Capítulo 6 Por ti (Parte 1)

Andrea contempló cómo el jeep se perdía en la distancia, y acarició sus labios aún sensibles por su beso. Javier Herrera sabía lo que hacía con esa boca, sí, señor. Una sonrisa se formó en su rostro, pero se desvaneció al recordar cómo se detuvo, la apartó con suavidad pero firmeza, a pesar de la evidente dureza contra su centro. Tuvo tantas ganas de soltar su cinturón y tocarlo, de devolverle un poco de lo que la hizo sentir.

Un pitido de su móvil la sobresaltó y ella se lanzó sobre el colchón.

Era Alberto otra vez.

"Quiero verte esta noche. No he dejado de pensar en ti."

El corazón le dio un vuelco, con una mezcla de emoción y nerviosismo apoderándose de ella. Pero entonces recordó a su madre y, con un suspiro, respondió:

"No puedo salir, estoy castigada. Acabo de llegar a casa."

La respuesta de Alberto no se hizo esperar, cargada de burla.

"¿Me lo dices en serio? Pensé que estaba hablando con una mujer de verdad. En fin, si cambias de opinión, te espero en el Dark Raven."

La ansiedad invadió a Andrea. Si no iba, perdería su oportunidad con Alberto, algo que no podía permitirse. Decidida, corrió hacia la cocina donde su madre supervisaba la preparación de la cena, maquinando la mentira perfecta.

-Mamá -dijo con voz dulce y urgente-. Necesito...

Miranda levantó la vista, frunciendo el ceño.

-Espero que hayas entendido lo de tu castigo.

Andrea se frotó las manos bajo la mesada, temiendo no ser convincente.

-Una amiga está pasando por un momento muy difícil -su tono lastimero captó la atención de Miranda-. Me llamó llorando y necesita que vaya a verla esta noche. Es la hija de Luis Villanegra.

-¿Hablas de Lucía?

-Sí, al parecer... -Andrea vaciló un instante, pero recordó lo que Sara le había dicho-. Sus padres están a punto de separarse.

Una de las debilidades de Miranda era la necesidad de que sus hijos tuvieran un sólido círculo social y disimulando una leve sonrisa, la miró con ojos brillantes, dijo:

-Pobre chiquilla. Aun así, no me parece buena idea que salgas ahora mismo, hija. Tu padre no tarda en llegar con sus invitados y se enteró de tu desaparición de hoy. No está nada feliz.

El pánico creció, pero insistió.

-Solo será un rato, mami. Prometo estar de vuelta antes de que papá se dé cuenta.

Miranda dudó un momento y luego asintió.

-Está bien. Pero mantente en comunicación, al menos con tu hermana.

Andrea la abrazó a pesar de su cuerpo tenso y subió a su habitación, deteniéndose en seco al encontrar a Sara mirando su teléfono sobre la cama.

-¿Así que no vas a poder ver al galán que acosaste? Qué lástima, Renacuajo.

Andrea frunció el ceño, tratando de mantener la calma, pero le arrebató su móvil con brío y Sara se rio.

-No es como si yo quisiera salir con él. Apenas nos estamos conociendo. -Al notar que Sara arqueó una ceja con esa curiosidad desmedida por saber todo de todos, se arrepintió.

-¿Ah, sí? Bueno, no es como si un hombre como él se fijara en chicas como tú.

Andrea se mordió el labio cuando ella le sonrió con malicia, y fingió que le dolían sus palabras, en lugar de restregarle en la cara que lo tenía donde quería.

-¿Acaso no tienes tareas?

-No, no tengo.

Sara se acomodó en su almohada y la miró con una sonrisa maliciosa

-Por cierto, Javier me trajo a casa, pero antes me invitó a un helado. Es todo un donjuán.

Eso sí que logró que Andrea dejara de rebuscar en su armario algo para esa noche y aunque quiso evitarlo, Sara lo notó.

-Sara, él se dio cuenta del numerito que diste con la caída. Fue patético.

-Ya sé -rio, cubriéndose el rostro con la almohada-. Pero a él le pareció gracioso. Ya lo solucionamos.

Que hablara con tanta familiaridad de Javier no le gustó en lo absoluto, pero se contuvo. Conocía la habilidad de Sara para sacarle información a quien fuera y ella jamás podría revelar que el amigo de su hermano y ella se habían besado. No le daría municiones para que la atacara después.

-Tiene novia -rebatió Andrea, como si eso fuera suficiente para terminar con el tema.

-¡Sí! -chilló Sara y sacó su móvil del bolsillo trasero de su short de mezclilla-. Se llama Minerva Giordano, mira.

Andrea tragó con fuerza al ver la elegancia y belleza de la mujer que aparecía en la foto, modelando un vestido rojo de marca exclusiva.

Ahí estaba el porqué Javier no avanzó con ella.

Seguro ella le pareció insulsa, patética, una jovencita loca que se le ofrecía en bandeja cuando tenía una diosa esperando por él.

Qué tonta había sido.

Andrea tuvo ganas de llorar, pero recordó que esa noche tenía una cita con el chico más codiciado de la ciudad y decidió olvidar a ese hombre. A su primer beso.

-Sara, sal de mi cuarto. Tengo que salir.

-Mamá estaba furiosa...

-Tú lo has dicho. Ya es pasado -rebatió, gozando la turbación de su hermana mayor.

-¿No te quedas a la cena?

-No puedo. Una amiga me necesita.

-Mejor, porque hoy vienen los Baumann a casa y así tendré a Franco para mí. Pero te cuento que Efraín se negó a venir y Mamá está consternada.

Andrea frunció el ceño, sin entender qué podría haber pasado entre Franco Baumann y su hermano, que eran amigos desde preescolar y nada ni nadie los había separado jamás.

Sara se levantó de la cama y tomó un lápiz labial de la cómoda de Andrea.

-Bueno, me voy. Tú diviértete con tu cita.

-Yo no...

-Sí, lo que digas, Renacuajo.

Sara le guiñó un ojo y salió de la habitación, dejando a Andrea perpleja. Ahora se sentía insegura del paso que iba a dar, aunque al final eligió un vestido negro para impresionar a Alberto y media hora después, salió de la casa en el auto de su madre.

                         

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