La Hacker del joven Abogado
img img La Hacker del joven Abogado img Capítulo 5 El huracán.
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Capítulo 6 Huyendo. img
Capítulo 7 ¿Quién es Rachel exactamente img
Capítulo 8 La familia de Rachel. img
Capítulo 9 La advertencia. img
Capítulo 10 No iré a ningún lado sin ti. img
Capítulo 11 En medio de la oscuridad. img
Capítulo 12 Otra pesadilla. img
Capítulo 13 Virus. img
Capítulo 14 Hipnotizado. img
Capítulo 15 Asunto confidencial. img
Capítulo 16 A mí me gustas así. img
Capítulo 17 Rompiendo las leyes. img
Capítulo 18 Deseos de morir. img
Capítulo 19 Fallo. img
Capítulo 20 Explotar. img
Capítulo 21 Persecución. img
Capítulo 22 Poder. img
Capítulo 23 Involucrados. img
Capítulo 24 Una disculpa. img
Capítulo 25 Promételo. img
Capítulo 26 El plan. img
Capítulo 27 Misión suicida. img
Capítulo 28 Daño colateral. img
Capítulo 29 Un maldito error. img
Capítulo 30 La traición. img
Capítulo 31 Cambio de planes. img
Capítulo 32 Sacrificio por amor. img
Capítulo 33 Una esperanza. img
Capítulo 34 Familia a salvo. img
Capítulo 35 Un trato, ¿por la libertad img
Capítulo 36 Demasiado peligroso. img
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Capítulo 5 El huracán.

Narrador.

Después de terminar de revisar el documento que dejó ayer, lo mete en un sobre y lo mantiene al alcance de su vista para recordar enviárselo a su cliente, pues se trataba de un contrato comercial.

Emma llegó con la comida que Dylan ordenó, en envases de cartón. Por lo que el abogado le indicó que se sentara mientras él hacía espacio en el escritorio para la comida.

-Entonces, ¿esa chica puede hackear cuentas bancarias y esas cosas legalmente? -se interesó la pelinegra mientras sus palillos envolvían la comida china.

Dylan masticó su comida y asintió.

-Hace estas cosas para ayudar a otros, no para hacer daño -aseguró, teniendo la seguridad en su corazón que Rachel era incapaz de hacer daño a otros.

-¿Cómo estás tan seguro de eso, Dy? -cuestionó alzando una ceja.

No era la primera vez que lo llamaba por su nombre de esa forma, y aunque él se sintió incomodo por la confianza de ella, no la quiso hacer sentir mal por algo tan insignificante.

Pero una cosa era eso y otra hacerlo dudar de Rachel. Eso no se lo iba a permitir.

-La conozco. Y jamás he notado algo extraño en ella. Es una mujer confiable.

-Sí, pero trabaja como Hacker, consigue dinero de la manera que sea, del trabajo que sea, porque es su manera de ganarse la vida. Y tengo entendido que solo la conoces desde que tuviste tu primer caso y eso fue hace, ¿cuánto?, ¿medio año?, ¿cuántas veces has solicitado sus servicios como para conocerla tanto?

-¿A qué quieres llegar con esto, Emma? -preguntó sintiendo molestia. Incluso comenzaba a sentir que ya no tenía hambre.

Pensó en el hecho de que por alguna extraña razón, estando con Rachel siempre tenía hambre y se sentía tan diferente a ahora.

-Nada, lo siento... es que tenía un novio que se dedicaba a lo mismo y era un completo patán -confesó la mujer, comiendo.

Dylan asintió lentamente. Igual eso no era excusa para que ella intentara hacerlo pensar que Rachel era una mala persona. Porque si de hablar por lo que se conoce a simple vista se trata, él podría decir que al principio, pensó que Emma era hermosa, sí, pero una mujer fácil.

Dylan no sabía mucho del tema pero era notorio cómo ella coqueteaba incluso con las mismas mujeres. Y no sabía si era parte de su personalidad o no, hasta ahora, que sabe que ella es simplemente así.

-¿Cuánto tiempo de relación tenían? -se interesó el abogado para luego tomar su jugo.

-Dos años. Y ni te imaginas lo que tuve que vivir... -exhaló, dejando la comida en el escritorio ya acabada-. Primero, prefería estar con las malditas computadoras que conmigo, y segundo, era pésimo en la cama; algunas veces impotente por estar pensando siempre en las malditas cosas que debía hacer en lugar de satisfacerme. Y no hay nada más triste en esta vida que un hombre que no esté interesado en complacer a una mujer, y peor aún, que no se le levante.

El joven abogado tragó hondo la comida sintiendo la presión en su pecho. Se sintió caliente en las mejillas por tal confesión.

Aunque Emma no tenía idea de la peor pesadilla de Dylan, y estaba lejos de saberlo, él sintió como si aquellas palabras fueran directamente para él.

De inmediato, se sintió incómodo, intentó recobrar el sentido pero se imaginó a sí mismo en su peor pesadilla, pero extrañamente, en lugar de la chica que le gustaba en el High School, se imaginó a Rachel.

En aquel arrebato, vio los labios rosados de su Hacker, sus piernas color chocolate y la forma que ocultaba debajo de esa ropa holgada; también imaginó cómo ella pasaba las manos por su torso y repetía las palabras:

"Me debes más que una comida"

Dylan sintió que comenzaba a sufrir de taquicardia y cuando abrió los ojos, su mente le hizo creer que era imposible que algo como eso pasara. Sin embargo, cuando el abogado sintió la incomodidad en su entrepierna y echó la mirada hacia abajo, se dio cuenta de algo impactante: su miembro estaba despierto y ansioso de hacer realidad la pequeña fantasía que había creado su imaginación.

¿Pero qué demonios?, se dijo a sí mismo, agitado.

Emma no notó aquello porque había comenzado a comer de la otra bolsa, en donde estaban sus papas favoritas.

-Emma, me tengo que ir... -dijo rápidamente, colocando su saco mientras le daba la espalda a la mujer, tomaba sus cosas ágilmente y llevaba su maletín a su entrepierna-. Eh, lamento esto, es que recordé que debo entregar esto con urgencia.

Al decirlo, tomó el sobre amarillo, despegando un poco el maletín de su entrepierna, dejándole ver a Emma su gran problema.

-¡Dylan! -exclamó la pelinegra, atragantándose con las papas, entre sorprendida y cautivada por el gran bulto que estuvo escondiendo el hombre todo este tiempo.

El abogado se dio cuenta de esto y más que avergonzado salió rápidamente de allí, con todo en mano.

Emma pensó que él se había excitado por ella, y eso le hizo sentir que él quizá lo único que necesitaba era que ella le diera un pequeño impulso, mientras que Dylan huía, escaleras abajo, sintiendo la presión en su pecho.

Como un loco, en menos tiempo del que se había tardado antes, llegó al estacionamiento, y respiró hondo.

La razón del por qué estaba actuando de esta forma tan dramática, huyendo, era porque él era del tipo de hombre que no se excitaba tan fácilmente. Mayormente cuando lo hacía, sus pensamientos se mezclaban con su pasado y eso era suficiente para llevarlo al estado más frío y débil.

Pero estando allí en el estacionamiento, se sentó en el piso y se llevó las manos a la cabeza, con el dolor incesante en sus partes íntimas por no ser liberadas.

Estaba tardando más de lo que podría haber durado en otras ocasiones y en lugar de pensar en cosas que lo hicieran entrar en su estado natural, la sola imagen de Rachel sonriendo, cuando la vio dormida en su cama, con su cobija envuelta en su cuerpo, y sus rizos cayendo en la almohada, le resultaban imposible calmarse.

-Con un demonio... -masculló, tomando sus cosas, tapando su problema, dirigiéndose a la gasolinera cercana al edificio en donde había un baño público.

Sintiendo sus manos temblar y sus mejillas rojas, estando dentro del baño, se encerró en un cubículo e intentó pensar con calma.

Nada lo estaba ayudando, ¿cómo era esto posible? Ni siquiera recordaba la última vez que se había excitado, era insólito y mucho más viniendo de solo un pensamiento, de recuerdos de su hermosa Hacker.

Sin pensarlo demasiado por no querer soportar el dolor, quitó su correa, desabrochó su pantalón de vestir junto a su bóxer, se sentó en la tapa del váter y tocó su dureza.

Un gemido ronco salió de su garganta con solo sentir su propia mano, pero cerró los ojos intentando acabar con su sufrimiento lo más pronto posible.

Rachel aproximándose a él.

Rachel susurrando en su oído.

Él explorando su cuerpo y ella el de él.

Ambos fundiéndose en un beso apasionado y las manos pequeñas de la morena alrededor de su masculinidad.

Un gemido de Rachel y todo se fue al demonio.

-Rachel... -la nombró, una vez que la potente descarga se vació sobre la puerta del cubículo.

Su respiración dejó de ser agitada, se sintió mejor aunque sus mejillas no dejaban de estar calientes.

Limpió la puerta, sus manos, tomó sus cosas que había dejado a un lado y recibió el cálido sol de la tarde que estaba por terminar.

Sus pensamientos iban y venían pensando en la morena. En lo difícil que iba a ser volver a verla a la cara, en lo incomodo que sería si quiera sentirla respirar a su lado.

Sin embargo, algo dentro de él le incitaba a verla. Era como un huracán de emociones que solo lo impulsaban a ella.

Su corazón estaba latiendo de forma ansiosa por lo acontecido y aunque su sistema nervioso estaba en un hilo, quería volver a verla antes de que acabara el día.

Así que dejando sus pensamientos negativos a un lado, la llamó.

La excusa sería que había recibido su mensaje y que la disculpaba. Y como compensación, una cena.

¿Era buena o mala idea?

No lo sabía, él solo necesitaba verla.

Las llamadas fueron enviadas al buzón de voz una y otra vez. Los mensajes quedaban en gris, y comenzó a preocuparse cuando pasó alrededor de 30 minutos.

Era extraño que ella no respondiera.

Por lo tanto, intentó recordar si tenía la dirección de su departamento en alguna parte. Buscó en su maletín, en sus notas, en sus mensajes, y por suerte, la morena le había dejado su dirección en un correo en caso de emergencia.

El hombre, despeinado, con la corbata floja, pero decidido a buscarla, apretó su maletín en mano y detuvo a un taxi.

El chófer no se tardó más de 15 minutos en llevarlo a donde le pedía.

Dylan le pagó al hombre y respiró varias veces intentando controlarse porque no podía llegar a la puerta de su morada en esas condiciones.

Y además, ¿qué haría?, ¿besarla?, ¿bajar la mirada?, ¿huir?

Sacudió la cabeza y en un arrebato de sentir más de aquello que estaba volviéndole loco, caminó hasta un callejón, encontrándose con la puerta que indicaba el correo.

Pero antes de tocar el timbre, dos personas salieron de forma apresurada, una de ellas con una mochila en su espalda.

-Te quiero Rachel, no tienes idea de cuánto, pero no voy echar a perder mi vida por ese...

-Dylan... -Rachel jadeó, sorprendida de verlo allí fuera, sonrojado, despeinado y con sus ojos grises examinando a Mauricio.

-¿Qué está pasando aquí? -preguntó Dylan, al principio, por Mauricio, pero luego, porque echó una mirada hacia adentro del departamento y el lugar estaba completamente hecho un caos.

-¿Me creerías si te dijera que fue un huracán? -inquirió la morena con temor en su voz.

El abogado negó con la cabeza, sabiendo que algo malo estaba sucediendo.

-No es tan ingenuo como pensaba -habló Mauricio con frustración, y luego miró al abogado-. Qué bueno que estás aquí, nos ahorras un poco el tiempo de espera ¡para que nos maten!

-¡¿Qué?!

                         

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