Se Embaraza de su Tío Millonario
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Capítulo 4 04

Sofía se sentó en la cama, abrazando sus rodillas, con el rostro oculto entre ellas. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas mientras su corazón se partía en mil pedazos. Alejandro, su amado tío, iba a casarse con Valeria y formar una familia con ella.

Después de la dolorosa conversación que habían tenido, Sofía sintió que ya no podía permanecer un día más en esa casa. El saber que Alejandro había elegido cumplir con su "responsabilidad" en lugar de luchar por su amor la destrozaba por completo.

¿Cómo podría vivir con la certeza de que Alejandro se estaba entregando a otra mujer, de que iba a tener un hijo que no era suyo? El simple pensamiento le revolvía el estómago y le oprimía el pecho.

Lentamente, Sofía se levantó y comenzó a recoger algunas de sus pertenencias. Debía alejarse de allí, escapar de ese dolor insoportable antes de que terminara por consumirla por completo. No podía seguir viviendo bajo el mismo techo que Alejandro, viendo cómo se casaba y formaba una familia con Valeria.

Con manos temblorosas, Sofía hizo una pequeña maleta, guardando lo esencial. Sabía que no podía llevarse mucho, pues necesitaría dinero para empezar una nueva vida en algún lugar lejos de allí. Pero no le importaba, con tal de huir de esa agonía.

Cuando terminó de empacar, Sofía se detuvo frente a la ventana, contemplando la noche estrellada. ¿Adónde iría? ¿Cómo lograría sobrevivir lejos de todo lo que conoció? Esos pensamientos la aterrorizaban, pero aún así, la idea de quedarse y ver cómo Alejandro se casaba con otra mujer era aún peor.

Tomando una última bocanada de aire, Sofía se dirigió a la puerta, con la maleta en la mano. Debía salir de allí lo más pronto posible, antes de que el valor la abandonara. Cuando abrió la puerta, se encontró de frente con Alejandro, quien aparentemente había ido a buscarla.

-Sofía, ¿adónde vas? -preguntó Alejandro, notando la maleta que llevaba-. ¿Qué estás haciendo?

Sofía lo miró con los ojos enrojecidos por las lágrimas y el corazón palpitando con fuerza.

-Me voy, tío -respondió, con voz temblorosa-. No puedo quedarme aquí, no puedo ver cómo te casas con Valeria y formas una familia con ella.

Alejandro la tomó suavemente de los brazos, mirándola con angustia.

-Sofía, por favor, no hagas esto -suplicó-. Sé que es difícil, pero te necesito aquí, conmigo.

Sofía negó con la cabeza, apartándose de él.

-No, tío. Tú ya has tomado tu decisión, y yo no puedo quedarme a presenciar cómo te alejas de mí -dijo, con firmeza-. Esto es demasiado doloroso para soportarlo.

Alejandro la miró con desesperación, sintiendo que el mundo se le venía encima.

-Sofía, por favor, no te vayas -rogó-. Sé que nuestra situación es complicada, pero no quiero perderte. Eres la persona más importante para mí.

Sofía lo contempló con una mezcla de ternura y amargura.

-Tú ya has elegido, tío -susurró-. Elegiste a Valeria ya tu responsabilidad sobre nosotros. Ahora, yo debo elegir mi propia felicidad.

Alejandro se acercó a ella, tomándola del rostro con desesperación.

-Sofía, escúchame -dijo, con voz temblorosa-. Sé que esto es una locura, pero no puedo estar sin ti. Te amo más de lo que debería, y la sola idea de perderte me está matando.

Sofía sintió que las lágrimas volvían a brotar de sus ojos.

-Entonces, ¿por qué te casas con Valeria? -preguntó, con un hilo de voz-. ¿Por qué renuncias a nuestro amor?

Alejandro la miró con profunda agonía.

-Porque tengo que hacer lo correcto, Sofía -respondió, con pesar-. Valeria está embarazada y yo debo cumplir con mi responsabilidad como hombre.

Sofía se soltó de su agarre, retrocediendo varios pasos.

-Pues entonces, yo también debo cumplir con mi responsabilidad de apartarme de ti -dijo, con determinación-. No puedo quedarme aquí y verte casado con otra mujer. No puedo soportar el dolor.

Alejandro la miró con desesperación, sintiendo que el mundo se le venía abajo.

-Sofía, por favor, no me hagas esto -suplicó-. Quédate conmigo, te lo ruego.

Sofía negó con la cabeza, las lágrimas deslizándose por sus mejillas.

-Lo siento, tío -murmuró-. Pero mi corazón no soportaría ver cómo te casas con Valeria y formas una familia con ella. Debo irme, por mi propio bien.

Alejandro intentó detenerla, pero Sofía se escabulló rápidamente, bajando las escaleras y saliendo al exterior. Alejandro se quedó paralizado, observando cómo la silueta de Sofía se perdía en la oscuridad de la noche.

Sofía caminaba a toda prisa por las calles, sintiendo que el corazón le iba a estallar. Las lágrimas nublaban su visión, y el dolor en su pecho parecía consumirla por completo. No tenía un destino claro en mente, solo la necesidad imperiosa de alejarse de allí, de escapar de la agonía que le provocaba la idea de Alejandro casándose con otra mujer.

Mientras caminaba, Sofía pensaba desesperadamente en qué haría a continuación. No tenía mucho dinero y no sabía dónde ir. Pero en ese momento, lo único que importaba era poner la mayor distancia posible entre ella y Alejandro.

Finalmente, Sofía llegó a la estación de autobuses. Mirando a su alrededor con nerviosismo, compró un boleto a la primera ciudad que salía. Subió al vehículo y se acomodó en un asiento, sintiendo cómo el autobús se ponía en marcha.

Mientras observaba el paisaje que iba dejando atrás, Sofía dejó que las lágrimas fluyeran libremente. Su corazón estaba hecho pedazos, y la sensación de vacío en su interior era abrumadora. Pero sabía que esta era la única opción que le quedaba. No podía permanecer allí y ver cómo Alejandro se casaba con otra mujer.

A medida que el autobús se alejaba, Sofía se hundió más en su asiento, abrazándose a sí misma. Pensaba en Alejandro, en su mirada atormentada y en la desesperación que había visto en sus ojos. Pero en el fondo, sabía que no había otra salida. Debía huir, por el bien de ambos.

Mientras la noche avanzaba, Sofía se preguntaba qué le deparaba el futuro. ¿Cómo lograría sobrevivir lejos de todo lo que conoció? ¿Sería capaz de olvidar a Alejandro y rehacer su vida? Estas preguntas la atormentaban, pero aún así, se aferraba a la esperanza de encontrar un camino que le permitiría sanar su corazón roto.

En algún momento, Sofía quedó dormida, vencida por el cansancio y el agotismo emocional. Cuando despertó, el autobús se detuvo en una ciudad desconocida. Con un suspiro, tomó su maleta y se preparó para enfrentar su nuevo comienzo. Sabía que nada sería fácil, pero también tenía la determinación de reconstruir su vida, lejos del hombre que amaba.

Mientras descendía del autobús, Sofía miró hacia el horizonte, con la esperanza de que, en algún momento, el dolor que la consumía pudiera sanar. Pero en su corazón, aún latía el recuerdo de Alejandro, una herida que tardaría mucho tiempo en cerrarse.

            
            

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