Capítulo 3 Una belleza auténtica

La cicatriz de su rostro y las manchas en la mejilla de Finley desaparecieron como por arte de magia, transformándola en una mujer preciosa.

Sus cejas delicadamente arqueadas enmarcaban un par de ojos grandes y deslumbrantes. Su nariz era recta y sus labios eran rosados y carnosos.

Otras mujeres necesitaban maquillarse para verse hermosas, pero Finley tenía una belleza natural.

Bryan estaba estupefacto. Había visto innumerables bellezas, pero ninguna de ellas superó al encanto de la mujer de enfrente.

Finley permitió que Bryan admirara su buena apariencia durante unos segundos y posteriormente preguntó: "¿Esta cara cumple con sus altos estándares, Sr. Turner?"

Bryan la miró detenidamente y comprobó que la belleza de Finley era realmente auténtica. Pero, ¿por qué ocultó su deslumbrante buena apariencia e hizo creer a todos que era fea?

Ahora sabía que fue la misma Finley Keith quien dio lugar a todos los rumores desenfrenados respecto a su apariencia.

De repente, tuvo un impulso y sintió el deseo de conocer a profundidad a la verdadera Finley. Sin embargo, ¿cómo podría ceder tan fácilmente alguien tan poderoso y pudiente como él?

"¿Qué pasa si me niego?", preguntó.

Finley se encogió de hombros y contestó: "No podría obligarte a hacer algo en contra de tu voluntad. La decisión es tuya y, por supuesto, yo también actuaré según mi propio criterio. Por ejemplo, soy libre de guardar lo que es mío".

Mientras hablaba, guardó en su bolso el frasco de perfume rosa.

"Además, dado que tengo mucho tiempo disponible, soy libre de regresar mañana y saludarte. También soy libre de recordarte que tu sistema de seguridad necesita una reforma. Quién sabe, lo que ha pasado hoy podría repetirse".

Luego, se levantó y se dispuso a irse, cuando Bryan la detuvo.

"¡Espera!"

Finley lo miró levantando una ceja.

"¿Me estás amenazando?", preguntó Bryan. "Podría encerrarte en una celda fría y oscura mientras arreglo todo el sistema de seguridad. Por cierto, ¿quién crees que eres como para pensar que puedes entrar?"

A Finley no le molestó su tono rígido ni su rostro frío: "Puedes hacer lo que quieras. Y, de hecho, no me creo superior a nadie, pero apuesto a que serás tú quien me buscará muy pronto".

Luego, levantó la barbilla y agregó como si nada: "La seguridad aquí es buena, pero aun así logré pasar en 10 minutos. Supongo que el sistema en la sede de Turner Group es similar, así que podría entrar allí sin problemas. Además, si no recuerdo mal, mañana serás jurado en un concurso de perfumes. ¿No has pensado en lo que pasaría si se enteran de tu condición?".

Sintiendo que su sangre hervía por tanta rabia, Bryan envolvió su mano alrededor del delicado cuello de Finley y la arrinconó contra la pared.

"Durante tu investigación, ¿no descubriste que lo que más odio es ser amenazado? Podría matarte ahora y tomar lo que tienes sin que nadie se entere".

Finley estaba teniendo problemas para respirar, pero no luchó. Sus ojos tranquilos y fríos le devolvieron la mirada a Bryan.

"¡Lárgate!", gritó él, empujándola. De hecho, pensó para sí mismo que la próxima vez que esta obstinada mujer se atreviera a aparecer ante él, no tendría compasión.

Al recuperar el aliento, Finley tosió y se dirigió a la puerta en silencio, pero antes de abrir, se detuvo en el umbral.

"Por cierto, te recuerdo que tengo una invitación para visitar al Sr. Alton Turner mañana. Creo que tu abuelo estará muy interesado en mi receta secreta de perfume..."

Bryan apretó la mandíbula mientras las venas de su frente se movían por la irritación. Su abuelo era una de las pocas personas que sabía de su condición. Además, dado que era bastante mayor, le había estado pidiendo un bisnieto para abrazar y mimar.

Si Finley conversara con su abuelo, él estaría de acuerdo a ojos cerrados...

Pensando en esto, Bryan sintió que no había nada más que analizar. Después de todo, en realidad ella no era la mujer fea que todo el mundo pensaba y por supuesto que lo ayudaría a deshacerse de esas molestas moscas en la familia Turner.

"Trae tu doc...".

"Tengo mi cédula de identidad y otros documentos conmigo", interrumpió Finley, encogiéndose de hombros. "Sabía que al final cederías".