Lazos del Lobo
img img Lazos del Lobo img Capítulo 10 El eco de la amenaza
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Capítulo 11 Medidas desesperadas img
Capítulo 12 La Caza en la Oscuridad img
Capítulo 13 Instinto Desatado img
Capítulo 14 Revelaciones Bajo la Luna img
Capítulo 15 La Verdad Oculta img
Capítulo 16 Ecos del Pasado img
Capítulo 17 La Despertar de Elena img
Capítulo 18 El Despertar de la Fuerza img
Capítulo 19 El Primer Paso Hacia el Control img
Capítulo 20 Una Lección en el Silencio img
Capítulo 21 El Rumor del Asalto img
Capítulo 22 El Enfrentamiento y las Verdades Ocultas img
Capítulo 23 Preparativos para la Tormenta img
Capítulo 24 La Transformación Completa img
Capítulo 25 El Despertar de Nix img
Capítulo 26 Preparativos y Alianzas img
Capítulo 27 La Estrategia de Victor img
Capítulo 28 Decisiones Difíciles img
Capítulo 29 Preparativos para la Tormenta img
Capítulo 30 Al Límite de la Resistencia img
Capítulo 31 Alianza de Sangre y Hierro img
Capítulo 32 La Prueba de la Luna img
Capítulo 33 La Noche de la Transformación img
Capítulo 34 La Fuerza del Vínculo img
Capítulo 35 El Desafío de la Luna img
Capítulo 36 La Confrontación Interna img
Capítulo 37 El Asedio img
Capítulo 38 La Confrontación img
Capítulo 39 La Larga Noche img
Capítulo 40 El Sacrificio de la Luna img
Capítulo 41 El Precio del Sacrificio img
Capítulo 42 La Sombra del Pasado img
Capítulo 43 El Sacrificio img
Capítulo 44 La Coalición Inesperada img
Capítulo 45 El Precio de la Alianza img
Capítulo 46 El Encuentro con los Faes img
Capítulo 47 El Juego de Poderes img
Capítulo 48 El Precio del Poder img
Capítulo 49 La Sombra del Miedo img
Capítulo 50 Preparativos y Decisiones img
Capítulo 51 La Doble Amenaza img
Capítulo 52 La Prueba de Fuego img
Capítulo 53 La Prueba de Lealtad img
Capítulo 54 La Reacción de Elena img
Capítulo 55 Los Últimos Ecos de la Manada img
Capítulo 56 La Alianza Fragil img
Capítulo 57 La Confrontación img
Capítulo 58 El Desenlace img
Capítulo 59 Nuevos Desafíos img
Capítulo 60 La Encrucijada img
Capítulo 61 Final: El Renacer img
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Capítulo 10 El eco de la amenaza

La luna llena colgaba en el cielo nocturno como un faro de plata, iluminando la ciudad con su resplandor místico. Para la mayoría, era solo una noche más, pero para los lobos, era un recordatorio constante de su conexión con la Madre Luna. Esa noche, sin embargo, el resplandor de la luna parecía más inquietante, como si presagiara un peligro que acechaba en las sombras.

Alexander estaba en su oficina, revisando informes financieros que normalmente captaban toda su atención. Pero esa noche, incluso los números y gráficos no lograban distraerlo de la inquietud que sentía en el fondo de su ser. Fenrir también estaba inusualmente agitado, gruñendo de vez en cuando, como si estuviera percibiendo algo que Alexander aún no podía ver.

-¿Qué pasa contigo? -preguntó Alexander mentalmente, dejando de lado los documentos.

-No soy yo, Alexander -respondió Fenrir con un tono bajo, casi un susurro-. Algo se acerca.

Alexander se tensó al escuchar esas palabras. Fenrir no era de los que exageraban, y si estaba preocupado, era por una buena razón.

-¿Algo o alguien? -preguntó Alexander, sintiendo cómo su instinto protector comenzaba a despertar.

-Una amenaza -respondió Fenrir, su tono ahora más serio-. Y no viene sola.

Alexander dejó escapar un gruñido bajo y se levantó de su silla. Caminó hacia la ventana de su oficina, observando la ciudad iluminada bajo la luz de la luna. La Torre Wolfe era un lugar de poder y seguridad, pero Alexander sabía que ni siquiera sus muros podían protegerlo de todo.

De repente, su teléfono vibró en el escritorio. Era Marcus, su beta y el hombre en quien más confiaba en el mundo.

-¿Qué ocurre, Marcus? -preguntó Alexander al responder.

-Tenemos un problema, jefe -dijo Marcus, su voz tensa-. Han aparecido lobos de la manada Blackstone en los límites de nuestro territorio.

Alexander sintió cómo la sangre comenzaba a hervirle. La manada Blackstone era conocida por ser agresiva y oportunista. Si estaban merodeando, no podía ser por casualidad.

-¿Cuántos? -preguntó Alexander, caminando hacia la puerta de su oficina.

-Al menos cinco -respondió Marcus-. Y no parecen estar aquí para negociar.

-Manténlos vigilados, pero no tomes acción hasta que llegue. Estoy en camino.

Alexander colgó y se dirigió hacia el ascensor privado que lo llevaría al estacionamiento subterráneo. Mientras descendía, Fenrir habló de nuevo.

-Sabían que este momento llegaría. Sin una mate, eres un objetivo.

-No necesito un recordatorio ahora, Fenrir -gruñó Alexander en voz baja.

-Entonces prepárate para demostrarlo.

El rugido del motor de su coche deportivo resonó en el estacionamiento mientras Alexander salía disparado hacia los límites del territorio de su manada. El camino oscuro y sinuoso estaba bordeado de árboles, y la velocidad con la que conducía hacía que las sombras parecieran cobrar vida.

Cuando llegó al lugar, Marcus y otros tres miembros de la manada ya estaban allí, esperando en sus formas humanas. Al otro lado del límite, cinco figuras imponentes los observaban con sonrisas burlonas.

El líder de los intrusos dio un paso adelante. Era un hombre alto y musculoso, con ojos oscuros que brillaban con una mezcla de arrogancia y desprecio.

-Alexander Wolfe -dijo el hombre, su voz resonando en la noche-. Qué placer encontrarte finalmente.

Alexander cruzó los brazos, manteniendo su postura relajada, pero sus ojos no abandonaron al hombre ni por un segundo.

-Victor Blackstone -respondió Alexander con tono firme-. No sabía que tenías el hábito de invadir territorios que no te pertenecen.

Victor soltó una carcajada sarcástica.

-No estoy invadiendo, Wolfe. Solo estoy... explorando. Ya sabes, asegurándome de que todo esté en orden en este lado del límite.

-Todo está en orden -dijo Alexander, su voz baja pero cargada de autoridad-. Así que puedes darte la vuelta y regresar a donde perteneces.

Victor sonrió, pero su expresión se oscureció.

-¿Sabes, Alexander? He oído cosas interesantes últimamente. Dicen que la gran Torre Wolfe tiene grietas en sus cimientos. Que su alfa está... vulnerable.

Los lobos detrás de Victor rieron suavemente, un sonido que hizo que los miembros de la manada de Alexander gruñeran en respuesta.

-Si tienes algo que decir, hazlo directamente, Victor -dijo Alexander, dando un paso adelante.

Victor lo miró fijamente, sus ojos brillando con un destello animal.

-Mi manada sabe lo que significa no tener una mate, Wolfe. Significa que estás incompleto. Débil. Y, tarde o temprano, alguien aprovechará esa debilidad.

El aire alrededor de ellos pareció enfriarse mientras Alexander y Victor se enfrentaban en un tenso silencio. Finalmente, Alexander habló, su voz baja pero cargada de amenaza.

-Mi manada y yo estamos más que preparados para enfrentar cualquier amenaza, incluida la tuya. Si piensas que puedes venir aquí y provocarnos, estás cometiendo un grave error.

Victor sostuvo su mirada durante unos segundos más antes de retroceder, levantando las manos en un gesto de falsa rendición.

-Solo era una advertencia, Wolfe. No me culpes si alguien decide aprovecharse de tu... situación.

Con eso, Victor y sus lobos desaparecieron entre los árboles, dejando atrás un aire pesado con la promesa de futuros conflictos.

Marcus se acercó a Alexander, su expresión grave.

-¿Crees que volverán?

Alexander asintió, apretando los puños.

-No hay duda de eso. Y la próxima vez no vendrán solo a hablar.

Los ojos de Alexander se dirigieron hacia la luna llena mientras su mente trabajaba frenéticamente. Victor tenía razón en algo: sin una mate, era vulnerable, no solo físicamente, sino también emocionalmente.

Fenrir habló una vez más, su voz resonando en su mente.

-El tiempo se está acabando, Alexander. Si no conectas pronto con ella, todo lo que has construido podría derrumbarse.

Alexander apretó la mandíbula, sus ojos brillando con una mezcla de furia y determinación.

-No dejaré que eso pase, Fenrir. Ni ahora, ni nunca.

Mientras la noche continuaba envolviendo el bosque, Alexander sabía que la verdadera batalla no era solo contra Victor Blackstone, sino contra el reloj que avanzaba implacablemente, amenazando con sellar su destino para siempre.

                         

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