Mientras se terminaba de arreglar comenzaba a procesar lo que estaba pasando. Todo le parecía tan real que creyó que tal vez y toda su vida pasada fue un mal sueño y por fin había despertado. Sin embargo, mientras tomaba el desayuno con sus papás se dio cuenta por el calendario que colgaba de la pared que se encontraba en el pasado, justo en el dos mil diecisiete: el año en que comenzó toda su pesadilla.
Bajó la mirada a su taza de avena y empezó a cuestionarse... ¿y si esto en realidad era una recompensa de la vida? ¿Y si le habían entregado una segunda oportunidad para que pudiera dejar de ser una cobarde y enfrentara todo lo que permitió que le sucediera?
-Vamos, Vale, come rápido que vas tarde -la apuró su papá-. Date prisa, te daré un aventón hasta la escuela.
Valentina alzó la mirada. Un aventón. ¿Y si la vida le dio la ventaja de qué era lo que le pasaría y ahora ella tenía las respuestas correctas para evitar que muriera a una edad temprana?
Notó que su hermanita entraba al comedor moviendo la cabeza a los lados, sus moños flojos parecían bailar.
-Tengo hamble... -informó.
Valentina se levantó y cargó a la bebita en sus brazos y le dio un fuerte apretón. El verla le había hecho recordar que la había dejado sola en el apartamento y que el recibir la noticia seguramente le iba a destrozar.
-¿Qué pasa? -preguntó su mamá.
-¿Estás llorando? -inquirió el hombre.
-Vale... ¿estás bien?
Ella no lo resistió más y soltó el llanto con fuerza.
Sus padres se levantaron y corrieron a socorrerla, completamente preocupados.
-¿Qué tienes? ¿Por qué lloras? -inquirió la señora.
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Se encontraban a las afueras de la escuela, en el vehículo los rodeaba un incómodo silencio.
-Dime si alguien te está molestando -informó el señor-. No dejes que nadie te pisotee.
En el pasado Valentina decidió guardarse todo, jamás les informó a sus padres que la estaban agrediendo en la escuela, no quería causar problemas o preocupación. A su papá le había costado mucho el conseguirle la beca para estudiar en aquel instituto tan prestigioso y se sentía orgulloso de que ella siempre fuera la mejor, pues así podían asegurar que lograra ingresar a la universidad más importante del país.
-No me molestan -dijo.
-¿Entonces por qué estabas llorando? -cuestionó el señor.
-Tuve una horrible pesadilla -informó-, había soñado que moría y que los perdía a todos. -Le mostró una sonrisa-. Pero al despertar me alegró ver que seguían con vida.
El hombre mostró un rostro confundido.
-Te informaré si algún día me molestan -aseguró Valentina-. Pero puedes estar tranquilo, jamás permitiré que me humillen. Y si eso pasa, me aseguraré de vengarme y hacerlos pagar.
Su papá desplegó una gran sonrisa.
-Lo sé, lo sé, eres mi niña fuerte -alegó-. Sé que jamás dejarás que todos esos riquillos pasen por encima de ti. Ahora ve, se te hace tarde.
Valentina se abalanzó al señor y le dio un fuerte abrazo, sorprendiéndolo.
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Nunca consideró a su familia como pobre, pertenecían a un estrato medio. Su mamá tenía un negocio de venta de plantas medicinales al lado de la casa, era herbalista y era famosa en la localidad por sus masajes curativos; su papá trabajaba como contador en la empresa Rumanof, así fue como se enteró que iba a abrirse una convocatoria de becas para los hijos de los empleados y postuló a Valentina, la cual ganó la beca al pasar una entrevista y examen de conocimiento.
El colegio Montessori, fundado por la familia Rumanof. Cientos de familias en el país inscribían a sus hijos a este colegio al ser el más importante, donde estudiaban los hijos de los empresarios y políticos más renombrados.
Y la familia Rumanof, los dueños de uno de los bancos más importantes al nivel mundial, famosa por sus obras de caridad y por fundar colegios y universidades prestigiosas.
Valentina llevaba un año estudiando en el colegio Montessori y hasta ese último año no le había ido nada mal. No destacaba, pero tampoco era una paria social. Todos sabían que era becada, pero no la discriminaban por ello, al contrario, la buscaban para pedirle que les ayudaran con los trabajos y hasta ganaba dinero con ello.
Jamás se habría imaginado que ese último año se iba a convertir en el inicio de su gran infierno.
Ingresó al colegio y notó los pasillos tranquilos como siempre. Por su horario notó que le tocaba clases de inglés a primera hora.
Al llegar al salón encontró a su lado a Mariana, le sonreía de oreja a oreja. Era una rubia de ojos azules intensos y largas piernas, en el futuro se iba a convertir en una supermodelo. Verla la desconcertó, sobre todo porque recordaba que en la universidad iban a tener una fuerte discusión que haría que se alejaran. Mariana era una Rumanof y cuando Marko comenzó a molestarla, creyó que Mariana también la iba a traicionar; grave error, porque Mariana de verdad era su amiga y terminó siendo ella la que hirió emocionalmente a quien era su mejor amiga. Era de las cosas de las que Valentina más se arrepintió, pero fue tan cobarde que jamás le pidió perdón a Mariana.
-Imagínate quién por fin llegó al país -le dijo Mariana con una enorme sonrisa.
-¿Quién?
-Mi primo Marko. -Mariana soltó un grito ahogado de emoción-. Por fin vino. Va a estudiar la universidad aquí, por consejo de sus padres.