Capítulo 4 IV

''Al irme a casa anoche no pude dejar de pensar en ti.

Y una cosa llevó a la otra, ya sabes.

Imaginé que tú misma me tocabas como yo deseaba, con tus delicadas manos, que me tomabas en tu gloriosa boca.

Solo la luna sabe todo lo que te deseo...

Desatas mi lado animal, Verónica.''

Y leer esta carta fue lo que finalmente hizo que mi vómito saliera enseguida, maldita fueran las resacas, malditas fueran las cartas psicóticas y maldita yo por hacer caso a Ana, no recordaba absolutamente nada después del primer trago pero según Jaz estuve besuqueándome con un desconocido bastante sexy.

Gruñí limpiando mi cara para luego ir a mi habitación y dejarme caer en mi cama.

-Quisiera recordar al sexy desconocido en vez de las palabras sucias de mi acosador.

Ana Alice había tenido razón después de todo, él había estado tanteando terreno para irme diciendo guarradas.

-Cerdo -susurré levantándome de la cama.

Después de tomar una aspirina Ana me llamó pidiéndome disculpas por abandonarme y rogándome que fuera al gimnasio con ella lo cual accedí después de tanta súplica.

Cuando estuve lista escuché la bocina del auto de mi mejor amiga y me apresuré a salir.

- ¡Pero qué guapa vas! Estas causando una envidia increíble en mí.

Yo entorné los ojos y me subí al auto.

- ¿Qué tienes? -preguntó y yo tuve las ganas de contarle.

-Yo... ¿Recuerdas al tipo de las cartitas?

Ana sonrió lobunamente mostrándome que lo recordaba por completo.

- ¡¿Lo has conocido?! -Chilló frenética-, ¿Te acostaste con él? ¿Cómo es? ¿Te gusto...?

- ¡Detente! No lo he conocido loca, solo quería contarte sobre su nueva carta.

Enseguida bufó fastidiada volviendo su atención al camino.

-Espero que sea algo bueno o reserv...

-Me ha escrito que se masturbó anoche pensando en mí -solté horrorizada.

De inmediato Ana Alice volteó a mí con una sonrisa de desquiciada antes de reírse estruendosamente.

Algo meramente típico de Ana.

- ¡La vista en el volante! -chillé y ella obedeció sin dejar de reír.

-Mm... lo sabía se había tardado.

-Es asqueroso, tu... ¿Crees que deba temer de él y sus cartas insanas?

-No lo sé, no le hizo daño a Dean y tampoco te lo ha hecho a ti.

-Lo sé pero...

-Me jode que solo te hable por cartas ¿Qué edad tenemos? ¿14? Maldición él debe buscarte y conocerte en persona pero no lo hace, lo que ocasiona que piense que es un gordo friki o un flaco lleno de acné.

-Ana -la regañé, sin embargo, ella me censuró con la mirada.

-Debe serlo ¡Dime que no lo has pensado!

Yo me encogí en hombros sabiendo que tenía razón.

Al levantar la vista vi que mi rubia amiga se estacionaba al fin en el gimnasio entonces ambas bajamos en silencio.

Yo me sentí incómoda como siempre que venía al gimnasio pero fue peor cuando las miradas lascivas de los hombres se posaron en ambas como si fuéramos deliciosos filetes, esta vez había algo más, una de esas miradas me hizo estremecer por completo como si la conociera.

Y mientras hacíamos los ejercicios me sentí sumamente expuesta en todos los sentidos.

*

ACHERON

Tendría que estar concentrado en lo que el alfa Beowulf estaba diciendo pero mi mal humor no me dejaba, a pesar de que le había roto la cara al lobo de su manada por bailar con Verónica la noche anterior, sentía las irrefrenables ganas de matarlo, maldita sea ella se había restregado contra él, eso me tenía a mí y a mi lobo histéricos, ella no podía tocar a alguien de esa forma, es mía y ningún hombre la tendría jamás.

- ¡Tenemos que aliarnos alfa Acheron! Necesito proteger a mi esposa de toda esta mierda -soltó desesperado Beowulf-, Taylor no sabe absolutamente nada de esto, de que soy lobo...

Yo lo miré con aburrimiento, conocía perfectamente lo que él me quería decir pero también sabía que Beowulf era traicionero y cuando consiguiera un trato mejor me daría una patada en el culo y se uniría a mis enemigos con tal de mantener su trasero a salvo.

-No confió en ti Kasser.

Me di la vuelta para entrar al gimnasio de nuevo aunque una vez más lo sentí seguirme, el olor de su preocupación esta vez golpeó más fuerte mis fosas nasales.

- ¡Lo juro Alfa! ¡Haré lo que sea para mantener a mi esposa fuera de peligro!

De eso estoy seguro.

Entonces lo encaré otra vez y vi su tez palidecer aún más.

-Estás vendiéndole tu alma al diablo -advertí porque este asunto ahora estaba divirtiéndome de verdad.

Él se encogió en hombros y vi el desespero en su mirada.

-Bien, te diré lo que haré para aliarnos como dices Alfa del sur, te unirás a mi manada y lucharemos juntos por la causa ¿Qué dices?

Evidentemente podía estar más pálido.

Contuve una carcajada al verlo apretar los puños, lo tenía en mis manos y era absolutamente obvio.

Si Beowulf se unía a mi manada perdería el liderazgo y simplemente ya no sería el Alfa sino un simple Omega, sin embargo, si quería que confiara en él, esta era la única manera, él y su manada no podrían traicionarme por ningún motivo, a menos que quisieran morir.

Porque sí, Beowulf era tan débil por su hembra que sería capaz de traicionar al Alfa más poderoso por protegerla fueran cual fueran las consecuencias.

- ¿Mantendrá a mi esposa a salvo?

Yo sonreí obvio antes de girar otra vez al gimnasio.

-Está hecho.

-Entonces no hay nada que decir, la manada sur está en sus manos Alfa supremo.

No dije nada y busqué con mi vista a Kaden, me había enfriado y ahora quería ir a casa o mejor aún a saber sobre mi dulce Verónica, sin embargo, un olor llegó a mis fosas nasales paralizándome por completo.

Es ella.

Gruñó mi lobo interior.

¿Qué demonios hacen ese par de humanas en un gimnasio que es para lobos?

Maldita sea, Verónicas va a matarme.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022