SingleDolls: Humanoides creados para enamorar a sus dueños
img img SingleDolls: Humanoides creados para enamorar a sus dueños img Capítulo 4 En el bosque
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Capítulo 6 En la habitación img
Capítulo 7 En el restaurante img
Capítulo 8 En el autobús img
Capítulo 9 En un lugar sombrío img
Capítulo 10 En el club nocturno img
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Capítulo 4 En el bosque

Vamos caminando por el borde del tenebroso bosque, justo a un lado del barranco por donde caímos; con cierta cautela avanzamos bajo la luz de la luna y acompañados del agudo cantar de los insectos noctámbulos.

Cada vez que fijo la mirada en lo profundo del bosque siento un corrientazo escalofriante, su espesura a estas horas es muy oscura y temeraria. Espero y logremos encontrar una forma de subir a la carretera o tal vez un pueblo donde podamos pasar la noche... Ya quiero salir de este horrible lugar.

-Verónica, no te quedes tan atrás de mí, apura el paso.

-Deja de ser tan mandón, después de todo... ¿Cómo es que sabes mi nombre?, ni yo me lo sabía.

-Lo leí en tu caja -sigue caminando con su mirada enfrente-. Veo que agarraste tus accesorios, vamos, ¿no te dio por leer tu nombre?

-Te presento unas de mis cualidades...

-Eres despistada.

-Sí, soy un desperdicio de cualidades.

-Verónica, eres una SingleDolls única, eso te hace especial entre las demás.

Es muy bondadoso, todo lo que dice y hace es para hacerme sentir bien, aún cuando lo he tratado a las patadas; de seguro una de sus cualidades es esa, ser bondadoso.

-¡Oye! -le grito y él de inmediato voltea su rostro para verme-, no me has dicho tu nombre.

-Mi nombre es Christopher, si te pareces muy largo puedes llamarme solo Chris.

-Ok, te llamaré Chris... Da pereza decir todo ese nombre.

-¿La pereza es otra de tus cualidades?

-¡¡Claro que no!! -le grito enfadada y él simplemente se echa a reír.

Sus risas sobresalen entre los sonidos que produce el viento al golpear las hojas de los arboles, es una noche tan fría que da coraje; no traigo la ropa apropiada para soportar estas temperaturas... Antes de salir del área del accidente me puse el cursi y floreado vestidito que traía como accesorio de la caja, y debajo tengo puesto ese horrendo vestido de baños rosado que traía puesto desde la caja: porque sí, todos los SinglesDolls posamos dentro de la caja en vestido de baños para así llamar más la atención de los clientes, ellos enloquecen con las curvas, y ellas con los músculos bien definidos.

-¿Tienes frio? -lo dice mientras me recorre con la mirada-. Ese vestidito no te ayuda mucho...

-Este vestidito es una mier... miércoles, un momento, ¿miércoles? ¡¿Qué verduras pasa?!

Luego de unas cuantas carcajadas le escucho decir:

-Tu sistema de censuras está activado, por eso no puedes decir malas palabras.

-La que los parió... ¡¿Cómo me quito esa censura de encima?!

-Lo puedes hacer, pero necesitarías frotar con alcohol para remover el sello que tienes atrás del muslo derecho.

Toco la parte de atrás del muslo derecho y no siento nada extraño.

-¿De verdad tengo un sello atrás de mi muslo?

-Sí, justo abajo de la nalga derecha.

-¡Estúpido!, ¡¿me estabas lujuriando?! -le exijo respuesta mientras intento bajar el largo de mi vestido.

-¿Qué?, ¡claro que no!

-¡Imbécil! -nuevamente me hace enojar-. ¿Acaso insinúas que mi cuerpo es un asco? -le lanzo mi mirada amenazante.

-Pero ¿qué pasa contigo?, que amargada eres, en serio -por fin le hice enojar.

A lo lejos podemos divisar ciertas luces, mientras más nos acercamos más aparecen sobre el horizonte del bosque.

-Mira, Verónica, ese es el pueblo donde yo vivía con mi expareja; podemos ir a mi casa y mañana continuar con el viaje.

-Bien...

De repente el sonido de unas pisadas sobre la maleza nos pone en alerta, ambos observamos nuestros alrededores a la mayor brevedad. Chris se interpone cruzando uno de sus brazos frente a mí y me obliga a retroceder tras su espalda, intenta protegerme, levanto mi rostro buscando su mirada y me encuentro con una valentía absoluta.

Las pisadas cada vez están más cerca...

-Verónica -me habla en voz baja-, parece que tenemos compañía, al parecer son varios.

-¡¿Y qué verduras sugieres que yo haga?! -le exclamo aterrada.

-¡¡CORRE, GRUÑONA, CORRE!!

De inmediato empezamos a correr a toda prisa. Mi corazón por primera vez se acelera y mi respiración agitada se aferra a mí junto con todo este terror que siento. Al voltear la mirada veo como tras nosotros aparecen unos hombres desalineados que visten ropas desgastadas y visiblemente viejas. Varios de ellos están corriendo con machete en mano: como nos alcancen estaremos muertos.

-Y el putrefacto pueblo, ¿dónde está? -pregunto entre jadeos.

-¡Vamos a perderlos, ya estamos cerca! -el desgraciado responde en perfectas condiciones.

-¿Cómo... lo... perdemos? -esta falta de aire no me permite hablar fluido.

-¡Sígueme!

Chris dobla repentinamente adentrándose en lo profundo del bosque y así nuestra visibilidad se reduce considerablemente frente a nosotros. Con cada pisada se escucha el crujir sobre la maleza, batallamos para no caer cada vez que tropezamos con las raíces de los arboles y gracias a esta densa oscuridad logramos perder a nuestros perseguidores.

Nos hemos detenido al llegar frente a un inclinado precipicio, la lejanía no me permite ver lo que hay en el fondo, pero parece que Chris conoce bien el lugar. Le veo caminar hacia una inusual pila de cartones de cajas desarmadas que están bajo un árbol, se agacha y agarra una.

-Agarra un cartón.

-No me digas que...

-Sí -me interrumpe-, te vas a sentar en el cartón y luego vas a lanzarte.

-Estás demente, no voy a...

Sorpresivamente me levanta entre sus brazos y carga conmigo

-Verónica, no hay tiempo que perder, aún es peligroso aquí.

-¿Qué haces? ¡¡Bájame!!

Se sienta sobre el cartón, todavía cargando conmigo y me acomoda entre sus piernas, luego se lanza sin previo aviso. Vamos deslizándonos en velocidades abismales. En un intento de liberar un gran grito, Chris se percata rápidamente y tapa mi boca con mucha fuerza.

Esto podría ser lo más loco que podría pasarme en toda mi maldita vida.

La velocidad empieza a bajar, la superficie empieza a sentirse plana hasta detenernos e inmediatamente me levanto del cartón con mi sistema nervioso alcanzando niveles exageradamente altos.

-¡¡¿Qué Coñac te pasa?!! -lo empujo enfadada, con muchas ganas de apretar ese putrefacto pescuezo y ahorcarlo

-¡¡Ya cálmate!! -con cierta indignación se pasa las manos sobre su castaño cabello-. Confía en mí, no dejaré que algo malo te pase, ¿ok?

-¡Bla, bla, bla! -le hago gestos con mi mano- ¡Ya deja de comportarte como el maldito príncipe azul!, ¡no soy una damisela en peligro!

-Pues últimamente estás metida en muchos peligros, digo, casi mueres quemada, casi te matan los carroñeros: ¡vamos!, aunque sea agradece...

Maldición, yo no sé agradecer; no me sale esa palabra, me cuesta...

            
            

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