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Los lengüetazos de mi gato sobre mi rostro me sacaron del profundo sueño llevándome hacia la realidad. El sol ya comenzaba a ocultarse y yo seguía ahí tumbada sobre el césped, aún estaba aturdida pero me las arreglé para ponerme de pie con rapidez y sin perder el equilibrio. Poco a poco empaqué y finalmente introduje al noble Amor de regreso al transportador.
―Perdóname pero tenemos que regresar, si se pone más oscuro será riesgoso hacer el mismo recorrido, hay que darnos prisa.
Era consciente de que mi gato poco podía hacer para entender toda la información que vertía sobre él en el día a día, pero su profunda mirada me decía que estaba intentando poner de su parte para comprender la situación.
Él emitió una especie de gruñido pero no se resistió más y cooperó ingresando a ese reducido espacio en el que tendría que descansar hasta nuestra llegada a casa. Sin más tiempo que perder pedaleé a toda velocidad rogando a que el sol se tomara un poco más de tiempo para ocultarse por completo.
Normalmente no tendría problema en regresar a casa durante la noche, pero hacerlo en bicicleta le daba un toque de peligro a la situación. No sabía si lo lograría, no estaba segura de poder recorrer este largo camino sin sufrir algún accidente, tal vez en el peor de los casos alguien me asaltaba en el trayecto.
Las luces de las pocas casas que se encontraban por el camino era lo que me iba indicando la llegada a la ciudad y por fortuna no había sufrido ningún percance.
―Ya casi llegamos Amor, falta poco― hablé nerviosa para no ponerle atención al silencio que nos rodeaba. ―Sólo un poco más y estaremos protegidos dentro de nuestro hogar.
Una motocicleta se escuchó venir a la distancia y entonces aceleré el ritmo sintiéndome en peligro, lo cual era absurdo porque nada me daba indicios de que realmente nos encontráramos en riesgo pero yo me sentía extraña, era tal vez mi instinto el que intentaba mantenerme a salvo.
La motocicleta poco a poco nos fue dando alcance, iba a un ritmo demasiado lento como para sólo estar transitando por ahí sin ningún motivo oculto. A pesar de que el aire ya no llenaba del todo mis pulmones no bajé la velocidad y seguí conduciendo pegada al manubrio intentando esquivar los baches para no salir disparada por los aires junto con mi gato.
Sintiendo la amenaza latente hice sonar la campanilla de la bicicleta con desesperación y eso molestó a Amor, quien comenzó a gruñir terriblemente como si también sintiera la amenaza detrás de nosotros.
Las luces de la ciudad ya comenzaban a hacerse visibles a lo lejos, eso me dio un poco de alivio.
―Señorita― canturreó la persona en la motocicleta casi a un lado de mi
Solté un grito y por poco pierdo el control de la bicicleta, me salí del carril de la ciclovía y continué manejando sobre el arroyo vehicular. Esta experiencia no estaba siendo nada agradable.
A lo lejos vi el faro de una bicicleta acercándose y yo aceleré hacia esa dirección rogando porque esa persona me salvara de tan terrible destino.
―¡Ayuda!― finalmente grité.
Aquel ciclista detuvo su avance y esperó hasta que yo llegara hasta él.
―Una motocicleta nos viene siguiendo― gemí con lo poco de aire que me quedaba.
―¿Profesora? ¿Está usted bien?
Al reconocer aquella voz me puse a llorar como hacía tanto tiempo no me pasaba. Era un desastre de lágrimas, sollozos y espasmos incontrolables que me hacían sacudirme sobre la bicicleta, Amor parecía notarlo y sólo demostraba su preocupación arañando las paredes de su transportador.
El hermano de Sara no dijo nada, se quedó ahí de pie intentando consolarme, pero en realidad parecía que comenzaba a contagiarse con mi paranoia.
―Baja de la bicicleta y vayamos a tu casa, te iré a dejar.
Tomé de buena gana su sugerencia y bajé del transporte para poder caminar a su lado, ambos empujando lentamente las bicicletas. La noche era hermosa pero el sentimiento de angustia me estaba arruinando la velada.
―Cuando me gritaste yo no vi ninguna motocicleta detrás de ti, tal vez lo imaginaste debido al ambiente nocturno.
Las lágrimas se habían detenido y ahora sólo retiraba los rastros de aquel espantoso llanto con el dorso de la sudadera que me había colocado antes de partir de aquel prado donde mis padres descansaban.
―No lo creo, Amor también estaba asustado.
―¿Amor?― preguntó risueño, era la primera vez que su voz no sonaba como si estuviera molesto
―Es el nombre de mi gato. Esta bola de pelos que ves aquí dentro se llama Amor...aunque no es muy cariñoso que digamos.
―Es pequeño, debe tener pocos años contigo.
―Sólo es compacto― sonreí , ―tiene más de diez años conmigo pero se quedó pequeño porque si fuera un gigantón "Amor" sería un nombre ridículo para él.
Finalmente soltó una carcajada que llenó el silencio de aquella noche, el sonido de su risa me tomó por sorpresa contagiándome de su buen humor. Necesitaba esa clase de alivio y relajación después de lo que había experimentado.
Seguimos caminando hasta que llegamos al frente de la puerta de mi casa, extrañamente estaba un poco triste por tener que despedirme pero aun así lo hice. Agradecí su compañía y lo dejé partir hacia su hogar antes de que anocheciera más y fuera riesgoso hasta para él.
Amor salió corriendo del transportador y fue directo a su arenero a deshacerse del estrés contenido. Pobre de mi pequeño, debió estar sufriendo en silencio todo este tiempo.
―Amor, ven aquí, vayamos a descansar y no pensemos más en lo que nos ocurrió. Mañana será un día complicado si seguimos pensando en eso.
Él ronroneó como respuesta y caminó tranquilo hacia la habitación para acomodarse sobre mi almohada.
―Espera ahí, iré a ponerme la pijama y enseguida te acompaño.
No hubo cena, no hubo más movimiento en casa después de que fui hacia la cama, lo único que sucedió aquella noche fue que recordé la sonrisa del hermano de Sara antes de quedarme profundamente dormida.