- ¡No te rías! Esto es traumatizante para mí. Por otra parte, tienes razón, podría ser peor. En fin, toca festejar por última vez y ya mañana comenzar a trabajar. – Flavia no pudo evitar carcajear al ver la expresión de asco de su hermano al decir la ultima frase y aunque no se lo había dicho, a ella le parecía perfecto que su hermano pusiera un poco los pies sobre la tierra, después de todo el dinero no es tanto y si no empieza a valorarlo desde ahora, no le va a durar más de seis meses y ay para ella ese tiempo era demasiado.
Era su ultima noche de diversión, la última en donde iba a poder disfrutar de todos sus caprichos por lo que no quería pensar en más que disfrutar ya a ala mañana siguiente afrontaría el día con otra cara y otro ánimo.
Llamó a Damián, su mejor amigo y lo invitó a ir a tomar unas cervezas al pool y ver si conocían algunas mujeres con quienes divertirse un poco.
Aquél era el único que conocía sobre los sueños recurrentes con aquella mujer que últimamente se repetían a diario y no comprendía el por qué. Damián lo interpretaba como que quizás lo que inconscientemente se quería decir a si mismo tenía que ver con dejar que jugar con las mujeres y buscarse una novia, alguien a quien querer, respetar y amar, pero él no lo veía así. Para Dante, esa mujer no era simbólica, era real y sabía que en algún punto del planeta se encontraba y que el día que la tuviera frente a frente no dejaría que se le escape de los brazos. Él no sabía si esa desconocida tenía hijos, marido o si era homosexual, se había empecinado en encontrarla y hacerla suya que muy en el fondo eso de andar de antro en antro tenía la intención de hallarla.
- ¿sigues pensando que esa mujer existe? – Dante lo miró y sonrió. No hacía falta decirle nada, su mejor amigo lo conocía muy bien. – sigo pensando que no tiene la interpretación que vos le das, es simbólico y deberías dejar de acostarte con tantas mujeres ¿no tienes la necesidad de amar y que te amen? –
- ¿no crees que es momento de decirle a Franco que te gusta? – contraataca mientras se echa un poco de perfume. – y no, no necesito una mujer, ni amar, ni que me amen. ¿para que quieres que me enamore? ¿para estar de idiota como vos? ¡ja! Ni agonizando. – ambos ríen.
Damián es homosexual, eso no era un secreto, si lo era el que estaba enamorado de Franco el novio de su prima y que a su vez, era bisexual porque una noche, pasado de copas lo había besado y eso le había partido la cabeza, que no podía ser capaz de estar con otros hombres sin pensar que le hace el amor a Franco.
Las mesas de pool estaban completas y sólo podían sentarse en la barra a tomar un par de tragos hasta que alguna se desocupe en tanto Dante se deleitaba con las bellezas que había dentro y Damián, bueno él, se estaba mensajeando con uno de esas apps para citas, pero de chicos gay.
Mientras miraba una que otra mujer que pasaba delante de sus ojos acompañado del vodka que estaba tomando una morena de infarto atravesó la puerta. La mira llevaba puesto un vestido negro pegado al cuerpo con unas botas de igual color con algo de taco. Los labios los tenía pintados de rojo fuego y en su rostro, en el pómulo derecho tenía una mancha. Ni bien sus miradas se encontraron él levanto la copa y automáticamente ella interpreto que la estaba invitando a compartir un trago. Ella no era de dar vueltas y más si lo que veía le gustaba.
Caminando de manera sensual y con una sonrisa en el rostro es que se acercó a él y previo a presentarse se sentó en el taburete de junto.
- ¿sóla esta noche? – rompió el hielo seductor.
- Depende. – dijo coqueta luego de sacarle de su mano la bebida y darle un sorbo.
Luego de terminarle el trago, tomo su mano y lo llevo a la pista. Ella era de armas tomar por lo que rápidamente acomodo sus manos en su baja espalda y comenzó a menear su cuerpo al compás de la música. Era tal la cercanía de la morena que él no podía dejar de sentir como su cuerpo empezaba a tomar temperatura y su miembro comenzaba a despertarse. Dante era tan caradura que no le daba pena el que su cuerpo se exprese estando así, como ahora con una mujer, dado que creía que si la otra persona se "le regalaba" era eso lo que esperaban que suceda. Y realmente no se equivocaba con esta mujer.
Sus movimientos eran tan adictivos, así como el tacto de sus manos en su cuerpo. Deseaba tanto subirle el vestido y hacerla suya ahí mismo, delante de decenas de personas mirándolos, pero se contenía porque si había algo que le fascinaba era ser seducido y más aun por una mujer como ella.
- Me parece que alguien se muere por ser liberado. – susurró en su oído al mismo tiempo que apretaba restregaba sus glúteos a su erecto miembro mientras acompañaba la música.
- No tienes idea. – musitó en un hilo de aire.
- Ven conmigo. –
La morena lo tomó de la mano y se lo llevo al deposito donde guardaban las bebidas, detrás de unas cajas y comenzó a besarlo con desesperación en tanto el no se privó de tocar y apretar sus glúteos al mismo tiempo que atraía su pelvis a la suya y presionaba contra sí mismo provocándose quejidos de placer.
Dante no era de detenerse en previas, él iba más al acto, un par de besos, caricias por aquí, caricias por allá y las penetraba hasta que se quedaba sin aire. Pero la diferencia que había con las demás mujeres con las que había tenido sexo, era que ésta no se dejaba someter, a ella le gustaba el dominar.
Mientras mordía sus labios con fuerza, saboreando la sangre de las heridas que le provocaba, desabrochó con rapidez sus pantalones y luego de empujarlo contra la pared se arrodilló para liberar su miembro. Se detuvo un momento para mirarlo, le encantaba saborearse antes de llevárselo a la boca. Ese era su don. Hacia de cada práctica sexual oral una obra de arte.
Lentamente comenzó a lamer su miembro, en tanto sus ojos se clavaban en los de él, quien se relamía los labios de la exquisita visión que la mujer le estaba dando con su pene en su boca.
- Como un helado de crema que se derrite. – dijo mientras chupaba el glande y lamía el tronco con movimientos verticales, de arriba hacia abajo, una y otra vez.
- Me estás volviendo loco. – admitió rendido del placer que le estaba regalando a su cuerpo.
Ella no respondió, solo sonrió en tanto seguía deleitándose con su miembro en su boca, degustándolo como si se tratase de uno de sus dulces favoritos. Para acompañar la acción, sumo sus manos para poder masajearlo mientras besaba, lamía y succionaba cada centímetro de su erecto e imponente miembro.
Sus ojos mieles se clavaban a los de él mientras lamía uno a uno sus testículos y podía embriagarse con el sabor en su boca. Adoraba ver y sentir la meditación en su lengua.
De un momento a otro ya no pudo soportar más, necesitaba poseerla, clavarse tan dentro suyo que no pueda siquiera moverse, pero ahora necesitaba acabar y no iba a dilatar más el asunto. Tomó su cabello y ayudándolo a su mano comenzó a mover su cabeza provocando que su miembro tocase la campanilla de su garganta.
- ¡Dios! – estaba en las nubes, se sentía tan excitante sentir la profundidad de su garganta.
Los movimientos comenzaron a ser cada vez más rápidos al mismo tiempo que una corriente eléctrica corría por todo su cuerpo viajando hacia aquel punto dónde se concentraba todo el deseo y la excitación para sentir como en un desgarrador gemido que casi lo deja sin aire llega al éxtasis y termina dentro de su boca. Pero aún no ha terminado.
La ayudo a pararse, no fue para nada cortes, solo quería clavarse en ella, explorar con su miembro la profundidad de su vagina y no sería para nada suave. Quería follarla duro y salvaje.
La alzó bruscamente, separó sus piernas y con la punta de su pene busco esa hendija que tanto deseaba traspasar. Fue tan exquisita la sensación de sentir como en un solo envión la completó que no le dio tiempo a reponerse de la acción cuando ya la estaba "taladrando".
- Así, grita más fuerte, pídeme más.- le decía mientras sus movimientos eran rápidos y fuertes.
Ella podía sentir como el dolor en sus partes íntimas iban mezclándose con al excitación de ser follada como un animal salvaje, pero quería más, se estaba volviendo adicta a ellos.
- Más, quiero más – era tan excitante escucharla que él no podía no hacer caso a su petición.
Comenzó a follarla tan duro que hasta podía sentir como su cuerpo se quedaba sin energía, pero sus gemidos lo motivaban a continuar. Podía sentir como bajo sus manos la piel de ella se erizaba y calentaba y eso le encantaba.
- Así, así te gusta. – pregunto cómo pudo.
- Si, no pares pro favor no lo hagas. – sus ojos estaban cerrados para poder vivir el placer en cada espacio de su carne. – ya llegó... ya llegó. – podía sentir como su cuerpo comenzaba a temblar y una descarga eléctrica se empezaba acumular en su punto G. – ohh... siiii.. – se dejo ir al mismo tiempo que el aumento la velocidad y la intensidad de las envestidas. – siii..ahhhhh ahhhhh. – sus gritos, juraba, que se podían escuchar desde afuera , pero a ninguno de los dos les importaba porque se sentían en las nubes.
A la mañana siguiente Samantha estaba nerviosa porque Silvina no había llegado y no cogía sus llamadas. A ella le extraño porque su amiga no era de llegar tarde al trabajo y si se demoraba le avisaba, pero ni eso había hecho y se estaba desesperando al no tener respuesta alguna.
Habían pasado una hora del horario en el que debía llegar y no había tenido noticias ni por mensaje de texto por lo que ya no iría a esperar más tiempo, con todo lo que estaba sucediendo en las calles no debía perder más tiempo, así que se decidió por llamar a la policía.
Marco primero el nueve y luego los números restantes cuando de pronto ve ingresar al restaurante a su amiga, con una sonrisa plasmada en el rostro y una expresión de liviandad que sintió deseos de matarla.
- ¡¿Qué te pasó?! – estaba preocupada por no haber recibido noticias suyas.
- Nada. – lo dijo tan despreocupada y desinteresada que realmente quiso ahorcarla.
- ¿Tienes idea de cuántas veces te llamé? – Silvina mira su celular y descubre la cantidad de llamadas y mensajes de su amiga.
- Si, treinta y dos veces ¿Pasó algo? - ¿Enserio lo dice así sin más sin interés ni nada? Se pregunto Sam incrédula.
- Si, paso que estaba preocupada. – su amiga la abrazo y le dio tres palmadas a modo de consuelo.
- Estoy bien, solo me quedé dormida. – y se dibujo una sonrisa en el rostro, una que Sam conocía muy bien.
- ¿Estuviste con alguien? – no tuvo que decir nada, su sonrisa ya le había dado la respuesta. - ¡Silvina, la próxima vez que vas a follar por lo menos avisa que vas a llegar tarde o bien ponte el despertador. Hay gente, como yo, que se preocupa por ti. – habla enojada.
- Bueno, no te enojes. No sabes el bomboncito que me comí anoche. – cerró los ojos al mismo tiempo que mordía su labio inferior y recordaba la situación vivida horas antes.
- Y no quiero saberlo. – le dijo nerviosa.
- ¿Qué pasa Sam? – notó a su amiga preocupada más que de costumbre.
- En frente, están abriendo un restaurante. – soltó de golpe.
- ¿Y? Sami, vos tenés trayectoria en el rubro y ningún recién llegado va a quitarte tu puesto. Además, seguro pondrán algún negocito de comidas así no más, no se compara con lo que aquí se sirve. – intento explicarle que no podía ver cómo competencia a unos recién llegados.
- No entiendes, me enteré que tienen a los mejores chef de Argentina y además, está fue una cadena muy importante en su época ¿No has escuchado hablar de "A Puro Sabor" ahora están reabriendo. Va a ser un problema Silvina. –
- Mira, número uno, no escuché de ese nombre, punto número dos, tu los has dicho, fue exitoso en su época ahora es diferente. Ahora estás vos liderando los ranking y punto número tres, necesito un café, se me parte la cabeza.- Sam rezaba porque su amiga tuviese razón.
Silvina no era de esas mujeres discretas, no, ella tenía la necesidad de contarle todo a su amiga, por lo que no se iba a guardar lo que sucedió el día anterior.
Ella estaba tan encantada con ese chico que siquiera se había percatado de preguntarle su nombre o pedirle algún teléfono y se lamentaba por ello.
Mientras tomaban su café en al oficial y reían de los detalles de la noche salvaje que pasó Silvina con el desconocido, uno de sus ayudantes de cocina las interrumpe.
- Disculpe Srta. La buscan en la puerta. –
Las amigas se miraron e intrigaron ¿Quién la buscaría? Sin más, ambas se dirigieron hacia la puerta de entrada, aunque Samantha llevaba cinco pasos más adelante. En el Hall de excepción pido divisar a un muchacho de espaldas, inmediatamente se pregunto por él ¿Quién era? ¿Por qué pedía verla? Decidida se va acercando cuando de repente lo que ve sus ojos hacen que se detenga en seco, automáticamente él hace lo mismo y para variar, Silvina se posiciona detrás de la oreja de Sam y le susurra algo que en su vida hubiese querido escuchar.
- Ese es el bomboncito de anoche. –