se acostó en la cama y se fue a dormir.

A las tres de la tarde del día siguiente, ella llegó al punto de encuentro.

El lugar era uno de los centro comerciales de cinco estrellas que había en la ciudad y albergaba una colección de reconocidas marcas de diseñadores internacionales.

"Buenas tardes, señor Walsh", Lindsey saludó a Domenic, que ya la esperaba en la entrada principal. Él tenía las manos metidas en los bolsillos y llevaba puesta la misma chaqueta del día anterior.

Acercándose con pasos apresurados, ella preguntó sonriendo: "¿Lleva mucho tiempo esperando? ¡No hace falta que llegue tan temprano! Siempre soy puntual, así que con llegar a la hora pautada es suficiente".

Domenic le dio a Lindsey una rápida mirada. Llevaba una camiseta informal y unos vaqueros de colores claros. El cabello lo tenía recogido en una elegante cola de caballo que la hacía lucir además de hermosa, muy jovial.

"No estoy acostumbrado a que la gente espere por mí". Dejando esas palabras en el aire, dio media vuelta y caminó hacia el centro comercial.

Lindsey se encogió de hombros antes de ir tras él.

Después de visitar varias tiendas de ropa masculina, ella suspiró profundamente. ¡A ese hombre todo le quedaba bien! Cada vez que se probaba los trajes que escogía para él, las mujeres de la tienda lo miraban boquiabiertas y con evidente descaro.

Por supuesto, Lindsey también recibía miradas celosas por ser su acompañante.

"Señor Walsh, me parece que hemos encontrado el traje perfecto. ¿Qué opina?".

Lindsey se paró frente a Domenic, le ajustó la corbata y observó con satisfacción el traje que había elegido para él.

Cuando levantó la cabeza, se encontró con la intensa mirada de Domenic. Al darse cuenta de los escasos centímetros que los separaban, Lindsey se sonrojó profusamente y retrocedió unos pasos a toda prisa.

Su reacción hizo que Domenic sonriera levemente, así que decidió jugar un poco con ella y empezó a acercarse de nuevo. Lindsey quería retirarse, pero tan pronto como retrocedió, chocó contra una pared que había detrás de ella. Entonces, él se inclinó y plantó la palma de la mano en la pared junto a su oreja.

Tenerlo tan cerca hizo que su corazón le golpeara el pecho con violencia.

Cruzando los brazos frente a ella, lo miró con recelo y tartamudeó: "Qué... ¿Qué está haciendo?".

Al ver la expresión nerviosa en su rostro, Domenic se rio entre dientes y señaló la pared detrás de ella. "No sabré cómo me veo si está delante de mí".

¡Fue en ese momento que Lindsey se dio cuenta de que estaba bloqueando el espejo!

Su cara se puso roja como un tomate de manera instantánea, así que rápidamente se hizo a un lado para que él pudiera verse. No fue hasta que hubo un metro de distancia entre ellos que se relajó un poco.

"¿Siempre ayuda a los hombres con sus corbatas, señorita Stewart?", preguntó Domenic de manera casual, mientras simulaba arreglarse los puños de su camisa.

"¿Por qué me pregunta eso?", replicó Lindsey en respuesta.

Domenic se quitó la chaqueta del traje y la miró con serenidad. "Supongo que debería conocerla más si quiere que finjamos ser una pareja enamorada, ¿no cree?".

"Tiene razón, me parece una buena idea. ¿Suele ir de compras con mujeres? ¿Qué tal si ampliamos ese punto mientras compramos?", preguntó Lindsey sonriendo con picardía.

Domenic no supo cómo responder, así que guardó silencio.

Normalmente estaba tan ocupado que ni siquiera tenía tiempo para descansar. ¡Nunca había ido de compras, y mucho menos con una mujer!

Como no quería profundizar en el tema, le entregó la chaqueta del traje que acababa de quitarse a Lindsey y dijo: "Esta es la indicada".