Christa Bauer
Cuando pareció aminorar el trabajo en la fiesta, al fin pude sentarme en una de las sillas del fondo viendo como en tan solo pocas horas mi madre había logrado convocar casi doscientas personas y cien niños, los más "influyentes" de Montenegro y alrededores según ella. No lograba recordar la última vez que hubo una fiesta tan enorme como esta. Busqué con la mirada a Margarita y a Bruno, estaban junto a la mesa de los novios donde los amigos de Marcelo se habían concentrado para celebrar, veía a Margarita sentada a una distancia considerable de todos los demás. Se veía solitaria, al parecer al igual que yo, no tenía amigas en el rancho. Decidí tomar un par de bebidas y sentarme a hacerle compañía, mi madre estaba demasiado ocupada platicando con sus amigas como para percatarse de lo que yo hacía.
-Hola Margarita, ¿quieres refresco? -ella me miró con una sonrisa en el rostro y me asintió.
Me senté junto a ella.
-Si tu madre te ve, se molestará.
Reí traviesa -mamá, ahora está muy ocupada siendo la anfitriona de la boda de su hija favorita -solté con sarcasmo, pero a la vez con tristeza. Tuve la sensación de que ella comprendía de lo que yo estaba hablando -no te preocupes por el trabajo, puedes regresar mañana, no le he dicho a mamá nada -quise consolarla.
-Eres muy buena Christa -suspiró mirando hacía el vaso con líquido color naranja -es solo que, la familia de Bruno nunca ha apoyado nuestra unión, ellos piensan que soy muy poco para él, pues ni siquiera pude terminar la secundaria, y mi padre cree que Bruno no es suficiente hombre para mí porque trabaja como dependiente en la gasolinería de los Sandoval, pero a pesar de todo nuestro amor nos ha mantenido fuerte, necesitamos el dinero para construir poco a poco nuestra casita.
Puse una de mis manos en su hombro y le sonreí, como cuando mi padre me daba ánimos para hacer algo que me daba temor.
-Verás que todo lo que se propongan lo cumplirán, ustedes se aman y es lo importante, poco a poco todo irá saliendo como ustedes lo han planeado, como dice papá, siempre hay que luchar para hacer realidad nuestros sueños -le dije.
Algunas frases que se escucharon cerca de donde estábamos sentadas, llamaron mi atención, salían de la boca de los amigos de Marcelo.
"Qué suerte que Greta se haya fijado en ti Marcelo, ya tienes la vida resuelta" fruncí el ceño al escuchar eso. "¿Cómo te llamaremos ahora Don Marcelo El capataz o Don Marcelo el amo del rancho?"
Marcelo reía mirándome por el rabillo del ojo, su sonrisa era burlona, para nadie incluso para mí era un secreto que mi padre lo hubiera hecho capataz gracias a las súplicas de mi hermana, ese puesto nunca se lo hubiera dado si ella no le hubiera lloriqueado, Marcelo era un peón flojo y como sus amigos decían entre risas, se había ganado la lotería al desposar a mi hermana.
Pero cuando escuché esas palabras que salieron de la boca de Marcelo, no pude evitar sentirme furiosa y ponerme de pie frente a él, había dicho "algún día todo esto será mío".
-¡Mi hermano es quien se encargará del rancho cuando papá ya no esté! -solté aniquilándolo con la mirada mientras él sonreía burlesco.
Dio un paso adelante, sus amigos miraban expectantes cada movimiento que hacía, antes de hablar me miró de una manera que hizo que de pronto me estremeciera era una mirada perversa, nunca antes alguien me había mirado así y eso me dio náuseas -sé buena hermanita, ve y trae más cervezas, y cuando sea el amo y señor de este rancho tendré piedad de ti.
No me moví. Pero en eso Bruno se acercó.
-Marcelo, déjala en paz, es una niña.
-Mi cuñadita ya no es una niña, es una mujercita, lástima que Greta fuera la mayor porque si no... -él se relamió los labios, tuve que apretar los labios con fuerza para no tirarle un golpe.
-¡Marcelo! ¡Estás loco, esta es tu boda, compórtate! -Bruno lo reprendió en voz baja, jalándolo del brazo, Marcelo no dejaba de mirar hacia mis piernas de manera descarada, tuve que correr rápido, corrí y corrí como si eso me sirviera para huir del recuerdo de esa mirada tan asquerosa para mí.
Mi estómago se sentía revuelto, ¿con qué clase de hombre se había casado Greta? Ahora no creía que Marcelo fuera su hombre ideal. Seguía corriendo, hasta que casi al llegar al final del jardín justo en el arco que vislumbraba la entrada principal de la casona de mis padres, casi me caigo al suelo al chocar con alguien, todo mi cabello se revolvió sobre mi rostro. Sentí unos fuertes brazos sostenerme de la cintura atrayéndola hacia él. Como pude alejé el cabello de la cara viendo el rostro más perfecto que nunca antes mis ojos habían visto.
Ahí estaba él, de cabello lacio y negro, peinado ligeramente hacia un lado, pupilas dilatadas y obscuras, tanto como la noche, con un brillo especial en el que me perdí admirándolos por espacio de varios segundos. Nariz fina y una sonrisa tan blanca y perfecta. Era alto, mucho más alto que yo, le calcularía que tenía veintidós años, tal vez. Al pasar el aroma de su perfume por mis fosas nasales sentí como me mareé, era el olor más exquisito que jamás haya olido, parecía uno de esos actores de telenovelas, no, era algo mucho mejor, como si se tratará de un Dios y estaba frente a mí.
Santiago Sandoval
No podía creer que el fin de semana hubiera pasado tan rápido, mis padres me habían encomendado traer unos documentos que necesitaba mi tío con la firma de mi padre. Él era quien se encontraba administrando desde hace varios años las minas de carbón propiedad de la familia, así como las gasolineras.
Desde que mis padres se casaron, mi madre convenció a papá de que se quedaran a vivir en La Capital del estado, pues ellos se habían conocido mientras papá estudiaba su carrera de médico, al igual que mi madre. Casi suelto una sonrisa al recordar el rostro de mamá al decirle que no seguiría la tradición de su familia de ser médico. Desde niño siempre me interesó el mundo de los negocios, me atraían los números y los proyectos, había decidido estudiar Ingeniería Civil, desde que cada verano visitamos el pueblo del que era originario mi padre, me había enamorado de sus paisajes, de su aire tan puro, de las montañas rodeadas de bastos nogales, arces y robles. Pensaba que Montenegro era una tierra que aún tenía mucho que dar en especial para la empresa de la cual la familia de mi padre era propietaria.
Mi intención no solo era estudiar una ingeniería, sabía que papá era dueño del cincuenta por ciento de las minas, quería hacer una vida aquí, junto a mi tío, pues al morir mi abuelo, él quedó a cargo de todo, mi padre no tenía intención de algún día volver a establecerse en este pueblo, mamá jamás se lo permitiría, ella se consideraba una mujer citadina. Si hubiéramos vivido en Montenegro hubiera sido feliz de igual manera, la vida aquí era demasiado tranquila, las personas eran siempre muy amables y yo contaba los días que faltaban para graduarme.
Mientras conducía mi auto hacia el rancho Los Nogales, me despedía de las calles pintorescas del pueblo, pasarían varios meses, incluso tal vez un año, para qué regresará de nuevo a estas tierras.
Sabía que Bruno estaba en aquella boda tan sonada por el pueblo, su abuela que me recibió en su casa cuando lo fui a buscar me lo dijo, así que ahora me encontraba conduciendo hacia esa dirección. Recordaba a Bruno con mucho cariño, su abuela trabajó durante muchos años para mis abuelos, fue la nana de mi padre y mi tío. Bruno y yo jugábamos en el jardín, paseábamos en bicis, incluso la última vez que había visitado Montenegro hace poco más de tres años fuimos de excursión a la sierra, lo consideraba como un buen amigo.
Cuando me enteré de la noticia de que se había casado me sorprendí mucho, pero de algún modo me alegraba porque la mujer que estuviera a su lado era muy afortunada, él era un hombre hecho y derecho. Tenía muchas ganas de saludarlo, conocer a su esposa y felicitarlos por su nueva vida, no tenía mucho tiempo para quedarme por qué tenía que partir a La Capital antes de que anocheciera, me desvié del camino solo una hora.
Cuando estuve cerca de la puerta principal del rancho, pude ver un arco enorme de concreto con el nombre de "Rancho Los Nogales" había escuchado a mi tío decir que este rancho era uno de los más fructíferos del pueblo, mucha gente de aquí trabajaba en estas tierras, hoy se casaba la hija del dueño. Tuve que detener mi auto al ver como dos peones me hicieron una señal con la mano para que me detuviera, pensé que no me dejarían entrar, puesto que no era uno de los invitados a la boda. Detuve el auto, bajé la ventanilla y sonreí.
-Su nombre... -me preguntó el trabajador con semblante serio.
-Santiago Sandoval, vengo a ver a un amigo que está aquí en la boda, será solo un momento, señor -dije tratando de explicarle de la manera más amable que pude.
Pero él alzó una ceja, dio un vistazo a mi auto y dijo -¿Sandoval? ¿Es familiar de Don Ignacio Sandoval?
Asentí sonriente, el privilegio de pertenecer a la familia más rica de toda la región.
-Sí, es mi tío.
-Pasé, su familia está invitada a esta boda, siga todo el camino hasta llegar a la gran casona color ocre, en el terreno de enfrente están dejando los autos estacionados.
-Gracias, señor, muy amable.
Bajé del auto, caminé unos pasos mirando a mi alrededor, nunca había pisado una hacienda de este tamaño, era hermosa. La casona frente a mí era de dos pisos con balcones llenos de flores, una puerta principal de forja abierta donde se podía ver que en el jardín interior estaba llevándose a cabo el festejo de la boda. Caminé en esa dirección, miraba cada detalle de la arquitectura de la construcción, el interior de la casona era hermoso, el camino de piedra y... de pronto sentí que choqué con alguien, mi primer instinto fue sujetar con mis brazos.
La miré, era una joven, cuando apartó el cabello de su cara, vi el rostro más hermoso que mis ojos hayan visto en la vida, sus ojos eran de un color azul profundo, llenos de vida, cabello rubio y piel clara, ¿de dónde había salido? Lo normal era que la gente de Montenegro fuera de piel bronceada, pero ella... Ella no era como los demás.