Levanto un poco la vista. Se está alejando. ¡Jesús! El silbido al cerrarse el coche, me había sobresaltado.
-Maldito cretino, idiota. - salí de mi escondite, pero ya se había ido. No me fijé en donde se metió -Ah, pero igual no te librarás de mí... Ya verás... Primero...
El en asfalto, junto a la rueda, localizo una piedra muy pequeña. No soy ni mala ni santa, pero si me provocan respondo también. Sonrío.
Es increíble como una persona puede sacar lo peor de mí. A tal punto que despierta a la arpía que llevo dentro. Y lo más curioso es que ¡me gusta! la arpía que se ha creado en mi interior...
-Y ahora voy a por ti rubio.
Admiro mi obra de arte. La desordenada línea, se aprecia en la pintura negra a lo largo de todo el coche. ¡Vaya, es relajante!
Creo que las cosas, o se hacen bien o no se hacen. Hago la misma operación al otro lado del coche. Como quien dice: Con una rueda no anda un carro ¿cierto?
¡Oyee! ¡Eh detente! ¡Eh!
¡Oh, oh! Atrapó mi brazo. Me volteó y me estampó contra el lateral del maletero, en un parpadear de ojos ¡joder!
-¡¿Loca qué le -las manos son fuertes en mis brazos, y presionaba mi cadera con sus piernas, inmovilizando todo mi cuerpo -... hiciste a mi auto?!
Mi postura inclinada y de lado no es más humillante que, sentir su mirada escaneando todo mi cuerpo, de manera pesada. Mi corazón se me quiere salir del pecho.
- ¡Eh, suéltame!
Libero una mano a duras penas, pero atrapa mi muñeca antes de que mis uñas arañen su cara. El simple movimiento me había colocado de cara a él. Terminó presionando su cuerpo contra el mío.
- ¿La stripper... ? -preguntó rudo, ronco.
Alzo la barbilla, sintiendo mi cara arder, por la vergüenza de la pillada, y de rabia. Esos ojos verdes se clavan en los míos, primero, se abrieron mucho. Segundos después, me fulminan...
-¡¿Qué haces tú aquí?! ¡¿Estás loca?! -ruge entre dientes, mientras muevo mis muñecas entre sus dedos, intentando zafarme - ¡¿Me seguiste hasta aquí?!
Suelto una risita denigrante y, logré zafarme:
-¡Tú me seguiste, psicópata! -empujé su pecho con todas mis fuerzas.
Su espalda golpeó el auto, sujetó mis brazos y me llevó con él. Mi cara chocó contra el hueco de su cuello. Solté un leve gemido. El aroma de su loción entró de imprevisto en mis fosas nasales, lo reconocí al instante.
Sus dedos levantan mi barbilla hasta que sus ojos hacen contacto con los míos. Mi piel se erizó. Sacudo la cara para soltarme. No lo quiero tan cerquita de mí. El inclinarme no sirvió más que, para presionar su agarre en mis brazos, si sigue así, seguro me dejará marcada...
-¿Qué pasa muñeca? ¿Te quedaste con ganas de seguir insultándome y por eso me seguiste hasta aquí?
Pongo los ojos frívolos en los suyos.
-¡Como si yo no tuviera otra cosa que hacer que seguirte a ti! ¡so mierda creído!
-¡Eso es, sigue insultando! -gritó jalando mi brazo hacia su coche -. Me estas difamando públicamente ¡Vamos a ir a la policía ahora y le vas a contar a ellos el por qué le hiciste esto a mi auto!
-¡Claro! ¡Vamos, y de paso les cuentas que me grabaste en contra de mí voluntad...! -terminé apartando un mechón largo de mi mejilla de un resoplido y le reto. -. ¿Quieres ver quién encierra a quién en el calabozo?
-¡Pero-alza su mano, señalándome furioso -... de donde demonios saliste tú!
-¡Del coño de mi madre! -solté altanera. Sus ojos se abrieron ante la sorpresa y noto su agarre hacer más presión -. Si quieres te hago un dibujo y te lo explico ¿no te jode con el rubio?
-¡Eres una loca... descarada!
Abro la boca, indignada.
-Qué poca vergüenza ¿no te dijo tu madre que así no se trata a las mujeres?
El músculo de su mandíbula se movió peligrosamente. ¡Mierda!
-¡¡¡Ag!!! ¡No suelo ser así, pero tú sacas lo peor de mí...!
-¡Aaaah! ¡Me haces daño, suelta! ¡sueeeelta!
Me suelta, brusco. Choco contra su coche. Al choque, las esposas caen de mi bolsillo.
-Tienes exactamente, seis segundos para desaparecer... ¡Vete! ¡antes de que me arrepienta! -me amenaza, entre dientes.
¡¿Y dejarlo con la última palabra?! ¡No! De eso nada, guapo. Ni de coña.
Me agacho, recojo las esposas. Ato una a mi muñeca izquierda. Corro tras él y lo alcanzo. Atrapo su muñeca derecha y...
-¿Qué...? - intenta apartarme, pero ¡demasiado tarde! Gruñó al cerrarse el aro de metal, alrededor de su muñeca-, ¿qué hiciste loca?
-¡Loco tú, si crees que vas a escapar así de mí! ¡Te equivocaste colega!
Asombrado mira su muñeca esposada y mis ojos retadores. De hito en hito. Por un instante apareció una diminuta sonrisa.
Apuesto lo que sea, a que lo sorprendí.
-Dices que saco lo peor de ti, ¿no? ¿Pero, hay algo bueno en ti? ¡dime!
Su mirada invasiva no me detiene, doy un paso, cortando el poco espacio que separan nuestros cuerpos y añado en voz severa:
-¡Vienes a mi trabajo, me dices puta en toda mi cara y para ¡colmo! Encima vas y me despides por no hacerte un baile ¡luego vas y....! ¡dame tu móvil y borra el vídeo!
A saber, qué habrá hecho en estos días con ese vídeo. Mi garganta termina irritada, por su culpa. ¡Será posible!
Su mirada penetrante me pone los nervios de punta. Bajo la vista a los pantalones que lleva puestos, observo sus bolsillos... Cuando alzo la mirada, él tiene las cejas levantadas, casi, casi divertido.
-¡Ultima advertencia! -le amenazo.
Sonríe obviamente, sin ganas.
-¡Adelante muñeca, sé que lo estas deseando! Sino para qué me esposas ¿verdad?
Alzo la mano libre de un movimiento brusco, pero la atrapa al vuelo, antes de impactar en su bonita cara.
-¡Ah. Ah! Lamento decir que... el masoquismo no va conmigo ¡intenta algo diferente! -dice en voz anodino y terminó guiñando un ojo y, forzando una sonrisa ladeada.
Aprieto los labios. La idea de levantar la rodilla cruza por mi mente...
-Uh. Uh. Ni lo intentes... -responde a mi mente.
Joder, ¿se me ven las ideas o qué? Resoplo. Cansada de esta situación, le gruño molesta:
- ¡Ag! ¡Cómo puedes ser tan... tan...! -me detengo a pensar en la palabra que lo defina como tal. Él alza sus cejas, a la espera, sacudo la cabeza. -¡Da igual! diga lo que diga me quedo corta siempre.
El rubio sacude su cabeza. Mira su reloj, y luego a un lado de la puerta del hotel. Levanta la mano en el aire, con ello se levanta mi brazo automáticamente.
-¿Vas a quitar esta madre ya? -clava los ojos en mí, y añade -Digo, si no quieres que estemos todo el día así. Igual si lo deseas, te puedo llevar a la estación de policía. Tu darás tu versión y yo daré la mía ¡y te aseguro que imaginación tengo muchísima! Piensa en esto... -se detiene unos segundos, hace ademán de pensar. -Somos dos amantes locos, que tienen una pelea, y después deciden arreglarse jugando íntimamente, no sé si me explico, al perro y a el gato ¡adivina qué dirán lo oficiales!
Termina guiñando un ojo, en un gesto tan íntimo que aceleró mi corazón y mi estómago encogió.
Lanzo puñales con mis ojos, en un intento de enfriar mis mejillas. La cara me arde ¡Nora no dejes que te ponga colorada como un tomate! No lo merece.
-¡Tú y yo no somos nada! -grité severa.
Vuelve alzar la mano y pude oír el tintineo de las cadenas entre su voz:
-Esto, dice otra cosa cariño.
¡Maldita sea! Tiene razón.
Respiro y trato de calmar mis nervios. ¡Calma Nora! Vamos tu puedes pensar en algo para salir de esto...
Uno, dejarlo pasar y me olvido del tema. Dos, lo mando a paseo y después me olvido de que existe. O tres, le rompo el móvil, la cara, y después me olvido del tema.
Mi mano libre va directo a el bolsillo de su pantalón. Esto me repatea, no quiero ni rozarle, pero me es inevitable si quiero encontrar el móvil para borrar el vídeo.
Tanteo su pierna a través de la tela fina, tanteo unas llaves. Cuando levanto la vista está sonriendo frío como el hielo.
-Lo que buscas está en el centro.
-En tus sueños guapo.
-Oh, me rompes el corazón.
-Como si tuvieras corazón...
A pesar de nuestras palabritas sarcásticas, atrapa mi muñeca y saca la mano de su bolsillo. De un tirón me acercó a su cuerpo rodeando mi cintura, con ello mi brazo también. Mi respiración se corta, al sentir su cara tan cerca de la mía.
-No quiero interrumpir tu cacheo personal -su aliento en su voz grave, me roza los labios -, pero la gente nos está viendo muy curiosos. ¿Quieres que nos detengan por acto sexual en público?
Lo alejo de un empujón, aunque no logro separarlo por mucho, porque me vuelve a jalar. Mi pecho choca contra el suyo. Inclino mi espalda hacia tras clavando mis ojos en los suyos, ida de la rabia.
-Dame tu móvil ¡de una puta vez!
Resopló brusco. Su aliento me golpeó en la cara.
-Primero dame la llave de esta madre que me has puesto.
Oh. Oh. ¿Cómo se negocia esto? Ay dios. No tengo la llave. Me entra la risa floja. Él me mira arrugando las cejas.
-¿Qué es tan gracioso?
Me obligo a calmarme, la cosa se puede poner fea cuando sepa que no hay llave.
El vídeo ¡borrado ya!
-No hay vídeo... ¡te mentí!
Mi cara es un poema...
Espera, espera. A ver, ¿qué posibilidades hay de que me esté mintiendo precisamente ahora para librarse? ¡Muchas! ¡Todas!
-No hay llave.
Vuelve a resoplar, cierra su puño, como si así pudiera contener las ganas de... ¿asesinarme? ¿ahogarme?
Creo que no había visto tanta frialdad en una sola persona...
-Supongo que eres tan inteligente como para saber con quién estas tratando ¿verdad?
Se señala como si de una celebridad se tratase. Prepotente. ¡Es un prepotente!
-Claro, un cretino idiota que intentó seducirme la otra noche y no soportó calabazas ¡eso sé!
-Calabazas, como si yo supiera qué es eso. -Gruñe con una mueca de irritación.
Miró su reloj. Suelta otro gruñido, que me puso la piel como escarpias. Comenzó a caminar, obligándome a seguir sus grandes zancadas...
-¡Óyeme, me vas a romper la muñeca! -protesto a su lado-. ¿Dónde vamos?
No responde, solo murmura palabras que no logro escuchar con claridad.
Llega a la puerta del hotel y se detiene en seco, y se volteó. Clavo mis talones en el suelo antes de chocar contra su cuerpo otra vez.
-Deja ya de arrastrarme de aquí para allá como si fuera tu perrito ¡porque no lo soy!
La manera en que captura mi barbilla... y sus dedos rozan mis labios, me sorprendió. Sus ojos van de los míos a mi boca... Dios, ¿qué hace?
-Es tu última oportunidad -puntualizó.
-¿A-a qué... te refieres? -logro balbucear entre sus dedos.
Me libera en un pequeñísimo tirón tosco.
-Es tu última oportunidad para elegir si quieres saber quién soy y de qué soy capaz de hacer. -asegura sonriendo, falsamente. -¿Llave o celular? ¡elige!
Doy un paso atrás.
A ver, sé que puedo estar pisando un terreno muy peligroso, pero hablando se entiende la gente ¿no?
-¿Podrías calmarte un poco, por favor? -nerviosa quito una pelusa invisible de su brazo, e intentando razonar con él, le propongo -. Lleguemos a un acuerdo ¿sí? Dame el vídeo y me olvido de que existes, para siempre -sus ojos fruncidos me advierten que no está para juegos y, añado. -. Te lo juro. Entierro el hacha de guerra y aquí no pasó nada de nada.
-Ah, ¿sí? ¿de verdad?
A pesar de su tono irónico, asiento.
-Sí.
-¿Y crees que yo me voy a olvidar de lo que le hiciste a mi auto?
Río nerviosa. Noto el sudor frío subir por mi espina dorsal.
-Bueno, lo puedes volver a pintar... Así lo tuneas un poco que, sinceramente está muy soso... Tranquilo, con pintura quedará como nuevo.
Lo piensa...
-¿No te parece? -insisto.
Puedo distinguir la malicia en sus labios y su fría mirada ¡mierda! Esto no va bien. Nada bien. Al cabo de unos pocos segundos, dice:
-Lo que me parece ¡es que tú ya escogiste muñeca!
¡Oh, no! Miro a mi alrededor en busca de ayuda.