Al abrir la puerta, la habitación la recibió con un aire de sofisticación y deseo. Jonathan estaba de pie junto a la ventana, las sombras jugando sobre su rostro. Cuando giró su mirada hacia ella, Claudia sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Había algo en su mirada, una mezcla de intensidad y anhelo, que la atrajo a pesar del miedo que la envolvía.
-Hola, Claudia -dijo Jonathan, su voz suave como un susurro. -Me alegra que hayas venido.
Claudia, aún temblando, avanzó hacia él, sintiendo que cada paso era un acto de valentía. La tensión en el aire era palpable, y su corazón latía desbocado. Jonathan se acercó, y ella pudo sentir el calor de su cuerpo.
Sin previo aviso, él la tomó por la cintura y la atrajo hacia sí, sus labios encontrando los de ella en un beso profundo y apasionado. Claudia cerró los ojos, dejándose llevar por la intensidad del momento. Era un beso que la hacía sentir viva, una chispa de deseo en medio de su confusión.
Jonathan la besó con ternura, explorando cada rincón de su boca con una maestría que la dejaba aturdida. La sensación de sus labios sobre los de ella despertó un torbellino de emociones, y Claudia sintió que se derretía en sus brazos.
-Eres hermosa -murmuró él entre besos, su voz cargada de deseo. La hizo sentir como si fuera la única mujer en el mundo, y por un momento, se olvidó de su miedo.
El beso se volvió más profundo, más ardiente. Jonathan comenzó a descender, sus labios recorriendo su cuello, mientras su mano acariciaba su abdomen. Claudia se sintió vulnerable, pero también increíblemente emocionada. Cada roce de sus labios la hacía temblar de anticipación.
La realidad de su situación la invadía, pero en ese instante, todo lo que podía pensar era en la conexión que se estaba formando entre ellos. Jonathan continuó su descenso, sus labios recorriendo su piel, y Claudia soltó un suspiro entrecortado. Era una mezcla de nervios y excitación, algo que nunca había experimentado.
Cuando él llegó a sus piernas, la besó suavemente, haciendo que su piel se erizara. Claudia sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía, dejándola solo con la realidad de ese momento. Era como si estuvieran en su propio universo, donde el tiempo se detenía y solo existían ellos dos.
Al final, Jonathan regresó a su rostro, sus ojos oscuros fijos en los de ella. -¿Estás lista para esto? -preguntó, su voz grave y suave al mismo tiempo.
Claudia sintió que su corazón se detenía un segundo. No sabía exactamente a qué se refería, pero el deseo en sus ojos la llenaba de valentía. Asintió, sintiendo que su decisión era irrevocable.
-Sí -respondió, su voz apenas un susurro.
Y así, en ese rincón de la noche, Claudia se sintió atrapada entre la incertidumbre y la pasión, dispuesta a explorar un camino que cambiaría su vida para siempre.
***
El amanecer entró por la ventana, iluminando la habitación con un suave resplandor dorado. Claudia despertó con una sensación de pesadez en el corazón, el recuerdo de la noche anterior inundando su mente. La confusión y el arrepentimiento la envolvían mientras intentaba acomodar sus pensamientos en medio del caos emocional.
Se encontró cubriendo su cuerpo desnudo con las sábanas, un acto instintivo que la hacía sentir un poco más protegida. Al mirar a su lado, vio a Jonathan dormido, su figura imponente y relajada. Era un hombre extraordinariamente guapo, con rasgos tan perfectos que parecía sacado de un sueño. Su piel bronceada y su cabello oscuro contrastaban con la luz del sol que entraba, y por un momento, Claudia se sintió atrapada entre la admiración y la tristeza.
Sonrió sin querer, una sonrisa que surgió de un lugar profundo y vulnerable. Pero esa felicidad se desvaneció rápidamente, como la niebla al sol. No podía permitir que ese momento la engañara. Se recordó a sí misma que Jonathan era su captor, un hombre que la había comprado, y no podía sentir nada por él. Era imposible.
A medida que su sonrisa se desvanecía, la realidad de su situación la abrumó. Claudia se sentó en la cama, sintiendo el frío del aire matutino sobre su piel expuesta. ¿Qué había hecho? La decisión de haber estado con Jonathan la perseguía como una sombra, y la culpa se apoderó de ella. No podía comprender cómo había llegado a ese punto, cómo había cruzado una línea que parecía tan clara antes.
Mientras miraba a Jonathan, el sonido de su respiración tranquila la incomodaba. Era un hombre que había tomado tanto de ella en tan poco tiempo. La combinación de su atractivo y su aura poderosa la había deslumbrado, pero no podía dejar que eso la cegara.
¿Cómo podía haber permitido que sus emociones la llevaran a esa entrega? Claudia sabía que debía ser fuerte. Tenía que recordar quién era y lo que quería. Sus sueños de ser una artista reconocida, de vivir libre, no podían perderse en el torbellino de esta nueva realidad.
De repente, Jonathan se movió, despertando lentamente. Sus ojos se abrieron y se posaron en ella, una mezcla de sorpresa y satisfacción llenando su expresión.
-Buenos días, Claudia -dijo, su voz rasposa por el sueño. La forma en que pronunció su nombre le hizo sentir un escalofrío involuntario.
Claudia intentó mantener la calma, su corazón latiendo desbocado. -Buenos días -respondió, aunque sabía que su voz no era tan firme como deseaba.
Jonathan sonrió, pero esa sonrisa no hizo más que intensificar su conflicto interno. Era un recordatorio de lo que había sucedido, de la intimidad que habían compartido, y de la línea que había cruzado.
Ella desvió la mirada, incapaz de sostener su mirada por más tiempo. No podía dejar que él viera su vulnerabilidad. La distancia emocional que sentía era abrumadora, y la idea de abrirse a alguien que representaba todo lo que temía la llenaba de pánico.
-¿Te sientes bien? -preguntó Jonathan, notando su cambio de actitud.
-Sí, solo... estaba pensando -respondió ella, intentando sonar casual, aunque su voz temblaba ligeramente.
Jonathan se incorporó, apoyándose en los codos. -Lo que pasó anoche... -comenzó, pero Claudia lo interrumpió.
-No hablemos de eso -dijo rápidamente, sintiendo que las palabras se le atascaban en la garganta. No estaba lista para enfrentar lo que había ocurrido.
La mirada de Jonathan se tornó seria, y Claudia sintió que un peso caía sobre ellos. No podía permitir que la vulnerabilidad la dominara. Tenía que encontrar una manera de mantenerse firme, de recordar quién era realmente.
Mientras el sol seguía ascendiendo en el horizonte, Claudia supo que debía encontrar su camino de regreso a sí misma, a sus sueños y a su arte.