Entre nosotros no hay sentimientos de por medio y eso lo hace mucho mejor, porque, aunque una parte de mí sí ansiaba sentir esas mariposas y esas flamantes llamas recorrer por mi ser, la realidad era que lo nuestro no iba a llegar a ningún lugar. Él es un hombre muy atractivo, su familia y él mismo deben estar esperando una mujer igual de hermosa a su imponente presencia, no una mujer de clase, pero con poco atractivo como yo. Además, no esperaba el dichoso príncipe azul, deseaba y anhelaba un hombre de buenos sentimientos y gran corazón y, sobre todo, que amara mi corazón y mis grandes curvas por igual.
Me encontraba en el balcón de mi habitación, observando el hermoso cielo azul y la laguna veneciana mientras realizaba un cuestionario secreto para Jacob, de ese modo, podría encontrar una mujer que fuera compatible a él en alguna app de citas. Estaba feliz, porque siempre me había gustado participar en eventos serios como de este tipo. Saber que podía llegar unir dos vidas que no sabían que podían estar destinadas es algo emocionante y que me llenó de entusiasmo.
En lo que redactaba la última pregunta del cuestionario, un par de manos grandes y tibias cubrieron mi rostro. Sentir su tranquila respiración en mi oído me hizo tragar saliva varias veces seguidas. Ese perfume tan poderoso y embriagante me enredó antes de que su profunda voz me terminara de doblegar. Mi corazón se iba acelerando con cada milésima de segundo que transcurría y él seguía tan cerca de mí, invadiendo todo mi espacio personal y mis sentidos.
-¿Qué estás haciendo tan solita aquí? - inquirió, usando un suave y varonil tono de voz.
-S-solo contemplo las hermosas vistas y hago unas cuantas cosas sin importancia para matar tiempo.
-Me doy cuenta - soltó una risita divertida sobre mi piel, erizándome al instante-. ¿Y esas preguntas para qué son?
-¡Son para conocernos mejor! - me giré con ganas hacía él, quedando tan quieta y estática al tener su boca a centímetros de la mía. Mi rostro se calentó en una mínima fracción de segundo, queriendo enterrar la cabeza en la tierra por la vergüenza tan grande que sentía-. L-lo siento...
-No tienes por qué avergonzarte por hacer este tipo de cosas, calabacita - su cálido aliento chocaba contra el mío, y ese hecho, me hacía contener hasta la respiración-. No sabes las ganas que tengo de probar esos labios tan bonitos y carnosos -confesó, intercalando una profunda mirada de mis ojos a mis labios.
Me enderecé en la silla más rápido que ligero, viendo algún punto de la laguna sin prestarle ningún tipo de interés. ¿Escuché bien? Creo que este hombre tiene bien pérdida la cabeza y será muy difícil encontrarla nuevamente.
-Bueno - carraspeé, visiblemente incómoda y avergonzada-, el fin de este cuestionario es para conocernos mejor, saber nuestros gustos y tener en cuenta nuestras comidas favoritas. De ese modo, tendremos en cuenta lo que le agrada y le desagrada al otro -mentí, ya que no era para nada de eso que le pediría aquellos datos-. ¿Te gusta la dinámica?
-Me gusta - aseguró, tomando lugar a mi lado-, pero ¿no te parece mejor si lo descubrimos con el pasar de los días?
-Claro que no nos vamos a conocer completamente por medio de este cuestionario. La dinámica nos puede unir un poco y estoy segura que será divertido para los dos, para pasar un rato agradable - pensé por un momento las palabras correctas a decir -. Sería como una presentación personal, como cuando entras a la escuela y te presentas frente a todos tus compañeros de clase.
-Bien, no me molesta ni me incómoda divertirme un rato contigo - extendió su mano, y en ella, traía una pequeña flor morada muy bonita-. La vi y me acordé de ti. Las dos son igual de hermosas.
Tomé la flor con vergüenza y timidez, de nuevo sintiendo el rostro y en general todo mi cuerpo caliente. ¿Siempre es así de lindo con las palabras o solo las está diciendo por jugar con un pobre corazón como el mío?
«Concéntrate, Cora, ¡no olvides que somos su Cupido!», me recordó la vocecita de la razón, sacándome de esa pequeña ensoñación que me había hecho en un solo segundo.
-Tomaré una ducha rápida y cuando vuelva, hacemos tu juego. ¿Te parece?
-C-claro - asentí rápidamente. No tenía cara para darle y mi lengua parecía haberse enredado en mi boca-. Mientras tanto terminaré de añadir unas cuantas preguntas más al cuestionario.
-Perfecto... - dejó un suave beso de imprevisto en mi mejilla, antes de irse hacia su habitación a tomar la ducha.
Toqué mi mejilla y sacudí la cabeza con fuerza para salir de ese trance en el que su beso me había dejado. ¡Sus labios son tan suaves!
-¿Es en serio, Cora? ¿De dónde sacas que sus labios son suaves? - escribí las últimas preguntas, recriminándome a mí misma mi pensamiento.
Dejé el esfero sobre la hoja y me estiré en la silla con una sonrisa en los labios. En lo que esperaba por Jacob, seguí contemplando las vistas a mi alrededor. Observé la flor a un lado de la hoja y la tomé entre mis dedos. La acerqué a mi nariz y la olfateé con suavidad. Mi pecho se llenó de calidez y ternura. ¿Cómo es que una simple flor puede remover tanto en mi interior? Me pregunté, disfrutando del aroma de la misma.
-¿Te gustaría cenar aquí en el balcón? - escuché su voz a mi espalda.
-Adelante, no hay problema - acepté, sin girar a verlo.
-Trae la cena al balcón, por favor - ordenó.
-Sí, joven Bardot.
-Gracias, Hilda.
Escuché los pasos de la mujer alejarse y los de él acercarse. Jacob rodeó la pequeña mesa y se sentó frente a mí. Su cabello húmedo fue a lo primero que presté atención, después contemplé sus ojos chispeantes y profundos para seguir recorriendo su definido rostro hasta llegar a sus labios. Una sonrisa jodidamente mortal surcó en ellos, por lo que aparté la mirada de su boca, removiéndome en mi lugar. El aroma de su perfume se está convirtiendo en una debilidad.
¡Huele tan bien y se ve tan atractivo en ropa más cómoda!
-Antes que empecemos con el juego, quiero saber cómo te has sentido estos días aquí.
-Muy bien. Venecia es hermosa.
-¿Disfrutaste pasear?
-¡Sí, hay mucho que hacer que no sé si tendré tiempo de hacerlo todo! - respondí animada.
-¿Te gustaría pasear conmigo mañana? Mis padres viven en una isla cercana y había pensado que me acompañaras.
-¿Si no hay problema...?
-No serás un problema para nadie - sonrió ladeado-. Además, quiero mostrarte las estrellas desde la casa de mis padres, te darás cuenta que ellas son tan hermosas y brillantes como tu sonrisa.