Capítulo 4 SEBASTIÁN

Nuestros años en la universidad fueron una montaña rusa para mi de emociones y sentimientos, pues estaba la alegría de estar preparándome para lo que siempre había soñado que era ser médico y poder salvar vidas y el dolor que me provocaba cada que veía a Samuel con alguna chica. Mi corazón se partió tantas veces que no creo que tenga un sólo lugar sin remiendo. Intentaba no mostrar mis sentimientos, los verdaderos, para que él no se enterara que lo quería más que a un amigo.

No lo hubiese podido soportar si me rechazaba y se alejaba de mi, así que continúe como si nada me estuviera pasando con él.

Existieron momentos en los que me hinchaba de orgullo porque no escondía quién soy y podía estar de la mano o besando a quién yo quisiera sin que me juzguen por ello. Al menos no tan de frente . Y luego existían los momentos en los que los celos y la rabia me invadía cuando veía a Samuel con alguien de la mano, besándose haciéndole lo que tanto deseaba que me lo hiciera a mi. Quería ser yo quien lo hiciera reír y que fuera sólo a mi a quien mostraba ese estúpido hoyuelo. En fin creo que tanto amor reprimido se convirtió en obsesión, al menos eso me dio a entender mi psicólogo.

Sin embargo él y yo seguíamos haciendo las cosas que nos gustaban juntos como ir al cine, ir por pizzas, escuchar música en nuestro departamento con un par de cervezas. Porque sí el masoquismo en mi me impedía irme a vivir en otro lado y tantas noches tuve que soportar los ruidos y gemidos que provenían de la habitación de a lado.

Recuerdo una noche de fin de curso, estábamos alistando nuestras cosas para ir a pasar vacaciones en la casa de playa de sus padres, cuando alguien tocó la puerta. Era Sheyla una chica de tez blanca, cabello castaño y largas piernas, el sueño de muchos y en realidad lo era, el problema, que Samuel era también el sueño de muchas mujeres en el campus. Y su galantería y personalidad de Don Juan que había desarrollado sabrá Dios cuándo lo hacía aún más deseable y obviamente Sheyla no lo iba a dejar pasar.

Lo persiguió durante todo el semestre hasta que Samuel cayó en sus garras. Apareció en el departamento sin más, sin invitación, bueno al menos no la mía, y él tan encantador la recibió de brazos abiertos, tuve que compartir mi cena y mi noche de películas con ella, las cervezas que con tanto sacrificio las habían conseguido, recuerden que era sólo un estudiante y mi economía no era la mejor en ese entonces, luego como si yo no estuviera ahí presente o fuera una simple decoración, Sheyla comenzó a besarlo y a montarse en cima de sus piernas, sospecho que ella sabía de mi enamoramiento hacia Samuel, porque cada que giraba el rostro me veía como diciendo " mira él no será tuyo jamás, me desea a mi".

Y bueno a pocas palabras buen entendedor, salí de la sala hacía mi habitación, para darles algo de privacidad. Pero había algo particular en cada encuentro que Samuel hacía cuando estaba con una chica, gemía y hablaba tan alto que podría jurar que lo hacía con la intención de que yo escuche. Está bien sé que estoy viendo cosas donde no las hay, y que el departamento era pequeño y se escuchaba todo, pero hasta esa fecha estuve con algunos hombre (no tantos, los suficientes no soy tan promiscuo) como para saber que rara vez un hombre realiza tanto ruido, sé que depende de cada persona, pero de verdad dudaba que Sheyla fuera tan buena como para que Samuel grite de esa manera. Así que no tenía otra razón más que el que deseaba que yo escuche.

Y claro que escuchaba, aquella noche en cuestión después de cerrar la puerta de mi habitación, Samuel comenzó a gemir y hablar descaradamente obsceno. Prometo que nunca antes había hecho lo que esa vez estaba por hacer. Me acosté en mi cama y comencé a imaginarme a mi encima de Samuel, que era yo el que estaba sentado a horcajadas sobre sus piernas que era yo quien le producía ese placer y era a mi a quien pronunciaba esas palabras. Deslicé mi mano por mi pecho, aplastando mis pezones, porque en ese momento Samuel decía lo dulce que se sentían los pezones de Sheyla, baje mi mano por mi abdomen, mi ombligo hasta llegar a la protuberancia de mis pantalones, maldición estaba tan duro y casi a reventar, me bajé el pantalón, luego el bóxer y sujete con mi mano mi pene excitado desde la base deslicé suavemente mi mano hasta la punta ya mojada de presemen, aumenté un poco el ritmo y me llevé la mano a la boca para mojarla y volverla a llevar a mi miembro, "Samuel, Samuel si" era todo lo que podía salir de mi boca. Y mientras él aceleraba más en sus gritos y respiraciones yo subía y bajaba con más rapidez mi mano, el gemía, yo me acariciaba, el hablaba, yo gemía, hasta que no pude más y me corrí tan duro que mi pecho quedó lleno de mi propia esencia. Al día siguiente Sheyla se había ido y sentía que Samuel a veces me miraba de manera extraña como analizándome y a veces como enojado conmigo ese día era una de esas ocasiones, y a pesar de todo nos fuimos de vacaciones.

            
            

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