Leonel logró que se priorizara su vuelo de salida, aterrizando en la ciudad antes de lo previsto. Cerró el acuerdo más importante que Holland & Manzuri había conseguido con proveedores asiáticos hasta entonces y aunque la lógica mandaba que debía sentirse satisfecho, el malestar persistente instalado en su interior no se lo permitía. El nombre de Cassandra estaba en boca de todos. Había logrado mantenerse impasible frente a sus socios y amigos, pero cada mención sobre ella era como hundir el dedo en una herida que nunca terminaba de cicatrizar.
Fue directo a casa, con la intención de encontrar unos minutos de paz antes de la gala de esa noche. Tenía pocas ganas de asistir. Sabía que ella estaría allí, que su relación con Dean se haría pública, y simplemente no quería lidiar con la situación. Pero su presencia era obligatoria sobre todo después de la muerte de Logan; la estabilidad de la empresa estaba en juego y no había espacio para sentimientos.
Entonces pensó en Harper.
Suspiró de frustración. Con el incidente en el baño había cruzado una línea. Nunca antes le había hablado a una mujer de esa manera, y el arrepentimiento se mezclaba con una incomodidad que prefería evitar. Sabía que tendría que enfrentarla tarde o temprano, pero la sola idea de verla le parecía insoportable. Después de todo, Harper también tenía su parte de culpa en la situación.
Al llegar a la propiedad, Don estacionó como de costumbre y apagó el motor.
-La señora no me espera sino hasta las 7:30, señor -dijo Don, mirándolo por el espejo retrovisor con discreción.
Leonel asintió, recogiendo sus cosas sin prisa.
-Gracias, Don.
Bajó del coche y caminó hacia la entrada de la casa de huéspedes. Melody le había confirmado más temprano que las reparaciones en el piso principal tomaron más de lo previsto y que Alice había movido sus cosas a la habitación de atrás.
Respiró hondo mientras se acercaba a la puerta, tratando de ignorar el malestar en aumento de su mano herida. Giró el pomo y entró con pasos silenciosos, su mente en blanco. Pero al instante se detuvo en seco. Lo que encontró lo sacudió con una intensidad que no esperaba.
Harper cruzaba la sala sin percatarse de su presencia, vestida solo con una delicada prenda de encaje y nada más. Estaba desnuda. Preciosamente desnuda.
En ese instante, el tiempo mismo pareció detenerse.
La luz cálida del atardecer acentuaba cada curva de su cuerpo y destacaba cada detalle de su piel. El cabello le caía suelto sobre los hombros, y sus brazos cruzados sobre el pecho apenas alcanzaban a cubrir su abundancia, un gesto que parecía natural y, a la vez, extrañamente inocente.
La visión lo dejó sin aliento. Como si todo el aire de la habitación hubiera sido succionado de golpe.
Sus ojos lo traicionaron, incapaces de apartarse de la escena que se reproducía frente a él. Era la primera vez que la veía sin las barreras que siempre había colocado entre ellos. Ella era una mujer. Cada línea de su cuerpo y toda su silueta perfectamente esculpida, se lo confirmaron.
Algo profundo y primitivo consumió su consciencia.
Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que una mujer estuvo entre sus brazos, demasiado desde que su cuerpo respondió a alguien. En su mente, imaginó lo que sería sentir la calidez de su piel al estrecharle la cintura o verla estremecerse al presionar su espalda contra la encimera. El deseo lo embargó al imaginarla aferrándose a él, las largas piernas enredadas a su alrededor, sus labios entreabiertos y sus manos empujando por borrar cualquier espacio entre ellos. La sola idea de tomarla ahí mismo, sin reservas, le nubló la mente, haciéndole olvidar dónde estaba y lo que se suponía que debía sentir.
-¿Qué demonios estoy haciendo? -murmuró para sí, atrapado entre la tentación y el rechazo hacia su propio deseo. Harper siempre había sido alguien a quien había ignorado. Ella era, entre otras cosas, la hermana menor de su mejor amigo. Esa era la mayor barrera mental de todo hombre. La última línea que debía respetar.
Retrocedió con esfuerzo, respirando con dificultad y sintiéndose expuesto en un modo que odiaba. Lo último que deseaba era que ella lo notara. La visión de Harper, desnuda, había quedado grabada en su mente, y sabía que ese recuerdo lo perseguiría. Porque ahora que la había visto completamente, no había manera de que las cosas entre ellos pudieran seguir igual.