Toqué mis muñecas, mi cuello, mis brazos y cada parte de mi cuerpo asegurándome de no tener ninguna mordida o alguna marca que indicara algo. Todo parecía estar bien, me levanté apoyando mis botas en el suelo. La cama era algo grande para una sola persona, las paredes estaban desgastadas, la pintura comenzaba a caerse dándole un aspecto tétrico. ¿Cómo había llegado allí?
Caminé hacia la puerta girando el pomo lentamente esperando que alguien viniera a impedirlo, salí de la habitación notando las demás ventanas iguales, ¿Quién habría hecho eso? ¿Dónde estaba realmente? Lo más importante: ¿Quién me había traído? Intentaba recordar, pero todo se tornaba borroso y confuso. Avancé hacia las escaleras bajando con cuidado, no escuchaba nada, ¿Estaba sola en la casa? ¿Dónde estaban todos? ¿Y Becca? ¿Estaría bien?
La puerta estaba frente a mí, podía irme sin problema. Fui hasta allí para salir, pero me detuve al escuchar algo en la cocina. Mi corazón se aceleró un poco haciendo que mi pecho doliera, alejé mi mano del pomo caminando lentamente a la cocina, pasando el umbral, me quedé quieta y conteniendo la respiración. El refrigerador estaba lleno de sangre, el suelo tenía un charco increíblemente grande, el color rojo intenso comenzaba a marearme, cubrí mi boca con mi mano.
Con paso inseguro me acerqué para ver el cuerpo que debía estar allí, en efecto, había un cuerpo, pero sobre él había otro y éste estaba vivo. Mi mente se colocó en blanco, dejé de moverme, de respirar, de parpadear y hasta dejé caer mi mano. Era un hombre, no se percataba que estaba mirándolo alimentarse.
Dios mío, frente a mí estaba una criatura de esas. Dieciocho años para poder ver una.
Se levantó cuando terminó el banquete, su espalda era ancha, sus brazos se notaban fuertes a través de la camisa manga larga que llevaba, era mucho más alto que yo, su cabello tenía un color rubio muy atractivo, era muy corto y lo llevaba perfectamente arreglado. Escuché una risa amarga y a la vez dulce, no era mía, era de él.
-¿No deberías estar descansando, Mía?
Di un respingo al escucharlo decir mi nombre, retrocedí sabiendo que era inútil. Mis manos se tornaron frías mientras mi mente comenzaba a intimidarme con imágenes falsas de torturas y muertes.
Se giró mirándome, su camisa tenía manchas de sangre por el pecho y por su cuello, sus ojos eran verdosos. Parecía muy normal de no ser por la sangre.
"Son iguales a nosotros físicamente, ¿Lo olvidas?"
Sin responder aún, miré el cuerpo del suelo, se interpuso para que volviera a mirarlo. Su mirada era seria e intimidante, como si intentara asustarme más, se acercó, pero retrocedí otro paso. Sonrió de lado teniendo sus labios y la barbilla llena de sangre.
-Quítate la chaqueta-ordenó.
Abrí mi boca para decir algo, pero no lo logré.
-No creo que quieras que yo lo haga, ¿O sí? -sonrió esta vez con malicia.
Mis manos temblaban cuando me deshice de la chaqueta dejándola a un lado, mi corazón volvió a latir cuando se acercó nuevamente, antes de retroceder me detuvo. Subió mi camisa provocando escalofríos en mi cuerpo, sobre todo cuando sus manos casi rozaban mis pechos, estaba mirando algo, pero no entendía que era, al bajar mi vista lo comprendí.
Una venda abrazaba mis costillas protegiéndolas, no me había fijado en eso, volví a ver al supuesto "Demonio", ¿Él me había curado?
-¿Te duele al respirar? -sus ojos hicieron contactos con los míos. Eran tan humanos. Me había olvidado de responder-Supongo que no-su rostro se tornó serio bajando de nuevo mi camisa, sus dedos rozaron mi piel, no eran frías ni calientes, era la temperatura natural de un humano. Se acercó hacia el cuerpo en el suelo y lo levantó como si se tratara de un cuaderno, mientras salía de la cocina notaba la sangre goteando. Recordé el cuerpo de Lorenzo colgando de una rama, tuve que sentarme en el sillón polvoriento antes de que cayera al suelo.
El hombre regresó con el mismo rostro serio, era muy atractivo de no ser porque hace minutos lo vi bebiendo sangre, su voz era algo ronca, pero a la misma vez...dulce. Quizás estaba imaginando cosas, ¿Qué iba a hacerme ahora? ¿Por qué me trajo aquí?
Se sentó en el sofá limpiando la comisura de sus labios y la barbilla con la punta de sus dedos, aparté la mirada cuando los llevó a su boca. De nuevo escuché su risita sarcástica y amarga, necesitaba hablar. Tenía demasiadas preguntas en mi cabeza.
-No pareces asustada de estar frente a mí-noté algo de arrogancia en su voz. Miré sus ojos verdosos mostrándome seria-Al igual que no pareciste histérica de que estuviera alimentándome de uno de los tuyos-levantó una de sus cejas al ver que seguía sin responder-Puedo ver que la otra chica y tú son muy diferentes.
Becca. Dios mío, Becca.
-¿Está viva? -no resistí el impulso de preguntar, sonrió de lado manteniendo su vista en mí.
-Comenzaba a pensar que te habías quedado muda de la impresión.
¿Enserio este tipo no podía ser más arrogante y sínico? Si eso quería creer, bien, que lo hiciera. Mi preocupación y atención debía estar en Becca.
-¿Sigue viva la otra chica? -insistí.
-No lo sé-se encogió de hombros molestándome un poco.
-Dijiste que éramos diferentes, ¿Qué le hicieron? -mis manos descansaban en mis muslos, las sentía tensas, pero se mostraban relajadas, mi cuerpo era el que estaba en completa alerta a pesar de estar indefensa y sin ningún arma cerca. Quizás si lograba correr a la puerta y salir a la luz...
5. Nunca debes correr o ellos te atraparán con facilidad.
Mala idea entonces. El fuego no servía en esta situación porque no tenía nada que usara para provocarlo.
-Creo que debe estar como tu querido amigo, el que estaba colgado del árbol-intenté no pensar en ello. No quería mostrarme débil-Debo decir que los chicos hicieron un gran espectáculo contigo.
-¿Conmigo?
-Escuchaste bien-se inclinó hacia adelante-Y no te preocupes, sanará pronto-señaló mis costillas-Necesitaba seguirles el juego para que creyeran la trampa.
-¿Tú me golpeaste y ahora te disculpas? -fue mi turno de mirarlo incrédula.
-¿Quién dijo algo de disculparse? Te estoy diciendo que sanará, es todo.
-¿Dónde está mi prima? -exigí saber obstinándome de esta conversación.
-Eres muy valiente al retarme, Mía-se levantó-Incluso algo tonta comparada con las demás humanas.
-No seguiré repitiendo la pregunta, ¿Dónde está Becca?
Se acercó hasta el sillón apoyando sus manos en los costados de éste, me incliné hacia atrás lo más posible teniéndolo a pocos centímetros de mí. Podía verme reflejada en sus ojos, por alguna estúpida razón sentí las ganas de sonreír y reírme, pero reprochaba mentalmente mi actitud. Esto era serio, Becca podía seguir viva, aunque también podía estar muerta y degollada en el bosque como Lorenzo.
-Estás pensando en lo muy arrogante e idiota que puedo ser y también puedo notar que estás preocupada por tu prima cuando fue ella quien se arriesgó a entrar en ese bosque de noche...
-No fue su culpa, no sabía lo que hacía-lo interrumpí defendiéndola. Sonrió encantado de escucharme así tan segura.
-¿Crees que realmente no sabía lo que hacía, Mía?
No respondí a eso, la actitud de Becca había sido extraña, esas conversaciones sobre sobrevivir o dejar de hacerlo no eran típicas en ella. Sentí un nudo en el estómago al pensar que quizás Becca quería formar parte de ese lado nocturno, tal vez ella se refería a convertirse en una mujer sedienta de sangre. La conversación de alimentarnos de carne animal tenía algo de sentido ahora.
Bajé la mirada y él se alejó satisfecho de lo que hizo.
-Ella nunca podría hacerlo-susurré.
-Algunos humanos son más inteligentes que otros-caminó de nuevo al sofá sentándose en él. ¿Acaso decía lo que yo pensaba?
-La muerte no es inteligente, la muerte llega a todo tipo de persona.
-¿Enserio?
No quería seguir hablando de esa tontería. No quería desviarme del tema principal.
-¿Cómo llegué aquí?
-La persona que está frente a ti lo hizo.
Rodeé los ojos, realmente era arrogante.
-¿Seré una criatura como tú en la noche? -se encogió de hombros estando algo pensativo.
-Probablemente, sigo pensándolo, de hecho, tengo todo el día hasta que la oscuridad regresé-colocó sus botas sobre la mesa de cristal. Se cruzó de brazos mirándome, se veía mucho más mayor en esa forma.
-¿Por qué no me convertiste en el bosque?
Pasó unos minutos de silencio.
-¿Querías que lo hiciera allí contigo vomitando? -sonrió de lado-No podía dejar que arrojaras todo lo que tenía tu estómago en mí. Si lo permitía probablemente terminaría doblándote el cuello.
-No eres muy tolerante a las personas, ¿Verdad?
-Sólo a los de tu especie.
-Mi grupo está esperándome, mi madre debe estar preocupada...
-No creo que puedas verlos ahora, Becca tampoco podrá hacerlo-su seriedad regresó.
-Me dejaste viva, ¿Por qué no podría hacerlo?
-Todos estaríamos muertos y que mi muerte sea causada por una estúpida humana es algo patético, Mía-sus ojos se volvieron algo oscuros perdiendo el encanto-No saldrás por esa puerta hasta que yo te lo diga, ¿Me entiendes?
-No puedes prohibirme ver a mi madre-me levanté-Es la única familia que tengo.
Escuché un gruñido de su parte, a una velocidad tan rápida que mis ojos no pudieron captarla, estaba sobre el mesón manchado de sangre y con él teniendo su mano en mi cuello, no estaba impidiéndome respirar, no ejercía fuerza, tenerlo sobre mí me colocó nerviosa algo que él notó fácilmente.
-No te ilusiones, no tienes mucho que valga la pena.
-Debo tenerlo, de ser así, no seguiría siendo humana-sus dedos se tensaron alrededor de mi cuello.
-Estoy impidiendo tu muerte y la de tu madre, claro, también la mía-concentró su mirada en mí. Verlo tanto se estaba volviendo costumbre-Deberías agradecerme.
-Si no fueran unos asesinos sedientos de sangre, lo haría, pero lo son así que no lo haré.
-Eres demasiado valiente para ser una simple humana.
-Que bueno-sonreí con sarcasmo.
-En este mundo no lo es, sólo ayudarás a que te asesinen con facilidad-me soltó ayudándome a levantarme. Sentí algo tibio en mi espalda, estaba con la sangre de aquel cuerpo de hace minutos-Ve a cambiarte y a darte un baño, no quiero limpiar vómito de humano.
No podía reclamar eso, yo tampoco quería que me viera así, regresé a la habitación teniendo menos temor de que una criatura estuviera en el mismo lugar que yo decidiendo si debía acabar conmigo o convertirme.