Amor a fuerza de resentimiento
img img Amor a fuerza de resentimiento img Capítulo 3 Encuentro de Elsa con Juan de Dios y Rolo
3
Capítulo 6 Elsa discrepa con Juan y Mercy img
Capítulo 7 Algunas evidencias img
Capítulo 8 Encuentro temeroso img
Capítulo 9 Entrevista a una víctima sexual img
Capítulo 10 Entrevista a una maleante img
Capítulo 11 Pablo razona img
Capítulo 12 Reverso de un caballero img
Capítulo 13 Frente a un psicópata img
img
  /  1
img

Capítulo 3 Encuentro de Elsa con Juan de Dios y Rolo

Elsa no le quitaba los ojos a Juan de Dios, era una mirada rebelde.

—No sé a qué viniste. Tú no tienes una pica de vergüenza.

—Algo me dice que tú eres la única culpable de que Rolo te haya vuelto a violar.

—Tú no puedes estarme culpando —airada—. Rolo si me violó en aquella oportunidad. Pero en esta ocasión no puedo decir que fue él, porque tenía la cara cubierta con una tela negra.

—Pon la cabeza a pensar —le advierte—. Él se tapó la cara para que tú no lo reconocieras. Pero hay más cosas en que tú lo pudiste reconocer —fue al detalle—. Su voz al hablarte, el tamaño de sus manos y el tamaño de su…

Elsa lo interrumpe.

—No te empeñes en decir que fue Rolo. Deja de ser caprichoso.

—Tú siempre con la misma respuesta. Parece que todavía hay algo entre ustedes. Hace falta que seas sincera esta vez.

—Entre nosotros ni hubo ni hay nada, Juan de Dios —insiste—. No hay nada, ¿me oíste?

—No soy tan tonto como para creerte. Tú me estás ocultando alguna cosa —en tono duro—. ¡Acaba de decir lo que hay entre ustedes!

Elsa Núñez lo observó y percibió la fuerza, la tenacidad que había en el rostro de Juan de Dios. Ella se pone en pie. Se muestra nerviosa. —No es posible que hayas venido a fastidiarme. Estoy cansada, Juan de Dios. Me duele todo el cuerpo por la golpiza que me dio ese bruto —a suplica—. ¡Por favor, vete! Quiero estar tranquila. —Pues, mira, no me voy a ir hasta que no me aclares ese asunto. —con tono duro—. ¡Óyelo bien! ¿Tú estás con Rolo?

Elsa Núñez se separó tres pasos de Juan de Dios. En los turbios ojos de éste había una mirada de resentimiento. Ella algo molesta le dijo.

—Sé que me odia, pero tú no me vas a humillar. Acaba de irte, no quiero seguir hablando contigo.

—¡Contéstame la pregunta que te hice —con tono exigente—. Estoy esperando por ti, Elsa.

Ella cambió bruscamente de algo molesta a malhumorada.

—Estás de más en esta casa —en un acento agresivo—. ¡Sal, sal de aquí inmediatamente y no vuelvas más!

—Estás demostrando que entre tú y Rolo hay relaciones amorosas. Por eso no quisiste acusarlo. Después de todo, me place que te haya vuelto a violar en el puente.

Juan de Dios da tres pasos para acercarse a Elsa.

—No te acerques. Hazme el favor de irte de una vez —con voz tajante—. ¡Fuera, fuera de mi casa! No tienes ningún derecho a exigirme nada.

—Todo ha sido una farsa de tu parte. Me traicionaste con quien era mi mejor amigo.

Elsa le dijo con arrepentimiento.

—No sé por qué no me di cuenta antes. Tú y Rolo han estado jugando conmigo. Esta vez no me voy a quedar callada. Voy para la policía a denunciarlo.

—Te voy a dar un consejo. Evita meterme en problemas para que no recibas una respuesta que no te agradará nada.

Dicho esto, Juan de Dios se marchó. Repentinamente y aprovechando que la puerta estaba abierta, entró Rolo Arzola y cerró la puerta. Al verlo Elsa, siente que su cuerpo se le acalambra, se acerca a Rolo con cierta inseguridad. Él la miró tajante, como si con la mirada la estuviera estrangulando.

—Vine hablar contigo, Elsa. Pero para entendernos.

—No vuelvas con lo mismo. Nunca te voy a perdonar lo que me hiciste. ¿Me oíste? Nunca...

Rolo Arzola la interrumpió.

—Se te ha metido en la cabeza cambiar mi actuar hacia ti. Quiero que sepas una cosa. No te voy a dar ese gusto. Seguro que no.

—Supongo que estás satisfecho. Me golpeaste, me violaste, me humillaste. Si no fueras tan cobarde no estarías aquí en mi casa averiguando cosas que tú sabes que eres el culpable.

—Ya veo que no nos vamos a entender. Tú no dejas de ser orgullosa.

—No tengo que entenderme en nada contigo.

—Alguien fue a mi casa a decirme que me cuidara de Juan de Dios y de ti. ¿Es cierto?

—No tengo que ver con eso. Arréglensela ustedes como puedan.

—Por lo visto, tú no me vas a dejar tranquilo.

—Es todo lo contrario. Fíjate si es así que tú has venido a molestarme.

—Si estoy aquí en tu casa es porque tú has dicho que yo te violé. Tú sabes bien que eso no es así.

—Estoy segura que fuiste tú. Y no me voy a callar.

—Estás cometiendo un grave error, Elsa —le dijo en tono amenazante.

—Tú no me asustas con ese tono amenazante. Entiéndelo me violaste, chico. No voy a decir otra cosa.

—Voy advertirte algo. Tú no vas a salir nada bien de todo este enredo que has armado.

—Esta vez no voy a callarme la boca pase lo que pase. Fíjate bien, aunque tenga que enfrentarme a la muerte.

La actitud desafiante de Elsa Núñez causó un inmenso calor en todo el cuerpo de Rolo Arzola. En su mente quedaba aún latente la noche que hicieron el sexo en una cama, donde disfrutaron los placeres amorosos.

—En cualquier momento te voy a enseñar que de mí nadie se burla. Ya lo veras.

—No sé cómo tú lo vas lograr.

—Vamos a dejar que sea Dios quien valore entre tú y yo. De lo contrario no voy aguantar mis impulsos.

—A ver, ¿qué me vas a hacer? —airada— ¿Violarme otra vez?

Rolo Arzola dejó ver una leve sonrisa en las comisuras de los labios.

—Voy hacerte otras cosas más bochornosas. Te voy a poner un tapón en la boca.

Elsa sintió que su rostro se prendía en un fuego insoportable.

—Tú estabas esa noche en el hospital, y saliste detrás de mí —exigente—. Dime que no fue así... Anda, dímelo.

—No tiene sentido eso que tú estás haciendo conmigo. Tu actuar es ofensivo.

—Tú no tienes vergüenza, Rolo.

Él cambió de posición. Elsa Núñez no dejaba de observarlo.

—Ven acá, chica —malhumorado—. ¿Qué tú pretendes con tus insinuaciones? ¿Eh? Dime.

—Hazme el favor de comportarte aquí, en mi casa.

—Es mejor que te tranquilices, si no quieres que me olvide que eres una vieja.

—No me digas que ahora es que te das cuenta que soy una vieja —amenazante—. Si me sigues molestando se lo voy a decir todo a la policía.

—Te voy a enseñarte que a mí hay que respetarme.

Elsa se puso en pie. Su rostro brillaba rabioso.

—¡No te atrevas a dar más un paso. ¡No te voy a permitir que sigas con tus abusos!

Ciego de rabia, Rolo Arzola se abalanzó sobre Elsa Núñez y la tiró bruscamente en el sofá, apretándole con fuerza el cuello. Las energías de Elsa fueron disminuyendo. Ella lo miró vagamente, con sus ojos desesperadamente abiertos. Rolo fue liberando poco a poco su cuello. Elsa quedó tendida en el sofá, inmóvil, desfallecida.

—No te mato a prodigio de Dios. No quiero ir de nuevo para la cárcel, y mucho menos por matarte.

—Quítate de mi vista.—desanimada— ¡Lárgate de mi casa!

—Sí. Yo me voy a ir. La próxima vez las cosas van a ser diferentes.

Elsa suspiró profundamente.

—No faltó nada para que este desgraciado me matara. Va y estoy equivocada, pero se parece tanto al hombre que me violó... —en suplica— ¡Ay virgencita de la Caridad! Ayúdame a salir de esta terrible pesadilla.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022