Capítulo 10 Señora wilson

Tras darle el tiempo suficiente a Elena, Ronald decidió entrar al baño, al parecer Elena no se había percatado de su presencia y cuando ella como si tirarán algo cerca, abrió sus ojos y se encontró a su jefe quitándose la ropa.

Ella trató de taparse con la espuma que había en la bañera.

- ¿Qué se supone que está haciendo? Váyase de aquí.

-Aquí donde? Ya has firmado el acuerdo, mañana solamente lo vamos a formalizar, pero desde ya eres mi esposa.

En qué momento firmó ese acuerdo, se arrepiente de haberlo hecho y eso que solo ha pasado una hora aproximadamente.

-Pero no se supone que sea así, está es la privacidad de uno.

-No hay privacidad entre nosotros, somos pareja, así que nada malo estamos haciendo.

Elena le dió la espalda, no quería verlo desnudarse, era como si todo lo estuviera haciendo a propósito, con tal de provocarla.

Ronald quedó completamente desnudo, entró en la bañera y se acomodó frente a Elena.

Elena aunque quería salir de ahí, la toalla no estaba a su alcance, tenía que ponerse en pie y dar dos pasos, pero con eso sería suficiente para que él la viera desnuda.

-Relájate -le dijo Ronald-, no será la única vez que hagamos esto juntos, vergüenza es lo menos que deberías de tener conmigo.

-Usted porque ya está acostumbrado a tener cuantas mujeres quiere, pero yo no, prácticamente solo dos hombres me han visto desnuda.

Ronald sabía que ella hacía referencia al hombre de las fotos, aunque el prácticamente se dejó llevar por el dinero y por el hecho de tocarla, Ronald detestaba la idea de que la haya visto desnuda, sino es por el hecho de que le advirtió sobre la droga en la bebida, hoy fuera muy diferente la situación.

-Nadie más te verá desnuda, solamente serás para mí.

-Deje de decir eso como si fuera una mercancía.

-Volteate.

-¿Cómo?

-Si, date la vuelta y acércate a mí.

-¿Para qué?

-Solo hazlo.

Elena sabía que no debía de hacer enojar a Ronald, se acercó a él, tratando de taparse sus voluptuosos pechos y luego se dio vuelta.

-Acércate, no pasará nada.

-Ella se acercó a él, hasta llegar a escasos centímetros.

El la tomó de la cintura y luego la acercó completamente.

-Quiero que te acostumbres a mi contacto, lo primero que debes hacer es reconocerme.

Él empezó a recorrer una de sus manos por el hombro de ella, lo hacía con delicadeza.

-¿Qué hace?

-Solo relájate, cierra tus ojos y relajate.

Las caricias dejaron de ser incómodas para Elena, las manos de Ronald solamente recorrieron sus brazos y espaldas.

Cuando él sintió que ella estaba más relajada, comenzó a darle besos en su espalda.

-¿Qué hace? -preguntó nuevamente Elena, pero está vez con una voz más suave, como si dudaba en hacer la pregunta.

No hubo respuesta de parte de Ronald, simplemente continuó. Cuando sintió que ella estaba completamente relajada, decidió dar el siguiente paso. Con y suavidad, la levantó de la bañera. El agua tibia y los vapores aún rodeaban el ambiente, creando una atmósfera íntima. Ambos salieron de la bañera desnudos, y aunque Elena trató de taparse con sus manos, la determinación de Ronald no permitió que esto fuera un impedimento para llevarla a la cama.

La habitación estaba iluminada por la tenue luz del atardecer que se filtraba por las cortinas. El contraste entre la frialdad de la noche que se avecinaba y el calor de sus cuerpos aumentaba la intensidad del momento. Ronald, consciente de cada pequeño detalle, observó cómo Elena luchaba contra su propia vergüenza. Ella había vivido momentos así antes, pero la situación con Ronald era distinta. Había una mezcla de nerviosismo y curiosidad en sus ojos.

Elena se tumbó en la cama, sintiendo la suavidad de las sábanas contra su piel húmeda. Su respiración era un reflejo de la lucha interna que experimentaba, entre el deseo y la incertidumbre. Ronald, percibiendo sus dudas, la miró directamente a los ojos y le dedicó una sonrisa tranquilizadora. Se inclinó hacia ella y susurró con voz calmada:

-No tienes que tener miedo. Estoy aquí contigo.

Las palabras de Ronald actuaron como un bálsamo para Elena, quien comenzó a relajar los hombros y soltó un suspiro profundo. Ronald se tomó su tiempo, acariciando suavemente su cabello y recorriendo su rostro con las yemas de los dedos. Quería asegurarse de que cada gesto transmitiera seguridad y ternura.

Esa tarde, Ronald comprobó que con Elena su cuerpo no sentía ningún tipo de repulsión. Al contrario, sentía una conexión profunda y una atracción que no podía ignorar. Los movimientos de Ronald eran lentos y deliberados, cada caricia, cada beso, estaban cargados de significado. Elena, aunque no era la primera vez que se encontró en una situación íntima, sintió como si lo fuera. La experiencia con Ronald era completamente nueva. A pesar de la falta de amor, había una conexión física que la hacía sentir viva y deseada.

Ronald la guió en todo momento, dejando que su experiencia y su seguridad ayudaran a Elena a superar su vergüenza. Sus manos recorrieron con suavidad cada rincón de su cuerpo, descubriendo con cada toque una nueva reacción. Los suspiros de Elena se intensificaban a medida que Ronald exploraba, sus labios dibujaban un camino de besos que iba desde su cuello hasta su vientre. La calidez de su aliento sobre la piel de Elena provocaba escalofríos que la hacían arquearse ligeramente.

Elena, al principio algo rígido, comenzó a relajarse bajo el toque experto de Ronald. Él se tomó su tiempo, disfrutando de cada segundo, deleitándose en las pequeñas respuestas que lograba arrancarle. Cuando finalmente sus labios encontraron los de ella, fue un beso profundo y lleno de deseo. Las manos de Ronald descendieron lentamente por su cuerpo, deteniéndose en sus caderas antes de continuar su descenso. Cada movimiento era deliberado, cada caricia estaba cargada de intención.

Finalmente, cuando sus cuerpos se unieron, fue un momento de pura intimidad. Ronald la penetró con cuidado, asegurándose de que ella estuviera lista y cómoda. El cuerpo de Elena se tensó por un momento, solo para relajarse nuevamente mientras Ronald la abrazaba más fuerte. Los movimientos de Ronald eran lentos y rítmicos al principio, permitiéndoles a ambos acostumbrarse a la sensación. Poco a poco, la intensidad fue aumentando, los suspiros se convirtieron en gemidos y la habitación se llenó del sonido de sus cuerpos moviéndose al unísono.

Elena, sintiendo una mezcla de sensaciones, se aferró a Ronald, sus uñas dejando ligeras marcas en su espalda. La conexión entre ellos era palpable, una danza delicada de dos cuerpos explorando y descubriendo nuevas sensaciones. Ronald, siempre atento, seguía el ritmo de Elena, asegurándose de que ella se sintiera cómoda y segura en todo momento.

Cuando el placer alcanzó su punto culminante, ambos se dejaron llevar, perdiéndose en la intensidad del momento. Sus cuerpos se movían en perfecta sincronía, cada empuje, cada caricia, los llevaba más cerca del clímax. Finalmente, cuando alcanzaron el éxtasis, fue un momento de liberación pura. Sus respiraciones se mezclaron, y por un instante, todo el mundo exterior dejó de existir.

Al terminar, Ronald la abrazó fuertemente, como si quisiera protegerla del mundo entero. Elena, por su parte, se acurrucó en su pecho, sintiendo por primera vez en mucho tiempo una extraña sensación de seguridad. Sus cuerpos permanecieron unidos, disfrutando de la cercanía y el calor que compartían. Fue un momento de paz y conexión, un respiro en medio de la tormenta de emociones que ambos sentían.

            
            

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