Mi mirada viajó a cada centímetro de su cuerpo, su torso estaba cubierto por un pequeño crop top deportivo mientras que usaba un pantalón muy ceñido al cuerpo, mis ojos advirtieron que había un montón de hombres posando la vista en ella e inevitablemente gruñí posesivamente.
Tenía que controlarme para no dar un espectáculo con ella ahí.
¿Pero cómo podría controlarse cuando su compañera estaba a solo unos pasos de distancia?
¿Cómo era posible que fuera tan bella?
El ver su cuerpo me recordó a la noche anterior, había olido en ella una especie de droga y me enfurecí con quienes había asignado para protegerla, se suponía que no podían quitarle la vista de encima, entonces al volverme a ella otra vez la vi bailando descaradamente con un estúpido subordinado de Beowulf quien parecía muy feliz por su atención, furioso y fuera de sí lo aparté de ella haciéndole una seña a Rakish para que lo mantuviera cautivo, yo mismo lo castigaría por tocar lo que es mío y al sentir el característico aroma de mi compañera simplemente quedé perdido, no pude separarme de ella y fue mucho peor cuando mi dulce Verónica comenzó a provocarme con lentitud, sabía que ella no estaba en sus cinco sentidos pero no podía evitar sentirme excitado, pero fue en el momento cuando la besé cuando estuve completamente perdido.
Besarla era lo más dulce que había probado en mi existencia y superaba absolutamente todas mis expectativas, sin embargo, no tuve mucho tiempo de experimentarlo a totalidad pues de un momento a otro capté el aroma de muchos lobos desconocidos, poniéndome en alerta.
Por medio de una mirada le pedí a Amos en silencio que la cuidara y este asintió como respuesta. Él y su mujer se acercaron a mi compañera mientras que yo fui a averiguar lo que pasaba pero los lobos habían huido poniéndome aún más tenso de lo que estaba.
¿Haciéndome preguntar qué era lo que había estado buscando?
A llegar a casa fue inevitable pensar en el beso que había compartido con mi compañera, lo suave que era su piel y lo increíblemente dulce que olía su esencia de cerca, porque nunca había estado tan próximo a ella, fue allí que comencé a imaginar lo que haría para tenerla conmigo una vez que la guerra terminara.
Poder dormir juntos, amarla, besarla...
No pude evitar pensar en su cuerpo sin una prenda cubriéndola para luego entregarse a mí en cuerpo y alma, así fue como me di placer a mí mismo pensando en ella.
En mi compañera.
En mi Verónica.
Nuestra.
Protestó mi lobo y yo solo sonreí.
Entonces volví al momento presente cuando escuché la voz de mi Beta.
-Alfa, nuestra luna está... aquí.
-Maldita sea Kaden, voy a patear el culo de esos malditos por mirar a mi compañera así que no sé cómo pero sacarás a Verónica de aquí.
Mi segundo al mando asintió enseguida, pero sin su interferencia pronto vi como mi luna salía del lugar junto con su mejor amiga, una sonrisa maliciosa se formó en mis labios e inevitablemente troné mis dedos.
Hora de patear los culos de estos bastardos por atreverse a mirarla, nadie mira a mi compañera de esa forma más que yo.
A menos que estén dispuestos a morir.
*
''Hoy te vi en el gimnasio, ¿Quieres saber algo?
Más de uno de esos bastardos a tu alrededor, terminaron muy mal.
No apartaban la mirada de tu cuerpo y simplemente les enseñé que soy yo el único que te puede mirar.
Mujer, ¿A caso quieres matarme de un ataque de celos?
Verte allí expuesta a que todos vean lo que me pertenece.
Porque tú me perteneces.
Eres mía Verónica.''
-Mierda, esto es malo Vero -soltó Ana Alice después de un largo silencio.
Yo no había creído en esa estupidez de carta pero cuando Ana llegó diciéndome de la paliza que había recibido el ochenta y cinco por ciento de los hombres del gimnasio ayer después de que nos fuéramos me eché a temblar.
Kevin, uno de sus amigos que se había salvado le había contado todo con detalles, el extraño hombre el cual describía de casi dos metros los había retado y como para afirmar su hombría todos habían pasado por el ring que tenía el gimnasio para terminar de la misma forma, tremendamente golpeados.
¿Qué clase de loco era este?
¿Quién era?
¿Por qué estaba haciendo todo esto?
Y la pregunta que más me asustaba es, ¿Qué es lo que quiere de mí?
-Escribió que eres suya y a jodido a todos los que te han mirado en el gimnasio, esto ya no es divertido y se está saliendo de control, debes hacer algo.
Yo que no había parado de caminar de un lado a otro temblorosa poco escuché las palabras de mi amiga. En mi mente se repetían aquellas últimas palabras que finalizaron la carta, eres mía, ya no desataba su lado animal simplemente ese lado había salido por completo reclamándome como su propiedad, eres mía, la cosa se estaba tornando muy peligrosa y ahora mucho más que sabía cuan fuerte podía llegar a ser el psicópata.
-Debes llamar a la policía te está acosando y aquí claramente confiesa que agredió a chicos por mirarte, está loco Vero, ¿Y si sales con un muchacho que te gusta mucho y se enfada entonces te lastima a ti? -Dijo Jaz fuera de sí-, llama a la policía.
Temblorosa asentí y rápidamente Ana llamó al nueve once mientras Jazmín decía una y otra vez que eso era lo mejor.
Pero algo dentro de mí me hacía dudar.
¿Realmente era lo mejor?
¡Dios, claro que lo era!
Estaba comenzando a desvariar yo también ¿O me estaba afectando la locura de este tipo?.
-Vendrán en cualquier momento, busca las cartas, ellos se encargaran, nadie va a dejar que te lastimen Verónica, eres nuestra mejor amiga y vamos a protegerte ¿Vale?
-Ese enfermo no te lastimará.
Yo asentí para luego suspirar, no entendía qué era lo que me sucedía pero sabía que aquel extraño sentimiento no se aferraba a mi cordura.
Algo andaba mal conmigo pero no lo quería admitir.