-Vamos hermana ¡besa el suelo! sé que lo estás deseando desde que pisaste tierra firme.
Cómo me conoce el jodido. Si no besé el suelo no ha sido porque no quiera, sino por vergüenza, precisamente.
Entro al coche. Nino se sienta a mi lado y papá, se une al otro lado. Quedo atrapada como si estuviera metida en una lata de sardinas.
-No sabes cómo me tranquiliza que tu cara vuelva a ser la misma de siempre, cariño.
-¿Lo dices por la cara de perrito verde que tenía en el avión papá?
-Para la próxima vez uso el barco... -hago un mohín, provocando carcajadas en ellos.
-Pero si el barco es peor, ¡te mareas! tontita... -se mofa Nino pellizcando mi moflete.
Lo aparto de un manotazo.
El taxi se pone en marcha, mezclándose en la ciudad de San Diego, estado de California.
Tantas horas de tensión y si a eso añado incertidumbre, la angustia se me multiplica por mil, o dos mil...
No sabemos lo que vamos a encontrar, bueno yo sí, y no suelo ser cobardica, pero me espanta, (mucho más que el avión) la reacción de papá ¡Toda la culpa la tiene la loca de mi tía María Asunción!
-Por favor Nora, mi vida. Te ruego que no se lo digas a mi hermano -decía mi tita Asunción, a la que llaman Choni. -Si se lo dices son otros dos meses sin hablarme...
-Pero, ¿entonces todo esto ha sido cosa tuya tita? -le pregunté, alucinada, al otro lado del móvil.
-Claro mi reina. Yo estoy aquí trabajando desde hace tiempo. Bueno... desde que se fueron del pueblo ¿te acuerdas nena, que te hablé del hotel de Murcia? Pues la empresa tiene una cadena y me trasladaron a aquí. ¡Verás que chulo está! Por cierto, ya está todo hablado tú también tienes trabajo de camarera.
Eso era una buena noticia.
-Pero ¿cómo lo conseguiste?
-Pues hablando mucho, reina. Aquí como no te enrolles no consigues nada.
Hice una idea de cómo lo hizo. Se metió al dueño, o al encargado en el bolsillo, seguro. Sacudí la cabeza...
-Como falta personal no pusieron pegas al contratar a una más. Tu papá es el gerente del restaurante... O eso creo...
-¿Cómo qué crees? ¡Habla claro! -le ladro.
-Ay, nena. Te juro que fue pura casualidad cuando vi su currículum y como entenderás es mi hermano... Quise darle una mano por eso rellené todas las casillas que había dejado en blanco...
-¡Si lo dejó en blanco era porque no le correspondía el cargo! ¿No lo pensaste?
-Cálmate y no le grites a tu tía, nena. ¿No te das cuenta que lo hice por ayudar? Sé que están pasando un bache muy grande. Además, la última vez que nos vimos no quedamos muy bien y ¡sí! lo reconozco fue un error hacerles una cita a ciegas y esta es mi manera de disculparme ¿de acuerdo?
Cuando colgué la llamada. Nino me miraba perplejo. Lo había oído todo, y todo es todo.
-Vaya. Vaya. Vaya.
-Ss.. Ni una palabra de eso a papá, al menos hasta que lleguemos y lo arreglemos...
-Pero ¿cómo vas arreglar esto? ¿Tú te estás escuchando en este momento? Nora, cree que va de camarero y lo que le espera es un cargo de -hizo gesto con la mano en la frente al estilo "coronel" -Jefazo.
Sonreí nerviosa...
-Es un buen puesto ¿no?
-Claro, si supiera manejarlo. Pero ya conocemos a papá en cuanto se dé cuenta le va a dar el bajón y...
No quería que terminara la frase, porque sabía lo que iba a decir: todo se va a pique otra vez. De nuevo psicólogos y a volver a levantarlo...
-Pues le ayudaremos. Y la tita Choni se encargará...
-¿Lo vamos a dejar en manos de la tita? -sacudió la cabeza y mordió su labio, aturdido. -Me capa, esta vez sí me capa.
Sacudo mi cabeza mientras me rio.
-Nora, espabila hija...
- ¿Ya hemos llegado?
Jolín. Ni siquiera me ha dado tiempo de husmear la ciudad.
-Es que esta atontada papá. Vive en su mundo -se burla mientras baja del taxi.
-Venga, venga Nino deja de meterte con tu hermana y ayúdame con las maletas.
Me espabilo y salgo del taxi. Levanto la vista. Estamos frente al gran cinco estrellas AppartHotelJacMontero.
Los tres miramos la elegante fachada adornada de cristal. Su estilo moderno y clásico se mezcla en sofisticación...
-Vaya. Vaya. Vaya.
Miré a mi hermano y a mi padre. Están flipando igual que yo, al menos me relaja que no sea la única.
-Yo creo que no encajamos aquí ni de coña ¿no?
-Vamos, Nino. -Se anima papá alistando su humilde traje marrón -No seamos pesimistas. El psicólogo dijo que tenemos que ser más positivos no negativos.
-Creo que le quiso decir realista. - cuchichea a mi lado -. En serio, a mí me gustaría ver la cara del psicólogo ante esto, a ver qué coño le ve de positivo...
-Ss. Calla... -susurro también, áspera. -Deja de hacerte el graciosillo que no es momento para tus bromas.
Hace gesto ante lo obvio. Lo admito, no está bromeando. A decir verdad, esto intimida a cualquiera. Miro a papá, que suelta el aire precipitado, como si así fuera a liberar la tensión acumulada, seguro, desde que subimos al avión en Madrid ¡pobrecillo!
Luego nos mira y sonríe:
-Bueeeeno, vamos allá. Niños esto no es nada para nosotros. -comenta, para convencerse a sí mismo.
Dicho esto, va hacia la puerta giratoria.
- ¡Eso es, ante todo actitud papá! -apremia Nino con el puño cerrado en alto y alzando el mentón.
Aunque por dentro nos podemos morir de miedo no lo mostramos como tal, y eso nos hace ver más seguros de lo que en realidad parece. En cambio, a papá se le nota un montón y, a lo bien, falta lo peor ¡ay tita, espero que estés aquí para ayudar con todo!
-Vamos... Se van a enterar esta gente quién son los García, hombre.
Nino echa su brazo encima de mis hombros. Yo no me considero bajita, el hecho de ponerme tacones con un metro sesenta que mido, me hacía más alta que algunos chicos de mi generación. Y en unos días mi hermano cumplirá sus dieciocho años y ya me saca más de media cabeza.
Él gesticula más valentía de la que tiene, no puedo más que sonreír y rodear con mi brazo su estrecha cintura.
En el suelo se puede ver como si de un espejo se tratara, mantiene un brillo transparente sobre la bonita mezcla del color granate y dorado que adorna el azulejo en el extravagante trazado justo en el centro la entrada. Una enorme maseta con las flores más exóticas que haya visto en toda mi vida, nos da la bienvenida... ¡Guau!
Embobados rodeamos la lujosa entrada y seguimos a papá, arrastramos la maleta con las manos libres...
-De lujo ¿no?
No puedo más que mover la cabeza, no puedo estar más de acuerdo con Nino. Un hombre que lleva el color de su corbata a juego con el decorativo dorado del hotel, pasa la mano por su bigote y nos mira a través de sus lentes, detrás del elegante mostrador...
-Bienvenidos... ¿En qué les puedo ayudar? -preguntó en un perfecto inglés.
A pesar de que, es obvio que no venimos como huéspedes por la vestimenta sencilla en la que nos vemos, la simple pregunta ofende a Nino y quiso responder, lo impido pellizcando el costado...
-Recuerda el trabajo, no lo estropees. - cuchicheo.
Me acerco, mientras Nino a regañadientes, se queda con las maletas.
-Hola buenas... -saluda mi padre, respondiendo en inglés. -Quería hablar con el director... Tengo un contrato de trabajo.
El hombre asiente, y baja la mirada al ordenador.
-Efectivamente, esperamos al director de restaurante.
Mi papá frunce el ceño y yo me acerco hecha un manojo de nervios ¡se va a liar!
El recepcionista levanta el teléfono y tras hablarle de nosotros a la persona que estaba al otro lado, colgó. Sonrió:
-La señora Montero y su hijo no se encuentran en este momento, pero no se preocupen... Yo me ocupo, déjenme sus identificaciones por favor.
Cada uno de nosotros entregamos el pasaporte. Corrobora los datos en su ordenador y los regresa.
-Perfecto, pueden instalarse.
Entrega tres llaves iguales, del apartamento donde nos vamos alojar. Al parecer, tenemos el privilegio porque papá ahora es el director de restaurante, y aún no lo sabe. Como tampoco sabe que también trabajaré con él.
-Pero y... ¿el contrato?
Nino y yo intercambiamos una mirada cómplice ¿qué hacemos?
-La señora Montero lo buscará después para ultimar los últimos detalles de su corporación al trabajo, no se preocupe. -Le responde el hombre, amable.
Su voz era tan suave como la seda. ¿cómo será de enojado? Creo que no quería saberlo.
Mi padre se inclina hacia él...
-La señora es...
-La directora del hotel. Aurora Montero junto a su hijo Lían Montero dirigen la cadena hotelera. -nos aclara él. Después, añade -Su departamento está en el séptimo piso. Puerta setecientos siete. Allá hay un interfono para comunicarnos, si es necesario le llamaremos ¿de acuerdo?
Mi padre asiente, agarra una de las maletas y se dirige hacia el ascensor. Nino le sigue arrastrando las dos maletas, la suya y la mía.
Yo permanezco incrédula. ¿Y ya está? ¿A sí... sin más? ¡increíble!
-Yo... voy por las escaleras.
Asienten mientras las puertas de metal se cierran. Giro mis talones en busca de la escalera. Pero alguien llama mi atención.
-Ss... Señorita Nora...
Miro hacia el mostrador, Andrew me hacía señas para que me acerque.
-¿Qué pasa?
-Su tía la espera en la salida...
Señala a la calle, después de guiñar un ojo ¡anda! ¿pero también es cómplice? Si ya decía yo que esto era demasiado sencillo. Murmuro un "gracias" Y salgo a la calle. Un silbido llama mi atención al otro lado de la calle. ¡ahí estás!
Choni luce una presencia, divina de su estilo urbano. Como las jóvenes de mi edad, a pesar de rondar los treinta y ocho años. Siempre suele decir que cuando se pasa de los treinta no quieres avanzar, porque significa que vas envejeciendo más rápido de lo que quisieras. ¡será por eso que nunca deja de sentirse joven y fresca!
Mi tía es la más pequeña de los hermanos, aunque antes de ella también hay otro hermano, es mi tío Juan Ramón, que al igual que ella, vive la vida sin filtros. Son los polos opuestos a mi padre.
Nada les quita el sueño, vamos.
Mis ojos se fruncen.
Dejo pasar a un BMW en negro, que se estaciona frente al hotel y cruzo la calle. Ese coche había captado mi atención, ¡está guapísimo! Me preguntaba si su dueño estaría igual o más guapo... ¿qué tal que sea dueña? Sacudo la cabeza. ¡Céntrate Nora! Hay algo más importante qué hacer.
-Gracias por el marrón que nos has dejado tita...
-Es un placer nena... -replica con mofa.
Me abraza, dando un montón de besos sonoros en mi moflete. Es tan cariñosa, que a veces agobia. Asfixia. Desespera...
Contengo el deseo de resoplar. Sonrío. Qué melosa que es por Dios, pero la quiero mucho...
-Cómo me alegro de verte, estás preciosa como siempre nena -acaricia mi pelo largo y liso, recogido en una cola de caballo. Siempre que me ve lo hace. -¿qué tal el viaje?
-Me quedo a vivir aquí para siempre, con tal de no subir más a un avión ¡fíjate tú!
Suelta una risita y me vuelve atrapar entre sus brazos.
- ¿Cómo vas arreglar esto? -indago, cuando se cansa de apretujarme. -Qué es lo que sigue ahora ¿en? Mi papá está en peligro y será por tu culpa tita, si esa gente se da cuenta del fraude ¡va preso!
Pone los ojos en blanco y sonríe.
-Cálmate, su vida laboral lo demuestra ¡no hay fraude! -se detiene un segundo, como si hubiera caído en un detalle, inquirió - ¿Acaso no te contó tu padre que fue director de restaurante cuando conoció a tu madre?
Niego arrugando mis cejas. Papá nunca contó nada sobre como conoció a mi madre y yo tampoco le pregunté. Lo único que sé es que él la amaba con locura.
-¿Y qué sigue, entonces?
-Nena cálmate. Aurora Montero es una bellísima persona... El problema está en su hijo Lían Montero.
-¿Y eso en qué nos afecta?
-Pues que ambos dirigen el hotel y están en guerra ¡imagínate! El hijo y la madre discutieron ayer frente a todos nosotros.
Pongo los ojos en blanco ¡como si a mí me importara! Mi tía Choni no cambia, le gusta más un chismorreo que a un friki un lápiz.
-Mejor me voy ya, que papá me estará buscando como loco...
-Ay, espera nena... ¿le puedes dar esto a Andrew de mi parte?
Suelto una risita cuando saca de su bolso unas esposas forradas en una tela beige con una textura tan suave como la ceda. Lo sujeto con un dedo por el aro de metal.
-Mejor Ni pregunto ¿no?
-Niiiiiña, no me seas pervertida. Es para una actuación de magia infantil que se dará hoy en la noche.
-Ojú, tita si supieran para qué sirven... además del arresto domiciliario ¡claro está!
No lo puedo evitar, muero de la risa. Mi tía es un caso, como si yo me chupara el dedo. Arqueo mis cejas y clavo mis ojos en ella, divertida.
- ¿Y la llave?
Se pone roja como un tomate, mientras responde:
-Él la tiene... o el mago, ¡y yo qué sé!
-Ya. Claro, claro...
-Chitón de esto... ya me voy. -se inclina para darme un beso en mi mejilla y se lo devuelvo -Hasta las siete de la tarde no entro así que os veo después. Ay, casi se me olvida. Toma... -saca una tarjeta y me la entrega -Esta es mi dirección, por si me necesitas y no estoy por aquí, búscame ¿vale?
Asiento y guardo la tarjeta en el bolsillo de mis jeans. Me da otro abrazo y se aleja.
- ¡Saluda a tu padre y a Nino!
Guardo las esposas en el bolsillo trasero, contengo con todas mis fuerzas la risa. Giro sobre mis talones y cruzo la calle. Camino por la acera, riendo sola...
Me detengo en seco. Junto al estacionamiento. Lo veo de perfil, con la puerta del BMW negro abierta...
-Me da igual lo que diga, no se va a salir con la suya... -rugió él rubio al móvil que tiene en la oreja.
¡Zas! Ya noto el sofoco subir desde mis pies hasta la última raíz de mi cabeza. Los latidos de mi corazón bombean con fuerza, trago el nudo, pero no pasa nada ¡mierda! ¡¿qué hace este tío aquí?!