La Mujer equivocada
img img La Mujer equivocada img Capítulo 5 La pasión
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Capítulo 6 Moretones img
Capítulo 7 Tenemos que hablar img
Capítulo 8 Controlar mi existencia img
Capítulo 9 No te pido que me ames img
Capítulo 10 La Gala img
Capítulo 11 ¿Que me habia perdido img
Capítulo 12 El cuento se acabo img
Capítulo 13 Era ella img
Capítulo 14 No podía dejarla morir img
Capítulo 15 La fotografía img
Capítulo 16 Mentiras img
Capítulo 17 El encierro img
Capítulo 18 Me abandonó img
Capítulo 19 Sorpresa img
Capítulo 20 Enfrentamiento img
Capítulo 21 ¡Mama! img
Capítulo 22 Sentimientos Encontrados img
Capítulo 23 Viva Nuevamente img
Capítulo 24 Noticias img
Capítulo 25 Ella tambien lo ama img
Capítulo 26 ¡Sorpresa! img
Capítulo 27 ¡Ja, cumpleaños Feliz! img
Capítulo 28 Investigar img
Capítulo 29 Cara a cara img
Capítulo 30 Muriendo por dentro img
Capítulo 31 Al borde del abismo img
Capítulo 32 Un lugar de paz img
Capítulo 33 La verdad, solo la verdad img
Capítulo 34 El vídeo img
Capítulo 35 O vídeo img
Capítulo 36 36 img
Capítulo 37 37 img
Capítulo 38 38 img
Capítulo 39 39 img
Capítulo 40 40 img
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Capítulo 5 La pasión

Estaba tranquilamente durmiendo, pero desperté de repente cuando lo escuché llegar.La tensión en la habitación era intensa mientras Maximiliano se acercaba, su aliento a alcohol inundaba el aire. Sabía que no podía permitir que me tocara, pero estaba sola y atrapada en esta pesadilla que era mi matrimonio.

Traté de mantener la calma mientras él se acercaba, su mirada cargada de deseo y su paso tambaleante. Mis manos se aferraron al borde de la cama, buscando desesperadamente una salida, pero sabía que no había escapatoria.

-Ven aquí, cariño -dijo con voz ronca, extendiendo los brazos hacia mí.

Me encogí en la cama, sintiendo el miedo correr por mis venas, pero sabía que debía mantener la compostura si quería sobrevivir a esta noche. Respiré hondo, tratando de encontrar la fuerza para enfrentarlo.

-No, Maximiliano. No quiero esto -dije, tratando de mantener mi voz firme a pesar del temor que me embargaba.

Él se acercó más, su rostro distorsionado por la ira y el alcohol. Sabía que no me escucharía, que no le importaba lo que yo quisiera.

La desesperación me invadía mientras sus labios se apoderaban de los míos con fuerza, su beso era dominante y opresivo. A pesar de mi resistencia, no podía evitar sentir una extraña atracción, un cosquilleo prohibido que se deslizaba por mi piel.

Sus manos, ávidas y decididas, recorrían mi cuerpo con urgencia, despojándome de mi bata con brusquedad. Me sentí expuesta y vulnerable bajo su mirada ardiente, pero mi voz seguía siendo mi arma más poderosa.

-No quiero -musité, tratando de contener el temblor en mi voz.

Él simplemente ignoró mis palabras, aferrándose a su deseo con determinación. Me empujó hacia la cama con firmeza, su peso sobre mí era abrumador. Traté de resistirme, de luchar contra él, pero cada beso robado me sumergía más en la confusión y el deseo.

-Si quieres -susurró entre besos, su aliento cálido rozando mi piel.

Su boca encontró mi cuello, y un estremecimiento recorrió mi cuerpo mientras sus labios y su lengua dejaban un rastro de fuego a su paso. A pesar de mi voluntad, un suspiro escapó de mis labios, traicionando mis deseos más oscuros.

Sus caricias eran un torbellino de sensaciones, un mar de placer y tormento que amenazaba con arrastrarme hacia lo desconocido. Aunque mi mente gritaba que detuviera esto, mi corazón latía al ritmo de un deseo que no podía negar.

Me encontraba atrapada en un torbellino de emociones contradictorias, luchando contra mi propio cuerpo y mi propio deseo.

Su impaciencia era palpable, y en un acto de brusquedad, rasgó la parte superior de mi pijama, dejando al descubierto mis pechos. Un escalofrío recorrió mi espalda ante la sensación de vulnerabilidad que me invadió en ese momento.

Sus labios descendieron sobre uno de mis pechos, y un gemido escapó involuntariamente de mis labios cuando su boca encontró mi pezón. Una mordida firme en esa zona sensible me hizo arquear la espalda, entregándome al placer que él me proporcionaba.

Cada succión de su boca parecía encender una llama en lo más profundo de mi ser, avivando el fuego que ardía dentro de mí. Mi piel se erizaba ante cada roce, y un calor abrasador se apoderaba de mi cuerpo, consumiéndome en un torrente de sensaciones abrumadoras.

Mis pensamientos se nublaban bajo la embriaguez del deseo, y mis manos buscaban aferrarse a algo que me mantuviera anclada a la realidad. Sin embargo, cada caricia, cada beso, solo servía para sumergirme más en ese abismo de placer del que no quería escapar.

Mi respiración se volvía errática, y mis caderas se movían instintivamente, buscando más contacto, más roce, más de él. La humedad entre mis piernas era una prueba evidente del efecto que él tenía sobre mí, y mis labios entreabiertos ansiaban más de sus caricias mortales.

Su desnudez frente a mí era una imagen que nunca había experimentado. La visión de su cuerpo masculino, musculoso y sin inhibiciones, me dejó sin aliento. Sin embargo, mi propia desnudez, expuesta ante él, despertó una sensación de vulnerabilidad que me hizo retroceder instintivamente.

Maximiliano no toleró mi timidez y, con un empujón brusco, me obligó a retroceder, quitándome el último resquicio de tela que cubría mi cuerpo. Mis pechos quedaron expuestos ante su mirada ardiente, y su mirada recorrió cada centímetro de mi piel con una intensidad que me hizo estremecer.

Me sentí desnuda, no solo físicamente, sino también emocionalmente, ante la intensidad de su mirada y la dominación de su presencia. Su desnudez era un desafío, una invitación a perderme en la pasión desenfrenada que ardía entre nosotros.

El roce de sus labios contra mi piel desnuda enviaba oleadas de placer a través de todo mi cuerpo. Mis manos se aferraban con fuerza a las sábanas mientras arqueaba la espalda, entregándome por completo a las sensaciones abrumadoras que él despertaba en mí.

Cada caricia, cada lamida, era como una descarga eléctrica que encendía mi piel y avivaba el fuego que ardía entre nosotros. Sus movimientos eran expertos, llevándome al borde del éxtasis una y otra vez, y yo me dejaba llevar por la corriente de placer que nos envolvía.

Mis gemidos se mezclaban con los suyos, llenando la habitación con el sonido de nuestra pasión desbordante. Cada roce de su lengua contra mi piel sensible me llevaba más cerca del abismo del placer, y yo me dejaba caer libremente en sus brazos, entregándome sin reservas a la vorágine de sensaciones que nos consumía.

- No, esto no está bien. - Mis palabras salieron como un susurro tembloroso, tratando de contener el torrente de emociones que me invadían.

- Eres mi mujer y te haré mía cada día y cada noche de tu vida. - Su voz resonó con determinación, con una promesa que me llenaba de temor y anhelo al mismo tiempo.

Antes de que pudiera protestar nuevamente, sus labios encontraron los míos en un beso ardiente y lleno de deseo. Sus manos recorrieron mi cuerpo con urgencia, y su aliento cálido se mezclaba con el mío en un torbellino de pasión desenfrenada. Lancé un gemido cuando él entro en mí y ese solo fue el inicio de una noche llena de pasión.

                         

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