Los pequeños me miran con ojos asustados, como si yo fuera uno más de los monstruos que se están encargando de atormentarlos, no puedo dar crédito a lo que está pasando, ¿Cómo se podía ser tan insensible, tan inhumano?
- ¿¡Qué significa esto?!
Pregunto llena de rabia y enojo, mi voz sale cargada de ira y empiezo a desprender un aura hostil y peligrosa, todos se quedan asombrados, yo no era para nada expresiva por ello mi humor siempre es un misterio para ellos, pero esta vez estoy sumamente molesta, fuera de mis casillas, no me importa nada estoy dispuesta a morir si es necesario con tal de salvar a esos niños.
- Señora Renata, será mejor que salga de aquí.- Rick se empieza a acercar a mí a pasos lentos y cuidadosos, extiendo la mano señalándolo con el dedo índice haciéndolo que se detenga de golpe.
- ¡Ni se te ocurra acertarte a mí un paso más!
Él se queda quieto ante grito y además porque Benji empieza a ladrarle como loco, tirándole mordidas advirtiéndole que no se acerque ni un paso más, enfoco mi mirada en los pequeños, no puedo creerlo, esto tiene que ser una mentira, sabía que Armando era un monstruo, pero tal acto se le queda corto al título, meterse con niños es...
Recorro con la mirada el lugar, es una caballeriza abandonada, llena de polvo por doquier y muchos artefactos metálicos colgando de las paredes, de uno de los espacios está algo asomándose al pasillo de en medio, enfoco la mirada, ya que en esa parte hace falta iluminación, eran unas piernas, un pie tenía puesta una zapatilla dorada, mi mente vuela a los sucesos de la noche anterior, la chica de ayer... ella tenía esos zapatos.
Me lleno de horror y no puedo esconderlo, mis ojos se enrojecen intentando aguantar las lágrimas, uno de los hombres al notar lo que había visto se para al frente intentando esconder lo que ya había descubierto, no puedo creerlo, me llevo la mano a la boca sintiendo náuseas y unas fuertes ganas de regresar el desayuno.
- ¿¡Qué está pasando aquí?! ¿Renata que haces aquí amor?
Armando había llegado, tras mi espalda escucho su voz que parece tranquila, ¿Cómo podía estar tan tranquilo? Como si al entrar aquí me hubiera encontrado una bonita reunión de empleados y no con este acto de abominación tan vil, me giro mirándolo, molesta, él levanta ambas cejas sorprendido, me acerco a él y no escatimo en el tono de mi voz, estoy furiosa.
- ¿¡Qué hacen estos niños aquí?! ¿¡Qué es lo que les estás haciendo?!
- Yo no les haré nada, yo no tengo por qué ensuciarme las manos, son los hijos de nuestro enemigo, el mafioso Bardi.
- ¡Los niños no tienen la culpa! ¡Dejalos ir!.- Aprieto los dientes con tanta fuerza que empiezo a sentir un fuerte dolor en mi quijada, Armando empieza a reír, cosa que empeora y alimenta mi furia.
- ¿¡Dejarlos ir?! No puedo... es mi oportunidad de deshacerme de la competencia, pagará las consecuencias por meterse en mi terreno, vete a casa no tienes por qué estar aquí viendo nada de esto.
Habla con tanta normalidad, tanta frialdad e indiferencia como si fueran unas cosas y no estuviéramos hablando de un par de niños inocentes que no tenían la culpa de nada de lo que fuera en lo que su padre estuviera metido.
- ¡Si tienes problemas con su padre arreglátelas con él, no seas cobarde! ¿¡cómo te atreves a usar niños?!
Al momento de llamarlo "cobarde" escucho como las respiraciones de los que están a mis espaldas se detienen, él cambió su mirada, ya no parecía divertirse conmigo, sus ojos almendrados se oscurecieron aún más y a pesar de que un miedo interno empezaba a crecer en mi interior no iba a retroceder.
- No hables de lo que no sabes, no tienes idea de cómo se manejan estas cosas, vete a casa, ahora.- Sus palabras eran una suave amenaza, pero no me iría, me la pase años obedeciendo sus órdenes como un perro entrenado para servirlo, no más
- ¡No lo haré! ¡Deja ir a estos niños si no yo misma te entregaré a la policía!
Soy perfectamente consciente que estoy casada con un criminal buscado, con mi confesión en su contra no hay manera de que él saliera limpio de nada, mi amenaza no se la toma nada bien, saca su arma y me apunta directo en la frente, haciendo que se me corte la respiración de inmediato y se me detenga el corazón.
- ¡Renata te estás excediendo! ¡No dudaré en matarte si te conviertes en una amenaza para mí!
Sus palabras no me asustaban, ya no, si bien a nadie le servía muerta y de esa manera no podía ayudar a los niños, pero necesitaba dejarle en claro que estoy hablando muy en serio y que no volvería a bajar la cabeza ante él; doy un paso al frente hasta que el frío metal hace contacto con mi piel, tomo el cañón del arma controlándome lo más que puedo para que mi cuerpo no comenzara a temblar y él pudiera sentirlo.
- ¡Pues matame de una vez! ¡Por qué si dañas a esos niños me convertiré en más que una amenaza para ti!
Sus ojos se abren de par en par, puedo notar como tragaba saliva con dificultad, mantengo la mirada firme en sus ojos en ningún momento la aparto, solo había enojo dentro de mí y un odio interminable hacía él que esta vez no me molesto para nada en ocultar.
- Rick... desata a los niños y llévalos a la sala de la casa, vigilalos, Renata y las sirvientas se encargarán de ellos.- Deja de apuntarme con el arma, no puedo creer que él hubiera cedido, lo miro impresionada.
- ¿¡Pero señor.. - Rick se queja, pero mi esposo le echa una mirada asesina que lo hace callar al instante.
- ¿¡Pero que?!... no te pregunte si quieres es una maldita orden, tú no eres mi esposa para contradecirme, hagan lo que les digo.- al terminar de hablar baja la mirada hacia mí.- Ven conmigo.
Me da la espalda y comienzo a caminar fuera del lugar, sintiendo el peso de las piernas insoportable, le sigo los pasos de cerca, nerviosa, muy nerviosa, echo la mirada atrás mientras me alejo, los hombres están desatando a los pequeños cuidadosamente mientras Benji los observa fijamente; al salir de la cabaña sigo a Armando quién da la vuelta en la esquina desapareciendo de mi vista, en cuanto yo lo hice él ya estaba parado de frente a mí, toma mi cintura y me acerca a él de una manera brusca, para después posar su mano en mi nuca y unir sus labios con los míos en un acalorado beso.