Conozco a Samuel desde que teníamos diez años, no nos conocimos en el mejor lugar, fue en la clínica oncológica de su padre, yo era paciente en ese entonces y recibía mis tratamientos de quimioterapia.
Me diagnosticaron con leucemia a los seis años. Para mis padres fue un gran golpe pues luego de intentar de todo para concebir durante años, un médico les decía que su único hijo podría morir. Mamá tuvo que dejar su empleo para cuidarme y mi papá tuvo que conseguir otro para lograr solventar los gastos de mi tratamiento, luchamos durante cinco años, tiempo en el cual conocimos al padre de Samuel que se convirtió en mi médico.
Un día durante una de mis sesiones de quimio, llegó mi médico con su hijo el cual tenía la misma edad que yo. Samuel era un niño flacucho, con cabello negro lacio y unos ojos verdes que parecían dos bosques frondosos de la selva, sus pestañas eran dos abanicos que cubrían aquellas esmeraldas, de sonrisa dulce y dueño del más coqueto hoyuelo en la mejilla derecha. Desde el momento en que lo vi supe que sería mi persona favorita en el mundo.
En aquella ocasión había tenido problemas en el instituto y habían llamado a su padre, como no podía dejarlo solo el doctor lo llevó consigo a una de sus visitas médicas, la mía. Al ser su padre un afamado oncólogo pediatra siempre escuchaba las más desgarradoras historias de pacientes que no pudieron vencer a la enfermedad. Y ahí estaba yo un niño que luchaba contra esta enfermedad durante cinco años, que no había podido ir a una escuela normal porque las sesiones de mi tratamiento eran demasiado fuertes y casi siempre terminaba sin energía y demasiado débil como para hacer las cosas normales que los niños de mi edad hacen.
Recibí mi educación a través de mi mamá, ella me enseñó a leer, escribir, sumar, restar, fue la mejor maestra que alguien pueda tener, sin embargo, nunca pude tener amigos, ni jugar con otros niños; Samuel se convirtió en el primer amigo en mi vida. Cuando entró al consultorio sus ojos me miraron con ternura y me agradó de inmediato ya que estaba acostumbrado a que la gente me mire con lástima, pero no Samuel.
- Hola me llamo Samuel, te gusta jugar videojuegos?
- Hola soy Sebastián, y si me encanta, siempre le gano a mi papá y al abuelo.
- Y a tus amigos no?
- No tengo amigos.
- Pues ahora ya tienes uno, claro que no te dejaré ganar.
Y así de fácil, hice mi primer amigo.
Samuel fue un gran apoyo incluso a la corta edad de diez años. Luego de aquel primer encuentro, le había pedido a su padre que lo dejara ir a mi casa para jugar conmigo. Iba todas las tardes menos en los días después de la quimio, ya que sus padres no querían que precencie lo cruel del tratamiento.
Una tarde, después de mi sesión llegó Samuel a mi casa, mi mamá no lo quería dejar entrar pues no me encontraba en mi mejor momento, una de las secuelas que me dejaba la quimioterapia era las náuseas y el vómito que me dejaban exhausto y más enfermo de lo que estaba. Pero a Samuel no le importo y muy por el contrario estuvo conmigo ayudando a mi mamá sosteniendo la bandeja en donde vomitaba cuando no alcanzaba a ir al baño, pasándome vasos de agua para hidratarme, leyéndome mis historietas favoritascon voces cómicaspara que me distraiga del dolor. Lo amé desde ese instante.
Un año transcurrió desde que conocí a Samuel cuando el doctor nos indicó a mis padres y a mi que el cáncer estaba en remisión. Fue el día más feliz para mi y mi familia y sin duda para mi amigo, el cual me ayudó a resistir momentos duros y ahora podría vivir una vida normal con él.