-En realidad nunca sospeché que fuera un pueblo tan hospitalario y una raza tan hermosa que hasta sus mujeres son radiantes -le responde Cidonna y seguidamente le pregunta- quién era ese joven que te tomó de los hombros y creí que mordería tu cuello... Lo busqué cuando desapareciste y no puede dar con él.
Haxnia, vacila intentando buscar una respuesta, pero el joven, la saca del apuro.
-Yo lo vi partir con tres más y conducían a una muchacha con los ojos vendados y las manos atadas. Se internaron en los bosques hacia el cerro.
- ¡Cierto! Exclama ella, van en pos de prepararla para la iniciación. Debemos marcharnos antes de que oscurezca.
-A qué te refieres -le pregunta Cidonna.
-Esa jovencita acaba de cumplir los dieciséis años y la dejarán sola en lo más intrincado del monte. Cuando brote la luna llena se convertirá en loba por primera vez en su vida, si consigue tener la fuerza suficiente para romper las ataduras, entonces debe cazar por sí sola a una considerable pieza que la acredite como digna de su clan. Esta noche escucharemos muchos aullidos en el pueblo.
-Pues montemos y salgamos del bosque. Con las penumbras esto se llenará de bestias salvajes que nada tienen que ver con esos afables humanos -aconsejó Jaesiss saltando sobre su animal.
En efecto, cuando el resplandeciente astro nocturno se mostraba con todo su esplendor en lo más alto del cenit, en el pueblo se escuchaban poderosos aullidos, los cuales ya no amedrentaban o sorprendían a sus moradores, debido a que ya todos estaban al tanto de cuál era la motivación y durante todo el plenilunio, les continuaron llegando los poderosos aullidos, ciclo en que Haxnia, ni ningún otro aldeano volvió a pisar el bosque...
Mientras tanto el tiempo transcurría y decenas de viajeros pasaban por la aldea, algunos pernoctaban un par de días, buscando canjes beneficiosos, la minoría reanudaba su camino hacia otros lares. La nieta de Chiferis, ya era conocida por sus viajes a los bosques malditos, por lo que comenzó a ser conocida y admirada como la enlace con los renacidos, con insistencia Cidonna, se ofreció de voluntaria para volver a acompañarla y ella no se lo permitió, ya que la muchacha constantemente le mencionaba a Nhivar, por lo que dedujo que también se había enamorado del apuesto joven con el que ella mantenía relaciones a escondidas de ambos pueblos y en uno de esos viajes ahora penetra los bosques acompañados por Jaesiss el parlanchín y un aldeano entrado en años llamado Tomba, quien al ver a su caballo negarse a continuar se asusta, entonces ella le explica:
- Llegamos al espacio donde los caballos se niegan a seguir, estos animales, presienten que algo misterioso e inexplicable habita más allá de esta zona y se asustan, debemos desmontar y continuar a pie.
Sin embargo, no avanzan muchos metros a solas, porque, como ya es habitual, son interceptados por cuatro habitantes de la colina, quienes en su forma humana también poseen ese sentido del olfato que caracteriza a los depredadores, ayudándolos a detectar los diferentes olores sin importar que se encuentren a mucha distancia. Y así, los conducen a sus predios. Tras una corta reunión en que intercambian asuntos y conocimientos, Haxnia, deja que un par de renacidos les den un recorrido por sus dominios a Jaesiss y a Tomba, quien por ser la primera vez que confraterniza con los moradores, aun siente temor y recelo.
Con tan solo ojearla se vislumbra que es joven, atlética y pone todo su empeño, no consigue alcanzarlo, ya que Nhivar se desplaza a tal velocidad que da la sensación de que levita por encima de la hierba del tupido bosque. Cuando ella jadeante consigue llegar al pie de la catarata, el joven ya está desnudo y nada dentro de la pequeña laguna de aguas cristalinas y ella después de tomar aliento y aparentando estar enfadada le pronuncia:
- Eres un tramposo, me haces correr sabiendo que nunca conseguiré aventajarte, o lo haces para sofocarme y que no tenga fuerzas para hacerte el amor. Pero te equivocas hermoso renacido.
Él sonríe con un toque de hegemonía y extendió sus brazos como invitándola a sumergirse, le propuso:
- Ven, bella humana. Ven y demuéstrame lo que sientes por mí.
Sin más que decir, ella riendo y con precipitación se desnudó y se lanzó al agua...
Un par de horas más tarde, ambos yacen acostados sobre la hierba, continúan desnudos y se contemplan con los rostros muy cercanos. Ella se entretiene en deslizar y entrelazar los oscuros cabellos de Nhivar, él con los dedos de su diestra roza suavemente los contornos de los pechos de ella y se detiene en sus pezones culminados con una rigidez placentera, acción que les provoca un incontrolable erotismo y placer. Haxnia, le rodea el rostro con ambas manos y lo besa con pasión. Él, la atrae con fuerza y se sube encima y una vez más desatan sus insaciables y primitivos instintos de poseerse hasta el desfallecimiento...
Cuando ya las fuerzas los abandonan y la satisfacción alcanzada da evidencias, se besan continuamente y de mutuo se levantan y se lanzan a las aguas. En uno de esos intervalos en los cuales se contemplan extasiados y radiantes de amor, ella le murmura:
- Siempre he querido preguntarte.
- Pues no te detengas amor mío -responde él.
- No te burles -comienza Haxnia- alguna vez alguien que no fuera de sus clanes, puede llegar a ser un renacido.
Por unos segundos él la contempla silencioso y muy despacio, le responde:
- Muchos de los que llegaron aquí por primera vez no habían nacido siendo renacidos. Fueron convertidos por causas del destino. De hecho, allá en tu aldea puedo sentir que una joven que estuvo en el bosque hace tiempo desea ser convertida en renacida y su corazón palpita por mí.
Desde el primer momento, Haxnia, se da cuenta de que se refiere a Cidonna, y opta por seguir indagando.
- Entonces, me afirmas que de quererlo yo podría ser una de ustedes.
- Sí, mi bella humana. Sí, pero jamás te condenaría a tal maldición.
- Por qué llamas maldición a un poder que solo es igualado el de los dioses.
- Cuando nos convertimos en algo similar a lobos, sufrimos dolores tan intensos que deseamos morir al instante y casi no queda rastro de la humanidad que poseemos. Escuché leyendas sobre algunos antiguos renacidos que tal era su ferocidad que llegado a un punto jamás pudieron volver a ser humanos y estuvieron vagando por los bosques convertidos en horrendas bestias sedientas de sangre hasta que fueron cazados.
- Nunca te temeré - le asegura ella sujeta de su cuelo y lo besa.
Él desliza sus brazos y le aferra las nalgas, pero de repente su rostro se transmuta y deja escapar un gruñido, pues detectó en la cercana vegetación que alguien los acechaba y sujetándola con fuerza, ambos desaparecieron bajo el líquido.
Detrás de unos arbustos, Jaesiss, perturbado por ser testigo de un inesperado suceso, echó a correr poniendo distancia de por medio...
Por fin llegaba la época de recolección y sus habitantes estaban contentos y temerosos a la vez, ya que con ella conseguirían abundantes granos y alimentos con los que pasar el crudo invierno, de igual modo se acercaba la temida fecha en que eran atacados y lo sabían por qué un par de espías enviados a los confines de Merthalia, regresaron con malas noticias, por el hecho de que sus ejércitos continuaban expandiéndose por territorios usurpados y se preparaban para largas incursiones, con derroteros en los que el poblado se encontraba.
Este año, las pocas lluvias no inundaron los campos bajo sus aguas, situación que propició que las cosechas fueran abundantes y ya hace más de quince días que los graneros están abarrotados por lo acopiado y las siembras, en los huertos las hortalizas y vegetales continúan creciendo como nunca antes.
Bajo un sol en decadencia que se trasladaba en el cielo, por uno de los barrancos que accedían a la aldea desde el naciente, también avanzaba una numerosa y lenta caballería. Desde una alta atalaya, un hombre los ha estado observando y súbitamente se levanta y retrocede montando sobre el animal que se alimenta de la verde hierba.
Horas más tarde, ya oscurecido, en el apacible poblado de repente se escucha el desenfrenado galope de un caballo, el cual conducido por su jinete irrumpe en el pueblo y este precipitadamente se lanza a tierra emitiendo alaridos de alerta, es uno de los vigías apostados en los collados que rodean al pueblo. Indudablemente, muchos ya dormían y a sí y todo rápidamente se ve rodeado por decenas de lugareños quienes, a pesar de la extenuante jornada laboral y entrenamientos, cooperan con similares gritos intentando llamar la atención del resto de moradores y paulatinamente lo van consiguiendo.
Saliendo de su cabaña y abriéndose paso entre los aglomerados, Atkor, con voz potente, indaga:
- Qué sucede.
- Atkor, se acerca una nutrida caballería por el estrecho de Rocagris -replicó el centinela.
- A cuántos pudisteis apreciar -volvió a preguntar el fornido caudillo.
- Son tres centenares, hombre más, hombre menos -esclareció y con su respuesta provocó murmullos de pánico entre hombres y mujeres sin distinción y las antorchas en sus manos evidenciaban los temblores.
- Busquen a sus líderes y que se reúnan en el salón -decretó Atkor y contemplando a los presentes, señaló a un hombre- Gilmux, busca un caballo fresco y recorre los puntos donde se mantiene los otros observadores para que estén atentos cuando los invasores pasen bajo ellos y nos envíen las señales acordadas.
- Enseguida salgo -le respondió el aldeano y Atkor, le dijo a los demás.
- Yo le avisaré al anciano Chiferis, para qué envié a alguien a avisarle a los clanes del bosque... Que todos se preparen para la lucha. El momento de defender nuestras cosechas y vidas llegó.
Aunque tuvieron tiempo hasta el amanecer para preparar las defensas. Con cada minuto que pasaba el miedo se apoderaba de la totalidad de los que ya estaban en sus puestos y se debía a que Haxnia, acompañada por tres hombres, viajó en medio de la noche a los bosques y aún no regresaba con la añorada ayuda y ya con los primeros rayos del sol se veían a las huestes de Merthalia, cabalgar hacia ellos.
A pesar de la resistencia que encontraban, los invasores atravesaron cercados y trampas y se adentraron en el pueblo, inundando cada senda, a la par de masacrar a quienes se les enfrentaban, eran demasiados para una población, la cual aún no era versada en las artes militares. A cada minuto se escuchaban gritos enardeciendo al imperio de Merthalia, que apagan los de dolor y lamentos, pues sus guerreros estaban llevando a cabo sus horribles propósitos de violencia y ocupación.
Aunque en muchos flancos se combatía encarnizadamente. Otros caían bajo la feroz acometida del enemigo y los aldeanos, viéndose rodeados por todas partes, bajo las órdenes de Atkor, Dortho y otros aguerridos más, con los sobrevivientes abandonaban la aldea, y en campo abierto, donde tenían trincheras y otras trampas, se deciden aguardar por sus embestidas.
- ¡Los míseros aldeanos se agrupan en la pradera y esperan derrotarnos! -vociferó un caudillo del imperio.
Mordaces risotadas estremecen la sabana, caballos inducidos por sus montadores se encabritan y paran sobre sus dos cuartos traseros, armas en crueles manos son mostradas con perversidad. Las huestes se reagrupan creando una doble y extensa hilera. El caudillo que los comanda, una vez más se regocija y clama a todo pulmón:
- ¡Para el atardecer, confiscaremos todas sus bienes y cosechas...! ¡Las mujeres jóvenes y las niñas que sobrevivan serán propiedad de Merthalia...! ¡Los hombres musculosos, sus esclavos! ¡El resto dormirá con sus dioses!
- ¡Los invasores, tendrá que arrancarnos la vida, porque nunca seremos sus esclavos! -vociferó Atkor, empuñando una pesada hacha de leñador.
Ante tal desafío, el líder se rio estrepitosamente y los caballos del imperio comenzaron a trotar hacia el puñado de valerosos aldeanos que se mantenían firmes y cuando ya faltaban unos cuarenta metros para la inevitable colisión, desde los linderos del bosque salieron cuatro jinetes y no estaban solos. Desde sus costados comenzaron a surgir centenares de hombres, mujeres y niños, los cuales caminaban hacia ellos sin armas a la vista y sin temor, entonces se oyó la voz de Haxnia:
- ¡Asesinos de pueblos enviados por el rey de Merthalia...! ¡Hoy aquí acaban sus fechorías y desmanes...! ¡Ninguno regresará al imperio y la venganza llegará hasta sus propios muros!
Eran únicamente cuatro jinetes armados y el resto una gentuza mal vestida, por lo que al verlos como una insignificante amenaza, el jefe de los invasores increpó burlonamente:
- ¡Una chusma harapienta y descalza no hará temblar a los ejércitos del imperio! Piensan detenernos con cuentos para dormir a infantes.
De repente sucedió lo que menos esperaban, porque la mencionada multitud ya corría hacia él y espontáneamente sus ropas se desgarraban y se desprendían de sus cuerpos y ahora ya no corrían, lo que salvaba la distancia a grandes saltos increíblemente no eran humanos, sino una aterradora e implacable jauría de bestias muy semejantes a lobos que gruñían y tales criaturas les cayeron encima antes de que algún asaltante pudiese reaccionar. El primero en ser alcanzado por una enorme bestia fue el caudillo quien cayó a tierra y el grotesco animal le clavó los dientes y colmillos en el casco y lo destrozó hasta llegar al cráneo, sus poderosos brazos terminados en largas zarpas curvas lo despedazaron brutalmente.
Las huestes de Merthalia, sumidas en el desconcierto y la sorpresa ante tal visión, la cual se suponía nunca más presenciarían, eran ahora quienes poseídos por el horror clamaban piedad, sus caballos relinchaban asustados y no obedecían a sus amos. Porque aquella fuerza de ataque espeluznante y sobrenatural, armada con extrema velocidad, enormes garras y filosos colmillos, abatían tanto a humanos como cabalgaduras...