Capítulo 3 3. Un recuerdo caliente

Iker Sánchez.

Soy un completo estúpido. Mientras escucho las baboserías de Alejandro pienso en lo que hice hace segundos, en mi actitud, en lo colegial que de seguro me vi. ¿Reclamar por una follada? ¿Es en serio Iker? ¿acaso estoy drogado y no me di cuenta?

-Iker... te estoy hablando desde hace quince minutos -gruñe Alejandro. Levanta su ceja rubia-. Es evidente que no me prestaste atención desde el minuto uno.

-¿Si sabes que no te presté atención para qué sigues hablando? -le reviro. Me queda viendo por un par de segundos. Va decir algo... pero duda... igualmente lo termina diciendo, si Alejandro tiene algo es una boca imprudente que mi tía nunca corrigió cuando era un puñetero chaval-. ¿desde cuando tienes nueva asistente?

Por ahí viene...

Respiro profundo.

-Desde hoy -le respondo indiferente, como si no estuviese pasando por mi mente cada maldito segundo del sábado en la madrugada-. ¿eso qué tiene que ver?

-Algo está distrayendo al Ogro Sánchez y quiero saber que es primito... -los dos nos retamos con la mirada. Que me recuerde el apodo que me dieron los empleados no me hace más que reír con arrogancia-. Se me parece a...

Alzo la ceja esperando que lo diga.

-¿No es esa la chica del bar? ¿es en serio Iker? ¿te acostaste con tu nueva asistente? -cuadro mis hombros. Me ve burlón y se por qué... tanto sermón que le doy con lo de no follarse a las asistentes y terminé haciéndolo yo. Aunque en mi defensa, no sabía quién era ella.

-¿Si así fuese cuál es el jodido problema?

Alejandro niega con la cabeza.

-Oh, venga hombre no me puedes estar hablando en serio... -se inclina hacia mi escritorio-. Sin conocerla sé que es una oportunista y en cualquier momento querrá extorsionarte, como lo hizo Sabrina.

La mención de ese nombre hace estallar algo dentro de mí.

-No te permito que hables de Sabrina cuando no sabes como fueron las cosas -me levanto de mi asiento, camino directo hasta la puerta de mi oficina. Y antes de abrirle le digo-. Si no tienes más nada que decir, te voy a invitar que te retires de mi oficina antes que nos entremos a golpe. Hoy definitivamente no estoy para tolerarte.

Alejandro me ve irónico, su risa amarga me hace saber lo que siempre me han dicho, pero que he hecho oídos sordos.

Espero veinte minutos de su salida, llamo a la señorita Zambrano. Se presenta tres minutos después de mi llamado.

Veo sus esbeltas piernas cubiertas por aquel pantalón que le queda como un guante y una escena viene a mi cabeza.

Inicio de Flashback.

La polla la tengo a reventar, el sudor me recordé todo el cuello. Solo pienso en enterrarme en el menudo cuerpo que me devuelve la mirada con pasión.

-Solo una vez, y nos largamos -cierra la puerta con seguro, va por los labios. Sus manos torpes recorren mi dorso, mientras sus caderas toman vida propia y se balancean contra mi dureza-. Imagino has de tener condones... porque si no los tienes tío, olvídate que dejaré meterte entre mis piernas.

Una carcajada divertida brota de mí.

Con un beso retomamos lo que empezó en la pista de este bar. Sus labios me aspiran, me succionan, me hacen imaginar lo placentera que ha de ser tenerlos alrededor de mi polla. Su mirada azulada se oscurece producto del placer.

Es ella quien toma mi billetera entre sus manos y saca un preservativo, quita mi correo y baja el zíper junto a mis bóxeres, mi polla salta en busca de su refugio.

Un gruñido escapa de mi cuando me toma en su mano, la mueve de arriba abajo. Esta tía es la gloria. Destapa el preservativo y me lo pone. La tomo de las nalgas, la levanto rodeando mis caderas con sus piernas, cuando nuestros sexos entran en contacto temblamos de anticipación.

Tomo su boca saboreándola. Sus labios son perfectos para mis mordidas, su lengua inquieta va en busca de la mía, comenzamos una batalla por quién tiene el control. Cuando su mano va en busca de mi miembro, lo posiciona en su entrada y baja, siento como sus paredes me aprisionan, tenso mi mandíbula sintiendo como me exprime la polla su delicioso coño. Me entierro más en ella y siento...

Fin del Flashback.

-Lcdo. ¿En qué puedo ayudarlo? -un temblor sacude mi cuerpo. El tirón en mi polla me dice lo que quiero, pero no lo puedo tener. Eso debe quedar en follada de una noche.

«Una de las mejores folladas de mi vida, no cualquiera sigue mi ritmo». Pienso para mí.

-Señorita Zambrano, como le decía antes de que nos interrumpieran -sus hermosos ojos no pierden atención de nada-, empecemos de cero. No soy un hombre de asumir mis errores, pero con usted lo estoy haciendo. Espero no equivocarme -respiro profundo, sin perderme ningún gesto de su rostro o movimiento de su cuerpo-. Quiero que sepa que si algún día intenta chantajearme, no va a sacar nada mí, solo su liquidación por parte de Recursos humanos.

-¿Nos estamos conociendo, pero a la vez me está amenazando? -recalca, su aura de mujer inalcanzable me hace recordar cada uno de sus gemidos a mi oído. Lo que me dan imágenes más que placenteras para mí deleite sexual.

Niego con la cabeza, esbozando una sonrisa.

-No lo tome como una amenaza señorita Zambrano, tómelo como una advertencia -pone los ojos en blanco. Cuadra sus hombres y se inclina hacia adelante, me extiende su mano-. Un placer, Susana Zambrano.

Tomo su mano, esa corriente de electricidad como la primera vez me recorre el cuerpo.

-Iker Sánchez, señorita Zambrano. -Deposito un beso en el dorso de su mano. El aroma de su piel se cuela en mis fosas nasales, huele a vainilla.

Respiro profundo.

-Ahora voy a explicarle el mecanismo de esta empresa. -veo como va anotando en el iPad cada que cosa que estoy diciendo. Frunce el ceño o muerde su voluptuoso labio inferior en algunas cosas.

Una vez le explico todo, le indico que aparte de ser mi asistente en la empresa, también lo será fuera de ella y que por eso es la gran remuneración que se les da a las asistentes de la Junta Directiva.

Susana asiente... veo la duda en sus ojos, pero no se atreve a preguntar.

-¿Desea preguntarme algo, señorita Zambrano?

Abre los ojos sorprendida, luego pone los ojos en blanco.

-Cuando se dice que seré su asistente fuera de esta empresa, ¿A qué se refiere exactamente? ¿Y cuáles serían mis obligaciones para con usted?

Me levanto hasta donde se encuentra el licor, preparo un trago para mí.

-¿Le sirvo uno? -cuestiono. Mido sus movimientos, como sus piernas se mantienen cerradas y en algunas ocasiones la fricción entre ellas sé que me están ocultando. A pesar de que dice no recordar nada, su cuerpo sí lo hace, de lo contrario no reaccionaría así a mí.

-No, ¿Señor o Lcdo? -cuestiona con duda.

-Señor, me hace sentir viejo... eso dejémoslo para mí padre y los demás miembros de la junto -le aclaro-. Puedes llamarme por mí título, Señorita Zambrano.

-Entendido, Lcdo. -enarco una ceja esperando su respuesta en cuanto al trago-. No, en horas de trabajo no puedo beber. Gracias por su ofrecimiento, pero debo declinar.

-Oh, entiendo señorita Zambrano, profesional, ante todo, así me gusta -camino en dirección a mi puesto con el trago en mano. Le doy otro sorbo, el whisky pasa por mi garganta, sintiendo está vez una leve quemazón-. En respuesta a su pregunta, señorita Zambrano, me deberá acompañar a eventos y reuniones que lo requieran. Además de formar de Laboratorios Sánchez Martínez, tengo un hotel En Tenerife y un restaurante en Barcelona.

La veo ladear la cabeza y asentir.

-Cuando se requiera deberá acompañarme en mis viajes a esas ciudades -en su rostro noto que algo la inquieta, pero no me dice nada y yo tampoco lo hago-. Mi agenda está sincronizada a tiempo real con el iPad que debe utilizar en todo momento.

Le hago saber algo que ya debió notar. Asiente, me pide permiso para retirarse, se lo concedo. Veo como sus caderas se bambolean de un lado a otro, antes de abrir la puerta digo recordando algo.

-Aah... se me olvidaba, el sábado en la noche tenemos una gala en beneficio a los niños con cáncer, debes estar conmigo porque irán posibles inversionistas, debes anotar todo lo que crees conveniente -la detallo, dándome cuenta como su mano libre se vuelve un puño-. Está demás avisarte que la vestimenta es de etiqueta.

-Entendido, Lcdo.

Se retira dejándome con una duda en la cabeza.

SUSANA ZAMBRANO.

Miércoles, 14 de febrero de 2024.

Llevo tres días trabajando para el ogro Sánchez, nuestro altercado del primer día parece quedar en el olvido y realmente lo agradezco. Ese día le entregué el resumen de varios informes que me pidió y luego me fui a almorzar con Mónica y Rocío. En el comedor de la empresa pude conocer de lejos personas de otros departamentos.

Algunas ya sabían quién era yo, mientras otras me vieron como el grupo de pajarracas (las asistentes de Junta Directiva). Así las apodó Rocío y no la contradigo, porque bastantes groseras han sido conmigo, a pesar que me encuentro en un pasillo ajeno a ellas.

En estos tres días he notado tres cosas. Número uno: algo turbio pasó con Mónica y mi jefe. Número dos: Alejandro Martínez le tiene envidia a Iker. Y número tres: hay cosas que pasan por debajo de la mesa, a pesar de no encontrarme en el departamento de administración, sé que algo sucede allí, yo solo me limito a hacer mi trabajo.

En la hora de almuerzo quedé con Mónico y Rocío salir de la empresa e ir a un restaurante a pocas calles, para la noche mis amigas me escribieron para salir. Hoy se tomaron el día, a pesar de ser un día bueno en su trabajo, quieren pasarlo conmigo.

-Señorita Zambrano, ¿Me acompaña a mí oficina? -pego un respingo al escuchar esa voz. Me volteo y veo a Alejandro Martínez-. Necesito que le entregue unos informes a Iker.

Asiento.

Quiero hacerte caso omiso a mí razón, pero este tío no me da buena espina, y mucho menos desde que me ve como si quisiera descubrir cada uno de mis secretos. Trato de no encontrármelo, pero en ocasiones es inevitable hacerlo.

A pocos metros de su oficina nos encontramos con mi jefe, quién habla con su padre, frunce el ceño al verme. Dirige la mirada hacia Alejandro. Siento que me estoy perdiendo de algo, eso no me gusta.

-¿Qué la trae por este lado, Señorita Zambrano? -me pregunta directamente.

-El señor Martínez me pidió retirar unos informes para usted, Lcdo. Sánchez.

Regresa la mirada a su primo. El padre de mi jefe me ve, ¿Será un mal de familia analizarme?

-Alejandro, para eso tienes a tu asistente -le dice lo que yo quise responderle, pero que por educación no pude hacer-. La señorita Zambrano solo debe responder y obedecer a mis órdenes.

-Ella no tiene ningún problema en venir a mi oficina, señorita Zambrano ¿No es así? -me siento incómoda con tres pares de ojos sobre mí. No quiero responder y sonar descortés.

-Estamos a la espera de una respuesta, señorita Zambrano -habla uno de los socios. Iván Sánchez, padre de mi jefe y tío de Alejandro.

Boqueo varias veces, pero soy una respuesta de lo más chapucera...

-No tuve problemas en asistir a su oficina, señor, porque me encontró de camino -bajo el timbre de mi voz para que suene dulce y no como una insolente-. Pero también es cierto que el Lcdo. Sánchez, tiene razón.

Mi jefe no ve convencido con mi respuesta.

Iván Sánchez se mantiene en silencio, analizando mi respuesta y las expresiones de los dos hombres que parecen tener una batalla de miradas.

Y Alejandro... está clarísimo que no le gustó.

-Alejandro, dile a Carolina que presente el informe en mi oficina -se despide de su madre y me llama-. Señorita Zambrano, sígame, debe buscarme en el mejor restaurante de Madrid una mesa para esta noche.

            
            

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