Amor Prohibido - La luna prohibida
img img Amor Prohibido - La luna prohibida img Capítulo 4 El Refugio Bajo las Estrellas
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Capítulo 6 Ecos del Pasado img
Capítulo 7 Caminos entre Sombras img
Capítulo 8 El Legado Oculto img
Capítulo 9 Despertar de Sombras img
Capítulo 10 Lazos Forjados en la Oscuridad img
Capítulo 11 Voces del Pasado img
Capítulo 12 Ecos de la Decisión img
Capítulo 13 El Camino a la Verdad img
Capítulo 14 La Decisión de la Luna Roja img
Capítulo 15 La Sombra de la Luna Roja img
Capítulo 16 La Última Prueba img
Capítulo 17 El Despertar de la Sombra img
Capítulo 18 La Decisión Final img
Capítulo 19 El Peso de la Elección img
Capítulo 20 El Vínculo Inquebrantable img
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Capítulo 4 El Refugio Bajo las Estrellas

Lucía corría tras Caleb, sintiendo las ramas arañar su ropa y el aire frío quemar sus pulmones. El bosque, tan imponente y vasto, ahora parecía un laberinto amenazante. Los sonidos detrás de ellos -aullidos, gruñidos y el crujir de hojas secas- confirmaban que la manada estaba cada vez más cerca.

-¿Qué tan lejos están? -preguntó Lucía entre jadeos.

Caleb miró por encima del hombro, su mirada seria y preocupada.

-Demasiado cerca.

Él se detuvo de repente, alzando una mano para que Lucía hiciera lo mismo. Ella obedeció, sus sentidos en alerta máxima. Caleb cerró los ojos por un instante, como si estuviera escuchando algo que ella no podía oír.

-Hay un lugar seguro, pero está más lejos de lo que pensaba -dijo, con el ceño fruncido.

-¿Un lugar seguro? ¿Dónde?

Caleb la tomó de la mano, un gesto tan instintivo como protector.

-Sígueme.

Lucía no discutió. Sentir su mano sobre la suya, cálida y firme, le daba un extraño sentido de seguridad.

***

Corrieron durante lo que parecieron horas, aunque probablemente solo pasaron minutos. Finalmente, llegaron a un lugar donde los árboles se abrían para revelar un pequeño valle rodeado de rocas cubiertas de musgo. En el centro había una cueva, su entrada oscura y parcialmente oculta por arbustos.

-Aquí -dijo Caleb, llevándola dentro.

La cueva era más espaciosa de lo que parecía desde afuera. Había un pequeño rincón con mantas y provisiones rudimentarias, como si alguien hubiera estado usando ese lugar como refugio.

-¿Es tu escondite? -preguntó Lucía mientras Caleb encendía una lámpara portátil que iluminó el espacio con un resplandor cálido.

-Uno de ellos. No es seguro quedarse en un solo lugar por mucho tiempo.

Lucía se sentó en una de las mantas, tratando de calmar su respiración.

-¿Por qué vienen por mí? No he hecho nada malo.

Caleb se quedó de pie, observando la entrada de la cueva como si esperara que algo o alguien los encontrara.

-Para ellos, simplemente estar aquí ya es una amenaza. Este bosque es su territorio, y no les gusta que los humanos se acerquen demasiado.

-Pero tú me salvaste. ¿No puedes explicarles que no soy una amenaza?

Caleb giró la cabeza hacia ella, y sus ojos dorados reflejaban una mezcla de frustración y algo más profundo.

-No es tan simple. En la manada, no todos comparten mi manera de ver las cosas. Hay quienes creen que cualquier humano que cruza nuestro camino debe ser eliminado.

Lucía sintió un escalofrío recorrer su espalda.

-¿Y tú?

-Yo creo que no todos los humanos son iguales. Algunos merecen ser protegidos.

Caleb se acercó y se arrodilló frente a ella, su mirada atrapándola como si intentara leer sus pensamientos.

-Tú mereces ser protegida.

El silencio que siguió fue intenso. Lucía sintió que las palabras de Caleb no eran solo un intento de calmarla, sino una verdad que él mismo estaba descubriendo.

-No entiendo por qué te importa tanto lo que me pase -dijo ella en voz baja.

-Porque... -Caleb apartó la mirada, como si las palabras fueran demasiado difíciles de decir. -Porque desde el momento en que te vi, algo cambió en mí.

Lucía contuvo el aliento, su corazón latiendo con fuerza.

-¿Qué cambió?

-Todo.

Caleb la miró de nuevo, y esta vez no había barreras en su mirada. Había una honestidad desnuda que la dejó sin palabras.

-Tú me haces querer ser diferente. Me haces querer luchar contra lo que soy y contra lo que esperan de mí.

Lucía no sabía qué decir. Había algo profundamente conmovedor en sus palabras, una vulnerabilidad que no esperaba de alguien tan fuerte y misterioso.

-Caleb...

Antes de que pudiera continuar, un fuerte aullido resonó en el exterior, seguido de otros que se unieron en un coro inquietante.

Caleb se levantó de un salto, todos sus sentidos en alerta.

-Nos encontraron.

-¿Qué hacemos? -preguntó Lucía, su voz temblando.

-Te sacaré de aquí, pero tienes que confiar en mí.

Lucía asintió.

-Confío en ti.

Caleb la miró por un momento, y luego, antes de que pudiera pensar demasiado en ello, tomó su rostro entre sus manos y la besó.

El beso fue inesperado pero lleno de urgencia, como si fuera la única manera de transmitir lo que no podía decir con palabras. Lucía se quedó inmóvil por un segundo, sorprendida, pero luego respondió, dejándose llevar por la intensidad del momento.

Cuando se separaron, ambos estaban sin aliento.

-Por si no salimos de esta -dijo Caleb, su voz apenas un susurro.

-Vamos a salir de esta -respondió Lucía, con una determinación que no sabía que tenía.

Caleb sonrió levemente, pero la gravedad de la situación los trajo de vuelta a la realidad.

-Quédate detrás de mí. Pase lo que pase, no te alejes.

Lucía asintió, y juntos salieron de la cueva.

***

Afuera, la luna brillaba intensamente, iluminando las figuras de los lobos que los rodeaban. Había al menos seis, cada uno más imponente que el anterior. Sus ojos brillaban con una intensidad que Lucía reconoció de inmediato: la misma que había visto en Caleb.

Uno de ellos, más grande y con una cicatriz que atravesaba su rostro, dio un paso adelante y se transformó en un hombre alto y musculoso.

-Caleb -dijo, con una voz profunda y autoritaria. -Sabes las reglas.

-Y también sé que no estoy de acuerdo con ellas, Klaus -respondió Caleb, poniéndose frente a Lucía como un escudo.

Klaus rió, un sonido frío y despectivo.

-¿Vas a defender a una humana? ¿Arriesgar todo por alguien que ni siquiera pertenece a nuestro mundo?

-Ella no es como los demás.

-Eso dices de todos los humanos antes de que nos traicionen.

Caleb apretó los puños, pero su voz se mantuvo firme.

-No dejaré que le hagan daño.

Los otros lobos comenzaron a gruñir, avanzando lentamente, pero Klaus levantó una mano, deteniéndolos.

-Muy bien, Caleb. Si quieres protegerla, tendrás que demostrar tu lealtad a la manada.

-¿Cómo?

Klaus sonrió, una expresión peligrosa.

-Peleando conmigo.

Lucía sintió que su corazón se hundía.

-¡No! -exclamó, avanzando hacia Caleb. -No tienes que hacer esto.

-Es la única manera -dijo Caleb, mirándola con una mezcla de tristeza y determinación.

-Pero...

-Confía en mí, Lucía.

Klaus se transformó de nuevo en lobo, su imponente figura destacando bajo la luz de la luna. Caleb hizo lo mismo, y Lucía apenas pudo contener un grito al ver su transformación tan de cerca. Era aterradora y hermosa al mismo tiempo.

La pelea comenzó de inmediato. Klaus atacó con fuerza, pero Caleb era más rápido, esquivando con agilidad. Sin embargo, la diferencia de tamaño era evidente, y cada golpe de Klaus parecía más devastador que el anterior.

Lucía observaba con el corazón en un puño, incapaz de hacer nada.

-Vamos, Caleb... -susurró, como si sus palabras pudieran darle fuerza.

Finalmente, Caleb encontró una oportunidad y logró derribar a Klaus, inmovilizándolo contra el suelo. Los otros lobos gruñeron, pero no intervinieron.

Klaus volvió a su forma humana, jadeando.

-Bien, Caleb. Has demostrado tu punto.

Caleb se transformó de nuevo, pero permaneció alerta.

-Entonces déjanos ir.

Klaus se levantó lentamente, sus ojos brillando con resentimiento.

-Por ahora. Pero recuerda esto: la próxima vez, no habrá tregua.

Los lobos se retiraron uno por uno, dejando a Caleb y Lucía solos bajo la luz de la luna.

Lucía corrió hacia él, abrazándolo con fuerza.

-No sé cómo agradecértelo.

Caleb la miró, agotado pero con una leve sonrisa.

-No tienes que hacerlo. Lo haría mil veces por ti.

Y por primera vez, Lucía sintió que su mundo, aunque lleno de peligro, también podía estar lleno de algo más: esperanza.

            
            

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