- Todo lo que exponen es cierto. Pero olvidan que les señalé que había enviado a Haxnia, para que los contactara... Y lo hizo, como también le pedí a Jrevux, que hablara con su sobrino Aluxx, para que lo convenciera de ir a otros reinos con intenciones de averiguar quién estaba detrás de las últimas invasiones, porque en nada se asemejan a las primeras, ya que ahora visten uniformes militares, están mejor organizados y son más numerosos... Quienes ahora nos despojan de nuestras cosechas, matan a nuestros hombres, se llevan a los animales y doncellas, pertenecen al ejército de Merthalia, y es su nuevo rey quien pretende expandir su imperio y riquezas ordenando que saqueen todo asentamiento conocido.
Nuevos comentarios en contra de la idea del anciano ahora son expuestos sin tapujos, unos opinan que lo más sensato sería convertirse en súbditos de Merthalia, otros que con tal anexo se estarán poniendo al cuello un invisible grillete el cual nunca podrán arrancarse, está el que asegura que alistarse con más ahínco para defenderse por medios propios es lo que se debe hacer y no faltan los quienes aseguran que el apoyo que intentan obtener arrojaría para siempre de aquellos territorios a cualquiera que en un futuro pretendiese invadirlos. Y entre tantas opiniones que no llegan a ningún sitio, finalmente desisten.
- Por favor, anciano. Explícanos lo que conseguiste y comienza con lo logrado por tu nieta Haxnia -demanda Atkor brazo de roble, con voz menos imperante y contemplándola embelesado, pues desde hace ya algunos meses se siente atraído por su belleza y esbelto cuerpo, pero aún no se lo declara a Chiferis, su tutor, ya que la muchacha es huérfana de ambos padres.
El anciano no responde, en cambio, lo hace la joven:
- Por órdenes de mi abuelo, partí hacia el bosque y ya dentro del, fui sorprendida por un hombre y tres chiquillos, quienes al verme comenzaron a gruñir y dar saltos a mi alrededor, y el adulto los contuvo y cuando le expliqué el motivo de mi irrupción me llevó hasta una cabaña en lo alto del cerro, donde aguardaba un grupo de ellos. Pregunte por Satkonn, el cual en una época había sido su líder, y todos se sorprendieron de que alguien que no pertenecía a su clan conociera el nombre de quien en una época fuese su caudillo...
En ese instante deja de narrar, pues, mira hacia las puertas por donde Aluxx, acaba de entrar. El resto también lo contempla en silencio hasta que este se les une y Haxnia, reanuda su relato:
- No seré tan extensa, porque hablar agota y ustedes deben saberlo, ¿verdad Ismull y Bulkes? En resumen: les transmití el mensaje de mi anciano abuelo, y los obsequios que llevaba, y por último les mostré un medallón que Satkonn le había dado a él en su juventud como prueba de que nunca ambas aldeas se verían envueltas en conflictos.
- Tus palabras siguen siendo vacías, pues no nos aclaras si decidieron unírsenos en la venidera contienda -le suelta Bulkes.
- Les aseguré -vocifera ahora Chiferis- que ellos ya no estaban atados a un juramento y la prueba de ello la trae consigo Aluxx.
El aludido camina por entre los reunidos y se detiene junto al asiento del anciano, entonces les proclama:
El sabio Chiferis, se reunió conmigo en cuanto llegué del bosque de los renacidos. Porque fue allí a donde fui tras regresar de otros territorios al naciente. En la colina pude entrevistarme con sus líderes principales y les revelé que el nuevo gobernante del imperio de Merthalia, ya no solo se conforma con diezmar a las aldeas y pequeños reinos... Ahora ambiciona hacerse dueño y señor del mundo. Aquí traigo el mismo medallón entregado hace años a Chiferis, y con él, la promesa de que se nos unirán en la lucha contra los ejércitos invasores.
- Aún quiero saber algo que me sigue teniendo intrigado -confiesa Dortho- anciano Chiferis, a qué te referías con un juramento arcaico.
El anciano los contempla a todos por un breve tiempo y después de beberse medio tarro de aguamiel, carraspea la garganta y le revela:
- En aquella ocasión en que los vi por primera vez en el bosque, siendo no humanos, supuse que cada uno de ellos era más fuerte que diez hombres juntos, más veloz que el caballo más galopante conocido y superior en ferocidad al gran oso, por lo que no comprendía el porqué se ocultaban y fueron vencidos tan fácilmente en el pasado. Reunido con Satkonn le confesé mi desconcierto, fue entonces que de los tres hermosos y fornidos jóvenes, que estaban a su lado, uno se puso en pie y me describió que él era el causante de las penurias sufridas, ya que se enamoró de la princesa Falaxia, quien a su vez era la hija de Pettux, rey de Merthalia, la joven lo correspondió con igual sentimiento. Romance que a pesar de que intentaron mantener lo más escondido posible, fue descubierto y despreciado por el monarca y seguidores del imperio, pues estos ya conocían el secreto de Los renacidos. En venganza, Pettux armó un gran ejército para aniquilarlos a todos, pero el joven le había prometido a Falaxia que jamás uno de su raza le quitaría la vida a su gente, por lo que fueron masacrados sin piedad, y no les quedó más remedio que huir y ocultarse.
- Qué fue de aquel noble joven que sacrificó a los suyos por la promesa hecha a su amada -indagó Atkor, pero mirando a la nieta del anciano y nuevamente Aluxx, toma la palabra:
- Aquel joven era uno de los tres hijos de Satkonn, y hermano menor, Ercikon, el nuevo líder del pueblo de los hombres lobos, y poco tiempo después de que nuestro Chiferis, lo conociera, dicen que partió de regreso a Merthalia en busca de su amada... muchos deben haber escuchado aquellas viejas noticias que una vez se propagaron de pueblo en pueblo, y narraban la misteriosa desaparición de la princesa Falaxia. Pero yo descubrí que ella se quitó la vida cuando a su amado lo sorprendieron y asesinaron sin levantar un dedo en contra de los asesinos enviados por aquel cruel rey que lo odiaba y temía a la vez y ocultó tal sacrificio, más por vergüenza que por dolor. Ahora a Los renacidos, o como quieran llamarles, nada los detendrá en su afán de venganza.
Clamores de expectativas se propagan en el salón. Golpeteos de puños sobre las mesas se repiten acompañados por los de las botas contra los tablones del suelo. Hasta que se van apaciguando los ánimos y es que Bulkes plantea con evidente sarcasmo:
- Para mostrarles nuestra gratitud podríamos reunir algunos costales con cereal para enviarles. Aconsejo que obsequiarles un par de carneros fuera más aceptado, al fin y al cabo quizás sean bestias atrapadas en cuerpos humanos que quizás fueron castigados por un dios que desconocemos y como monstruosos lobos y de seguro en manadas se disputan a dentelladas la carne cruda.
- Ese pueblo del que intentas mofarte son los únicos que pueden ayudarnos a combatir las huestes que aterran nuestras humilde tribu -le asevera Haxnia.
Una carcajada grotesca brota de la garganta del tullido Ismull. Voceos de reproche de otras y una mirada de profundo desprecio de la hermosa Haxnia, quien en su visita al bosque se sintió espontáneamente atraída por un joven llamado Nhivar. A su vez, Atkor, vuelve a demandar cordura y plantea:
- Aunque ahora tengamos el apoyo de esa casta maldecida por los dioses, tenemos que fortalecernos y forjar más armas, aquí contamos con excelentes herreros, porque un humilde azadón no derrota al hacha, la espada, la lanza y a la temible flecha, la cual no ves venir hasta que se hunde en tu cuerpo.
- Atkor, no se equivoca. La raza del bosque busca venganza y no se conformará con obtenerla en nuestras tierras, lo más probable es que después de la próxima contienda partan hacia el imperio de Merthalia, para consumar su propósito -impugnó Aluxx.
- Lo que ambos argumentan tienen todo el peso de la verdad -reconoce el anciano Jrevux- por tales motivos enviaremos a tres jinetes hacia otros territorios en busca de expertos luchadores y los contrataremos para que entrenen al pueblo. Las invasiones suelen ocurrir en las estaciones que preceden las cosechas de cuanto cultivamos y las nuestras aún demoran meses en dar sus resultados. Tenemos tiempo de sobra para todo lo planteado.
- Yo seré uno de los que partirán en búsqueda de buenos maestros militares, quiero cerciorarme de que no nos embauquen -proclamó Atkor.
- Reconozco que mi hijo es joven, ya lo vieron combatir en el último ataque, sé que tiene maña para las armas -alegó orgulloso Dortho.
Desde que comenzó la asamblea por primera vez todas las opiniones coincidían y cuando ya no hubo más que conferenciar, Chiferis concluyó:
- Ahora que tenemos un pacto con ellos, continuaremos visitando a los clanes del bosque para demostrarles que seguimos agradecidos y de paso estaremos al tanto de sus decisiones. Dentro de cuatro días mi nieta y dos acompañantes que ustedes escojan volverán a cabalgar hacia el bosque, con algunos obsequios. Al escucharlo la joven, si bien se emocionó, supo ocultarlo...
Unos tras otros los meses se sucedían y a pesar de que la estación de lluvia fue corta, aun así trajo abundante lluvia que enriqueció lo sembrado y en un mes darían comienzo a las recolecciones y a pesar de que para quienes llegaban de visita o pasada al poblado todo le parecía normal. No era así, pues temiendo que el imperio enviase espías, los ancianos del consejo habían decidido de que todas las tardes y por grupos, escogidos habitantes se internaran en los bosques del poniente para en secreto continuar alistándose, incluso las mujeres jóvenes también tomaban clases de cómo utilizar los arcos y flechas las cuales eran impartidas por dos viejos combatientes quienes fueron los únicos que pudieron darse el lujo de costear.
Ya entrada la mañana de un día cualquiera, Haxnia, la joven Cidonna la de cabellos rojos y Jaesiss el parlanchín, se adentran en los bosques de las colinas y por orientación de Haxnia, desmontan y sujetan las bridas de sus caballos a un árbol, pues el sendero se vuelve más tupido y saturado de árboles espinosos.
-Tengan cuidado, esas espinas son largas y afiladas -les recomienda señalando los arbustos.
Cuando ya sortearon una decena de metros, tres muchachos jóvenes, vigorosos y apuestos les salen al encuentro, tienen cabellos largos y negros como la más tenebrosa noche, sus torsos están desnudos y tan lampiños como los de un bebé mostrando definición en cada músculo y les sonríen amigablemente y la nieta de Chiferis, ya ve normal estos sorpresivos encuentros, no resulta igual para quienes la acompañan, puesto que es la primera vez que vienen y al verlos surgir de repente, se sobresaltan, pues únicamente han escuchado historias sobre aquella extraña casta que puede convertirse en bestia salvaje.
Pasado el susto Cidonna, se queda extasiada mirándolos, pues no descarta que allá en el poblado hay muchachos jóvenes y atractivos, no obstante, los que tiene delante los superan con creces, por su parte Jaesiss quien nunca fue muy atlético, siente envidia al verlos y emite una mueca de resentimiento. Haxnia, mostrándose serena, los tranquiliza y volteándose hacia los moradores del bosque le manifiesta:
- Que la alianza entre nosotros perdure, habitantes de los bosques del cerro. Por favor, conduzcamos ante su caudillo, traemos nuevos obsequios.
Uno de los llamados renacidos ladea la cabeza y emite una ligera sonrisa, es el más alto y apuesto, su abundante cabellera negra cae en bucles sobre sus hombros, su ancho pecho se contrae y dilata con cada respiración, entorna los ojos color ámbar y se le acerca lentamente por detrás. Los compañeros de la joven retroceden temerosos, Haxnia, no se mueve, evita respirar cuando siente sobre su cuello el aliento del joven que al oído le susurra muy, pero muy bajito:
- Se suponía que hoy no era el día pactado para que regresaran al bosque... Lo sabes hija de la aldea... tal temeridad podría costarte más de lo que anhelas.
Ella, gira levemente el cuello y también susurra:
- Si infligí un previo acuerdo y me encuentra culpable por mi osada precipitación, inflíjame el castigo que escoja.
Él, ahora, la toma de los hombros y acerca la boca hasta casi tener el oído de Haxnia, entre sus dientes y masculla:
- Aplazaré el castigo para después de que concluyas tu reunión con Ercikon. Tiempo que no será suficiente para agradecerles a tus dioses que te hayan enviado. Ahora es lamentable que no te encuentres sola, pues, ya te hubiera tomado entre mis brazos y en lo más remoto del bosque te hubiera hecho mía hasta que colmada de placer me rogaras parar.
Ella, ruborizada, le responde casi imperceptiblemente:
- No fueron mis dioses los que me empujaron a venir... Es lo que siento por ti y nunca esperes ese ruego porque a eso que llamas castigo, para mí es una bendición divina.
De los otros dos renacidos, uno impacientado exclama:
- ¡Nhivar, llevemos a los visitantes ante el líder, recuerda que debemos preparar la iniciación de Avisla!
Exclamación que deleita a Cidonna la de cabellos de fuego, ya que desde que el apuesto Nhivar, se acercó a Haxnia, sintió celos y en su mente se desataron desenfrenados pensamientos y todos relacionados con momentos cargados de erotismo y un morboso sexo con el ser vivo más hermoso que había visto en su vida, quien de quererlo podía ser un increíble lobo...