-Están discutiendo un ataque. Parece que Magnus está decidido a tomar represalias contra los Sangreluna.
-¿Por qué ahora? -preguntó Lyria, un nudo formándose en su estómago.
-Algo sobre proteger la manada y mantener la superioridad territorial -dijo Kieran, aunque su tono era inseguro.
Lyria supo que había algo más. Su padre no era impulsivo, al menos no de esa manera. Antes de que pudiera interrogar más a Kieran, Magnus alzó la voz, llamando la atención de todos.
-La amenaza que representan los Sangreluna ya no puede ser ignorada -dijo Magnus, con una fuerza que resonó en el claro-. Su alfa es joven, arrogante y, lo que es peor, un peligro para nuestro linaje.
Lyria sintió que la sangre se le helaba. Sabía a quién se refería: Aiden.
-Es hora de eliminarlo -continuó Magnus-. Si su alfa cae, la manada se dispersará. Y con su muerte... cualquier vínculo que pudiera existir con esta familia se romperá.
El impacto de esas palabras la dejó atónita. Su padre sabía. De alguna manera, había descubierto lo que la luna les había revelado a ella y a Aiden.
***
Esa noche, Lyria se debatió entre quedarse en el campamento y advertir a Aiden. Sabía que cualquier movimiento sospechoso podría ponerla en peligro, pero quedarse quieta mientras su padre planeaba el asesinato de su mate era impensable.
Al amparo de la oscuridad, salió del campamento, confiando en que su sigilo sería suficiente para evitar las patrullas. Corrió por el bosque, su corazón latiendo con fuerza. La idea de perder a Aiden, de no volver a verlo, la impulsaba a moverse más rápido.
Cuando llegó al claro donde solían encontrarse, él ya estaba allí, como si la hubiera estado esperando.
-Lyria -dijo Aiden, su tono lleno de preocupación al verla aparecer-. ¿Qué pasa?
-Mi padre sabe sobre nosotros -dijo ella sin preámbulos, jadeando por el esfuerzo-. Está planeando matarte.
Aiden se tensó, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y furia.
-¿Cómo lo descubrió?
-No lo sé -admitió Lyria, sus manos temblando-. Pero no importa. Tenemos que hacer algo antes de que sea demasiado tarde.
-No puedo simplemente desaparecer -dijo Aiden, cruzando los brazos-. Si me voy, mi manada quedará vulnerable.
-Y si te quedas, morirás -replicó ella, su voz cargada de emoción.
Aiden la miró fijamente antes de acercarse y tomar sus manos entre las suyas.
-No voy a dejar que esto nos destruya, Lyria. Pero tampoco puedo permitir que tu padre controle nuestro destino.
-Entonces, ¿qué sugieres? -preguntó ella, desesperada.
-Enfrentarlo -respondió Aiden, su voz firme-. No como alfa contra alfa, sino como mates.
Lyria lo miró, incrédula.
-¿Crees que eso funcionará?
-No lo sé -admitió Aiden-. Pero es mejor que quedarnos de brazos cruzados.
***
La idea de enfrentar a Magnus era arriesgada, pero Lyria sabía que Aiden tenía razón. Si seguían escondiéndose, tarde o temprano serían descubiertos, y las consecuencias serían catastróficas.
Aiden reunió a Caleb y a un pequeño grupo de sus hombres más leales para discutir el plan.
-¿Quieres infiltrarte en el campamento enemigo y enfrentarte directamente al alfa Sombraviento? -preguntó Caleb, claramente desconcertado.
-No es una infiltración -aclaró Aiden-. Es una negociación.
-¿Negociar con Magnus? -Caleb dejó escapar un bufido-. Eso es un suicidio.
-Si no lo intento, la guerra es inevitable -dijo Aiden, su tono inquebrantable-. Y no estoy dispuesto a perder a mi manada ni a Lyria.
Caleb suspiró, finalmente asintiendo.
-Espero que sepas lo que estás haciendo.
***
Cuando llegó el momento, Aiden y Lyria se dirigieron juntos al campamento Sombraviento. La tensión entre ellos era palpable, pero ninguno mostró vacilación. Al llegar a los límites del territorio, Lyria tomó la delantera, levantando las manos en un gesto de paz cuando los guardias los interceptaron.
-Necesito hablar con Magnus -dijo ella, su voz clara y autoritaria-. Ahora.
Los guardias intercambiaron miradas antes de asentir y escoltarlos al interior del campamento. La reacción de Magnus al verlos fue inmediata.
-¿Qué significa esto? -rugió, levantándose de su asiento al reconocer a Aiden.
-Padre, espera -dijo Lyria, colocándose entre ellos-. No estamos aquí para luchar.
-No tienes derecho a traer a un enemigo aquí, Lyria -gruñó Magnus, su furia evidente-. Y mucho menos a él.
-No es un enemigo -dijo ella, con firmeza-. Es mi mate.
El silencio que siguió fue como un golpe. Los guerreros Sombraviento miraron a Magnus, esperando su reacción.
-¿Mate? -repitió Magnus, con incredulidad-. ¿Tienes idea de lo que estás diciendo?
-Lo sé -respondió Lyria, su voz temblando ligeramente-. Sé que esto va en contra de todo lo que hemos defendido, pero la luna lo eligió. No podemos ignorarlo.
Magnus la miró, su rostro endurecido por la rabia.
-La luna no entiende de lealtades ni de sangre derramada. Este vínculo es una maldición. Y si eliminar a este alfa es lo que se necesita para romperlo, lo haré.
Aiden dio un paso al frente, enfrentándolo directamente.
-Puedes intentarlo -dijo, con calma-. Pero sabes tan bien como yo que matar a tu propio hijo no resolverá nada.
Las palabras de Aiden fueron como un golpe inesperado. Magnus frunció el ceño, desconcertado.
-¿Qué estás diciendo?
-Estoy diciendo que el odio entre nuestras manadas solo nos ha debilitado -dijo Aiden, con firmeza-. Y si seguimos por este camino, ambos perderemos.
El rostro de Magnus mostró un destello de duda, pero lo ocultó rápidamente.
-Esto no cambia nada.
-Cambia todo -intervino Lyria, su voz cargada de emoción-. Padre, la luna nos ha dado una oportunidad para terminar con esta guerra. Por favor, no la desperdicies.
Por un momento, Magnus pareció tambalearse bajo el peso de sus palabras. Pero luego negó con la cabeza, su resolución endureciéndose nuevamente.
-Si la luna realmente los eligió, entonces es una prueba. Demuestren que este vínculo es más fuerte que el odio que nos separa. Hasta entonces, no confiaré en ninguno de los dos.
Aiden asintió, aceptando el desafío.
-Lo haremos.
Lyria miró a Aiden, sus ojos llenos de determinación. Sabía que lo que habían prometido no sería fácil, pero por primera vez, sentía que había esperanza.
Magnus los observó en silencio mientras se retiraban del campamento, su mente dividida entre la furia y la incertidumbre. Tal vez, solo tal vez, la luna tenía planes que él no podía entender.