Por supuesto, sabían quién era.
-Buenas noches- saludó, a sabiendas de las miradas atónitas de todos-. Es un presente para el festejado- dijo, sacando un estuche envuelto en papel de regalo, y entregándoselo al señor Onil después de buscarlo durante unos segundos con la mirada.
-Gracias- alcanzó a decir el hombre.
-Es un placer conocerle. ¿Usted debe ser la señora Sonya?- preguntó, dirigiéndose a la mujer en el centro de la reunión.
-Sí, lo soy. Bienvenido a nuestra humilde casa, que es su casa- ofreció, con demasiada amabilidad, la madre de Rossalind.
-Ya veo que la belleza viene de genética- agregó él con cortesía.
-Gracias, querido. Una vez lo fui, ahora lo son mis hijas. Me parece que aún no conoces a la más pequeña, Jazmina. Hija, saluda al señor Del Villar- le pidió a la joven, que se apresuró a extenderle la mano.
-Sí, es muy hermosa. Felicidades- sus manos se quedaron sostenidas por unos segundos-. Espero pueda verme... como un hermano mayor.
-Claro...- ella le sonrió y viró los ojos con picardía.
Como picada por un bicho, Ross empezó a caminar hacia la puerta. No podía soportar aquello, era obvio ante sus ojos que a su hermana le había gustado también David.
-Ah, Rossalind la mayor...- se dirigió ahora la señora a Ross, haciendo que se detuviera muy cerca de la salida.
-Tengo el placer de conocerla- sin perder tiempo fue hasta donde estaba ella, había notado su intento de escape-. ¿Cómo has estado, mi vida?- la sostuvo de la mano y no vio el anillo-¿Dónde está?- sin darle chance tomó su bolso de mano, lo abrió y sacó la deslumbrante sortija. Y sin mucho preámbulo le tomó la mano otra vez y se la puso. Ross no se atrevió a hacer ningún movimiento- Me parece buen momento para anunciar el compromiso.
-Claro- aceptó muy bajito-. Señores, les presento al señor David Del Villar, mi amigo y jefe- dijo elevando la voz-. Él nos acompaña esta noche y también lo hará el día de mi boda con Joel.
No volvería a repetir la misma historia, su hermana le había echado el ojo a su probable prometido y "era de armas a cuidar".
-Parece que mi futura esposa se ha enojado por algo que hice- declaró con una media sonrisa-. Cometí la torpeza de no pedir oficialmente a sus padres su consentimiento antes de presentarme así- agregó inclinando levemente la cabeza-. Mañana empezarán a llegarles las invitaciones. En otro momento regreso a conversar con ustedes – anunció, mirando a Sonya y a Onil-. Buenas noches- sin más, intentó marcharse, pero su futura suegra lo detuvo.
Todos estaban viendo el diamante en el dedo de Ross.
-Eres bienvenido querido, y por supuesto que cuentan con nuestro apoyo. Faltaba más- se le acercó y lo tomó de la mano, para hacerlo sentarse al lado de su esposo- ¿Qué desea tomar?
-Cualquier cosa, yo solo... deseo conocerles.
Ross no podía dar crédito a lo que sus ojos veían, y finalmente se marchó, dejando a su prometido en la celebración.
Fue hasta el parque del pueblo que quedaba a unos cinco minutos, y se sentó allí con la mirada perdida por casi media hora.
-¿Me puedo sentar a tu lado?- lo escuchó decir, levantando la vista como un relámpago.
-¿Qué haces aquí?- le cuestionó, volviendo la mirada al suelo.
David se sentó y le rodeó los hombros con el brazo.
-¿Qué crees que haces?- le cuestionó ella alejándose.
-¿Ahora por qué estás tan enojada?- le preguntó.
-No te hagas el gracioso conmigo. No seré el hazmerreír de todos por tus bromas de mal gusto.
-¿De qué hablas, mujer?- interrogó, girándose de medio lado para mirarla.
-De tu compromiso de verdad, de eso hablo- le explicó, mirando a la distancia.
-¡Ah, eso!- volvió a enderezarse, mirándola entonces por el rabillo del ojo y cruzando los brazos sobre el pecho.
-¿En serio?- ahora la que se giró fue ella, enfrentándolo-¿Es todo lo que tienes que decir? ¡Encima vienes e irrumpes en el cumpleaños de mi padre para anunciar un compromiso que no existe!
-El nuestro es el verdadero. El otro lo publicaron ellos- confesó con desgano.
-¿Ellos?
-Ellos. Te dije- agregó encogiéndose de hombros.
-¿Qué me dijiste? No entiendo.
-Que querían que me casara- volvió a mirarla por el rabillo del ojo.
-Pero no conmigo, ¿verdad?
-No, con nadie que no sea su elegida. En verdad, no es que deseen que yo me case, ellos lo que quieren es unir las dos familias, y solo estoy yo.
Hubo un largo silencio.
-¿Y ahora qué?- lo miró de soslayo, después de volver a sentarse derecha.
-¿De qué? Lo que ellos digan o hagan...
-No es eso. Pareces triste- dijo haciendo pucheros.
-¡Eso! Deberías darte lástima de mí- se acercó a ella un poco más y la abrazó por el cuello.
Ella solamente lo miró de reojo y luego levantó la barbilla, sonriéndole.
-Y eso... que no saben todo de mí. -Con que yo sepa basta.
-Y si tú tampoco sabes...
-Nada ni nadie podrá mancharte ante mis ojos.
Ross río a carcajadas.
-¿Lo leíste en alguna novela romántica? Aunque no pareces de los que leen ese tipo de libros.
-¿Y qué más no parezco?
-Hum... no pareces un cuidador de casas.
-¡Así que no me creíste! Y yo que estaba contento porque asumía que tú no te habías interesado en mí por... el botín.
-Estaba aturdida pero no estúpida-. Lo miró de reojo.- Tu auto y... tu ropa, era claro que eras o eres rico. ¿Estás decepcionado?
-La verdad, sí. Quería contarles a nuestros hijos que te habías enamorado de mí creyéndome pobre.
Guardaron silencio por un rato.
-Supongo que no regresarás hoy a la ciudad- le lanzó una mirada rápida-. Hay un hotel en el pueblo pero no es la gran cosa- le informó mirando su reloj.
-¿Me acompañarás?- preguntó tomándole la barbilla para hacer que lo mirara a los ojos.
-¡Oh, aquí están!- exclamó Jazmina, acercándose a la pareja- Adónde deseas que te acompañen, David.
David se puso de pie inmediatamente.
-Al hotel- contestó Ross, también poniéndose de pie y marchándose.
-Yo te llevo- ofreció la rubia tomándolo del brazo.
-Puedo llegar solo cuñada, gracias- aseguró, sacando el brazo con disimulo.
-Prefiero que me llames Jazmina.
-Insisto en que me permitas llamarte "cuñada".
-¡Bueno!- se encogió de hombros.
David empezó a caminar dando largas zancadas, sabía que aún podía alcanzar a Ross. Justo antes de alcanzarla, su cuñada lo alcanzó.
-¿Sabes que mi hermana es frígida, verdad?- le preguntó, haciéndolo detenerse y voltear a mirarla pasmado por lo que escuchaba.