/0/12828/coverbig.jpg?v=433127d99ac725eb4bcb5f32659872d9)
Después de una reparadora ducha fría y llamar "al correo" para citarme con el más tarde, salí del edificio en dirección Rúa Lanzós, en el casco antiguo de Betanzos, allí majestuosa, se alzaba la iglesia de Santiago, de estilo gótico edificada por el señor feudal de la época sobre otra más antigua de estilo románico.
Siempre que volvía de algún trabajo me pasaba por allí, me daba paz, era cómo si al entrar en ella mi alma saliera reforzada, sin entrar en el confesionario me sentía en paz conmigo mismo, a veces incluso pensaba que era el mismo Dios quien me llamaba para que volviera a casa, cómo justificando mis acciones y eso que yo no era, nunca he sido demasiado religioso, ni creyente, ni mucho menos practicante, pero esa iglesia me gustaba, las sensaciones que sentía allí dentro era de total calma y paz como ya he dicho hace momento.
Entré y me dirigí hacia el altar principal, abajo de los peldaños que ascendían hacia el Cristo crucificado me detuve en silencio, mientras me dirigía hacía el altar, sólo note la presencia del cura, que me observaba desdé el interior del confesionario, el párroco de la iglesia era el Padre Andrés cerca del metro setenta y de complexión delgada, ojos saltones de color negro y pelo moreno con algunas canas alrededor de la cabeza y nariz bulbosa,cuando me detuve salió para recibirme y se quedó a mi vera, estuvo en silencio durante unos segundos en los que la tranquilidad me fue llenando.
-buenos días, hijo-, comenzó diciendo el cura, que ya me conocía de otras ocasiones-, noto un gran pesar en su interior, quiere acompañarme al confesionario?.
Yo seguía en silencio con la mirada puesta en el Cristo de la cruz, pero sabía que se había terminado la tranquilidad en aquel momento.
-vamos, hijo-prosiguió este- no es bueno cargar con tanto pesar.
-a veces el silencio ayuda, Padre- contesté sin mirarlo- pero parece que con usted no hay posibilidad de ello-
-vamos hijo, no te martirices, todos tenemos pecados y es mejor aligerar esa carga y sabe que yo no estoy en disposición de juzgar lo que sea que haya realizado, para eso está la justicia divina y su perdon.
-incluso si falto al quinto mandamiento?- miré de soslayo al cura estudiando su reacción.
-no es la primera vez- dijo el cura dirigiendo su mirada a la cruz sobre el altar- pero estoy seguro que sabrá perdonarte, si estás aquí es posible que te hayas arrepentido-
-no me arrepiento, Padre- le corté -es más, incluso me alegro de haberlo hecho, se que el mundo es un lugar mejor sin esas personas, aunque no sea yo quien deba juzgarlo, yo sólo he ejercido su castigo y me siento bien por ello- dije sonriendo mientras el cura seguía mirando a la cruz.
Se hizo un silencio casi eterno a pesar del poco tiempo que pasó, miraba al padre Andrés, me quedé esperando alguna palabra suya mientras pensaba en cuál podría ser la razón para que alguien se hiciera cura, de pronto me miró convencido:
-solo el altísimo puede juzgar, no está en nuestras manos ejercer ese derecho y menos ser verdugo para ejecutar tal castigo, deberías arrepentirte, hijo, mientras yo rezaré por tu perdón cómo hago desde que te conocí- sentenció el párroco sin despegar su mirada de mi.
-lo siento, padre, pero no me arrepiento de lo echo, cómo le he dicho antes, ni siquiera soy yo quien juzgó a esos desgraciados, sólo fuí ejecutor, quizá su Dios esté contento por ello- contesté mientras le aguantaba la mirada al padre Andrés, viendo cómo la sorpresa iba llenando su rostro
-no se sorprenda, padre, imagine usted qué Dios a decidido condenar sus almas y me ha dado a mi el poder de ejecución para que estás almas cumplan con el castigo divino que les ha impuesto, entonces estoy haciendo lo correcto, verdad?-
El padre empezó santiguarse mientras rezaba algo en voz baja.
-los caminos del señor son inescrutables, p a d r e- volví arrastrando esa palabra mientras le sonreía con malicia, quería tocar la fibra de aquel hombre, me divertía haciéndolo -piénsalo bien, si Dios me a otorgado un don cómo este será para utilizarlo de alguna manera-
-hijo mío, no deberías caer en la vanidad para justificar un acto tan deleznable cómo ese, tus pecados sólo serán perdonados por el señor si lo cree conveniente, yo sólo quiero ayudarte a encontrar un camino mejor, que te lleve a la paz con tu propia alma, pero debes cambiar hijo, el camino que llevas no es el correcto, de eso estoy seguro- la cara de miedo y sorpresa de hacía unos segundos desapareció para dar paso a una convicción que me hizo volver la cara hacia la cruz.
La puerta de la iglesia se abrió y nuestra conversación llegó a su fin, salí de allí con el convencimiento de que mi camino no era el más correcto, o al menos el menos mejor, de eso estaba seguro y no necesitaba un párroco para convencerme. Regresé a mi Seat Ibiza negro para llegar cuanto antes a Ría do Lo, escuchando, está vez buena música del CD, sin necesidad de rebuscar algo decente en la radio.