Capítulo 2 2. Sin palabras.

Bien dicen que la vida es una hija de su perra... de todas las cosas que me han pasado jamás en la vida la llegué a imaginar ésta... precisamente ésta. ¿cómo demonios voy a verle la cara de ahora en adelante?

La de hombre que hay en Madrid y justamente me tuve que acostar con él... aunado que no recuerdo una puñetera cosa después de un par de tequilas...

Si me reconoce o no, no hace ningún gesto que me lo indique se mantiene con cara de póker.

-Con su permiso Lcdo. Sánchez -habla Mónica, recordándome que está con nosotros-. Señorita Zambrano, nos vemos a la hora del almuerzo.

Aquella chica de cabello azabache sale prácticamente corriendo de allí, como si el mismísimo diablo la estuviese persiguiendo. Desvío mi mirada hasta él... no puedo ni sostenérsela, trato de hablar, pero me resulta en vano, ¿qué carajos voy a decir? No quiero arruinar mi primer día de trabajo.

Iker Sánchez no aparta la mirada de mí y yo no sé en que lugar posar la mía... a veces creo que soy la guerrera favorita de Dios, porque lo que me pasa a mí no le pasa a más nadie.

-Señorita Zambrano, tiene cinco minutos para acomodarse en su lugar de trabajo y pasar a mi oficina -su voz grave envía una corriente de electricidad por todo mi jodido cuerpo.

«¡Cerebro, concéntrate!». Me regaño a mí misma en lo que quedo sola en el pasillo.

Vaya día de mierda que pinta eso...

Respiro profundo, diciéndome que puedo con esto mucho más. Susana Zambrano no se rinde antes las nimiedades y peores cosas he vivido.

Me quedo viendo mi escritorio, todo está pulcramente ordenado, ni una mota de polvo, ni un papel con el filo más largo que el otro. En fin... saco mi móvil, lo coloco en silencio lo menos que deseos es que una de las inoportunas de mis amigas escriba, aunque sé que por la hora no lo harán.

Guardo mi cartera en una de las tantas gavetas desocupadas, imagino que es donde estaban las cosas de su anterior asistente. En el primer cajón consigo una ipad y macbook de ultima generación, wow...

Las palabras del ogro Sánchez, vienen a mi cabeza y doy un respingo en mi silla.

«¿Por qué lo llamas así? Si tú todavía no tienes motivos para hacerlo». Susurra una voz dentro de mí, pongo los ojos en blanco. Tomo el ipad, la enciendo, me quedo perpleja cuando veo que me da la bienvenida con mi nombre y todo.

Acomodo las solapas y cuello de mi blazer. Quito una pelusa imaginaria de mi pantalón. Estiro mi cabello y respiro profundo. Me mentalizo en que debo ser profesional y no ver a mi jefe como un pedazo de carne, y mucho menos imaginármelo como lo vi el sábado en la mañana.

Toco la puerta de su oficina, espero que me de su confirmación. Al entrar su aroma está por todos lados, lucho por no cerrar los ojos y gemir. Una de as mayores debilidades de una mujer es el perfume masculino, ese olor a hombre que te hace mojar las bragas sin quisiera tocarlo...

Iker Sánchez huele a...Dior, reconocería ese olor en cualquier lado, pero en él sienta distinto, me atrevería a decir que tiene algunos cambios en su composición, además que exuda ferocidad, sensualidad y erotismo, todo eso hace un coctel mortal con su mirada azulada y sus facciones gruesas.

-Estoy esperando que se siente...

De un plumazo me baja de la nube en la que solita me he montado. Explayo los ojos con horror, lo primero que me dije que no debía hacer al entrar en esta oficina y lo primero que hice.

Se levanta de su silla donde se ve como un Dios Todopoderoso, eso me hace caminar rápidamente hasta las sillas frente a su majestuoso escritorio. Me obligo a cerrar la boca cuando noto que tiene de vista toda la jodida Gran Vía. Lo del pasillo es una tontería comparada con esto.

-Nombre completo, edad, dónde vives y ¿por qué deseas trabajar en Laboratorios Sánchez Martínez?

¿Qué demonios?

Frunzo el ceño en su dirección. Está recostado de su escritorio viéndome fijamente, como si quisiese desenterrar todos mis secretos.

¿A qué viene todo esto? ¿va a hacerme otra entrevista?

-Vaya... empezamos mal -se inclina hacia adelante, su postura me intimida-. Aclaremos algo, señorita Zambrano. Cuando pregunto o doy ordenes, deseo que se acate al primer segundo. Si no es capaz de entender eso dese por despedida porque téngalo por seguro que no aguantará mi ritmo. Es una falta de respeto por parte del receptor no estar pendiente cuando le están hablando.

-Señ...

-No, no me hable a menos que yo, se lo indique -su voz cortante que me hace recordar el motivo por el cual lo apodan ogro-. Señorita Zambrano, no pienso repetirlo, nombre completo, edad, dónde vive, ¿Y por qué deseas laborar con nosotros?

Mi lengua no coordina con mi cerebro cuando digo:

-Mis datos los tiene el Departamento de Recursos Humanos, dicha información debieron pasársela a usted en el momento que me contrataron -sus ojos se oscurecen, su mandíbula se tensa. «Ahora si valiste, Susana. Todo por andar de responda ». Me recrimina esa voz dentro de mí -. No merezco ser tratada como lo está haciendo Lcdo. Sánchez, está abusando de su poder, lamento si le causé una mala impresión. Podemos comenzar de nuevo.

Una sonrisa irónica aparece en sus labios.

-¿Sabe que puede ser despedida por la forma como me habló? Y no se te daría liquidación...

Respiro profundo. Cierro mi mano libre en un puño. Me repito una y otra vez "Tú puedes Susana".

-Sé que puede despedirme en cualquier momento -le hago saber, modulo mi voz para que no suene altanera y se refleje lo iracunda que estoy por dentro-. Pero no me estaría dando la oportunidad de demostrar que estoy calificada para este puesto.

-¿Estar calificada es no responder cuando tú superior te hace una pregunta? -pregunta con sarcasmo.

Me veo venir...

Me veo...

-¿Perdón? -cuestiono sin entenderlo. O este tío se levantó con el pie izquierdo o definitivamente le pica donde no le da el sol...

-¿A qué juega señorita Zambrano? -pero, ¿Qué demonios con este tío?-. ¿Va a decir que no me conoce?

Puñetera vida de mierda...

-¿Me vas a decir que no sabía quién era yo el viernes cuando terminamos en mi departamento? -¿En qué momento dejamos de hablar de trabajo?

Se endereza, mete sus manos en los bolsillos de su pantalón. Camina de un lugar a otro sin dejar de verme...

-Ok, seré tan estúpido para pensar que te metiste en mi cama sin saber quien era yo, pero... ¿Me crees tan imbécil para no darme cuenta que quieres algo a cambio? ¿Qué haces en mi empresa?

Ok. Ok. Ok.

Siento que me perdí de algo y no sé me informó. Este tío es un reverendo gilipollas. ¿Cómo pude terminar en su cama? No es más que el típico ricachón que cree que todo el mundo debe rendirle pleitesía.

-Lcdo. Sánchez, creo que se equivocó de persona -me levanto ofendida. No pienso seguir aguantando calumnias cuando no recuerdo una mierda de nuestra noche juntos-. Estaré en mi lugar de trabajo, esperando indicaciones reales o esperando que me anuncien de Recursos humanos que estoy despedida.

Me doy la vuelta. Mi mente es un nido de pensamientos confusos. No sé qué jodidos está pasando. Siento que estoy pagando un karma que no me corresponde y Dios sabe bien que es así.

-Ni se le ocurra cruzar esa puerta -su tono de voz me paraliza.

Respiro profundo antes de girarme y verlo echando humo por las orejas.

-Señor, ¿Se puede saber cuál es su molestia con mi persona? -indago.

-¿Todavía tiene el descaro de hacerse la loca?

-¿Perdón? No sé de qué me habla.

-¿No? -su risa irónica me hierve la sangre-. Seguro he de felicitarte por verme la cara de idiota, Samantha Flores. Porque fue con ese nombre que te conocí y te follé sin parar en el baño de aquel antro para luego terminar en mi puñetero departamento.

El ambiente está tenso, la ferocidad en su mirada me hace... niego con la cabeza, ya no pienso cometer mas locuras y menos si no sé si estoy despedida o no. Jodida vida, cuando pensé que me podía ir mejor en mi nuevo trabajo pasa esto.

-¿Todo esto es porque me presenté con un nombre falso? ¿En serio cree que soy tan psicópata como para mentir currículo en tu empresa y que chantajearte? -pregunto uniendo cabos...

-Sabía quien era yo -insiste.

-¡No sabía quién mierda eras! -exclamo cansada de su acusación-. ¡No recuerdo una mierda! Ni sé cómo llegué a tu puñetero penthouse -me encuentro sobrepasada. Toda esta situación puede conmigo. De verdad espero que está oficina este insonorizada o todo el mundo en el pasillo se está enterando lo que pasa aquí -. Solo sé que me levanté en una cama que no era la mía y con un tío que pudo haberme violado.

Sus ojos llamean con rabia al escuchar la última palabra. Camina feroz hasta mí. Me toma de la barbilla y brama:

-En tu maldita vida vuelvas a decir que te violé -su mirada helada conecta con la azulada de la mía-. ¡Jamás! ¡Jamás sería capaz de tocar a una mujer en ese sentido!

Mi labio inferior tiembla. Quiero salir corriendo de aquí.

-¡Cuando me tenías clavado en tu coño rogabas por mas! -¡Que poco hombre! -. Me lo suplicaste una y otra vez, era mi nombre lo que salía de tus labios. ¿No recuerdas cómo te viniste en mi polla? ¿Cómo te empotré contra el ventanal? ¿En serio me quieres hacer creer que no recuerdas una puñetera mierda?

Oh por Dios.

Me deshago de su agarre, mi mano toma vida propia y le doy una sonora bofetada.

¿Cómo se atreve?

Impresionado se toca la mejilla. Mi mano quedó marcada y puedo jurar que le dio. Sacudo la mano por el escozor que siento.

-Lcdo. Sánchez, no es necesario que me despida, yo misma lo hago. ¡Renuncio! ¡Y métase su puesto de trabajo por donde no le da el sol!

Me doy la vuelta dispuesta a irme, pero de un tirón me toma entre sus brazos. Cuando quiero reaccionar tengo sus labios atacando los míos. Su calor invade todo mi cuerpo, su olor me debilita y pienso en lo surrealista que esto mientras mis labios le devuelven el beso que con fervor me da.

Una de sus manos va a parar a mí cabeza, inclinándome hacia atrás para tener mejor acceso a su boca. Él... Jesús, lo que tiene de ogro lo tiene de delicioso... Iker Sánchez es un hombre que sabe besar, que no se anda con rodeos en lo que desea tomar.

Su lengua recorre cada recoveco de mi cavidad, sus labios me chupan, sus dientes me dan pequeñas mordidas que envía corrientazos a mi entrepierna, sus fuertes manos me tienen presa y lo cálido de su aliento me tiene en una nube. Poco a poco ralentizamos el beso, mi respiración es un caos, la suya también.

Abro los ojos, los suyos están impregnados en el más oscuro deseo. Se separa un poco de mí. Mi pecho sube y baja... ¿Qué demonios acaba de pasar?

Parece estar en guerra consigo mismo, niega con la cabeza un par de veces.

-Lcdo. Sánchez, presentaré mi renuncia en Recursos humanos -le digo-. Está más que visto que no podremos llevar una relación de empleada y jefe.

Casi me voy de culo cuando lo escucho gruñir.

-Te busqué como un jodido imbécil todo el sábado y el domingo. No encontré absolutamente nada de ti, ¿Cómo cojones lo iba a ser si me mentiste con tu nombre? -frunzo el ceño. Del bolsillo de su saco agarra algo y me lo deposita en la mano-. Se te quedó en mi departamento, supongo que es importante para ti.

Cuando veo el relicario de oro con mis iniciales en mi mano me quiero morir. ¿Cómo no me di cuenta que lo perdí? Me siento la peor persona del mundo. Lo abro, la foto de padre y mía me devuelve el alma al cuerpo. Lo cierro y sin poder contenerme, lo abrazo.

Abrazo al jodido Ogro Sánchez.

-Gracias, gracias... no tengo palabras para decirte lo mucho que significa este objeto para mí -el nudo en mi garganta no me deja hablar.

-¿Te parece si nos conocemos nuevamente? -me quedó estática sin poder creerlo, ¿Me está proponiendo empezar de cero? ¿Después de todo lo que nos dijimos?

En ese momento abren la puerta, pego un respingo y me separo rápidamente de él.

-Iker, necesito enseñarte algo -entra un hombre rubio con la vista su teléfono. En lo que la levanta, me recuerda haberlo visto en... niego en mis pensamientos. Él me observa por varios segundos, después desvía la mirada hacia mi acompañante-. ¿Interrumpo algo?

Me mantengo callada.

-Estaba explicándole a la señorita Zambrano sobre el informe que debe entregarme antes de que vaya a almorzar -mi mandíbula casi llega al piso al escucharlo. La seguridad con la que habló. Si no estuviese en mis cinco sentidos, juro que le creería-. Señorita, puede retirarse. La llamaré dentro de unos minutos para seguir.

Salgo de aquella oficina con un revoltijo de pensamientos. ¿Qué carajo acaba de pasar?

            
            

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