-Alexander, ¿qué haces aquí tan temprano? -me preguntó, sus ojos mostrando una frialdad que me era familiar.
-Louise, ¿ese hijo puede ser amigo? -fui directo. Sabía que esa era la única manera de lograr que ella mostrara más de lo que aparentaba, y por su expresión, supe que si era mío.
-Oh -respondió ella, señalando con un gesto su pecho.
-¿Estás loca? No puedes quedar embarazada, ni siquiera podrías saberlo tan rápido a menos que quisieras quedar embarazada y estés pendiente de eso -dije, acertando por su expresión.
-No es tuyo, es solamente mío -afirmó, concentrándose en su trabajo como si quisiera evadir la conversación.
-Es mi sangre, también es mío.
-Jamás, solo me sirven tus genes, no te quiero como papá de mi hijo, además puede que no haya funcionado.
-¿No? Todas las veces que me vine dentro de ti, te aseguro que al menos en una acerté.
-La primera noche lo hiciste -contestó, dejando de mirarme y centrando su atención en el trabajo.
-¡Escúchame, maldita sea! -me acerqué, golpeando la mesa. Louise se sobresaltó y respiró profundo.
-Alexander, tú no quieres ser padre, ¿por qué armar un drama? Yo no quiero un hombre en mi vida, un bebé, claro que sí.
-Louise, no puedes privar a una persona de ser padre.
-Puedo si la persona jamás quiso hijos.
-Quiero hijos, pero no encontraba a la persona correcta.
-No cambia en nada, no soy la persona correcta para ti, puedes continuar tu camino.
-¿Quién te dijo que no eras la correcta? -Su mirada, al principio triste, se volvió fría, como si no sintiera nada por mí.
-No necesito que me lo digan para saberlo, los actos hablan demasiado -se recostó en su silla, aparentemente imperturbable.
-Haré parte de la vida de ese bebé, si de verdad estás embarazada.
-Si no lo estoy, ¿qué harás? -preguntó con desafío.
-Quedarme hasta dejarte embarazada -nuevamente su expresión la delató-. ¿Quieres tener un hijo? Te voy a llenar tanto que no podrán negar que ese hijo es mío.
-Ya perdiste tu turno, no quiero nada con nadie.
-No me importa, yo sí quiero algo -afirmé con determinación.
Ella respiró profundo, como preparándose para algo.
-Ya perdiste tu turno, Alexander. No puedo cambiar lo que fui para ti, y no tengo interés en repetir esa historia.
-¿Cuál historia? ¿Esa que quedó inconclusa por culpa de tus padres?
-Ellos creían que era lo mejor para mí.
-Eres una tonta, Louise, solo eran tan sobre protectores con su hija que solo quería ser libre a costa de todo.
-Alexander, tú no me querías. Solo buscabas alguien con quien aliviar tu soledad, y yo era la candidata perfecta para eso. Jamás mostraste verdadero interés en salir conmigo; no estabas preparado para una relación. Te esperé casi seis meses, y siempre me decías que era normal, que eras mayor que yo y por esa razón debía ser paciente -me señaló con amargura mientras sus ojos se llenaban de lágrimas-. ¿Quieres saber la verdad? Casi me destruyo cuando decidí dejarte ir por mi propia salud mental. Lloré durante tres meses por perder a la persona que quería en mi vida, y cometí el error de acostarme con alguien más después de eso. Pero cada vez que lo intentaba, lloraba por tu recuerdo.
La habitación se llenó de un pesado silencio mientras absorbía sus palabras. La crudeza de su confesión resonaba en el aire, revelando capas de dolor y vulnerabilidad que desconocía. Las lágrimas en sus ojos eran testimonio de la batalla interna que había enfrentado.
-No estaba preparado, Louise, pero eso no significa que no sintiera nada por ti -intenté explicar, pero ella continuó con su relato mientras niega con la cabeza.
-No quiero justificaciones. Aprendí a vivir sin ti, a reconstruirme después de lo que me hiciste. Pero ahora, no puedo permitir que vuelvas a entrar y destruir lo que tanto me costó reconstruir -sus palabras resonaron con firmeza, marcando una línea clara en la arena emocional entre nosotros -Te sigo amando y saber que amé a alguien que solo conocí en seis meses, pero jamás llegó a sentir eso por mí, fue mi condena.
La verdad desnuda de sus sentimientos y experiencias se abría paso, revelando el precio que ambos habíamos pagado en el pasado. Mientras enfrentábamos las cicatrices de lo que fuimos y lo que dejamos de ser, quedaba claro que el tiempo y las heridas no habían disipado completamente la complejidad de nuestros sentimientos compartidos.
Nos quedamos en un profundo silencio por minutos muy largo, donde ella se limpió las lágrimas, cuando se iba a sentar se escuchó un sollozo más agudo y ella se cubrió su rostro, recordaba la primera vez que estuvimos juntos, como compartió su dolor de la primera experiencia que tuvo, como la destruyó así como yo lo hice.
-Lo siento, sé que eso no puede solucionar nada, sé que eso solamente te hará más daño, pero quiero que sepas que refleje mis traumas en ti, no quería eso.
-Alexander, me acostumbré a estar sola, a vivir a mi ritmo, mientras organizaba todo en mi cabeza para ser madre, ¿sabes qué es eso? Una mujer de 25 años quiere ser madre, quiero tener una familia, incluso si le toca sola -Me mira, esa misma mirada de hace unos años -Porque yo soy capaz, le daré lo mejor a mi hijo, ¿por qué quieres hacer parte de esto?
-No sé -Confieso, pero algo en mí me decía que debía estar con ella, que debía buscar la felicidad a su lado, que podría sentar cabeza si ella estaba a mi lado.
-No me sirve eso, guapo -Su apodo desde que hablábamos, siempre me decía lo lindo que era, todo lo que gustaba de mí, pero yo jamás hice eso con ella -. Tienes hasta el 25 de diciembre para ver si te quedas conmigo o no, en estos días si no me llega el periodo, me haré la prueba para confirmar que estoy embarazada.
-¿Si lo estás, me lo dirás?
-Ya sabes que podría tener un hijo tuyo, estás en tu derecho de ejercer tu rol -Me mira con ojos tristes -No me hagas daño, tienes hasta el 25 para decirme si serás incluido en mi vida también o solo en la del bebé.