Su pregunta me tomó por sorpresa, y por un momento, el peso de mi realidad me golpeó con fuerza. Ni siquiera le he dicho que me he casado.
-No creo que te corran -respondí, intentando mantener la calma mientras mi corazón latía desbocado-. El nuevo socio solo quiere reestructurar algunas áreas para mejorar la eficiencia. Tú eres un empleado valioso.
Él me miró con una sonrisa de alivio y me tomó de la mano.
-Eso me tranquiliza, cariño. No soportaría perder este trabajo... ni a ti.
Sus palabras me hicieron sentir una punzada de culpa. Tenía que decirle la verdad, pero ¿cómo podía explicarle que me había casado con otro hombre para salvar la empresa de mi familia?
-Yo también te amo, Marco. -murmuré, desviando la mirada-. Pero hay algo que necesito contarte...
Él frunció el ceño, notando mi inquietud.
-¿Qué pasa, Val? ¿Por qué estás tan nerviosa?
Tomé una profunda respiración, preparándome para lo inevitable.
-Me casé -solté de golpe, mi voz apenas un susurro-. Me casé con Maximiliano Rivas.
Su rostro se transformó en una máscara de incredulidad y dolor.
-¿Qué? -preguntó, su voz quebrándose-. ¿Por qué harías algo así?
Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas.
-Era la única manera de salvar la empresa -expliqué, mi voz temblorosa-. Mi padre estaba desesperado y Maximiliano fue nuestra única opción. Si no me casaba con él, la empresa se habría ido a la ruina y miles de personas habrían perdido sus empleos.
Él se apartó de mí, como si mi toque lo quemara.
-No puedo creerlo, Valentina. ¿Cómo pudiste hacerme esto?- Me recrimina.
Sentí un nudo en la garganta mientras intentaba contener las lágrimas.
-Mi amor, por favor, no te enojes -dije, tratando de acercarme a él-. Yo no lo amo y jamás lo haré.
Él me miró con una mezcla de tristeza y rabia antes de unir sus labios a los míos. Respondí al beso, desesperada por hacerle sentir que aún había algo entre nosotros. En un instante, me acomodó encima del escritorio, subiendo mi falda y bajando mis bragas.
El sonido de la puerta al abrirse de golpe nos hizo separar nuestros labios. Maximiliano entró con una furia incontrolable en sus ojos. Antes de que pudiera reaccionar, lanzó a Marco contra el escritorio y apretó su cuello con fuerza.
-¡Maximiliano, suéltalo! -grité, desesperada.
-¿Qué demonios crees que estás haciendo? -rugió Maximiliano, ignorándome por completo. Sus manos apretaban con más fuerza el cuello de Marco, quien se esforzaba por liberarse.
-¡Déjalo, por favor! -imploré, tratando de separar a Maximiliano de Marco, pero su furia era implacable.
-No permitiré que nadie más te toque, Valentina -espetó Maximiliano, sus ojos llenos de una ira feroz-. Especialmente este imbécil.
Marco, con el rostro enrojecido y luchando por respirar, logró balbucear algunas palabras.
-Valentina... ¡ayúdame!
Finalmente, reuní toda la fuerza que tenía y empujé a Maximiliano, logrando que soltara a Marco. Él cayó al suelo, tosiendo y recuperando el aliento.
-¿Estás loco? -le grité a Maximiliano, sintiendo el pánico y la ira mezclarse en mi interior-. ¡Podrías haberlo matado!
Maximiliano me miró, su expresión suavizándose apenas, pero su rabia seguía latente.
-No permitiré que juegues conmigo, Valentina. Eres mía. Y si alguien intenta interponerse, pagará las consecuencias.
Ayudé a Marco a ponerse de pie, y él me miró con una mezcla de agradecimiento y dolor.
-Esto no ha terminado, Valentina -susurró Marco antes de salir apresuradamente de la oficina, dejándome sola con Maximiliano.
Me volví hacia Maximiliano, sintiendo la desesperación y el miedo crecer dentro de mí.
-No puedes controlar mi vida de esta manera, Maximiliano. Esto no es un matrimonio, es una prisión.
Me quedé helada al escuchar sus palabras, sintiendo un nudo en el estómago y un escalofrío recorrer mi espalda.
-Me tienes harta, tú y yo no somos un matrimonio feliz, es solo un acuerdo -respondí con voz temblorosa, tratando de mantener la compostura.
Mi corazón latía con fuerza mientras luchaba por contener el miedo y la indignación. Sabía que debía encontrar una manera de salir de esta situación, pero enfrentar a Maximiliano era como desafiar a una bestia furiosa.
-Tú acabaste con la vida de mi hermano, y yo acabaré con tu vida. Ya he visto que eres una putita. Soy tu marido y es hora de que lo entiendas -continuó, con un tono amenazante que me hizo estremecer.
Antes de que pudiera reaccionar, su mano se aferró a mi brazo con fuerza y su boca se abalanzó sobre la mía en un beso brutal y violento. Traté de apartarme, de resistirme, pero su fuerza era abrumadora.
Me sentí atrapada, impotente, mientras su boca se movía con ferocidad sobre la mía, robándome el aliento y llenándome de repulsión. Quería gritar, quería golpearlo, pero sabía que no podía hacer nada para detenerlo en ese momento.
-Esta noche estarás en mi cama -susurró, con una sonrisa retorcida en los labios, antes de soltarme y salir de la habitación dejándome sola con el peso de su amenaza.
Respiré profundamente, tratando de calmar mi mente y mi corazón acelerado. Sabía que debía encontrar una manera de escapar de esta pesadilla, de protegerme a mí misma. Sin embargo, uno de sus escoltas me tomo de los brazos y me llevo a la Mansión por órdenes de él. Él no pretendía dejarme salir ver el sol nuevamente.