Capítulo 2 OLIMPO

¿Qué harías si los dioses conspiraran en tu contra?

Está bien, lo sé. Esa no es la realidad, pero es así como se siente.

-Por favor, mamá... -rogaba insistentemente mientras nos dirigíamos al salón principal de la casa de Eros para encontrarme con mi padre-. No quiero ir a la Tierra.

-La decisión ya está tomada, así que entra. Tu padre debe estar esperándote -señaló la imponente puerta frente a nosotras.

Resignada, atravesé la puerta bruscamente y me encontré al otro lado con Atenea y mi padre.

-¿Me llamaste? -me dirigí a mi padre, aunque la respuesta era obvia.

-Sí, como tu madre te habrá informado, serás enviada a la Tierra -me miró seriamente.

-Aún no lo entiendo. ¿Por qué tienen tanto empeño en salvar a esas personas? Sus almas están tan corrompidas que deberían entregárselas a Hades. Seguro él les daría mejor uso -murmuré, dejando escapar mis pensamientos más oscuros.

Mi padre me observó durante unos segundos, analizándome.

-Créeme, lo he considerado, pero todos merecen una segunda oportunidad, Axelia. Por eso te envío a ti.

-No creo estar lista.

-Sí lo estás -afirmó.

-¿Qué te hace estar tan seguro?

-Nunca se puede tener certeza absoluta sobre algo, mi pequeña, incluso siendo un dios -rió levemente-, pero si de algo estoy seguro, es de que serás lo suficientemente capaz para manejar esto -colocó su mano sobre mi hombro-. En algún momento esto iba a suceder. Sé que será difícil tomar mi lugar, pero te has preparado toda tu vida para esto.

Lo miré a los ojos y le dediqué una sonrisa, pequeña pero genuina.

-¿Y si fracaso? ¿Qué ocurrirá si no soy lo suficientemente buena para salvarlos? Padre, no puedo enfrentar esto sola.

Atenea nos interrumpió.

-Lamento interrumpir su emotivo momento, pero he considerado esto con mucho cuidado. Ya que serás enviada a la Tierra, he decidido enviar a mi hijo contigo para que aprenda sobre la cultura humana. Como diosa de la Sabiduría y como madre, sé que juntos se cuidarán bien.

La idea no me terminaba de convencer. Ethos y yo nunca habíamos tenido ningún tipo de contacto.

-Con todo respeto, Atenea, no creo que sea una buena idea -dije, balbuceando.

-Lamento decirte que ya hemos tomado una decisión y nada nos hará cambiar de opinión. Saldrán mañana por la mañana, así que es mejor que te prepares.

Terminó de hablar, dejándome con la palabra en la boca y sin opción para quejarme.

¿Acaso no tomarían en cuenta mi opinión sobre este asunto?

-Ya lo has escuchado -la voz de mi padre me sacó de mis pensamientos.

Asentí con la cabeza, dando por terminada aquella conversación, y me encaminé hacia mis aposentos.

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El día en que seríamos enviados a la Tierra había llegado.

Como si se tratara de una marcha fúnebre, comencé a caminar hacia el salón principal.

Una imponente puerta de roble se alzaba frente a mí.

Respiré profundamente, conteniendo el aliento por unos segundos, para luego exhalar en un suspiro sonoro.

-Vamos, Axelia, puedes hacerlo -estaba a punto de entrar cuando alguien se acercó a mi lado.

-¿Nerviosa? -era la primera vez que Ethos me dirigía la palabra, su voz resonaba grave.

-¿Se nota mucho?

-Sí -sonrió ampliamente, revelando un hoyuelo en su mejilla.

Ahora que lo observaba de cerca, podía detallarlo perfectamente: sus ojos eran azules como el cielo, su cabello era castaño oscuro con algunos rizos, al igual que su madre, y su piel tenía un tono bronceado que parecía casi dorado si dejabas volar la imaginación.

-Creo que deberíamos entrar. ¿Estás lista?

-Sí... Solo dame unos segundos para mentalizarme. -Respiré profundamente, intentando calmar mis nervios, y exhale lentamente. Era ahora o nunca-. Estoy lista.

Ethos asintió y abrió la imponente puerta. Al otro lado estaban mis padres, Atenea y Afrodita.

-Finalmente han llegado -habló mi padre-. ¿Están listos?

-No, pero no tenemos opción -respondió Ethos irónicamente. Mi padre solo sonrió.

-¿Por qué no llevan nada? -preguntó Afrodita.

-La verdad es que no me gusta la ropa de los mortales, es... ¿Cómo decirlo? -traté de buscar las palabras correctas.

-¿Fea? ¿Rara? -intervino Ethos.

Afrodita rió.

-En cierto modo, sí, pero no pueden ir desnudos ni con túnicas en el mundo humano, lamentablemente. Recuerden que deben pasar desapercibidos y eso no está bien visto en su sociedad -nos recordó Afrodita-. No se preocupen, yo los ayudaré con eso.

Con un chasquido, nuestra vestimenta fue reemplazada por ropa humana, nada extravagante pero funcional.

-Espero que les guste.

Observé mi atuendo. "No está mal", pareció coincidir Ethos conmigo.

-También tenemos algo para ustedes -esta vez habló Atenea.

Se acercó a su hijo.

-Ethos, hijo de Atenas, dios de la guerra y la sabiduría, acércate -ordenó.

Atenea hizo aparecer un collar de plata con una hermosa piedra roja redondeada.

-Cuando te sientas solo o asustado, no dudes en pedir mi ayuda. Este collar te protegerá y guiará tu camino cuando te sientas perdido. Confía en él, pues su magia es tan antigua como el propio universo conocido.

Atenea colocó el collar a Ethos y luego lo abrazó fuertemente.

-Axelia, hija de Eros, diosa del amor correspondido y la atracción sexual -mi padre me llamó-. Sé que tomar mi lugar será difícil. Aún recuerdo la primera vez que lancé una flecha a una persona... La verdad es que las cosas no salieron muy bien -comenzó a reír-. Pero tú tienes un don y sé que lo harás mejor que yo. Le pedí a Hefesto que creara un arco especial para ti. Puede transformarse en un brazalete, pensé que sería más cómodo y discreto de esa manera -me entregó el brazalete/arco-. Estas son flechas especiales. Cualquier humano o dios que sea herido por ellas quedará instantáneamente bajo el efecto de Cupido.

-¿Y por qué son especiales?

-Porque, como dije, cualquier dios o humano que las reciba se enamorará, pero no tendrán efecto en ti.

-Entonces, no importa cuántas veces me hiera con ellas, no me enamoraré por estar bajo su efecto, ¿verdad?

-¡Exacto! Son como flechas de entrenamiento.

-Muchas gracias.

-Bien -interrumpió Afrodita-. Creo que es hora de que emprendan el viaje, o el Olimpo se inundará de lágrimas.

-Tienes razón -coincidió Atenea.

-¿A dónde iremos? -preguntó Ethos.

-Irán a una pequeña ciudad que no tiene nada de especial, pero será un buen comienzo para ustedes. Se hospedarán con una familia de clase media. Hécate ha hecho creer a la familia que son estudiantes de intercambio. Está de más decir que creen que son humanos, así que actúen como adolescentes normales y no permitan que descubran lo que son.

"Genial."

-Bueno, eso es todo. Espero que sus misiones sean exitosas -dijo Atenea.

Atenea abrazó por última vez a su hijo y yo abracé a mi padre.

-Espero que la cuides bien, o te atravesaré con una flecha, y no será precisamente para que te enamores. -susurró mi padre a Ethos, quien tragó saliva.

-No se preocupe, la cuidaré con mi vida -respondió Ethos con firmeza y luego tomó mi mano.

-Es hora de irnos -dije, y comenzamos a dirigirnos al portal.

Adiós, lujos del Olimpo, los extrañaré.

            
            

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