Comprada por un Poderoso Millonario
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Capítulo 4 04

Claudia se encontraba en su habitación, aún procesando la revelación sobre Jonathan De Luca y su oscuro pasado. La angustia y la confusión la envolvían como una niebla densa. Mientras intentaba organizar sus pensamientos, una voz resonó en el pasillo.

-Claudia, ven al despacho de Jonathan -dijo una sirvienta, interrumpiendo su ensimismamiento.

Con el corazón latiendo con fuerza, Claudia se levantó y se dirigió hacia el despacho. Cada paso era un recordatorio de su cautiverio, pero también de su determinación por entender la situación en la que se encontraba. Al abrir la puerta, se encontró con Jonathan, sentado detrás de un gran escritorio de madera oscura, su figura imponente iluminada por la luz que entraba a través de las ventanas.

-Hola, Claudia -dijo él, levantando la vista con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos-. Siéntate, por favor.

Claudia se acomodó en una silla frente a él, sintiendo la tensión en el aire. Jonathan la observaba con una intensidad que la hacía sentir expuesta, como si pudiera ver a través de su fachada de valentía.

-Quiero hablar contigo sobre algo importante -comenzó Jonathan, su tono serio-. He estado pensando en tu talento, en tu arte. Quiero que pintes algunas obras para mí.

Claudia se quedó atónita. ¿Pintar para él? La idea de que su captor le pidiera que creara algo la llenaba de confusión. No sabía si debía sentirse halagada o asustada. -¿Por qué querrías que lo hiciera? -preguntó, su voz temblando ligeramente.

-Porque creo que tienes un don, y quiero que lo uses. -Jonathan se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en ella-. Además, esto podría ser beneficioso para ambos.

Claudia frunció el ceño, sintiendo que había una presión oculta en sus palabras. -¿Qué gano yo con esto? -preguntó, sintiendo que necesitaba entender las verdaderas intenciones detrás de su propuesta.

-Compasión -respondió él, su voz suave pero firme-. Si decides aceptar, te prometo que tendrás más libertad. Podrás expresarte a través de tu arte, y yo te proporcionaré los recursos que necesites.

La oferta era tentadora, pero Claudia no podía evitar sentir que había un precio oculto. ¿Qué tipo de compasión ofrecía un hombre como Jonathan? La idea de estar atada a él a través de su arte la llenaba de inquietud.

-¿Y si no quiero hacerlo? -preguntó, desafiándolo.

Jonathan la miró fijamente, y por un momento, el aire entre ellos se volvió denso.

-No quiero que te sientas obligada, Claudia. Pero debes entender que en este mundo, las decisiones tienen consecuencias.

Claudia sintió un escalofrío recorrer su espalda. Estaba atrapada en un juego peligroso, y cada palabra de Jonathan parecía un recordatorio de su vulnerabilidad. Sin embargo, la idea de poder pintar, de poder expresarse, era algo que no podía ignorar.

-Está bien, aceptaré -dijo finalmente, sintiendo que su voz temblaba.

Antes de que pudiera levantarse, Jonathan la detuvo al sujetarla del antebrazo. Se inclinó hacia ella, su rostro tan cerca que podía sentir su aliento cálido.

-Pero hay algo más que debes saber -susurró, su voz baja y amenazante-. Esta noche, tendrás que venir a mi habitación para satisfacer mis necesidades.

Claudia sintió que su corazón se detenía. El miedo la invadió, y su cuerpo tembló ante la insinuación. La mezcla de emociones la abrumaba, y en ese momento, se dio cuenta de que su lucha apenas comenzaba.

La tensión en el aire era palpable, y Claudia se quedó paralizada, atrapada entre la necesidad de sobrevivir y el horror de lo que se avecinaba.

            
            

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