NAHIBARU -Dios o mítologia
img img NAHIBARU -Dios o mítologia img Capítulo 5 capt 5 Misterioso descubrimiento
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Capítulo 6 capt 6 Una gran anaconda y la persecución de la bestia img
Capítulo 7 capt 7 Crimen y avaricia img
Capítulo 8 capt 8 Una reliquia codiciada img
Capítulo 9 capt 9 Desquite aborigen img
Capítulo 10 capt 10 Dos rituales diferentes img
Capítulo 11 capt 11 Pactos a escondidas img
Capítulo 12 capt 12 Entre expedicionarios y conspiradores img
Capítulo 13 capt 13 Los periplos de João img
Capítulo 14 capt 14 Entre dos bestias de La Amazonia img
Capítulo 15 capt 15 El reencuentro con João img
Capítulo 16 capt 16 Dos semanas de agitación img
Capítulo 17 capt 17 De regreso a la caverna de los muertos img
Capítulo 18 capt 18 Nuevos descubrimientos img
Capítulo 19 capt 19 Sospechas y acechos img
Capítulo 20 capt 20 Ataque sorpresivo y venganza consumada img
Capítulo 21 capt 21 Momentos de tensión img
Capítulo 22 capt 22 Atrapados y sometidos img
Capítulo 23 capt 23 Furia desatada img
Capítulo 24 capt 24 El cuaderno de Rossana Bond img
Capítulo 25 capt 25 La tumba del soldado inmolado img
Capítulo 26 capt 26 El ojo que llora sangre img
Capítulo 27 capt 27 Un templo bajo la montaña img
Capítulo 28 capt 28 Enigmas y pasado img
Capítulo 29 capt 29 Revelaciones increíbles img
Capítulo 30 capt 30 El extraordinario Alan -FIN img
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Capítulo 5 capt 5 Misterioso descubrimiento

Por un corto tiempo más, estuvieron intentando sacarse información por ambas partes en el que los empleados de Caetano insistían en convencerlos de que les era prioridad llegar lo antes posible a su campamento, más todo intento fue en vano, ya que los aborígenes no cedían en compostura, hasta que uno de los más ancianos se levanta alejándose unos metros del resto para detenerse frente a la fogata y se arrodilla cogiendo temerariamente una tea encendida con la que traza algunos signos a su alrededor y sobre la tierra, después que las diminutas lumbres se apagan se cubre el rostro con la ceniza

quedada en el suelo, y devuelve la astilla a la hoguera para a continuación elevar los brazos al cielo y murmurar y gesticular con las manos, al hacerlo, todos sus iguales enmudecen, pues saben que va a intentar comunicarse con los guías espíritus de guerreros de antaño.

Cuando el viejo concluye sus oraciones todo su cuerpo se contrae por la rigidez y entonces una joven se le acerca y le obliga a respirar un polvo amarillento, segundos después el anciano se estremece para ahora quedar en total quietud, mientras las órbitas de sus ojos danzan al compás de las llamaradas que brotan de la fogata y súbitamente su boca se mueve formulando frases incomprensibles incluso hasta para los demás indígenas.

A medida que sus labios iban menguando en movimiento, su cuerpo recobraba su habitual flacidez y al salir del trance abre lentamente los ojos, entonces habla en ese lenguaje que solo los autóctonos entienden. Pero el interlocutor a su vez le traduce lo escuchado a los de la compañía:

- El gran chamán ha invocado a los muertos y a los dioses, y ellos le han contestado... -de repente detiene sus palabras, mirándolos fijamente y con recelo.

Bardales y los suyos; siente temor de haber sido descubiertos y aunque saben que portan armas de fuego que les pueden dar ventaja, no dejan de reconocer que su grupo es reducido comparándolo con la superioridad numérica de los yanomamis quienes son diestros con los arcos y flechas y los garrotes y las dominan a la perfección y con agilidad increíble, por lo que no hacen nada que los ponga en peligro por lo que guardan silencio, pues saben que traen una carga sustraída de un lugar ancestral y temen que los espíritus lo hayan revelado al brujo. Entonces de Souza para conocer lo que oculta el intérprete, rompe el mutismo:

- ¿Qué han hablado los ancestros de esa criatura a la que llaman Nahibarú?

El hombre no responde de inmediato, ya que se voltea y mira a sus compañeros que ahora están todos en pie y silenciosos; sin embargo, no muestran signos de agresividad y finalmente le reconoce:

- El sabio anciano, comunica que la criatura que avistaron no es tan antigua como la que caminaba por la selva. Aquella dejó de verse cuando llegaron los conquistadores... La de ahora es un engendro que domina las peligrosas aguas, las llanuras y selvas y fue enviada para expulsarlos de sus dominios, todos aquellos que hieran la selva y la desangren morirán de igual modo.

Uno de los empleados se adelanta alarmado e irritado y exclama:

- ¡Díganles a sus espíritus que nos enseñen a sobrevivir y mantener a nuestras pobres familias sin trabajos como ese...! O por ordenanzas de nuestro jefe continuaremos cazando a esa bestia que de igual forma puede representar una amenaza para vuestra gente.

Percibiendo una muestra de indignación y descontento entre los forasteros, algunos jóvenes guerreros de entre los aborígenes levantan sus armas listas, pero el chamán los aplaca y seguidamente vuelve a hablar, al concluir sus palabras son repetidas en el idioma que entienden.

- Los cazadores de las tribus Xokleng y Maxakali, también han avistado al emisario de que ustedes llaman El Nahibarú y lo vieron merodeando cerca del gran río o dentro de sus aguas infestadas de caimanes, algunos creen que vive en una ciudad que se sumergió hace muchos años... Ustedes no lograrán abatirla, pero si beben de la pócima de la sabiduría, tal vez logren comprender cómo evitarla y ahuyentarla para que no se atraviese en sus caminos y los deje trabajar en paz.

Bardales, quien hasta ahora en silencio exclusivamente analizaba la situación, decide abandonar su asiento sobre un tronco y le objeta:

- En el campamento los que se toparon con él, quedaron aterrados, algunos lo comparan con una serpiente que camina, otros con un lagarto resbaladizo que te mira con ojos inyectados en sangre, ¿cómo no temerle a eso y tratar de darle caza? Sabiendo que cada vida corre peligro en su presencia y ahora nos amenazan con que su guerra es contra simples trabajadores.

Todos asientan a sus palabras, pero el chamán levanta los brazos y vuelve el silencio. Después le habla al que ha estado traduciendo y al concluir se aleja mirando al cielo y murmurando nuevamente.

- El chamán nos ordena descansar y ahora les ruega que por su bien beban de la poción, por lo menos serán de ese campamento los que tengan la sabiduría para evitar a esa criatura. Al despertar sabrán qué senderos tomar, cómo despejar esos miedos y no verse en el camino de la horrible bestia.

Un rato más tarde, no pueden negarse a beber, pues están convencidos de que es la única salida que les queda si desean recibir el conocimiento de cómo regresar a salvo. Mientras les van pasando una vasija con un líquido caliente, aromático y de amargo sabor, la beben a regañadientes porque oponerse también se percibiría cuál grave ofensa para aquellos aborígenes y sus dioses...

Al siguiente día, el sol ya hace un par de horas que envía sus primeros rayos, cuando de Souza abre los ojos, y comprueba que es el primero en hacerlo, aturdido, mira a su alrededor y solo divisa a los que llegaron con él. De los aborígenes no queda rastro alguno y encolerizado intenta buscar entre los bultos soñolientos la carga que traían, pero esta también se ha desvanecido -ni una sola miniatura ha logrado quedar en poder de ellos- y maldiciendo zarandea a Bardales que alarmado y atontado se despierta.

- ¿Qué sucede? ¿Acaso pretendes quebrarme el hombro? Estúpido podías simplemente darme un par de gritos.

Encolerizado de Souza, da una patada levantando polvo de la tierra y le vocifera:

- ¡Bardales, los malditos indios nos han engañado y se han burlado de nosotros! El chamán y los suyos debieron percatarse de lo que traíamos y durante la noche se marcharon con la carga.

- ¡Por todos los demonios de la selva, ahora no tenemos nada y seguimos sin saber cómo regresar!

- Vamos, despertemos al resto y busquemos los senderos -aconseja de Souza mientras que con los ojos examina los alrededores.

Entre tantos desatinos y andares, ya cerca del mediodía logran divisar entre el espeso follaje una senda que los conduce a una antigua vía férrea que hace mucho tiempo dejó de ser utilizada, pero es bien conocida por algunos y siguiendo su curso saben que antes del atardecer lograrán alcanzar el campamento...

Dos días antes

En la misma gruta donde quedaría atravesado Cavero, sin conocimiento de lo sucedido y por otros pasadizos y bóvedas, Caetano, Cabral y los que los siguen han divisado aislados restos de osamentas de animales que debido a su blancura indican que fueron devorados mucho tiempo antes; a pesar de lo encontrado no logran dar con algún indicio de que sus depredadores moren el lugar en la actualidad, puesto que es lo único con lo que se han estado tropezando cada ciertos tramos y así continúan rastreando cada sitio al que llegan y a unos doscientos sesenta metros de recorrido al llegar a una de las más vastas cámaras, la sorpresa deja a todos enmudecidos y también olvidan el motivo de su presencia allí, antes de que sus seguidores comiencen a curiosear el cabecilla les ordena apartarse y no tocar nada, y unos minutos después escucha la voz de su capataz:

- ¡Por todas las anacondas de los pantanos patrón! ¡Las vestimentas de esos cadáveres no son de estas tierras y aquellos restos parecen ser de una antigua embarcación de vapor!

- Qué demonios hace eso aquí dentro - cuestiona asombrado.

- No puedo imaginar el trabajo que pasaron para introducirla -reconoce el capataz.

- Cabral, estoy tan perplejo como los demás. Quienes se refugiaron en estas grutas pertenecían a una expedición norteamericana, reconozco esas ropas, aunque han pasado de moda, me lo demuestran. ¿Pero en qué año llegaron hasta aquí y por qué?

- Lo más intrigante es, ¿por qué eligieron este sitio para refugiarse? Si lo frecuentaba o frecuenta ese monstruo del Nahibarú... No entiendo.

- Tampoco le encuentro una explicación lógica.

- Señor Caetano, eso debe haber sucedido mucho antes de que la compañía se adueñara de las tierras que estamos talando... ¿Qué les pudo suceder y que los obligó a ocultarse hasta morir?

- Creo que nunca lo sabremos, aunque especulando un poco tal vez se ocultaron aquí de esa bestia y por temor a encontrarla nunca más salieron a la intemperie.

- Es un misterio jefe - reconoce el capataz.

Caetano, se mantiene pensativo por unos instantes y más tarde comienza a dar pasos cortos por el lugar, sus hombres aguardan silenciosos, el indígena que los acompaña se mantiene expectante y apartado, pero murmurando entre dientes. Entonces el líder del grupo se acerca a los trozos de metal y madera que aquellos dos desconocidos utilizaron para crear una pequeña mesa, sillas, anaqueles y una rústica barricada que pretendía cerrar el acceso a otro túnel que conecta con aquel segmento de la gruta. Minuciosamente, lo revisa todo intentando descubrir el nombre del navío, después observa con detenimiento cada instrumento, cada libro que ve sobre el improvisado mueble, o bien colocados sobre los ordinarios paneles, sus ropas y las rústicas armas confeccionadas para defenderse de algo que les llevó a perecer en aquel remoto y oculto lugar y tras un largo rato de meditación se voltea hacia los que le observan:

- Cabral, creo que se parapetaron aquí para defenderse el Nahibarú. Dejaremos todo como está, creo saber la procedencia de estos desdichados, vamos busquemos al otro grupo, y sigamos intentando dar con la maldita bestia.

En ese justo momento un grito desgarra el aire, proviene de la boca de Américo que palideciendo señala a la oquedad del otro extremo, todos se voltean a mirar y divisan la escalofriante silueta de la criatura que han estado rastreando y que los acecha desde la entrada.

- ¡El Nahibarú! -exclama João, alarmado mientras va retrocediendo.

Eduardo levanta el fusil apuntándole... Y seguidamente se escucha el disparo seguido de un estridente y escalofriante chillido, cuando martilla nuevamente el arma ya la criatura se ha desvanecido ante la vista de los presentes.

- ¡Por todos los demonios, no podemos dejar que escape! -grita encolerizado Caetano e intenta correr en dirección al pasadizo seguido del grupo, pero el capataz le detiene tomándolo del hombro.

- Jefe, esa bestia es tan rápida como una bala, Eduardo no pudo alcanzarle y mira al indígena, se ha puesto de rodillas y reza en su idioma, así de nada nos servirá y estamos en territorios solo conocidos por la criatura, debemos tener cautela.

Caetano, está al tanto de que lo que acaba de oír tiene todo el peso de la razón, pero mentalmente lo pone en una balanza y lo que cobrará por el Nahibarú la inclina a su favor.

- Cabral, dejáremos tres hombres aquí para que acopien todo lo que ven y regresen al campamento junto con el resto, los demás seguiremos a la criatura... Tú entre ellos te vienes conmigo. Salimos a cazarla y eso haremos aunque tengamos que talar toda esta condenada selva.

El capataz, si bien no está muy convencido, debe acatar sus decisiones y pronuncia:

- Los que tengan las armas de fuego, nos seguirán. José María te quedarás con dos más y ya han escuchado al jefe... Recojan lo que puedan llevarse, por el resto vendremos después.

Tras algunos intercambios de provisiones, siete hombres se internan en el túnel por donde desapareció la criatura...

Un buen rato después los que quedaron regresan y se encuentran con Bastidas y los otros que mantenían la vigilancia en los pasadizos y cuando se reúnen con el resto fuera de la gruta, retoman los senderos de regreso al campamento...

                         

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