"Un verdadero problema, llamado Laura"
La oficina del señor Cael Van Der Wijk era impresionante, incluso intimidante. Axara sintió cómo su mirada se perdía en cada rincón. Las paredes estaban revestidas con madera oscura, impecablemente pulida, y las líneas modernas del mobiliario contrastaban con la calidez de los detalles en cuero y acero. El escritorio, de un diseño minimalista pero majestuoso, estaba colocado frente a unos ventanales de cristal que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. Detrás de él, estantes repletos de carpetas y documentos formaban una especie de pared de conocimiento, mientras que en la esquina derecha un mini bar relucía con botellas de cristal perfectamente organizadas.
Su departamento, pensó Axara, bien podría caber entero en una esquina de esa oficina. O quizás solo ocuparía el espacio que parecía estar destinado al bar. Respiró hondo, tratando de calmar los nervios que parecían intensificarse con cada segundo que pasaba dentro de esa habitación.
-Buenos días, señor Van Der Wijk -dijo con voz firme desde la puerta, que ya estaba cerrada tras ella. Intentó mantener la compostura, aunque el magnetismo que irradiaba el lugar la hacía sentirse pequeña.
Cael Van Der Wijk levantó la vista de los papeles que estaba revisando. Sus ojos, de un azul frío e impenetrable, se fijaron en ella con una intensidad que casi la hizo dar un paso atrás. Sus labios apenas se movieron cuando respondió, su tono carente de cualquier emoción.
-Acércate, Milano. Aún no como persona. -No hubo un atisbo de sonrisa, ni un gesto que suavizara sus palabras. Su rostro permanecía imperturbable, casi como si estuviera tallado en mármol.
Axara tragó saliva. Había algo en la seriedad de ese hombre que podía cortar el aire. Dio unos pasos hacia el escritorio, sintiendo cómo sus piernas casi temblaban bajo la presión.
-Sí, claro -respondió, obligándose a mantener la voz estable mientras cerraba la distancia entre ambos.
Cael continuó hablando, su mirada fija en ella, sin parpadear ni un instante.
-Seguramente te preguntarás por qué razón no obtuviste el puesto para el cual fuiste entrevistada.
Axara detuvo su avance, sintiéndose de pronto expuesta bajo su escrutinio. Sus ojos parecían capaces de leer cada uno de sus pensamientos, y eso la inquietó.
-Sí, me lo pregunté. Vine por un puesto y mis papeles fueron bastante claros, según recuerdo -respondió con más confianza de la que realmente sentía. No iba a permitir que ese hombre viera cuánto le intimidaba, aunque por dentro su corazón latiera con fuerza.
Cael dejó escapar un leve sonido, algo entre un resoplido y una risa contenida, pero su rostro permaneció impasible.
-Digamos que estoy aceptando un reto personal. -Su voz era profunda, casi hipnótica, pero sus palabras la tomaron por sorpresa.
Axara parpadeó, confusa. -¿A qué se refiere?
Cael se levantó de su silla con un movimiento fluido y deliberado. Ahora que estaba de pie, Axara pudo apreciar lo realmente alto que era. Su figura era imponente, su porte perfecto, como si estuviera acostumbrado a dominar cada espacio que ocupaba. Caminó hacia el mini bar, dándole la espalda a Axara mientras sacaba una botella de whisky y un vaso de cristal.
-No existe aún la mujer que logre permanecer a mi lado por más de tres meses -dijo finalmente, vertiendo un poco de licor en el vaso. Su tono era tan casual como si estuviera comentando el clima, pero la declaración pesó en el aire.
Axara se quedó inmóvil, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Sus palabras eran desconcertantes, casi absurdas, y no pudo evitar sentir que aquello estaba más allá de cualquier entrevista de trabajo que hubiera imaginado.
-¿Qué tan capaz eres de aceptar mi reto? -preguntó Cael, girándose hacia ella con el vaso en la mano, sus ojos clavados en los de ella mientras daba un sorbo.
Axara sintió cómo su garganta se secaba. La intensidad en su mirada, su postura relajada pero dominante, todo en él era abrumador. Aun así, no estaba dispuesta a dejarse intimidar del todo.
-Señor Van Der Wijk -comenzó, con el tono más firme que pudo reunir-, creo que se equivoca. Vengo a trabajar como su asistente, no a descifrar acertijos.
Para su sorpresa, las comisuras de los labios de Cael se curvaron en una ligera sonrisa, apenas perceptible pero lo suficientemente evidente como para notar que había captado su atención.
-Interesante respuesta -dijo, dejando el vaso sobre el bar y caminando de regreso hacia el escritorio. Sus pasos eran firmes, pero deliberados, como si midiera cada uno de ellos.
Axara mantuvo su posición, aunque cada fibra de su ser le pedía que retrocediera. No sabía si había cometido un error con su respuesta o si, por el contrario, había pasado alguna especie de prueba.
-Tal vez tengas razón, Milano. Pero aquí no solo se trata de ser asistente. Si no puedes manejarme a mí, no podrás manejar esta posición.
Axara levantó una ceja, su incomodidad empezaba a dar paso a una ligera irritación. -¿Es esto algún tipo de prueba, señor Van Der Wijk? Porque si lo es, tal vez debería reconsiderar sus métodos de selección.
Él soltó una breve carcajada, esta vez dejando ver un poco más de humanidad en su rostro.
-Eres más audaz de lo que pensé -comentó, volviendo a sentarse en su silla-. Me gusta eso.
Axara sintió que podía respirar un poco mejor, pero no estaba segura de si esa pequeña victoria sería suficiente para sobrevivir al resto del día.
El silencio en la oficina de Cael Van Der Wijk era denso, casi palpable. Axara podía sentir cómo el aire se cargaba con la intensidad de su mirada. Él no decía nada, pero sus ojos seguían fijos en ella como si intentara descifrarla, diseccionarla mentalmente. La forma en la que bebía de su vaso, despacio, con una calma deliberada, no hacía más que aumentar su incomodidad. Su garganta estaba seca, pero se esforzaba por no apartar la vista. No quería darle la satisfacción de saber que la estaba desestabilizando, aunque la presión era insoportable.
Finalmente, incapaz de soportar más ese silencio cargado, Axara se aclaró la garganta y preguntó con cautela:
-¿Puedo preguntar sobre mi trabajo?
Se acomodó ligeramente en la silla de terciopelo rojo frente al imponente escritorio, intentando adoptar una postura profesional, aunque sus nervios eran evidentes.
Cael arqueó una ceja, como si la pregunta le resultara irrelevante. Apoyó ambos codos sobre el escritorio y cruzó las manos, su mirada todavía fija en ella.
-No tiene que preguntar, señorita Milano. Supongo que con su vasta experiencia, ya debe saber qué implica el trabajo de una asistente.
Axara sintió cómo el comentario le pinchaba el orgullo. No era un ataque directo, pero su tono frío y condescendiente era como un golpe velado. Aun así, decidió mantener la calma.
-Bueno, sé algo -respondió encogiéndose de hombros, tratando de sonar segura-. Llevar su agenda, organizar sus reuniones, sus archivos...
Cael asintió lentamente, como si la estuviera evaluando palabra por palabra.
-Lo tiene claro, señorita Milano. Pero hay algo que debe tener más claro aún.
Axara inclinó ligeramente la cabeza, intrigada y, al mismo tiempo, alerta.
-Nada de mi vida personal le concierne en lo absoluto -dijo con brusquedad, su tono cortante como un cuchillo-. Lo que escuche dentro de estas paredes no debe salir de aquí. ¿Está claro?
Axara parpadeó, sorprendida por la severidad de sus palabras. Tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta.
-Lo entiendo, señor Van Der Wijk -respondió, esforzándose por no titubear.
Cael se recostó en su silla, con la mirada fija en ella, como si buscara cualquier signo de debilidad.
-Me gusta el silencio, señorita Milano. No soporto los chismes ni que intenten sacar lo mejor de mí.
Axara sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había algo en su tono que no admitía discusión, algo que dejaba claro que no estaba dispuesto a tolerar ni el más mínimo error.
-Entendido, señor -dijo, intentando sonar firme, aunque por dentro estaba hecha un manojo de nervios.
De repente, el ambiente se rompió con un sonido proveniente del exterior de la oficina. Las voces alteradas de una mujer y de la secretaria principal interrumpieron la tensa conversación.
-Señora, no puede pasar. El señor Van Der Wijk está reunido -se escuchó decir a la secretaria, pero un par de tacones resonando contra el suelo de mármol anunciaron que la advertencia había sido ignorada.
Axara apenas tuvo tiempo de girarse hacia la puerta cuando esta se abrió de golpe. Una mujer joven y guapa, con un aire de autoridad que rivalizaba con el de Cael, entró a la oficina. Vestía de manera impecable: un vestido ajustado que realzaba su figura y unos tacones de aguja que golpeaban el piso con fuerza en cada paso que daba.
Detrás de ella, la secretaria principal, claramente mortificada, intentaba seguirle el paso.
-Lo siento mucho, señor Van Der Wijk. Le dije que estaba reunido, pero no quiso escuchar -se disculpó la secretaria, su voz nerviosa.
Cael, que hasta entonces había permanecido inmóvil, apretó la mandíbula con fuerza. Su mirada se endureció y golpeó su escritorio con el puño, sobresaltando a las tres mujeres presentes. Axara sintió que se hundía en su silla, deseando volverse invisible.
-¡No podía esperar a que terminaras! -exclamó la mujer, ignorando por completo el malestar evidente en el rostro de Cael-. Ya sabes que odio la espera.
Cael se levantó de su silla de un movimiento brusco, irradiando una energía que parecía llenar todo el espacio. Su altura y presencia se volvieron aún más intimidantes mientras clavaba su mirada en la mujer.
-Estoy ocupado, Laura, y lo que más detesto son las interrupciones.
El tono de su voz estaba cargado de molestia, y cada palabra caía como un martillo. Axara sintió cómo la tensión en la habitación aumentaba, al punto de hacerse insoportable. Laura, sin embargo, no parecía intimidada en lo más mínimo.
-Esto no podía esperar, Cael. Tú y yo tenemos asuntos pendientes, y no pienso seguir aguantando tus excusas.
La secretaria, consciente de que la situación estaba fuera de su control, se retiró discretamente, dejando la puerta entreabierta. Axara, por su parte, permaneció en su silla, paralizada y sin saber si debía intervenir o simplemente quedarse callada.
Cael apretó los labios, claramente conteniéndose, mientras se giraba hacia Axara.
-Milano, sal de la oficina. Esto no te concierne.
Axara asintió rápidamente, levantándose de su asiento y deseando escapar de la creciente tensión. Sin decir una palabra, tomó su bolso y se dirigió hacia la puerta, sintiendo cómo los ojos de Laura la seguían con una mezcla de curiosidad y desdén.
Mientras salía, el sonido de las voces de Cael y Laura, discutiendo en un tono más bajo pero igual de intenso, la siguió hasta el pasillo. Axara soltó un suspiro tembloroso, consciente de que aquel era solo el comienzo de lo que prometía ser un trabajo lleno de complicaciones.