Más cuando sabía de sobra que el mismo matrimonio de los padres de Adán también había sido concertado y que mejoró gradualmente con el tiempo y con el nacimiento de su primer y único hijo.
Pero lentamente ese sueño se fue transformando en una pesadilla hasta el día en el que hoy vive.
-Adán. -dijo ella, en apenas un susurro-. Quisiera ir a ver al abuelo, ¿Quieres acompañarme?
-Vete y déjame dormir. -respondió su esposo.
Eva no se sorprende en lo absoluto por la respuesta de su esposo, no es para nadie en la familia extraño que Ethan, el abuelo de Eva, odiase el comportamiento de Adán hacia su nieta y como, con el paso de los años, el brillo en los ojos de su amada criatura se fue desvaneciendo.
Precisamente hoy es el cumpleaños número veintiuno de Eva y ella esperó celebrarlo con su esposo y el resto de su familia, pero también sabe que sería verdaderamente milagroso que eso sucediese.
Una risa se escapó de sus labios cuando se vio en el espejo del baño. Una risa que contenía demasiadas emociones, excepto alegría, o quizás sí, una alegría diferente, llena de melancolía y tristeza. En unas semanas sería su tercer aniversario de bodas con Adán, recordó.
-Quizás este año sea diferente. -se esperanzó hablándose al espejo.
Por algunos minutos imaginó lo que sería de su vida si por fin lograse que el amor de su vida le diese el amor y atención que esperó desde el día uno.
Aquellos pensamientos se esfumaron cuando escuchó los estruendosos golpes de su esposo contra los muebles. Salió rápidamente buscándole el traje que usaría hoy, escogiendo cuidadosamente el pañuelo y la corbata. Lo hacía cada mañana sin falta, pero eran muy pocas las ocasiones en que él usaba realmente lo que ella preparaba.
-¿Qué haces ahí parada? -preguntó con un tono tosco de voz.
Adán la ve y en su mirada solo se refleja el odio y resentimiento que siente por ella desde el momento en que su suegro los encontró. En su mente, claro que quería pertenecer a la familia Davies, sin embargo, no era Eva la dueña de su corazón, sino Victoria, la hija adoptiva de la familia.
Adán y Victoria mantuvieron una relación desde que ambos eran adolescentes y se prometieron pasar una vida juntos, pero las circunstancias y los hechos cambiaron, una celebración, algunas copas de alcohol y equivocarse de cuarto lo llevaron a terminar casado con la mujer equivocada y desde entonces solo le ha demostrado una y otra vez lo poco que le importa.
-Iba a usar el baño, pero puedes usarlo. -dijo Eva sonriendo.
-Usaré el del pasillo. -habló, respondiendo cortante.
Una punzada en el corazón de Eva se hizo presente, pero ella solo respiró profundo y siguió como si nada, era lo habitual.
Con el tiempo, si dios quería, él cambiaría o esas eran las esperanzas de Eva.
Eva bajó las escaleras y se encontró con Marie, la ama de llaves y con quién ella llevaba una muy buena relación desde que llegó a casa, más que nada, porque fue la mujer que la crio junto a sus abuelos. En la mesa de la cocina había un pastel de cumpleaños, por un instante, quizás, pasó por su mente que Adán lo había recordado, pero todas esas esperanzas se esfumaron cuando escuchó la puerta cerrarse.
-Feliz cumpleaños, señora. -dijo Marie.
-Gracias. -susurró Eva sintiendo como el aire se escapa de sus pulmones y las piernas le tiemblan por el desaire recién vivido.
-El jardinero, el chofer y yo creímos que sería una buena idea comprarle un pastel. -dijo la mujer mayor.
Eva sonrió y la abrazó. Lágrimas inundaron sus ojos, pero se las arregló para mantenerlas a raya.
-Vamos al jardín y comamos todos, Marie. Aprovecharé de decirle a Scott que me lleve a casa del abuelo. -dijo Eva sonriendo con lo que parecía simple cortesía, pero todos en casa saben que es tristeza.
-Llevaré platos y utensilios.
Luego de que los trabajadores le cantasen alegremente la canción de cumpleaños, comieron pastel. La mañana de Eva mejoró ligeramente al sentirse acompañada por aquellas personas, pero cada vez que recordaba las acciones de su esposo, su corazón se ensombrecía y clamaba por un poco de amor.
¿Es lo que le esperaba toda la vida?
Se pregunta mirando distante las rosas que había plantado en el jardín hace tres años, justamente cuando llegó a la casa de Adán cómo la señora García.
Eva no es capaz de renunciar a su esposo aun después de todo el daño que le ha ocasionado.
Cualquiera en sano juicio y llevando tres años de matrimonio infeliz, se hubiese divorciado con goce de cualquier beneficio. Pero a ella lo material no le importa, renunciar al hombre que ama tampoco es fácil, menos si aún cree que su amor algún día podrá ablandar el duro corazón de Adán.
Scott la llevó a casa de su abuelo y allí pasó la tarde. La salud de Ethan ha disminuido considerablemente este último tiempo, a veces él pensaba que lo único que lo retenía en este plano era no dejar desprotegida a su pequeña nieta.
Iris y Rowan Davies, los padres de Eva, hace mucho que no la tratan como una hija. Bueno, si la manera en que antes era tratada podría llamarse como un trato para una hija. Eva dejó de ser parte de la familia cuando terminó en la cama con el novio de su hermana, provocando que Victoria se alejase.
Todos pensaron que Victoria tuvo un cuadro depresivo cuando terminó su relación con Adán y culparon de ello a Eva, sin considerar que la muchacha había bebido y que el que entró en su habitación había sido él.
El enojo completamente justificado de Victoria la llevó a decir cosas horribles sobre Eva y que, como se aprovechó de la vulnerabilidad de Adán para tenderle una trampa. Nadie pensó que en realidad había sido un accidente o culpa del destino.
-¿Qué tal el matrimonio, Eva? -preguntó el abuelo Ethan.
-Normal. -respondió su nieta encogiéndose de hombros.
-Un matrimonio con amor no es simplemente normal, Eva. -dijo el anciano sonriéndole con pesar, él muchas veces la ha intentado convencer de desistir de su matrimonio, pero sin éxito.
-Cuéntame de la abuela y tú, tus historias siempre son reconfortantes. -mencionó Eva.
-Espero que algún día vivas un matrimonio como el mío, Eva, pero no lo harás al lado de ese hombre. ¿Cuándo te darás cuenta, cariño? Él no te merece. -indicó el abuelo y con sus manos rasposas acarició las suaves manos de su nieta.
La misma charla, las mismas palabras que ha usado hace más de un año para intentar convencerla de dejar a Adán volvieron a fracasar, pero Ethan no perdía las esperanzas y sabía que un día su nieta recapacitaría y estaría para apoyarla.
Y, por qué no, también darle una pequeña ayuda para que encuentre y viva el verdadero amor.