La mañana estaba tranquila y serena, con apenas unos susurros resonando por las estrechas calles. El aroma salado del océano se mezclaba con el perfume de las flores coloridas que salpicaban las ventanas y balcones de las casas tradicionales. El sonido de las olas rompiendo suavemente en la playa ofrecía una banda sonora tranquila para la escena.
Evelyn venció la pereza y finalmente salió de debajo de las mantas. Miró hacia el sillón blanco capitoné donde vio un hermoso vestido floral de mangas largas. Después de bañarse y cepillarse el cabello, se puso la ropa. Todavía estaba perdida en esa posada con una decoración rústica de la región. Los interiores tenían una atmósfera acogedora y relajante que combinaba elementos tradicionales con toques contemporáneos.
Pasando por una encantadora recepción con muebles de madera oscura y detalles de hierro forjado, se encontró con Genevieve charlando con la empleada que recibía a una pareja de huéspedes. La dueña de la posada pidió permiso y se acercó a Evelyn.
- ¿Cómo pasó la noche?
- Gracias a su buen corazón, dormí bien.
- ¡Debe tener hambre! - Sonrió indulgente.
¡Sí! Su estómago estaba rugiendo, pero la chica no dijo nada. Ya había abusado de la hospitalidad de esa mujer altruista. Después de examinar el rostro pálido de Evelyn, la anfitriona la invitó:
- ¡Ven conmigo!
Algunos huéspedes estaban sentados en sus mesas charlando distraídamente cuando Genevieve se sentó a la mesa con Evelyn.
El desayuno tenía una selección de panes frescos, croissants, baguettes y brioches, acompañados de mantequilla, mermelada, miel o Nutella. Además, había café o té, jugo de naranja fresco y yogur. Ambas disfrutaron de una comida ligera pero satisfactoria.
Evelyn escuchó atentamente las palabras de Genevieve mientras saboreaba el desayuno en el área gourmet frente al mar. La mujer de rostro marcado tenía una sabiduría y educación adquirida a lo largo de los años, y sus palabras y actitudes resonaban profundamente en Evelyn.
- Necesito ser sincera contigo, madame.
- Siéntete libre, Chérie - la animó a continuar mientras se servía un poco de té negro con un poco de leche y una rodaja de limón.
- Vine aquí porque mi esposo me expulsó de casa. Pensé que mi hermano podría ayudarme -la voz le falló-, pero me echó cuando le dije que estaba embarazada.
Hubo un largo silencio entre las dos, Genevieve sorbió un trago de su té caliente. Internamente, Evelyn ya se estaba preparando para ser expulsada de la posada.
- Necesito irme - hizo ademán de levantarse, pero sintió el toque de la mano de Genevieve que la detuvo de salir de la mesa.
- Termina tu desayuno - señaló el croissant intacto en el plato.
Mientras comían, Genevieve comenzó a compartir historias de su propia experiencia con un esposo obtuso, de la fuerza que encontró para superar las situaciones y buscar una vida mejor para su hija. Su expresión alegre cambió repentinamente a triste.
- ¿Tu hija vive aquí?
- Murió.
- Lo siento - Evelyn tenía un semblante apesadumbrado.
La mano con pequeñas manchas marrones tocó el asa de la taza. Genevieve miraba pensativa a la chica al otro lado de la mesa redonda de madera.
- ¿Dónde están tus padres? No puedo creer que te permitieran casarse con un hombre sin escrúpulos.
- Están muertos - dijo, cabizbaja.
- Lamento eso, Chérie - puso la taza de nuevo en el platillo.
Cambiando de tema, Genevieve empezó a hablar con entusiasmo sobre las otras posadas que tenía en Marsella y que necesitaba a alguien para cuidar las habitaciones y servir en las mesas cuando estuvieran llenas de huéspedes.
Evelyn comenzó a ver una nueva oportunidad ante ella. La idea de trabajar en un lugar nuevo, donde pudiera cuidar del bebé que esperaba, era maravillosa. La posada Le Bungalow parecía ser el lugar perfecto para empezar de nuevo.
- ¿Puedo postularme para ese trabajo?
- Sí, Chérie - Genevieve afirmó con alegría-. La posada recibe muchos turistas y siempre hay vacantes para aquellos dispuestos a trabajar. ¿Aceptas?
- ¡Por supuesto! - Levantándose, Evelyn expresó su gratitud al abrazar a la anciana con ternura.
La perspectiva de reconstruir su vida en Marsella era como un soplo de aire fresco después de tantos días de incertidumbre y sufrimiento. Evelyn sentía una nueva fuerza dentro de sí, alimentada por la compasión y el apoyo de Genevieve.
- Ahora, siéntate y termina de comer - observó el vientre de Evelyn-. Necesitas alimentarte bien.
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Ese mismo día, los pescadores estaban ocupados preparando sus barcos con redes y equipos, listos para otro día de arduo trabajo. El sonido de los motores rugía lentamente mientras se alejaban del puerto, navegando hacia las cristalinas aguas.
Evelyn subió al taxi mientras el sol iluminaba suavemente a los transeúntes. Aunque había tenido poco tiempo para conocer el pueblo, aprovechó el paseo en automóvil para observar a los lugareños que comenzaban a salir de sus casas, saludándose con sonrisas y amigables gestos.
Los turistas exploraban las calles, maravillados por el encanto pintoresco que ofrecía la aldea. Caminaban por las estrechas callejuelas, admirando las fachadas coloridas y las tiendas de artesanía local.
El automóvil recorrió el trayecto en menos de media hora. Al llegar a Marsella, ambas disfrutaron de la tarde en el Café-Bistrot Chez Léon, donde los turistas se reunían en mesas al aire libre. Todos charlaban animadamente mientras saboreaban café fuerte y croissants recién horneados, compartiendo el buen humor típico del sur de Francia.
Genevieve sonrió al verla tan animada. No tenía reservas para apoyar a esa joven que recordaba a su hija cuando estaba embarazada de su nieta hace algunos años. La vida las había llevado de una manera tan abrupta, pero al mismo tiempo, puso a Evelyn en su camino. De alguna manera, ambas estaban entrelazadas por los lazos del destino.