Bésame
img img Bésame img Capítulo 4 Cinco minutos en el paraíso
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Capítulo 6 No salgas. Quédate img
Capítulo 7 Te ves cansado. Ven a la cama img
Capítulo 8 Un error de una sola vez img
Capítulo 9 Los sueños cambian img
Capítulo 10 El placer en el dolor img
Capítulo 11 Cena incomoda img
Capítulo 12 Distracción img
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Capítulo 4 Cinco minutos en el paraíso

Obviamente sabía que la intención de Aless por querer entrar al cuarto no era otra cosa más que decir la razón de por qué se encontraba enojado conmigo. Lo sabía. Y sin embargo, observar como la oscuridad nos rodeaba como una manta, sólo me hizo sentir más nervioso. Sobre todo cuándo Aless se presionaba con fuerza a mi cuerpo, una forma de forzar una disculpa fuera de mi boca.

Lo que no iba a suceder, ya que no recordaba haber hecho algo malo como para decir "lo siento". Así que el mal humor de Aless me valía una mierda.

No obstante, mi testarudez no era nada comparado a las reacciones de mi cuerpo. El maldito traidor le gustaba tener a Aless tan cerca, ya que de esa manera podía sentir cada centímetro de su cuerpo musculoso.

Si tan siquiera tuviera una pista de que Aless iba a corresponder a mi beso, hace mucho tiempo me hubiera vuelto una total perra a sus pies. Pero, mi maldito mejor amigo ni siquiera me veía con deseo. Es más, nunca me miraba de una forma que no fuera fraternal, lo cuál me hacía sentir confundido por su reciente malestar.

¿Acaso no debería de ser feliz de ser como él? Al parecer, Aless no le gustaba nada de nada.

Su silencio me ponía demasiado nervioso.

-Habla de una vez, empiezas a asustarme-dije directamente a su pecho, el maldito era demasiado alto como para poder llegar a sus malditos hombros-. ¿Puedes alejarte un poco? Me estás empezando a asfixiar.

-No-murmuró de forma tajante.

Fue cuándo me sorprendí de lo cerca que se encontraba, de que su boca estuviera casi acariciando mi mandíbula.

Tragué saliva.

Decidí ignorar el estremecimiento de placer que me recorrió al sentir su respiración cerca de mi oído, justo dónde era muy sensible mi cuerpo. Aless sabía esto y aún así, lo estaba haciendo apropósito para intimidarme. Lo que indicaba lo furioso que estaba conmigo.

-No entiendo las razones de tu malestar.

-¿No entiendes mi malestar?-susurró Aless de forma ronca, peligrosa-. Que tal si te digo diez razones para que yo ahora me encuentre furioso.

«Diez. La cantidad exacta de los besos que me había dado con Fabiola».

Abrí mi boca, pero la volví a cerrar, sin saber que decirle exactamente.

-¿No dices nada? ¿Ni siquiera intentaras inventar una excusa barata?-cuestionó con dureza. De pronto, rodeó mi cuello con su mano, no presionando, pero si con una clara advertencia de que no me moviera.

Alcé la vista. Pero por la oscuridad de la habitación, no pude distinguirlo bien, sin embargo, lo conocía demasiado bien como para poder adivinar de que se encontraba frunciendo el ceño y quizás apretando sus dientes con fuerza.

Aless acercó su rostro al mío.

-Dejaste que te besará diez veces-acusó mi mejor amigo, a centímetros de mi rostro.

Su nula distancia hizo que pudiera distinguir sus rasgos con más facilidad.

-Si-dije sin aliento y miré a dónde estaban sus ojos -. ¿Y? ¿No puedo hacerlo?

El agarre en mi cuello se apretó un poco.

-¿Por qué?-preguntó con exigencia, en vez de responder a mi segunda pregunta.

Abrí la boca, listo para responder, pero me detuve. Porque algo duro se presionó en mi cintura. «¿Acaso tenía una erección por esta discusión?», pensé sorprendido. «No, era imposible»

Sin embargo, me hice una pregunta mientras el silencio se extendía por varios segundos a causa de mi falta de respuesta. «¿Aless se detendría de presionarse de esa forma si se diera cuenta que en realidad no me generaba miedo sino todo lo contrario? El maldigo, con su cercanía, el olor, su fuerza, e incluso con su carácter de "hombre cavernícola" solo me hacía querer besarlo».

-Te hice una pregunta, Dario.

Mi cuerpo se estremeció al oír mi nombre completo.

-Porque quise-respondí a mi mejor amigo con un deseo insano de morir.

Aless ahora me sujetaba con fuerza el cuello, y unió nuestras frentes.

-Pensé que habías dicho que no eras del tipo que besaba a cualquiera.

-Tú dijiste eso, no yo.

-Recuerdo muy claro que dijiste que esperabas a alguien especial en tu vida para empezar a experimentar cosas. ¿Y ahora me dices que te gusta besar a desconocidas?

Era cierto. Lo había dicho. Pero había sido una forma de que él se diera cuenta de que le iba a permanecer mi corazón, cómo mi cuerpo, toda mi vida. Fue una promesa tonta de un adolescente enamorado.

«Realmente no esperaba que eso iba a seguir de esa manera durante años, ¿verdad?»

No obstante, pese a mis pensamientos, la verdadera razón de que había decidido ya no cumplir mi promesa era porque una semana después de que le había dicho aquello, Aless había empezado a salir con una chica, para luego de dos dias, convertirla en su novia.

Y desde entonces, Aless nunca dejó de estar en una relación, ya que tan pronto terminaba con una, de inmediato entraba en otra.

Su modo de operar duro de esa manera por años, hasta que la decisión de mantenerme virgen para él se fue a la mierda y me resigné a qué Aless me viera como algo más que un amigo.

Así que en mi noche de graduación, tuve sexo con Gabriel, un chico muy lindo y que tenía la apariencia de ser un chico rudo cuando en realidad era todo lo contrario.

Había sido atento conmigo en ese encuentro que solo duró unas horas.

Eso por supuesto, Aless tampoco no sabía nada, sobre todo porqué él aborrecía a Gabriel con todas sus entrañas. Y todo por qué según mi mejor amigo, él tenía malas intenciones con los chicos ingenuos.

Su brújula de moralidad estaba equivocada. Sin embargo, eso tampoco se lo dije a Aless.

No había querido provocar una escena como la que estaba haciendo en el presente.

-Las cosas cambian. -dije con un poco más de seguridad y alzando la vista. Además, yo estaba en lo correcto, maldita sea, él no era mi dueño, por muy mejor amigo que fuera, yo tenía derecho a hacer lo que yo quisiera con quién yo quisiera-. Puedo besar a quién yo quiera sin que me importe tu opinión. Porque son mis labios, mis besos, y yo decido a quién dárselos, no tú.

Su mano libre se colocó en mi cintura y apretó con demasiada fuerza mi cadera, acercando su cuerpo al mío.

Tuve que colocar mis manos en su pecho duro para evitar que se acercará más.

Aless me empujó a la puerta y se presionó todavía más.

-Cállate-siseó enojado-. Quiero golpearte tan duro cuando te escucho hablar de esa forma tan grosera-susurró cerca de mi rostro, vibrando de tensión-. No eres una puta, Darío. Eres mejor que éso.

-¿Y que tal si quiero ser una puta, como dices? Hasta donde sé, soy libre de hacer lo que quiera con mi cuerpo. Soy soltero.

-Solo cállate, Dar.

-No lo haré.

-En serio cierra la boca. Estás haciendo que sea difícil controlarme.

Sonreí con frialdad.

-Golpéame si quieres, no me importa.

-¿Golpearte? Jamás te haría daño.

-Bueno, eso es un alivio...-

De pronto tuve esos labios carnosos sobre los míos, besando con dureza, crueldad. No era un beso suave, ni algo sacado de una película romántica. Era un beso duro. Destinado a herir.

Empujé a Aless, pero era como una maldita pared, apenas tuve la fuerza de alejar mi rostro de él.

-Aléjate, idiota.

-Abre la boca-ordenó Aless con ira.

-Estas...-solo pude decir eso, ya que al instante, Aless volvió a golpear mis labios con los suyos. Su lengua entro en mi boca, con brusquedad y dominio.

Apenas pude pensar, y menos cuándo Aless empujaba su cadera a mi cintura, buscando crear fricción entre su erección y mi cuerpo.

No sabía que le ocurría a Aless pero parecía demasiado furioso como para pensar en que lo estaba haciendo.

La mano que estaba sujetando mi cuello, inclinó mi rostro hacia atrás, obligando a corresponderle el beso.

Lo hice.

Y maldición, fue la peor y la mejor decisión de mi vida. Sabia y se sentía a fuego puro. Fue un choque de labios, dientes, empujes de su cadera, todo se sintió demasiado. Era brutal la forma en que Aless mordía mis labios para que se asegurará de que yo no lo rechazaba.

«¿Cómo si pudiera hacerlo?», pensé con mi mente y mi cuerpo nublado de placer.

Un toque en la puerta hizo que nos separemos de golpe.

-No digas nada-ordenó Aless todavía enojado, y me acercó a su cuerpo.

Respiré agitado mientras era apenas consciente de que mi mejor amigo abría la puerta.

-¿Todo está bien?-preguntó una voz femenina, ni siquiera pude distinguir quién era por la música que llegaba desde abajo.

-Si-contestó Aless con sequedad-. Pero el juego ha terminado, pueden irse a casa.

-No me iré hasta saber que Dario está bien-dijo Fabiola indignada.

La mirada de Aless se volvió fría, asesina.

-Él lo está.

-¿Darío?

-¿Acaso piensas que podría hacerle daño? Es mi mejor amigo.

-¿Darío?-volvió a llamarme Fabiola.

Aless me miró con advertencia, dando a entender que hiciera lo dijo.

Suspiré.

-Estoy bien, Fabi-dije en voz alta.

-Vale, entonces buenas...-

Aless cerró con brusquedad la puerta, evitando que Fabiola se despidiera de manera correcta.

-¿Fabi?-cuestionó Aless con dureza, mirándome con fijeza-. ¿Acaso hiciste algo más que un beso cuando estuvieron solos? Digo, cómo para que le pongas un apodo en tan poco tiempo. Eso significa que te hizo algo más, ¿no es cierto? ¿Te hizo que le lamieras el coño a la fuerza? ¿Te gustó su sabor?

Abrí mi boca sorprendido por las preguntas obscenas.

-Solo fueron cinco minutos, Aless, ¿realmente crees que había tiempo para hacer eso?

Mi mejor amigo alzó una ceja.

-¿Eso es una invitación de tu parte?

-No.

-Yo creo que sí-siseó Aless, y después me tomó de la mano para llevarme a la cama.

Con un gemido, caí en la suavidad del colchón.

-¿Q-qué estás haciendo?-pregunté mientras me sentaba en la cama cuándo escuché que su bragueta se abría de un tirón.

Desde su altura, Aless me miró fijamente.

-Demostrarte de lo mucho que se puede hacer en cinco minutos-dijo enojado y tomó mi mandíbula para que lo mirará-, abre la boca.

Mi corazón empezó a latir de prisa. «Él realmente no estaba diciendo lo que creía que estaba diciendo, ¿verdad?»

-¿Estás idiota?-pregunté con nerviosismo y viendo sus ojos-. ¿Qué piensas hacer, Aless?

Aless se acercó a la cama, rozando sus piernas con las mías.

-Dije que no te iba hacer daño, así que si no quieres continuar con esto, saldrás ahora mismo de la habitación-siseó-, y me traerás a una chica que me pueda coger, Darío. Porque ahora estoy tan enojado contigo que ni siquiera puedo pensar con claridad, y lo único que quiero es joder.

-Aless...-

-Pero te advierto, se lo haré tan duro como una forma de castigo por ser un chico tan fácil con esa chica.

-Realmente no estás hablando en serio.

Aless tomó mi rostro y guió su pulgar a mis labios, buscando que los abriera por completo.

-Decídete de una maldita vez, Darío. Te vas o te quedas. No puedo aguantar más.

Baje la vista a su entrepierna y me encontré con la sorpresa de que en verdad mi mejor amigo estaba duro.

Mi cuerpo sufrió un espasmo de placer.

-No dejaré que le hagas nada a una chica inocente-dije, sonando pacífico, cuándo en realidad estaba ansioso por tomar la erección de Aless en mi boca-, y menos en el estado en que estás, podrías hacerle daño.

La sonrisa de Aless era cínica.

-Bien. Ahora abre la boca.

Alcé la vista. Y lentamente lo hice, abrí mi boca, mostrando mi lengua rosada y dejando que Aless tomará mi cabello con fuerza y empujará su erección al interior de mi boca.

            
            

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