- me prometiste tener descendencia con ella si te la conseguía, aquí está
Comencé a llorar sabiendo que aquellas palabras posiblemente eran mi tumba, me habían comprado para que tuviera sus hijos y si yo no estaba dispuesta a acostarme con él iban a violarme.
- Por favor no- Susurré
- Cállate!!- una vez más Marcelo hizo que girara el rostro - cuando nosotros hablamos las perras callan
- qué diablos te sucede?! Acaso no te di una buena educación
- Ya te dije que compraste a la perra para mí, yo veo que hacer con ella, quedaré nietos pero acaba de llegar todavía puedo divertirme con ella
Lloré en silencio, la mirada de aquel hombre se dirigió a mí
- no fue para esto Marcelo, ven alba te instalaré en otro lugar
- No te atrevas papá tu
- Yo la compré así que yo veo que hacer con ella!!- gritó el hombre, ambos salimos de aquella habitación comencé a seguirlo en silencio tenía miedo que quizás pudiese parecerse un poco a su hijo y si le decía algo que lo hiciera molestar también me golpeara - siento mucho alba de verdad no sabía que él se iba a comportar de esta forma- dijo con una voz dulce el hombre que caminaba junto a mí- yo soy Alejandro y soy el padre de Marcelo - Ya lo sabia
- porque lo hizo? - atreví a preguntar aún cuando ya había escuchado un poco de la conversación entre ellos
- quizás por estúpido
- favor déjeme ir se lo ruego, te prometo que usted y su hijo no me van a ver nunca más en la vida se lo juro pero por favor déjeme ir- él abrió una puerta y me hizo seña que entrara, obedecí - Por favor déjeme libre- dije una vez más pero él cerró la puerta.
Comencé a aventar todo lo que encontraron mi paso mientras lloraba llena de ira de rabia no podía creer como mi padre me había hecho esto.
Cómo era capaz de venderme a mí por dinero ¿Mi madre sabía o también la había engañado como me había engañado a mí toda mi vida?
Mi héroe, el hombre el que jamás dudé resultó que era mi peor enemigo.
Me dejé caer en el suelo, la puerta nuevamente se abrió retrocedí lo más que pude asustada pensando que podría ser Marcelo dispuesto a golpearme pero me sorprendí al ver que era Alejandro tenía una charola de plata en sus manos la cual tenía comida
- sé que no has comido y te traje algo de comida- dijo mientras dejaba la charola en una mesa de noche que estaba al lado de la cama
- No tengo hambre, gracias - dije lo más seria que pude que estaba cansada de rogarle obviamente no me iba a dejar ir.
- igual te la dejaré aquí te prometo que me mandé hacer especialmente para ti no tiene nada que pueda hacerte daño
- tu hijo me hace daño
Me miró con lástima y luego simplemente se fue.
Me acosté en la cama a llorar y no supe en qué momento me quedé dormida
- Despierta!!!- unos movimientos extraños me hicieron abrir los ojos encima de mí estaba Marcela desesperada comencé a moverme Pero él me tenía inmovilizada- Mi padre quiere tener descendencia así que vamos a empezar ya!- dijo con una sonrisa en el rostro, tenía el torso completamente descubierto
- por favor no lo hagas- grité mientras le rogaba- por favor detente.
Cuando intenté moverme nuevamente me di cuenta que me había estado a la cama, tenía las manos y los pies amarrados me sentía tan expuesta y vulnerable
Vi como él se bajó encima de mí y cómo tomaba una tijera, el vestido rojo que me habían dado en aquella subasta aún lo tenía puesto, él se acercó a mí y comenzó a picar lentamente mi vestido dejando mi ropa interior expuesta
- No, voy a parar porque hoy voy hacerte mía- dijo mientras esta vez cortaba mi sostén- mira que tenemos aquí, no te mentiré pensé que las tenías más pequeñas- una carcajada
- ayuda, por favor ayúdenme- grité mientras seguía moviéndome desesperadamente tratando de soltarme las ataduras, las sogas ya comenzaban hacer que mi piel ardiera por el roce tan fuerte.- Alejandro!!- grité esperando que me escuchara y viniera mi rescate como la última vez- ayúdame por favor
- cállate maldita perra!!- gritó Marcelo colocando las tijeras en mi cuello quizás esto sería lo mejor que acabara con mi vida.
La puerta se abrió y pude ver cómo sacaban a Marcelo encima de mí minutos después apareció Alejandro él me desató, y me tapó con una cobija tapando así mi desnudas, me lancé a sus brazos aferrada a él y es que estaba más que segura en sus brazos
- lo lamento tanto salió un momento no pensé que él fuese aprovechar ese tiempo para intentar abusar de ti- Dijo mientras me abrazaba.
- Por favor déjame ir Alejandro por favor- Le rogué entre llantos
No quería esta vida para mí, sabía que esto tarde o temprano iba a suceder, me solté de su abrazo y corrí al baño que estaba en la habitación, comencé a buscar algo que me ayudara con lo que estaba pensando, nada tenía sentido, el no me iba a dejar si y su hijo tarde o temprano iba terminar abusando de mi, eso lo sabía.
No iba a dejar que esto ocurriera, encontré unas navajas me acomodé en la bañera
Oye cómo Alejandro tocaba la puerta.
- alba por favor voy a pedirte algo para que te calmes un poco te prometo que voy a hablar con Marcelo para que esto no vuelva a ocurrir el de ahora en adelante te va a tratar con respeto y va a tratar de ganarse tu amor - lo oi decir confirmándome lo que pensaba
Nada tenía sentido
Nada
Pasé aquella navaja por mi muñeca rápidamente la sangre comenzó a brotar de ella no iba a dejar que Marcelo me violara me iba a seguir ni un segundo más en este lugar así fuese creyendo que acabar con mi vida, pero no iba a permitir que él se saliera con la suya
Comienza a escuchar a lo lejos la voz de Alejandro seguramente intentando convencerme para que abriera la puerta, en mi delirio no puedo evitar imaginarme que tal vez si esto no hubiese pasado hubiese conocido un hombre como Alejandro atractivo cariñoso.
Quizás en otra vida
- quizás en otra vida- susurré
La puerta se abrió de golpe y pude a duras penas ver como Alejandro corría hacia mí
- Que hiciste niña?- preguntó desesperado mientras tomaba una toalla y la colocaba en mi mano, me tomó entre sus brazos fuertes, sentían las nubes, me llevó hasta la cama, y cómo intentaba alejarse de mí pero nadie con la cabeza
- por favor no me dejes, por favor no dejes que me hagan daño, déjame ir y ya
Supongo que no estaría mal morir en los brazos del señor que me tenía enloquecida a los 17 años.