Evelyn apretó el resultado de la prueba de embarazo contra su pecho después de ver el resultado positivo. En medio de las lágrimas, se quedó dormida. Estaba sumida en un sueño profundo en el momento en que la puerta chirrió. Sus ojos se abrieron cuando alguien la tocó. Evelyn se sentó en la cama asustada y miró a la ama de llaves.
- Lo siento por despertarla, pero el señor Relish está en la oficina, quiere hablar con usted.
- Gracias, - tomó el papel del examen y puso los pies en el suelo. - Dígale a mi esposo que ya voy.
Después de arreglar su cabello en un moño descuidado, salió de la habitación. Sosteniendo la prueba de embarazo en una mano, se dirigió a la oficina. Se pasó la mano por el vestido de tela lisa negra antes de golpear la puerta.
- Pasé, - dijo una voz grave.
La sangre abandonó su rostro en cuanto abrió la puerta y vio a la esbelta modelo de nariz afilada y cabello rojo. Estaba masajeando los anchos hombros del hombre con una postura intimidante.
- ¿Quién es esa mujer? - Consternada, Evelyn preguntó a su esposo.
- No vamos a perder tiempo, - Nathan abrió el cajón para tomar los papeles y los arrojó sobre la mesa. - ¡Firme! - Empujó el certificado de divorcio.
La mirada impasible observó el rostro aprensivo de la esposa de cabello castaño dorado.
- ¿Quiere el divorcio? - Evelyn levantó la cabeza para enfrentar a su esposo.
Cerró el puño al lado de su cuerpo y arrugó aún más la prueba de embarazo en la otra mano.
-Firmé los papeles y salga de mi casa de una vez - su mandíbula cuadrada estaba apretada cuando vociferó.
Nathan Relish no se casó por amor. No había rastro de emoción en su rostro cuando tomó el retrato de la mesa y entregó para Evelyn.
- ¿Quiénes son ellas? - Evelyn miró la fotografía de la mujer junto a una niña.
- Mi difunta esposa y mi hija.
- No sabía que estaba casado, - tragó saliva.
Tenía apenas siete meses de casada y no sabía nada sobre la vida del hombre que la compró a su hermano mayor.
- Estaba casado con Lea hasta el día en que el vehículo de su familia chocó contra mi coche. Mi hija y mi esposa murieron esa noche.
Evelyn se quedó inmóvil, mirando la foto.
- Mis padres también murieron en ese accidente. Soy la única superviviente.
- ¿Conoces la ley del Talión?
- No, - murmuró débilmente.
Apartando las manos de la modelo de su hombro, se puso de pie y se acercó al lado de la mesa donde Evelyn estaba parada como una estatua.
- Si alguien hiere a su prójimo, se le hará lo mismo... ojo por ojo, diente por diente; según el daño que haya causado a otro, así se le hará a él.
Evelyn necesitó siete meses para entender por qué era despreciada día tras día. No apartó la vista de la niña sonriente en la foto. Era tan pequeña e inocente, que apenas tuvo la oportunidad de vivir.
- ¿Tiene una pluma? - Su voz desapareció en un susurro.
Evelyn puso la foto en la mesa, no perdería su tiempo discutiendo ni humillándose ante ese hombre. Tomó la pluma azul y se agachó para firmar los papeles de divorcio.
- Quiero que recoja sus cosas y salga de mi casa... -Su voz ronca ordenó.
- Regresaré a la finca hoy mismo.
- ¿De qué finca estás hablando? - inquirió en un tono irónico. - Si es la que solías tener, tu hermano lo perdió todo en apuestas y su exesposa se llevó lo que quedó después de la separación.
Atónita, Evelyn arrugó aún más la prueba de embarazo. La bolita de papel se hacía cada vez más pequeña en su mano.
El silencio cortaba el aire como un cuchillo afilado cuando Nathan preguntó:
- ¿Tiene algo más que decirme?
- Perdone a mi familia por lo que sucedió con su difunta esposa y su pequeña hija, - dejó la pluma junto a los papeles del divorcio después de firmar.
- Tus disculpas no alivian mi dolor, - gritó furioso. - Ese accidente me arrebató todo lo que tenía de más precioso en esta vida.
- Nuevamente, le pido perdón por parte de mi familia, señor Relish.
- Ya es suficiente, ¡fuera de aquí!
Aturdida por los gritos roncos de Nathan y las risitas de la modelo, no se dio cuenta de que la bolita de papel con el resultado del examen cayó de su mano y rodó debajo de la mesa. Evelyn simplemente se dio la vuelta y caminó hacia la salida.
- ¿Podemos fijar la fecha? - La voz nasal de la modelo Julie Carrieri lo perturbó.
- Por favor, déjame solo.
- ¿Y sobre la boda, Nathan?
- Hablamos de eso después.
- ¿No me acompañarás al evento? Tengo un desfile hoy.
- ¡No puedo! Tengo trabajo acumulado.
Tomando el celular, Nathan avisó al chófer para llevar a su actual prometida donde quisiera. Dio un paso atrás cuando la modelo intentó besarle.
- ¿Me llamarás?
- ¡Sí! - respondió entre dientes apretados, solo quería que ella lo dejara en paz.
Una vez solo, Nathan miró la foto de la difunta esposa y la hija. Se sintió perturbado por las disculpas de un miembro de la familia Lee.
Durante la noche, el insomnio lo acompañó como en todas las demás madrugadas. Había un zumbido inquietante en su oído, se dio la vuelta de un lado a otro y puso la almohada sobre su cabeza.
Sin poder dormir, observó la luz gris que comenzaba a iluminar el cielo y gradualmente invadía su habitación. Era hora de hacer que Evelyn saliera de su casa de una vez por todas.
Se arrastró fuera de la cama y caminó a grandes zancadas por el pasillo después de salir de la habitación. Nathan estaba cerca de los aposentos donde solía dormir Evelyn cuando se encontró con la puerta abierta y la cama hecha. Suspirando profundamente, abrió la puerta del armario de madera. Estaba vacía. No quedaba nada que recordara a esa mujer.
En la cocina, Joana estaba preparando el café cuando el jefe entró sigilosamente. Acomodó el lazo de su bata negra y se sentó en la silla.
- ¿Quiere panqueques, señor?
- ¡Solo café!
Un destello iluminó el cielo, el olor del césped mojado entró por las ventanas cuando gruesas gotas de lluvia cayeron de las nubes pesadas del cielo.
- ¿Evelyn ya despertó?
La ama de llaves miró al jefe de reojo. Todos en la casa oyeron los gritos del señor Relish cuando la expulsó de casa el día anterior.
- La señorita Lee se fue ayer por la tarde, señor.
- ¿Sabe dónde vive?
- No, señor.
- Tengo que darle dinero para los gastos.
- Lo siento mucho, no sé dónde está ella.
El resto del día, deambuló por la inmensa casa vacía, preguntándose si hizo lo correcto. Vio la pantalla brillante del celular que sonaba sobre la mesa al vibrar.
- ¿Qué quieres? - contestó bruscamente. - Nunca más te daré dinero, Richard. - Cortó la llamada.
El señor Relish bloqueó el número del ex cuñado e intentó convencerse a sí mismo de que no debería preocuparse tanto por Evelyn.
"La familia Lee recibió lo que se merecía", murmuró en sus pensamientos.
Esa semana, estaba decidido a pasar más tiempo en casa.
En la sala de televisión, Nathan veía un video casero. Su pequeña hija estaba feliz y saltarina en el día del pícnic. Dos semanas después de esa grabación, Alexa y Lea murieron en el accidente en el que su auto chocó violentamente contra otro vehículo. Nathan fue el único sobreviviente.
- Señor Relish. -Joanna llamó.
- Vete.
- Es importante, señor.
- Ya dije que no quiero hablar con nadie.
La mujer robusta de cabello canoso suspiró preocupada.
- Es sobre Evelyn.
Él giró lentamente la cabeza y miró a la ama de llaves sobre los hombros.
- He dejado de darle dinero a ella o a cualquier otro miembro de la familia Lee.
- Por favor, lea esto, señor. -Joanna entregó una hoja arrugada.
Necesitó algunos segundos para asimilar el resultado positivo en la prueba de embarazo.
"¿Por qué no me lo dijo?" Los sentimientos se confundían en su subconsciente.
- ¿Dónde encontró esta prueba de embarazo? - Levantó el papel arrugado en su mano derecha.
- Una de las empleadas la encontró debajo de su mesa cuando estaba limpiando la oficina.
Nathan estaba tan obsesionado con su deseo de venganza que no se dio cuenta del papel que ella escondía en la mano el día del divorcio.
Evelyn llevaba una parte de él en el vientre, no tenía intenciones de descansar hasta recuperar lo que le pertenecía.