Capítulo 7 ¿Quieres que nuestra noche de bodas se arruine

Ante el silencio de Bryan, Finley dijo coquetamente: "Cariño, ¿te vas a quedar callado? ¡Es nuestra noche de bodas! No vas a permitir que duerma en la comisaría, ¿verdad?"

De repente, resopló lastimosamente y se quejó: "Hace frío y estoy sola..."

"Señorita Finley, ¿no dijiste que eras lo suficientemente capaz para, incluso, protegerme de mi familia? ¿Cómo es posible que no puedas luchar por tu libertad por tu cuenta?", dijo Bryan.

"¡Oye! ¿Cómo te atreves a decirme eso?", replicó Finley.

Bryan quiso soltar una carcajada, pero se detuvo.

"Cariño, escapar de la prisión es ilegal...", dijo ella.

"Entonces cuéntame, ¿por qué te arrestaron?", preguntó él.

Finley se quedó pasmada. ¿Bryan no estaba enterado de lo que pasó? Después de un momento, recobró el sentido y descartó esa posibilidad. Al final de cuentas, ¿cómo podría no haber prestado atención a los noticieros en los cuales su esposa era la protagonista?

Pensando en esto, se limitó a contestar su pregunta y dijo: "Cariño, ¿no quieres jugar al héroe y rescatar a esta hermosa dama en apuros?"

Los dos policías sentados frente a Finley quedaron estupefactos cuando la escucharon calificarse como "hermosa". Además, tenían mucha curiosidad por saber qué hombre decidió convertir a esta mujer fea como su esposa. ¿Acaso estaba ciego?

Al ver las expresiones de los policías, Finley casi se ríe a carcajadas.

Mientras tanto, Bryan salió del estudio casualmente, con el celular pegado a la oreja.

"Si fuiste lo suficientemente capaz para cometer un delito, también lo eres para salir de apuros por tu cuenta".

"Cariño... Tienes que ayudarme... Al menos puedes prestarme algo de dinero para pagar la fianza, ¿verdad?"

La voz de Finley sonó tan dulce que el hombre se congeló, sintiendo que sus mejillas se calentaban.

"Vaya, vaya. No tienes dinero para la fianza, pero compraste un ataúd. ¡Qué loco!", dijo, intentando disimular su nerviosismo.

Al escuchar su tono burlón, Finley contestó con tristeza: "Cariño, ¿quieres que nuestra noche de bodas se arruine? Mira, hasta los policías me miran con lástima..."

Los policías se miraron entre sí, sintiendo lástima por el pobre hombre que contrajo matrimonio con esta mujer.

"Pueden seguir mirándote", respondió él. Después de eso, inmediatamente colgó la llamada.

Ante esto, Finley se quedó en shock. "¡Qué hombre tan tacaño!", murmuró para sí misma.

De repente, un mensaje interrumpió sus pensamientos.

Los policías miraron su celular, sin poder creerlo. Luego, miraron a la joven fea y volvieron a preguntarse en secreto si su esposo era ciego o viejo.

"Alguien llamado Sr. Turner acaba de transferir mil millones de dólares a su cuenta", dijo uno de ellos después de aclararse la garganta.

"¡Sabía que mi esposo me ayudaría a obtener mi libertad!", exclamó Finley con rostro iluminado.

Diez minutos después, salió de la comisaría, tomó un taxi y se dirigió a su nuevo hogar.

Los exuberantes jardines iluminados por luces artísticas que rodeaban la enorme mansión eran tan impresionantes que el ambiente parecía haber sido extraído de un libro de cuentos mágicos.

No obstante, Finley pareció estar tranquila y llamó al timbre.

El mayordomo miró detenidamente a la extraña joven que apareció en la puerta y finalmente preguntó: "¿Puedo ayudarla, señorita?"

Suponiendo que Bryan todavía no había anunciado su matrimonio porque no era el momento apropiado, Finley decidió ocultar su identidad. "Soy... una amiga de Bryan. Me dijo que lo buscara aquí", respondió ella, mientras le mostraba la pantalla de su celular. El mayordomo miró su registro de llamadas y leyó el mensaje de Bryan indicándole la dirección de la mansión.

"Bienvenida a la mansión Turner, señorita. Sígame...", dijo, conduciéndola hacia el salón. Luego, se excusó amablemente para informar a Bryan de su llegada.

Finley elogió en secreto al hombre por su profesionalidad y comprobó que las familias de élite realmente eran de una liga diferente. Incluso su personal era de primer nivel y estaba bien capacitado.

Sin embargo, la paciencia se le estaba agotando. ¿Por qué Bryan tardaba tanto? "¡Te toleraré solo un minuto más, cariño! Si no apareces, llamaré a tu celular", pensó.

"¡Ahí tienes!", dijo, de repente, una mujer de mediana edad, mientras le arrojaba un uniforme de sirvienta a sus brazos.

"¿Por qué sigues ahí parada? ¡Apresúrate! ¡Cámbiate y ponte a trabajar!", exclamó.